El reloj del Ministerio de Trabajo marca las 9.10 cuando Yolanda Díaz (Fene, 1971) entra acelerada pero sin ruido. Odia el ruido. Acaba de dejar a su hija en el colegio y ha salido disparada sin llamar la atención. Odia llamar la atención.
Ya están esperándola en la cuarta planta los sindicatos y la patronal. Ella respira. Se recoloca la mascarilla, se estira la falda y se da unos segundos para serenarse antes de abrir la puerta. En su camino hasta la sala ha saludado a todo el mundo. Quizá ensayando esa sonrisa seductora, que ahora sólo se lee a través de sus ojos, consciente [o no] de la frase de un líder como Nelson Mandela: "Las apariencias importan, recuerda sonreír".
Esta escena se ha repetido decenas de veces desde que la diputada de Podemos, comunista creyente y confesa, asumiera el Ministerio de Trabajo en el Gobierno de coalición. Yolanda Díaz se ha convertido en la responsable que más acuerdos ha conseguido con Dios y con el Diablo en materia laboral, algunos tan sensibles como los ERTE, su prórroga o la subida del salario mínimo interprofesional.
Su secreto, según advierten, es precisamente su capacidad de seducción en situaciones límite, un valor muy apreciado en política que no se compra ni se vende y que ella ha ido perfeccionando en cada gesto, en el tono de voz, en su mirada y hasta en sus silencios.
Sabe utilizar su voz para rebajar el ruido y llevar al escuchante a su terreno: tiene una entonación agradable con modulaciones, grave y un ritmo mucho más lento que Pedro Sánchez o Pablo Iglesias.
El psiquiatra inglés Raj Persaud, en Simplemente irresistible: la psicología de la seducción, explica que la cualidad del seductor o seductora no es totalmente innata. Surge de un ejercicio mental sencillo pero muy complicado a la vez: no intuir las necesidades de los que te rodean sino ser curioso, preguntar y, sobre todo, escuchar.
Claro que no todos los cerebros, y menos los de los políticos, están a la altura de asumir esa seducción paciente y silente antes de decir la palabra justa que mueve posiciones. En España, algunos han visto en Yolanda Díaz técnicas y tácticas que ya utilizó otro rara avis de la política nacional: Adolfo Suárez, un político que también mudó del extremo (el Partido del Movimiento) al diálogo y al consenso.
"Puede tener muchos puntos en común con Adolfo Suárez, aunque hablamos de personalidades diferentes y de momentos históricos distintos. En el líder hay algo innato, pero es muy importante tener actitudes que sí se pueden aprender y está claro que Yolanda Díaz que, además de ser una mujer carismática debe ser muy inteligente, se ha dejado asesorar para sacar partido a ese potencial. Es muy importante su sensación de que te escucha", explica María Ángeles López de Celis, psicóloga y autora de Los presidentes en zapatillas, donde analiza el paso de los inquilinos de Moncloa, su lugar de trabajo durante más de 30 años.
Cuando las puertas se cierran de nuevo, cada uno de los negociadores está ya en su sitio. La vicepresidenta los ha saludado uno a uno, con afectividad y siempre sonriendo. Menos mal que lo de chocar codos empieza a pasar a mejor vida. La calidez de la palma es más honesta, comunicadora y crea vínculos mucho más personales. Es importante para reuniones que pueden durar horas (pero horas, horas) y donde sólo hay una condición para sentarse a su mesa: nada de esa "cultura tan masculina de llevar al límite las negociaciones", nada de líneas rojas. Odia llevar al límite nada.
Eso sí, impone su línea roja con una voz dulce y modulada, que se convierte, muchas veces, en el canto de sirenas sobre el que caen todas las discusiones estériles, una especie de guía para conducir o reconducir a sus escuchantes hacia su terreno, porque como decía su padre, si se habla "o es para sí o es para no".
