El director científico del Instituto de Investigación del Hospital Universitario La Paz (IdiPAZ), en Madrid, se levantó la semana pasada junto a su pareja con síntomas de una infección respiratoria. Tal y como marca el protocolo y el sentido común, Eduardo López-Collazo acudió a su centro de salud para saber si, a pesar de que ambos están vacunados, habían contraído la enfermedad de la que se han diagnosticado sólo en España más de cinco millones de casos, la Covid-19.
La anécdota no tendría nada de particular sino fuera porque López-Collazo pertenece a un exclusivo club por el que no ha pagado membresía y al que, sin embargo, muchos entrarían a cualquier precio: el de las personas que saben con más exactitud si son inmunes a la enfermedad provocada por el coronavirus Sars CoV-2.
Este investigador es conocedor de dos aspectos que la mayoría de la gente ignora: el primero, que al vacunarse generó anticuerpos neutralizantes frente a la proteína S del virus, lo que a efectos prácticos implica que su vacuna funcionó... no se sabe por cuánto tiempo.
Soldados rápidos y eficaces
El segundo, que su sistema inmunológico está reprogramado para que, si el virus intenta entrar en su organismo, éste despliegue toda una serie de armas de destrucción masiva que le impida infectar a sus células. Hablamos de células T, de soldados rápidos y eficaces que pueden salir al campo de batalla o no.
Es imposible cuantificar cuántas personas han desarrollado dicha inmunidad celular en España ni en el mundo. Se puede calcular que un porcentaje amplio de los vacunados y prácticamente todos los que sufrieron la enfermedad, pero no hay manera de cuantificarlo con seguridad.
Hablamos de inmunidad celular, el parámetro que más nos puede indicar hasta qué punto somos inmunes a la Covid-19. ¿El gran problema? No es una tarea nada fácil.
Entramos en el laboratorio que dirige López-Collazo, donde se están llevando a cabo varios estudios con muestras de voluntarios sanos para conocer su estatus de inmunidad celular.
En la pantalla de un ordenador, el investigador apunta a unas figuras circulares -que resultan ser células- rodeadas de una serie de puntitos azules. "¿Veis?", nos dice otro investigador a los mandos del PC, "Estos puntitos son células del sistema inmunológico que han proliferado al poner en contacto las células -que resultan ser las de López-Collazo- con el PepTivator". "Son como armas de destrucción masiva", añade el propietario de las células retratadas.
"Si no hay activación es que no hemos estado en contacto con el virus o no hemos sido vacunados. Sólo están en sangre cuando ha habido infección y/o vacunación", explica por su parte por teléfono a EL ESPAÑOL | Porfolio el catedrático y profesor de Inmunología de la Universidad de Valladolid Alfredo Corell.
"El PepTi..., ¿qué?", pregunta la periodista. Pero el nombre no importa. En este caso, es sólo una de las marcas comerciales de lo que se utiliza para demostrar si existe la inmunidad celular. "Es una especie de conglomerado de partículas que pertenecen al virus, no usamos el virus real ni uno atenuado, se usa esto", nos aclaran.
En busca de la inmunidad celular
En el laboratorio del IdiPAZ, la búsqueda de la inmunidad celular lleva su tiempo. Lo primero que vemos es una especie de plataforma, donde hay unos tubitos con sangre similares a los que te extraen al hacerte un análisis de sangre. La superficie donde están se mueve, lo que llama la atención. Resulta ser lo menos interesante de todo el proceso. "Es simplemente un balancín", nos explica uno de los investigadores. "La sangre se tiene que mantener en movimiento hasta que la procesemos".
Cuando las muestras se procesan, se someten a un centrifugado y de ahí, se separa una especie de "nubecita blanca". Son las líneas blancas de las células, lo que se conoce popularmente, -en un término que nos dicen que está anticuado-, como glóbulos blancos. Por eso las muestras finales en las que se analiza la inmunidad celular son transparentes. "Pero... ¿no era roja la sangre?". No, sólo lo es por los eritrocitos, lo que les va a contar lo realmente interesante no tiene color.
Las células se cultivarán entonces y se expondrán al previamente mencionado PepTivator. Estarán en cultivo de tres a cinco días y llegará entonces el momento de la verdad. Se sabrá por fin si han reaccionado o no a este conglomerado. Se sabrá si hay inmunidad celular.
