Cuentan que hace unos años, allá cuando gobernaba José Luis Rodríguez Zapatero, había un runrún en Aluche (Madrid): que en el 21 de la calle José Maurelo, sede del PSOE en la Latina, estaba un tipo ayudando a gente con sus dudas jurídicas. Asistía a los inmigrantes, sobre todo, con asesoramiento legal, orientación laboral, el "¿sabes que con contrato ya puedes pedir residencia?". Luego fueron sus propios compañeros los que tiraban de él, los que se acercaban con papeles de esto o aquello y el "mira, yo es que…". Siempre en fines de semana, porque de lunes a viernes andaba ganando "un pastón" -eso se decía- en el Banco de España con cosas menos mundanas.
Hoy su trabajo sigue siendo un poco el mismo, el de arrimar el hombro para ver si la ley va por aquí o por allá. Pero se lo hace al presidente del Gobierno y se acerca más a "mira, yo es que quiero sacar a Franco del Valle de los Caídos" o "mira, yo es que quiero reformar la Constitución". Es Félix Bolaños (Madrid, 1975). Ahora Zapatero le ha apodado Superbolaños y, tras la salida de figuras como Iván Redondo -exjefe de Gabinete- o José Luis Ábalos -exministro de Transportes-, él solito se ha convertido en todos los hombres del presidente Pedro Sánchez. Es en cierto modo, aunque no le guste reconocerlo, el vicepresidente político del país.
El pasado domingo 17 de octubre, Bolaños -ahora ministro de la Presidencia- quedó encumbrado en el 40 Congreso del PSOE, al ser incluído en la Ejecutiva del partido. Ahí se terminó de perfilar su siguiente encargo: de la jornada salió una Secretaría de Reforma Constitucional y Nuevos Derechos con él al frente. Le ha caído la tarea más compleja, y casi imposible, de su vida: tocar la Carta Magna; es decir, meter mano en un texto cuya mayor garantía es que no se toca. En definitiva, su mesa es en la que caen los asuntos más espinosos del Gobierno, aquellos en los que se habla de cosas que hay que hacer, pero que ni idea de cómo.
Él no sólo se encargó de la exhumación de Franco, que fue su puesta de largo ante la ciudadanía, sino que también ha estado en la renovación del Consejo de Administración de RTVE y está llegando a acuerdos con el PP para renovar órganos como el del Defensor del Pueblo -que acabará siendo Ángel Gabilondo-, el Tribunal Constitucional, el Tribunal de Cuentas o la Agencia de Protección de Datos. Se está desatascando, por fin, la paralización de órganos vitales para el funcionamiento del país. Y ahí aparece Bolaños como fontanero en jefe de Pedro Sánchez, con un poder y un margen de maniobra sin precedentes conocidos en otros que han estado en su posición.
Y ha llegado hasta ahí sin más padrinos que el propio presidente. Es hijo único de una familia de emigrantes que volvieron de Alemania para tenerle a él y montar una tienda de plantas y piensos en Móstoles. Trabajó de árbitro de fútbol y repartidor de pizza cuando estudiaba para convertirse en abogado. Un día, mientras servía bocadillos y refrescos en la caseta que el PSOE había puesto en las fiestas de Aluche, conoció a un tipo que se iba a lanzar a por la secretaría general del partido y Bolaños se ofreció para echarle una mano en materias jurídicas. El tipo ya se imaginan quién es y el resto de la historia se la vamos a contar ahora.
EL ESPAÑOL | Porfolio ha hablado con viejos amigos, compañeros del instituto, miembros de su mismo Gobierno, enemigos acérrimos y camaradas de los años de pura militancia para trazar todos los caminos que conducen hasta el aún desconocido para la mayoría Félix Bolaños, el front man de Pedro Sánchez.
El militante
Félix Bolaños se afilió al PSOE en 2003, cuando gastaba sólo 27 años, y lo hizo tras el escándalo que supuso para muchos socialistas el llamado tamayazo. "Siempre que pasa algo que genera algún tipo de indignación colectiva del estilo, suben las afiliaciones. Y él, que había apoyado ideológicamente al partido, dio el paso al frente en ese momento", cuenta a esta revista un viejo militante del distrito madrileño de Latina, el mismo que se encargó de firmar los papeles de su alta y de darle su primer carné.