Precisamente esa es una de las grandes armas de seducción de Yolanda Díaz: "La mayoría de nuestros políticos suspenden en entrenamiento vocal y deberían tenerlo en cuenta. El biógrafo de Margaret Thatcher relataba cómo modificar su frecuencia fundamental pudo contribuir a acelerar su carrera", explica Pilar Lirio, directora del Instituto Español de la Voz, antes de enumerar entonación, prosodia, ritmo, tono o calidad de fonación como los recursos clave para dar un contenido emocional al discurso.
El análisis realizado de su voz para EL ESPAÑOL|Porfolio, a partir del fragmento de una entrevista radiofónica, desvela parte de su receta mágica: "La entonación siempre es más agradable en una voz con modulaciones y la ministra tiene bastante variabilidad, coincidiendo con el aspecto cantarín del gallego. Presenta tonos agudos y graves en poco tiempo, aunque no tiene un acento muy pronunciado".
Hasta esa morriña modulada de su Galicia natal cuenta a su favor. Según un estudio de Gleeden, una web de encuentros extramatrimoniales, el gallego es el tercer acento español más sensual gracias a "su musicalidad, como el italiano o el argentino" y a que es "dulce y tierno".
Pero además, Pilar Lirio destaca cómo la vicepresidenta ha aprendido a conjugar la velocidad de la elocución, la intensidad y el tono. "Habla lento, más o menos cuatro sílabas por segundo. Según un estudio de la Universidad de Córdoba, Pedro Sánchez lo hace con 7 sílabas por segundo y Pablo Iglesias, en 5. Esos tonos lentos, suaves y cantarines se asocian al uso dirigido a niños".
Una fórmula que le viene como anillo al dedo para reafirmar la imagen de gestora pedagógica que asume en sus discursos en el Congreso con su ya famosa coletilla: "Pero es más, le voy a dar un dato...".
El magnetismo se completa por ser una voz grave, "la media en las mujeres es de 200 Hz y ella está entre 174 Hz y 175 Hz", y aireada. "Las voces aéreas son percibidas como sensuales ya que simulan los cambios producidos en la mucosa laríngea al producirse la excitación sexual. De hecho, las voces graves y áreas son perfectas para los anuncios de perfumes".
Destaca su profunda mirada que conjuga con una sonrisa casi constante. "Irradia la sensación de que nunca te va a dar una mala respuesta. Es muy importante la sensación de que te escucha".
En un momento dado la ministra es consciente de que hay que tomarse un respiro. "El diálogo social tiene su tiempo y hay que respetarlo", se le ha oído decir muchas veces. En esos respiros, ella y su equipo entran en acción. Hablan con unos. Hablan con otros. Se agarran del brazo, se palmean las espaldas… Todos tienen que ceder. Todos son iguales ante su mesa, ante su abrazo. Marx estaría orgulloso.
Y es que lo suyo es amor. Ella lo sabe y por eso sonríe todavía más. Incluso se atrevió a hablar, hace unos días, en el cierre de la fiesta del PCE, de un proyecto de país que tuviera "en el centro de actuación, el amor". Sentada en la larga mesa del Ministerio recuerda cómo fue capaz de apostar, delante de miles de comunistas de todo el país, no por la revolución ni por el cambio o la transformación [palabras mágicas para su partido], sino sólo por el amor.
Aún le tiemblan las piernas. Ella, la gran seductora de la política actual, convenciendo a sus camaradas de que sólo la iban a encontrar en "un proyecto de diálogo y de amor". ¿La respuesta? "Presidenta, presidenta, presidenta...". Seducidos. De su lado.
"Lo curioso es que hablamos de una mujer con un perfil ideológico radical. ¿Cómo es posible que sea capaz de mezclar tan bien sus convicciones políticas extremas con su dulzura, alegría y un perfil entrañable? Irradia la sensación de que nunca va a dar una mala respuesta. Es una mujer muy especial, con un potencial que hay que aprovechar", añade López de Celis en su análisis sobre la vicepresidenta.