Para ello, tendrán que pasar por una de las joyas de la corona del laboratorio, una máquina de la que, cuando comenzó la pandemia, sólo había tres unidades en Europa, un tipo concreto de citómetro de flujo. Ahí se verá si proliferan las defensas y cuáles lo hacen, ya que los distintos soldados se tiñen ahí de colores -invisibles, eso sí, para el ojo humano-.
Máquinas caras, el trabajo de muchos investigadores y técnicos y materiales y soluciones de nombres imposibles. Sin duda, medir la inmunidad celular no es tarea fácil. Al laboratorio sólo le cuesta entre 50 y 60 euros, pero el trabajo y la experiencia que hay detrás nadie lo puede cuantificar.
Mientras que conocer si uno ha desarrollado anticuerpos neutralizantes -tras ponerse la vacuna o haber padecido la Covid-19- es relativamente sencillo y no demasiado caro -alrededor de 50 euros en laboratorios privados- en España, saber si se posee la deseada inmunidad celular es otro cantar: sólo unos pocos -la mayoría investigadores o participantes en distintos estudios- pueden saberlo.
A Natividad, 69 años, funcionaria jubilada, le encantaría estar en el club del director científico del IdiPAZ. A día de hoy -y no se avergüenza en decirlo- sigue teniendo miedo del coronavirus, enfermedad que no ha pasado, frente a la que está vacunada pero que le sigue inquietando. Como muestra, más de un botón: hace bien poco que volvió a subirse a un autobús, se atrevió a ir al cine por primera vez "y con miedo" esta misma semana y, aunque resignada al invierno que llega, preferiría seguir quedando siempre con sus amigas en terrazas. Las mismas amigas a las que no vio desde marzo de 2020 hasta junio de 2021, meses después de haberse vacunado.
Días sin dormir
"Has encontrado a la persona perfecta", bromea Nati, como prefiere que la llamen. Recuerda como si fuera ayer cómo su hija les llamó a ella y a su marido en marzo del año pasado para que regresaran de su pueblo en Guadalajara, donde tienen una casa, para que volvieran a Madrid porque iban a cerrarlo. Revive como esos días estuvo "sin dormir" por la preocupación y como tardó dos meses en pisar la calle y, cuando lo hizo, se desnudaba nada más volver a casa de la compra y colgaba la ropa en la terraza.
Aunque reconoce estar ahora "más tranquila", el bolso de Nati no difiere en mucho del que llevaba antes de vacunarse. Sigue habiendo gel antiséptico y dos tipos de mascarillas: la quirúrgica y la FFP2. La primera se la pone para andar por la calle, la segunda, para cualquier tienda o recinto cerrado.
Cuando ha tomado algo dentro de un bar -en escasas ocasiones-, lo ha hecho "muy rápido" y, aunque acostumbrada a que le llamen exagerada y que le digan cosas como "si te tienes que infectar, te vas a infectar igual", está resignada a este sentimiento. "Yo soy así, qué le voy a hacer".
Así que sí, a Nati le gustaría que hubiera una prueba que te dijera si está libre de riesgo de Covid-19. "Claro que me gustaría que existiera. ¿Qué es, como un análisis de sangre?", pregunta. Pero es muy difícil, prácticamente imposible, que Nati vaya a saber si tiene inmunidad celular frente al coronavirus Sars CoV-2 aunque, según la mayoría de expertos consultados para este reportaje, tampoco tendría sentido que lo supiera.
El jefe del Servicio de Inmunología del Hospital Clínic de Barcelona, Manel Juan, se muestra incluso algo irritado cuando se le pregunta por la posibilidad de hacer test masivos de inmunidad celular a la población. "Epidemiológicamente no tiene sentido, quizás si no hubiera habido vacunas, para gestionar su escasez", reflexiona.
Juan, como López-Collazo y Corell, creen que la preocupación actual de todos tendría que ir en una sola dirección: que la gente que no se ha vacunado se vacune. "Lo más importante es que en su entorno no haya virus y esto se consigue haciendo que los que no se quieran vacunar se vacunen", señala.