"Desde ese momento se puso a disposición del partido, se ofrecía voluntario para los mítines, para repartir panfletos y todo lo que hiciera falta", añade. "Así, creció hasta entrar en la Comisión Ejecutiva local. De hecho, sigue ahí, aunque sin tareas, pero está todavía en el grupo de WhatsApp que tenemos", remacha.
Durante esos primeros años que han acabado marcando su carrera política, todos los que le conocieron entonces sacan a colación esa suerte de despacho de asesoría jurídica que montó en la sede local del partido. Lo mantuvo durante unos cuantos años, desde 2004 hasta 2008, dicen, en la primera Legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero. "Él estaba especializado en cuestiones laborales y sindicales y todo el mundo iba ahí a preguntarle cosas. Los inmigrantes sobre cómo acogerse a las nuevas leyes, pero era tan crack que íbamos todos al final con nuestras propias cuestiones", comenta otra militante de aquella época.
Esa faceta suya la estuvo compaginando Bolaños con su trabajo como abogado en el prestigioso despacho Uría & Menéndez, primero, y, a partir de 2005, en el Banco de España. Era la tierra y el cielo, lo mundano y lo divino, algo que le ha estado acompañando siempre; echando una mano a los socialistas mientras mantenía el trabajo en el banco de bancos que sólo dejó cuando se le abrieron las puertas de la Moncloa.
En esas estaba en mayo de 2014, en las fiestas de Aluche, montando la caseta del PSOE y sirviendo bocadillos y refrescos un alto cargo del Banco de España, cuando se acercó Pedro Sánchez a saludar. "El ahora presidente era un diputado raso entonces", sigue explicando el antiguo compañero. "El presidente nos hizo una visita a la caseta y se conocieron. En unos días se iba a presentar a la secretaría general del partido, aunque entonces sólo decía que estaba madurando la idea. Félix le contó a lo que se dedicaba y se ofreció a echarle una mano con la parte jurídica, todo lo legal y lo relacionado con los estatutos", explica.
Pregunta.—¿Fue así de fácil? ¿Se ofreció y punto? ¿Esa es la mística de la relación de ahora?
Respuesta.—Es que en ese momento Pedro estaba en un punto en el que aceptaba cualquier tipo de ayuda que le quisieran prestar. Eran todos voluntarios. Si te pones a trabajar por una candidatura, ahí nadie te paga por eso, lo haces en tu tiempo libre, y punto. Y cuando te presentas a una secretaría general necesitas a todos los que puedas conseguir.
Sánchez y Redondo
El miércoles 30 de mayo de 2018, Félix Bolaños estaba comiendo con un amigo en Madrid cuando recibió una llamada. Se quedó blanco. Al colgar, su compañero le preguntó qué había pasado. El telefonazo se lo había pegado José Luis Ábalos, entonces aún hombre de confianza de Pedro Sánchez. No se sabe si la conversación fue larga o corta, pero se puede resumir en un par de conceptos: el PNV va a decir que sí, así que métele caña.
Unos días antes, el 24 de mayo de ese año, la Audiencia Nacional acabó determinando que el Partido Popular, en el Gobierno en ese momento con Mariano Rajoy a la cabeza, había tenido una estructura económica paralela en sus finanzas y Sánchez -dicen que, en realidad, fue Iván Redondo susurrándole al oído- presentó una moción de censura. Entonces, pidieron a Félix Bolaños que empezara a preparar una estructura de Ejecutivo. Tenía que pensar los primeros nombramientos, el organigrama de los ministerios, las primeras leyes… Todo un poco por si acaso. Nadie pensaba realmente que fuera a suceder. Hasta el día en que Ábalos llamó a Bolaños. El PNV había dicho que sí, había que ponerse las pilas y terminar el trabajo.
"Él solito se ha convertido en todos los hombres del presidente Pedro Sánchez"
Ese viernes de la moción de censura, Sánchez arremetía contra el escaño presidencial, entonces ocupado por el bolso de la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría; Iván Redondo esperaba en una sala junto a los padres del presidente en ciernes; y Félix Bolaños recorría los pasillos del Congreso con varias carpetas de colores. Llevaba el Gobierno en sus manos, literalmente. Ahí empezó el tándem Redondo-Bolaños, jefe de Gabinete y secretario general de la Presidencia, respectivamente.