En esa sensación entra en juego otra de sus armas de seducción. Tal vez si Yolanda Díaz tuviese mirada de guerrillero, los ojos llenos de ira y el gesto desafiante de Che Guevara en su fotografía más icónica, el ciudadano dejaría de poner en duda cuán de comunista tiene en realidad.
Cierto misterio la envuelve desde que empezó a llegar al Congreso con el corazón achuchable y emulando el glamur de una celebrity que ha sido invitada a un desfile de Dior, con el cuerpo ceñido en una falda de tubo y entallando cintura.
"Viste looks perfectos que no quitan importancia al discurso pero le dan una imagen de feminidad y profesionalidad"
A primera vista, "lo más destacable es que usa una indumentaria alejada del estereotipo de política de izquierdas. Va cuidada, con looks que son perfectos, que no quitan importancia al discurso pero le dan una imagen de feminidad y profesionalidad", explica la asesora de imagen Paz Herrera quien advierte de que "no por el hecho de ir bien vestido eres menos profesional, aunque en el caso de las mujeres sí se dice en tono peyorativo".
Incluso en este aspecto, las preferencias de Yolanda Díaz esconden mensajes ocultos que ayudan en esa "conducción del otro" a su terreno. Apuesta por cuatro colores básicamente: el blanco, el color de las sufragistas y el elegido por Kamala Harris para sus reivindicaciones feministas; el rojo, un tono con una gran fuerza simbólica que reafirma su fortaleza ideológica, incluso se casó vestida así; el azul marino y el negro.
"Todos dan una imagen muy profesional, de fuerza y sensualidad que ella contrarresta con líneas simples y sobrias. El blanco y el negro o el blanco total son colores que muestran transparencia, limpieza y autoridad. Y usa prendas low cost como diciendo que ella compra donde compramos la mayoría", aclara Herrera.
Sólo un elemento rasga a propósito esa imagen discreta, elegante y oficialista, quizá para recordar su aspecto más guerrero e incrementar los decibelios de su poder: los labios pintados de un rojo fuerte, seductor y libre.
Sin embargo, muchos advierten de que lo que huele como un habano es sencillamente un habano. Su biblia sigue siendo El Capital y por sus acciones se sabe que no ha llegado a la política para blanquear la marca del comunismo. De hecho, acaba de prologar El Manifiesto Comunista de Marx y Engels, donde deja claro que hay muchos tipos de marxismo y que ella se siente cómoda en casi todos ellos, y ha salido a hombros de la fiesta del PCE como la última gran esperanza para el comunismo español.
"[Hay que abordarlo] como una obra en perpetuo crecimiento y transformación. No como un dogma estático, imperturbable, monocolor, anclado en su propia razón, sino como una clave interpretativa, tan borrosa como exacta, que nos permite pulir y retocar, una y otra vez, nuestra visión del mundo y de las cosas", escribe en el prólogo a Marx.
La más valorada
La misma letra, con otra liturgia que, en su caso, resulta increíblemente efectiva. "El desencanto por la clase política alcanza sus cuotas más elevadas y sus gestos y sus formas, tan lejanas de los exabruptos de otros políticos, permiten apreciarla más allá de cualquier etiqueta", aclara Miguel Candelas, politólogo especializado en propaganda y geopolítica.
Candelas ve en ella una manera muy rentable de alinearse con la sensibilidad de los ciudadanos en un contexto de incertidumbre y miedo. "El país quiere representantes que proyecten pragmatismo y cercanía. En el Movimiento 15-M, la gente pedía, sin embargo, líderes mesiánicos e inspiracionales".
En el último CIS, Yolanda Díaz fue la política más valorada del país por encima del presidente del Gobierno y, como aclara este experto, su puntuación se mantiene cerca del aprobado en todas las franjas de edad, tanto en hombres como en mujeres.