El director de los laboratorios de Genética Humana y Enfermedades Infecciosas St. Giles (Nueva York) y Necker (París), Jean-Laurent Casanova, recién galardonado con el primer Abarca Prize, tampoco aboga por la realización masiva, aun si se pudiera, de estos test, pero comenta que "basta con la serología -las pruebas para localizar anticuerpos neutralizantes-, que ya está disponible".
Manel Juan es el coordinador de un proyecto financiado por la empresa Cellnex Telecom que impulsa la investigación sobre inmunoterapias celulares para hacer frente a la Covid-19. Con esa financiación han desarrollado un test que mide la inmunidad celular en mucho menos tiempo que otros sistemas, apenas unas horas.
Como el resto de los expertos consultados, destaca que más allá del precio del test -que en su caso ha cuantificado en unos 150 euros-, estas pruebas no están diseñadas para dar tranquilidad a la gente, sino para casos concretos de pacientes en los que se sospecha que la vacuna pueda no haber funcionado. "Hablo de gente como Colin Powell, que falleció de Covid-19 a pesar de estar vacunado; seguramente a él le habrán medido la inmunidad celular", reflexiona el especialista.
Más allá del argumento -coincidente entre los expertos- de que es difícil medir la inmunidad celular, así como de que se requiere mucha experiencia y una formación determinada -"inmunólogos somos cuatro", bromea-, el experto del hospital catalán da otra razón para no preocuparse por el estatus inmunológico tras vacunarse: la experiencia. "Podemos darle muchas vueltas, pero lo que vemos después de casi dos años es que cuando tienes contacto con el virus estás inmunizado", enfatiza.
Otro argumento que manejan los expertos para no recomendar las pruebas de anticuerpos neutralizantes ni las de inmunidad celular -en el caso de que se pudieran generalizar- es que la inmunidad a la Covid-19 nunca será completa. ¿En qué sentido? En que la persona inmune no enferma, pero siempre podrá transmitir la infección.
Anticuerpos neutralizantes
A pesar de que la mayoría de investigadores consultados para este reportaje apuntan a que no es necesario ni aconsejable preocuparse por el estatus inmunitario individual, la realidad es que hay gente como Nati -y muchos más- que querrían saber si son inmunes a la Covid-19.
Y el mercado tiene una respuesta para ello. Si uno busca en Google la frase "prueba para saber si ha funcionado la vacuna" le saldrán varias opciones de test asequibles que prometen responder a esa pregunta.
Sin embargo, tienen truco para los que no saben del tema, ya que este tipo de pruebas sólo miden la presencia de anticuerpos neutralizantes, que da una foto poco completa del estatus inmunitario frente al coronavirus.
Corell, que no está a favor de la realización masiva de este tipo de pruebas, denuncia: "Han hecho publicidad muy engañosa y muy agresiva, con lemas como 'Comprobamos si te han puesto bien la vacuna'. Esto no debería estar permitido", señala.
El inmunólogo se pregunta por qué no nos preocupamos de hacernos pruebas de anticuerpos cuando nos ponemos otras vacunas más comunes, como la de la gripe o la del sarampión, algo con lo que coincide López-Collazo, que aventura: "Muchos no habrán desarrollado anticuerpos".
En la otra cara de la moneda, Larraitz Añorga, consejera delegada de Biolan Health, una de las compañías que componen la Asociación Española de Bioempresas (ASEBIO) y fabricante de uno de esos test que miden la presencia de anticuerpos neutralizantes. Su precio: 7 euros, aunque se venden en packs de 20 y sólo a profesionales sanitarios.
En busca de tranquilidad
Añorga no discute las tesis de los científicos entrevistados para este reportaje. Es consciente de que tener estos anticuerpos no es sinónimo de estar protegido al 100% de la Covid-19. Pero ella se los hace regularmente -en el contexto de un estudio clínico- y también a sus padres. "Puedes estar un poco más tranquilo", subraya.
"Mi madre se había vacunado con una vacuna de ARN mensajero; mi padre con una de adenovirus; ella tenía anticuerpos neutralizantes y él no. Les repetí la prueba cuando habían pasado unas semanas desde la inoculación de la segunda dosis, en él, seguía sin haber rastro", señala.