"El equipo que hacían ambos era muy importante entonces. Son perfiles diferentes. Iván es el consultor político que busca ideas, Félix es el fontanero, el hombre de partido. Pero en aquel momento, ese 1 de junio, llegaron juntos a la Moncloa y no había nadie más excepto ellos, el presidente y los funcionarios del edificio. Fueron haciendo el equipo poco a poco", explica Toni Bolaño, autor del libro Moncloa que analiza la figura de Redondo y que tanto está dando que hablar estos días.
Para ese libro ha hablado el propio Félix Bolaños y suelta algunas frases sobre Redondo que ahora es difícil saber cómo pesan: sobre las críticas que recibía el entonces jefe de Gabinete por no ser del PSOE, Bolaños dice "ya me gustaría que en el partido hubiera tres o cuatro como Iván"; y sobre el protagonismo que acaparaba, "larga vida a Iván, porque así los demás nos vamos de rositas".
Estas palabras de Bolaños definen bien la relación laboral entre ambos. El ahora ministro de la Presidencia gestionaba los problemas hasta que llegaban al nivel 5 de peligrosidad, ahí pasaban a Redondo. Oliver y Benji les llamaban, como en aquella famosa serie de televisión, porque uno paraba los goles y el otro los metía. Ese es el equipo en el que se empezó a curtir Bolaños. Al final, el tiempo le ha sonreído más a él que a su compañero.
"La relación era buena entre ellos y su carácter diferenciado hacía que se complementaran muy bien", comenta a esta revista alguien que ha participado en varias reuniones con ambos. "Redondo era un narcisista intelectual algo soberbio, aunque brillante, eh; y Bolaños era una persona más analítica, sumamente inteligente, más humilde y escuchaba muchísimo más", añade. "Se notaba que Redondo estaba en una jerarquía superior y Bolaños lo respetaba. Pero el primero era un orquestador, el que mandaba, diciendo 'haz esto', 'haz lo otro'... y cuando hablabas con Bolaños veías que sólo pensaba en lo que era mejor para el presidente", dice.
"Redondo era un narcisista intelectual algo soberbio, aunque brillante, eh; y Bolaños era una persona más analítica, sumamente inteligente, más humilde y escuchaba muchísimo más"
Pregunta.—¿En ningún momento se empezó a estropear esa relación?
Respuesta.—Se notó el cambio en enero de 2020, con las modificaciones que hubo en el Gobierno, en las que Redondo acaparó más poder. Empezó a haber menos equilibrio, porque Bolaños, Miguel Ángel Oliver -secretario de Estado de Comunicación- y esa gente, empezaron a depender más del jefe de Gabinete. Se rompió la estructura que había e intuías diferencias de parecer. No las veías, públicamente nunca pasó nada. Pero entendías que mucha química ya no había. Me contaban lo mismo otras personas que conocían a ambos. Lo que pasó después ya ha demostrado que fue así.
La misión imposible
"Lo que pasó después" es la extraña salida de Iván Redondo del Ejecutivo. Él cuenta que Sánchez le ofreció un ministerio y que no quiso aceptarlo. Otros dicen que fue justo al revés, que su ansia por ocupar una cartera le acabó quemando y el presidente decidió prescindir de él. Sea por un motivo o por el otro, el resultado ha sido que el exjefe de Gabinete ahora anda haciendo una tournée por Fnacs y platós de televisión, mientras que Félix Bolaños se ha echado el Gobierno a sus espaldas. Pero el enfrentamiento no ha acabado.
Esta nueva misión imposible que tiene Bolaños, el James Bond de Sánchez, de reformar la Constitución es la arena en la que se libra esta última batalla. El PSOE quiere consultar a la ciudadanía en referéndum sobre su disposición a modificar la Carta Magna. Se trata de una jugada política importante, porque obligaría al Partido Popular, reacio a "abrir el melón", a sentarse a hablar si gana el "Sí". Esta es la tarea de Bolaños, el último gran encargo, pero diversas fuentes aseguran que fue una idea de Redondo el purgado.
De hecho, el propio Redondo se adelantó a la puesta de largo de Bolaños en el Congreso del partido cuando, en la entrevista que le hizo Jordi Évole justo una semana antes, aseguró que había un consenso de en torno al 70% a favor de modificar la Carta Magna de alguna forma. Ya habló él de esa posibilidad y, voilà, siete días después el PSOE estaba encargando eso mismo al ministro de la Presidencia. Moncloa, sin embargo, echa balones fuera. "No entiendo por qué les cuesta tanto decir que fue una idea de Iván y que fue un memorando que lleva ahí meses", asegura Toni Bolaño.