"La explicación está en ese inteligente equilibrio entre su magnetismo y la capacidad de conectar que caracteriza al poder blando con un discurso potente que, además de acercarle al poder duro (tomando las ideas del politólogo Joseph Nye), ha dejado atónita a la CEOE". De ahí el comentario en Twitter hace unas semanas de "manda mucho" y los reproches que ha tenido que escuchar su presidente, Antonio Garamendi, por ser uno de los seducidos por la marca Yolanda Díaz.
Ha salido a hombros de la fiesta del PCE como la última gran esperanza para el comunismo con "un proyecto de amor"
Ya es la tercera, cuarta o décima vez que se ven las caras en el Ministerio de Trabajo. Es cierto que queda mucho por cerrar, pero también es cierto que se ha avanzado mucho. Yolanda Díaz mira a sindicatos y patronal con la misma ternura que miraría a su hija. Por cierto, se acaba de dar cuenta de que no llega a recogerla. Puff.
Propone que todos se vayan a casa, a descansar y a pensar en el muro contra el que parecen chocar sin remedio. Puede haber otra reunión, pero ¿advierte? ésa será la última. No hay más tiempo. Por la suavidad de sus palabras no parece un ultimátum. Nadie se lo toma como tal hasta que no salen de la sala, se saludan, se abrazan, revelan algunas intimidades, cosas livianas, y se sientan en un taxi. Ahí empiezan a sentir el peso de la mano fría de Yolanda Díaz sobre su brazo al despedirse.
Aunque somos un país donde nos tocamos mucho, los políticos suelen mantener las distancias. Sin embargo, Yolanda Díaz usa sus manos para acercar al escuchante a su espacio y a sus posturas.
El tacto [mucho tacto en su caso] es otro de los sentidos que la ministra ha convertido en una fuerza política muy seductora y convincente. A pesar de que los españoles nos besamos y toqueteamos frecuentemente, en general los políticos prefieren marcar distancias y quedarse en el apretón de manos. No siempre fue así. Precisamente Adolfo Suárez destacó por su tendencia al abrazo, al beso y a la palmadita en la espalda. Tenía esa mirada directa, que lograba complicidad, y una gracia muy natural para conectar con la gente y tratarla de un modo cercano y sencillo.
Una franqueza y confianza parecida es la que vemos ahora en la ministra de Trabajo que maneja como nadie las distancias cortas. A Antonio Garamendi lo agarra del brazo como la suegra que acompaña a la puerta al yerno estirado y seco. A los nacionalistas catalanes, que descubrieron en ella un tesoro, les roza la mejilla como niños que quieren seguir jugando cuando ya está cerrando el parque. A Sánchez Galán y a otros responsables de las eléctricas, les posa la mano en el antebrazo para que sientan la corriente de la gente que es finalmente quien paga la luz.
"Cada ciclo exige un acento diferente. Ninguno es mejor y con cualquiera de ellos el político puede encontrar la excelencia o el desastre", advierte Candelas. Dentro de Unidas Podemos, Díaz ha conseguido la equidistancia entre el liderazgo hierático de Ione Belarra y el estilo vehemente que caracterizó a Pablo Iglesias para hacerse con un sitio mucho más pragmático y productivo, a tenor de las encuestas.
Pero ¿cuánto hay en esa Yolanda seductora de innato, aprendido o sobreactuado? Su biografía delata que se bregó en las mejores escuelas para forjar esos rasgos que son hoy su mayor fortaleza: capacidad de comunicación, la construcción de una visión propia, actitud enérgica y positivismo.
¿Un líder innato?
Sin embargo, cualquier persona que consiga cultivar estas capacidades puede transformarse en un líder carismático, según determinó un estudio de la empresa de gestión de talento Profiles International con 40.000 gerentes de todo el mundo. Su conclusión echó por tierra la idea del líder innato: "Es solo un mito", confirma Candelas.