¿Significa esto que el padre de la CEO de Biolan Health no está protegido frente a la Covid-19, que cogerá la enfermedad si está en contacto con el virus, bien porque suba la incidencia o porque se lo transmita un niño todavía no vacunado? La respuesta es "no se sabe". Para saberlo, habría que medir su inmunidad celular, como lo ha hecho López-Collazo. "Si el test da negativo, te va a quedar la duda de si ha desarrollado la inmunidad celular pero, si da positivo...", comenta Añorga.
Pregunta.- ¿Y trata diferente a su padre que a su madre?
Respuesta.- La verdad es que no. Al principio no quería ir a su casa con mis hijos, que son pequeños y no están vacunados. Le dije a mi padre que esperáramos a que pasaran cuatro semanas desde la segunda dosis, pero seguía sin tener anticuerpos. Al final, ellos mismos me dijeron que no podían vivir así, que asumían el riesgo.
¿Y qué pasa con la duración de los anticuerpos? Se sabe -y no hay duda con respecto a esto- que los anticuerpos neutralizantes tienen una duración determinada. Lo que se supone -y hablamos de suposiciones porque hablamos de ciencia- es que la inmunidad celular compensa esa duración limitada de los anticuerpos neutralizantes, los que se miden con los test más asequibles.
Posibilidad de transmitir
Más allá de la poca disponibilidad de las pruebas de inmunidad celular y la pertinencia o no de medirse los anticuerpos neutralizantes, la realidad actual del virus y la enfermedad condiciona cualquier decisión al respecto. "Que alguien esté protegido no significa que no sea susceptible de infectarse en alguna medida y además podría llevarle a pensar que pueden viajar sin tanto problema, abrazar sin problema...", reflexiona el catedrático de la Universidad de Valladolid. La propia Larraitz Añorga, que defiende -como es lógico- su test de anticuerpos, lo deja muy claro: "No recomendamos conductas de riesgo".
López-Collazo señala que las vacunas aprobadas actualmente "no son esterilizantes, lo que implica que no tenemos un bloqueo total frente al virus".
Y he aquí una de las razones por la que este experto, afortunado conocedor de su estatus inmunitario, se hizo aquella prueba de COVID cuando la semana pasada tuvo síntomas de infección respiratoria. ¿La otra? Responsabilidad, subraya.
Las incógnitas que permanecen
Aunque parezca que ha pasado mucho más tiempo, llevamos menos de dos años conociendo al Sars Cov-2 y la enfermedad que provoca. Esto implica que el conocimiento en torno a este virus puede cambiar y que, sin duda, va a ampliarse.
Por el momento, y hablando sólo de anticuerpos neutralizantes -los que se pueden medir con más facilidad- no sólo no se sabe su duración, ni si varía con las distintas vacunas, sino que no está establecido qué número de ellos son suficientes para garantizar cierta protección. De hecho, como explica Añorga, la OMS está trabajando en esa idea y en conseguir que todos los kits midan con la misma escala.
Con respecto a la inmunidad celular, aunque la evidencia científica parece indicar que es mucho más duradera, tampoco se puede afirmar con rotundidad. Se sabrá cuando pase el tiempo suficiente.
¿Y la inmunidad natural?
Cuando todavía no había fármacos antirretrovirales que mantuvieran a raya al VIH y evitaran a la gente que se infectaba enfermar de sida y, en la mayoría de los casos, morir, hubo algo que llamó la atención de los investigadores. Se notificaron varios casos de trabajadoras sexuales en Nairobi que se exponían repetidamente al VIH -mantenían relaciones sin protección- y nunca se infectaban. Al tiempo, se descubrió que muchas de esas mujeres eran portadoras de una mutación en el gen CCR5, que las hacía inmunes a la entrada del virus en sus células.
Sin viajar tan lejos, y en un número mucho mayor, todos conocemos casos de personas expuestas repetidamente al coronavirus Sars CoV-2 que no se contagiaron ni siquiera en los primeros meses de la pandemia, cuando no había vacunas. ¿Podría haber alguna mutación que protegiera de forma natural frente a la Covid-19?
"Sí, absolutamente", comenta a esta revista Casanova, que ha establecido todo un mapa de ruta -publicado en la revista Nature Inmunology- para buscar esos genes y a sus portadores. De nuevo, los resultados tendrán que esperar.