El hijo de emigrantes
Sin embargo, antes de estos grandes recados de la vida, para empezar a contar la historia de Félix Bolaños hay que trasladarse varias décadas atrás, al Múnich de finales de los años 60. Ahí, trabajando en una fábrica, se conocieron Félix, su padre, e Isabel, su madre. Él venía de un pueblo de Toledo, Villafranca de los Caballeros, apodado La Playa de La Mancha por sus impresionantes lagunas, y de una familia que hacía tejas en la localidad, lo que le valió el apodo del Barrero. Ella, la madre, era de Madrid. Bueno, ambos siguen siendo, porque siguen vivos.
Los padres del ahora ministro se conocieron en Alemania y decidieron dejar de ser migrantes y volver a la capital española. Se casaron, se instalaron en el barrio de Campamento, el mismo del famoso grafitero el Muelle, y abrieron en 1973 una tienda de plantas con permiso para vender piensos. Dos años después tuvieron a su hijo, Félix.
Félix Bolaños fue y sigue siendo hijo único, algo que de niño no llevó del todo bien, según cuentan sus conocidos, porque siempre le pedía a sus padres un hermanito. Su única compañía durante esos años fue su perro Taco, un animal callejero, sin raza, un chucho que dirán, con el que fue creando un vínculo especial. Lo sacaba a pasear y esos eran sus momentos de escape. La muerte del animal hizo sufrir tanto al actual ministro de la Presidencia que, desde entonces, se ha negado a tener más perros. Fue al colegio público Hermanos Pinzón de Campamento y después al Instituto Lope de Vega, ya en la calle San Bernardo de Madrid.
"De esa época en el instituto me acuerdo de sus magníficos apuntes", explica Ana Bacallado, una amiga desde los 13 años y la única mujer que aparece en la fotografía que abre este reportaje, junto a sus también compañeros Santi, Sergio, Miguel, Borja y otra persona que ha pedido no ser identificada por motivos laborales. "Lo que todos cogíamos corriendo, dejándonos la tinta en dos folios, él lo plasmaba serenamente en un esquema con cuatro puntos y con las palabras justas. Eran oro puro. Lo que me parece más importante es que siempre estaba dispuesto a compartirlos y, si hacía falta, no le importaba estar una tarde entera explicándolos", añade.
La fotografía, tomada allá por el año 2015 en una reunión de antiguos alumnos, muestra un rostro desconocido de Bolaños, el amigo al que todos parecen querer. "Después de tantos años juntos y, a pesar de que cada uno tenemos distintos caracteres e ideologías, ahí ha estado y está Félix siempre mediando, escuchando, asesorando, ayudando, conciliando e incluso calmando al más exaltado. Siempre con su toque de sentido del humor tan peculiar. Nos lo pasamos genial con él", añade Bacallado. "Una de sus principales virtudes es que siempre ha sido muy trabajador y constante. Eso le ha llevado a cosechar grandes éxitos desde que le conozco", dice.
En esa línea que comenta su amiga, Bolaños acabó el instituto y se fue a la universidad. Al principio, su pasión por la política le hizo dudar sobre si estudiar Ciencias Políticas y de la Administración, pero acabó en la carrera de Derecho en la Universidad Complutense de Madrid. Durante ese tiempo, estuvo trabajando como árbitro de fútbol y repartiendo pizzas para pagarse su vida fuera de la universidad. Ocho años después de empezar la carrera, en 2001, ya estaba entrando en el prestigioso bufete de abogados Uría & Menéndez. Duró poco, de todas formas, y en 2005 accedía al Banco de España como letrado asesor. Ahí ascendió rápidamente a jefe de división de Asesoría Jurídica Laboral y Documentación Jurídica.
Casi a la vez que entraba en el Banco de España, empezaba su asesoría jurídica en el PSOE y su pueblo, Villafranca de los Caballeros, le quiso reconocer, ese mismo 2005, nombrándole pregonero de las fiestas patronales. Tenía 30 años. En esa época había una persona especial en el Ayuntamiento de Villafranca. Se trataba de Fátima Rodríguez. Ella era teniente de alcalde en el Consistorio, del PSOE también, por supuesto. Bolaños y ella se conocieron, se enamoraron, y ahora son padres de un hijo y veranean cuando el calendario les deja en Almería.