De hecho, líderes de partidos políticos contrarios al suyo que se toparon con ella en su etapa gallega no la recuerdan ni tan dulce ni tan conciliadora. Siempre fue una diputada proclive a la charla pero con un discurso mucho más duro, insisten.
Mientras los ve alejarse por la puerta, la ministra piensa que son como niños. Casi era más difícil cuando tenía que negociar en casa con sus dos hermanos mayores para elegir el programa de la tele e incluso cuando veía llegar a su padre, un expreso represaliado por el franquismo, sonriente y agotado tras alcanzar acuerdos con Manuel Fraga. Bueno, pensándolo mejor, hablar con Toñín [Garamendi] es mucho mejor.
De acuerdo con las teorías de Jürgen Klaric, uno de los expertos en neurociencia más leídos, la clave de este poder de seducción está en tener agallas para defender aquello en lo que uno cree e inocularlo en la mente, logrando que reme a su favor con la palabra y con los gestos exactos.
Díaz sabe además cómo tocar la fibra sensible, y no sólo de los ciudadanos sino también la de los grandes hombres del país que van sentándose frente a ella, en un momento u otro de su vida política, gracias a su capacidad de generar historias.
Su Twitter e Instagram están llenos de guiños a la cultura gallega, a viejos profesores, fotos en familia, de su mar o de su tierra... Como explican los expertos, nuestro cerebro está programado para procesar la información en forma de historias. Al escucharlas enciende diferentes áreas como el córtex visual, auditivo, sensorial y llega mucho más profundo.
También Obama fue un líder curtido en el manejo de las emociones. Ya en su primera campaña usó reiteradamente la esperanza, una emoción que apela al mismo tiempo a la tristeza y a la felicidad y el efecto fue aún más intenso al incorporar anécdotas e historias que hacían creer en un buen final.
Apuesta por una imagen que reafirma su discurso de gestión. No va de tímida y ha asumido que es gobierno, algo que la diferencia de otros diputados de Podemos que se creen oposición.
Además, en el caso de Yolanda Díaz se apoya, en la mayoría de las ocasiones, con esa especie de rubor coqueto que le ayuda a evitar el ruido estruendoso de la política y a dar golpes sobre la mesa con una entrañable dulzura, usando guante de seda para un puño forjado en hierro.
Investigadores de la Universidad de Cornell, que analizaron durante años el foro de Reddit r/ChangeMyView (Cambia mi opinión), concluyeron que el uso de un lenguaje tranquilo y la voz suave en un discurso complejo siempre resultan más provechosos. Además, lejos de lo que se pudiera pensar en una mesa de negociación de Trabajo, donde nunca se ha sentado una mujer como líder de un sindicato ni de la patronal, su condición femenina no le da ventaja, según los expertos.
En puestos de liderazgo, hombres y mujeres tienen más similitudes que diferencias en sus actitudes y en su personalidad y lo demás son estereotipos y peculiaridades individuales. Al menos es la conclusión de una investigación de la Universidad de Amberes (Bélgica), liderada por el profesor Bart Wille, que detectó idénticas características en las personas que detentan poder: asertividad, pensamiento estratégico, control emocional y capacidad de decisión.
En estos casos, ambos utilizan los mismos circuitos cerebrales para la lucha, la autoridad y el riesgo social. Son patrones cultivados y, de acuerdo con estos resultados, serían otros los que se sorprenden o cuestionan la capacidad femenina para manejar el poder y desenvolverse en un ambiente exigente.
Yolanda Díaz tiene clarísimo que la erótica del poder no sólo sirve para seducir sino también para empoderarse en los sillones que le corresponden por derecho. Ella no ha sentido el síndrome del impostor que sufren muchas mujeres cuando llegan a puestos de responsabilidad cuestionándose su valía. Ella actúa a conciencia de que es la MINISTRA de Trabajo [en mayúsculas], y, además, la vicepresidenta del Gobierno y el resultado es seguridad y firmeza.