Tras dejar el Ayuntamiento, Fátima ha estado durante 15 años trabajando como asesora en el Ministerio de Educación bajo distintos titulares de la cartera, especializada como está ella en educación comparada. Su último puesto lo tuvo en la etapa de Isabel Celaá, que se fue del Gobierno, paradójicamente, en la remodelación que impulsó a Bolaños. Ahora ella se encuentra preparando unas oposiciones.
Las lagunas de Félix
"Vienen mucho los dos por aquí", relata Julián Bolaños, alcalde de Villafranca de los Caballeros, emparentado de lejos con el ministro, mientras recibe a EL ESPAÑOL | Porfolio en su despacho. "Su mujer es de aquí, sus suegros son de aquí, sus padres cuando se jubilaron se vinieron a vivir aquí…", apuntala. "Aunque no ha nacido en Villafranca, está muy arraigado. Por eso le hicieron pregonero", añade el alcalde.
Villafranca de los Caballeros es un lugar curioso. Tiene unas lagunas en las que se pueden ver hasta flamencos y en las que se ha bañado todo el mundo de los pueblos cercanos. Eso ha dado a la localidad el apodo de La Playa de La Mancha y es un sitio imprescindible en el imaginario colectivo de toda una zona de España. "Félix siempre ha estado interesado en la defensa de nuestras lagunas", sigue relatando el alcalde.
"Tuvimos unos años de sequía y sobreexplotación que las secaron y él nos consiguió una entrevista con el secretario de Estado de Medio Ambiente que acabó en un estudio sobre las causas y soluciones para que no se repita", añade. "También iba a traer aquí a Emiliano García-Page [presidente de la comunidad autónoma] e íbamos a hacer un acto, pero fue la semana que vinieron los refugiados de Afganistán y Félix tuvo que estar en Torrejón de Ardoz, así que lo hemos aplazado. Pero se hará", dice.
Pregunta.—¿Para cuándo una calle Félix Bolaños en Villafranca, entonces?
Respuesta.—[Riéndose] No puedo decir esas cosas. Me encantaría, pero no es cuestión de quitarle el nombre a otro que ya la tenga. A él no creo que le haga falta. Rehúye mucho los focos, prefiere estar en la sombra. Tiene que ser incómodo para Félix toda esta atención que está recibiendo.
El gran fontanero
La nueva etapa en la vida de Félix Bolaños, como puente entre el PSOE y Moncloa y responsable de reformar la Constitución, lo ha apuntalado como fontanero en jefe de Pedro Sánchez. No se recuerda ningún caso parecido. En las hemerotecas cuesta encontrar a alguien así, alguien que esté en las calderas del partido, haciendo que la maquinaria funcione, y a la vez convertido en una especie de vicepresidente político del Gobierno. Sin embargo, no siempre fue así. Antes operaba más en la sombra.
El primer gran encargo le cayó a Félix Bolaños el sábado 15 de junio de 2019. Ese día estaba haciendo la compra cuando Pedro Sánchez le llamó. El presidente le dijo que pusiera en marcha la exhumación de Francisco Franco, a ver cómo se podía hacer. El gesto se parece a cuando le pidieron que estudiara el organigrama del nuevo Gobierno antes de la moción de censura: una llamada a mediodía, una tarea mastodóntica por delante. A fin de cuentas, sacar al dictador del Valle de los Caídos había sido uno de los primeros compromisos del Ejecutivo.
Bolaños se puso en contacto con Luis Felipe Utrera-Molina, el abogado de la familia Franco, y se citaron en el reservado de un restaurante de Madrid. "Intentó que la familia cediera y fue muy categórico en el sentido de que ellos creían que la exhumación sería bendecida por el Supremo, aunque no estaban tan seguros de que nos pudieran obligar a inhumarle en Mingorrubio", explica el letrado de la familia a esta revista. "De todas formas, dijo que ellos tenían el BOE y que iban a cambiar lo que hiciera falta", revela.