"Se ha ganado ese peso en la tribuna del Congreso, donde no ha rehuido ni debates ni réplicas de los establecidos como grandes oradores. Si ahí se ha impuesto, en una reunión con la CEOE está más tranquila porque ella es mano en esa partida de cartas y lo sabe aprovechar bien. No va tímida porque ha asumido que es Gobierno, algo que la diferencia de otros diputados de izquierdas que se creen oposición. Yolanda Díaz sabe que gana más gobernando en el Gobierno que siendo oposición al Gobierno del que es parte", aclara el analista Alberto Sotillos, director de la consultora Mr President.
Seducir al votante
De hecho, una de las grandes incógnitas es si la ministra conseguirá seducir también al electorado en las próximas citas electorales. El último CIS de Tezanos (septiembre 2021) ha puesto todas las miradas sobre ella y no sólo por su valoración, mejor que Sánchez, sino porque le gana en todas las preguntas sobre gestión, tanto de la Covid como de la situación general.
"Es la líder que menos mal lo ha hecho, según la opinión pública, mejorando a Pedro Sánchez en tres puntos, según el CIS. Está potenciando la imagen de gestora y todos los datos sobre su valoración están anclados en cómo lo ha hecho durante la crisis y en cómo lo está haciendo", advierte José Antonio Díaz, catedrático de la UNED en la Facultad de Sociología y exdiputado del PSOE.
El CIS también ha confirmado la preocupación que empieza a levantar Yolanda Díaz en Ferraz. Señala que un 10,4% de los votantes del PSOE la prefieren a ella como presidenta y, además, no provoca un gran rechazo entre seguidores de opciones más conservadoras. Sin embargo, José Antonio Díaz apunta a que la clave de esa lucha no es tanto ese caladero sino que solo el 51% de los votantes socialistas eligen a Pedro Sánchez para la Moncloa, mientras que más del 70% de los de Unidas Podemos siguen fiel a Yolanda Díaz.
"Que votes a un partido pero quieras que gane el líder de otro es un porcentaje de potencial de cambio importante. Además, ella está rentabilizando muy bien todo lo que hace desde un puesto muy complicado", concluye.
En esa optimización máxima, tiene mucho que ver su estilo de discurso: "No usa ese tono de bronca de la izquierda culpando constantemente al votante, sino que se muestra responsable y asume que es ella la que tiene que actuar y eso genera un liderazgo espontáneo. Es algo que ha perdido el PSOE con ese discurso de enfado, olvidándose de la política útil", añade Sotillos.
Según las encuestas de Sociométrica para EL ESPAÑOL, Yolanda Díaz empezó a ser la más valorada justo cuando sustituyó a Pablo Iglesias como líder de Unidas Podemos, llegando a notas muy buenas.
"Cuando el elector contrasta la dureza de un partido extremo, como Podemos, con la dulzura de uno de sus líderes, hace que salga muy bien valorada. Le ocurre a Nadia Calviño en el PSOE", explica Gonzalo Adán, doctor en Psicología Social y director de Sociométrica.
Eso sí, para Adán, lejos de ser una amenaza para Sánchez es una oportunidad que el presidente está sabiendo aprovechar. "Tiene a alguien cerca que le puede hacer sombra pero en vez de rivalizar con ella, como Casado con Ayuso, lo que hace es atraerla".
Por ahora, lo que ha conseguido Yolanda Díaz con su estilo seductor es generar esperanza en la izquierda y curiosidad en la derecha. Habla de un proyecto de país para 10 años, de una España moderna, de escuchar a la sociedad, de amor, de una plataforma sin egos... ni siquiera el suyo. "Si hay mucho ruido, yo me iré". Por la forma en la que lo desliza y sonríe ni esa frase suena en su boca al ultimátum de una ministra comunista.