Cuando el Tribunal Supremo dio la razón al Ejecutivo, Bolaños y el abogado de la familia se pusieron a negociar los detalles. "Lo único que puedo decir es que conmigo fue cordial en el trato. Pero, evidentemente, era bastante implacable. Me dio la sensación de que era fiel al presidente y que estaba siguiendo sus instrucciones al pie de la letra. Eso sí, se mostró bastante taxativo con el tema de la bandera y creo que no supo justificarse", añade Utrera-Molina.
El abogado se refiere a la enseña que la familia Franco quería que cubriese el ataúd del dictador. Los descendientes dieron tres opciones: usar la misma que en el entierro de 1975, con el Águila de San Juan; usar la actual, la constitucional; o usar una sin ningún tipo de escudo. "Me dijo que de ninguna de las maneras a todas. Alegó que había españoles que se podían sentir ofendidos. Fue algo desagradable. Nosotros llevamos la bandera y nos la quitaron en la puerta. Me llamó la atención la rigidez. Primero, porque Franco era un soldado, y a los soldados se les entierra con la bandera. Pero, segundo, porque era español. ¿A qué español se le puede negar enterrarse con la enseña?", cuestiona.
Pregunta.—¿Entonces, Bolaños cedió en algo a favor de la familia?
Respuesta.—Sí, en una cosa que era innegociable. Íbamos a sacar el féretro a hombros. No le gustó mucho, ellos querían sacarlo como si fuera un mueble. No querían la solemnidad que finalmente tuvo y el resultado fue más digno de lo que hubieran querido. También nos negamos a abrir la caja y cambiar el féretro de caja.
P.—¿Qué pasó con la lápida?
R.—Nos la queríamos quedar y Bolaños dijo que de ninguna manera. Como si fuera el Arca de la Alianza o algo… Sí que le pedimos que nos confirmara una cosa. Hay una leyenda que decía que se preparó primero para José Antonio Primo de Rivera y que el nombre estaba escrito por debajo. No fue así, pero parcialmente. En la lápida ponía 1958, fecha en la que se había hecho, así que significaba que iba para Primo de Rivera. Bolaños se acordó de preguntar ese detalle días después y nos lo comunicó, por eso digo que fue cordial.
P.—¿Y qué pasó con los monjes?
R.—Ahí fue un poco cicatero. Los monjes querían estar presentes y él dijo que no, porque se habían portado mal. Al final dejó entrar al prior y que hiciera un responso de no más de un minuto. Le dije que vale, como quien oye llover. Al prior le conté que el responso durase lo que le diera la gana y, dentro de la basílica, durante la ceremonia, Bolaños me miraba como diciendo 'os estáis pasando'. Tampoco iba a hacer nada, no iba a interrumpir. Más tarde, hablamos de lo divino y lo humano. Le dije que todo esto tenía un trasfondo religioso importante y él contestó que era agnóstico. Yo me comprometí a rezar y a encomendar por él a partir de ese momento y me lo agradeció de verdad.
En el libro Moncloa, el propio Félix Bolaños reconocía que la exhumación de Franco había sido el encargo más difícil de su carrera, un auténtico embrollo para el que no había precedentes. Pero esa fue su primera aparición de cara a la opinión pública y su primera victoria a ojos del Gobierno. El Ejecutivo, ahora, le ha mandado hacer algo aún más complejo: abrir el melón de la Constitución.
Al margen de si fue idea de Iván Redondo o de Bolaños, se trata de una jugada política muy bien atada. El Partido Popular no quiere tocar la Constitución; sin embargo, será muy difícil que se niegue si se hace un referéndum en el que la ciudadanía dice que sí, que hay cosas que se podrían modificar. El Ejecutivo, además, planea hacer la consulta en las próximas elecciones, condicionando así la campaña electoral. A partir de ahí, Bolaños tendrá que sacar de nuevo su talante negociador, hablar con nacionalistas y con la otra rama del Gobierno, encabezada ahora por Yolanda Díaz.
Fuentes gubernamentales confirman a este diario que Díaz y Bolaños tienen una relación buena y que hablan casi todos los días. Pero se enfrentarán, porque ella quiere blindar mucho más el derecho a una vivienda digna y quiere incluir los cuidados como derecho fundamental, algo a lo que el PSOE no da tanta importancia. Pero en la rama socialista de la Moncloa respiran tranquilos: hay quien dice que antes tenían a un Iván Redondo, ahora tienen a un Superbolaños.