Como una sombra o un pequeño fantasma. Siempre en un segundo plano, sin querer molestar ni hacer ruido... En todas las fotos de la reina Sofía se puede observar una figura detrás, una persona que no trabaja para ella, pero que siempre está ahí. Se trata de su hermana Irene, la princesa griega que dejó su propia vida para ser la compañía de la que fue reina de España durante casi 40 años. Su amiga, su confidente o su paño de lágrimas: así la han definido en muchas ocasiones pero, en realidad, poco se sabe de esta mujer de 79 años, que tiene una de las historias más interesantes y desconocidas de toda la realeza europea.
No ha amanecido y los de seguridad ya están alerta en el recinto del Palacio de la Zarzuela. Aunque ya se han acostumbrado a esto de ver cada día la figura de una persona paseando por los jardines cuando todavía no ha asomado el sol, es algo que no les hace mucha gracia. Pero ya saben que no vale de nada protestar.
No importa si es verano o invierno. A las seis de la mañana, Irene de Grecia sale a hacer ejercicio físico, una caminata que a sus 79 años se ha convertido en paseo. A estos hay que añadir los ejercicios de meditación, que hace desde que la descubrió en los años 80, durante su primera etapa en La India.
Tanto en invierno como en verano, Irene se levanta a las seis de la mañana para hacer sus ejercicios y meditación
A Irene le gusta dejarlo todo listo antes de que la actividad empiece en el palacio, cosa que ocurre muy temprano, y sentarse a la mesa del comedor con la reina Sofía, ya duchada y lista para compartir con ella su frugal desayuno. Irene es vegana y su hermana casi.
Las dos viven juntas, pero no revueltas, en la zona privada del recinto de El Pardo, donde se encuentran los apartamentos de la Familia Real. Se trata de un área mucho más pequeña de lo que todos pensamos. Nada que ver con el Pabellón del Príncipe, dónde viven los actuales reyes, que se trata de una verdadera mansión de más de 1.800 metros cuadrados.
En los vestuarios
Cuando Irene decidió irse a vivir allí, la parte de la casa donde ahora reside no existía y no había espacio libre donde vivían los entonces Reyes. Así que se reformó la zona en la que estaban los vestuarios de la piscina para que Irene pudiera vivir y allí sigue más de 40 años después. "Vine aquí cuando murió Franco [1975] para cinco días y ya llevo cuarenta años", bromeaba la princesa con unos amigos hace unos pocos meses.
Aunque cada hermana tiene su zona, les gusta compartir comedor en los desayunos, comidas y cenas. Sin grandes lujos y con un mobiliario muy sencillo, su espacio consta de dos habitaciones y un despacho. La madre de Felipe VI ha contado en más de una ocasión que cuando se vivían tiempos felices en Zarzuela y pasaban allí las navidades sus hijas, las infantas Elena y Cristina, con todos sus hijos, tenían tan poco espacio que ponían colchones por los suelos para que durmieran todos los nietos juntos, cosa que a los niños les divertía muchísimo.
En realidad, la que ha sido residencia privada de los Borbón y Grecia desde que se casaron, no tiene nada que ver con el palacio ideal que cualquiera se puede imaginar cuando se habla de la residencia de unos reyes.
Irene lleva como inquilina de su hermana y su cuñado cuatro décadas. Su estancia sale de los presupuestos que el Estado destina a la Casa Real y que ahora, como titular de la Corona, es su sobrino Felipe VI el que distribuye como considera necesario. Pero no hay que olvidar que el recinto pertenece a Patrimonio Nacional, y que es éste el que paga los gastos básicos de luz, agua, jardinería, limpieza... Aunque la discreción de la princesa helena ha hecho que nadie se cuestione su estancia en Madrid, en gran medida porque nadie repara en su existencia.
Juan Carlos coqueteaba con las dos, como todo el mundo pudo ver en las Olimpiadas de Roma de 1960
Cuando Juan Carlos vivía todavía con su mujer y con su cuñada, antes del exilio forzado de Abu Dabi, los desayunos eran momentos mucho más entretenidos. Juanito, como le llaman las dos de forma cariñosa, siempre les ha hecho reír. De hecho, hay algunos que aseguran que el Borbón tonteaba con las dos princesas helenas. "Juan Carlos coqueteaba con las dos, como todo el mundo pudo comprobar durante las Olimpiadas de Roma de 1960. La cosa era tan evidente que un día el futuro rey le dijo a su entonces amigo Maná Arnoso: "Hoy no podemos irnos de juerga porque no puedo meter la pata, estoy saliendo con la hija del Rey"; a lo que el interlocutor preguntó: '¿Con la rubia o con la morena?", cuenta a EL ESPAÑOL | Porfolio la escritora Pilar Urbano, autora de los libros La Reina y La Reina muy de cerca.
La llamada a Grecia
Cuando termina el desayuno, Irene pasa un buen rato en el pequeño despacho que tiene lleno de papeles y libros. Una de las primeras cosas que hace antes de sentarse a trabajar es llamar a su sobrino Pablo, el mayor de los hijos de Constantino, para saber cómo se encuentra su hermano. El último rey que tuvieron los griegos vive en la localidad de Porto Heli desde que en 2013 el gobierno heleno autorizara su regreso.
El exmonarca griego pasa por momentos complicados de salud, y son varios los sustos que le ha dado a sus hermanas, que han tenido que volar con urgencia a Atenas pensando en despedirse de él para siempre. Las últimas noticias son alentadoras, ya que parece que, aunque no mejora, el estado de salud del marido de Ana María de Dinamarca, hermana de la reina Margarita, por lo menos no empeora. Y a pesar de que lo vio hace poco, en la boda que tuvo lugar en Atenas la semana pasada de su sobrino pequeño, Philippo y Nina Folch, ella sigue preguntando por su hermano cada día.
Se ha escrito mucho sobre la estrecha relación que tienen las dos princesas griegas, pero lo cierto es que ambas se sienten más unidas a su hermano, al que con cariño llaman Tino. Siempre fue el más importante de la familia real griega. "Como yo era la mayor tenía que dar ejemplo y ser la buena; Tino era el diácono (heredero en griego) el centro de atención de todos, y luego estaba Irene, que no pintaba nada y lo sabía y se aprovechaba; ella era completamente independiente", cuenta siempre Sofía cuando habla de su niñez.
Ocurre en todas las familias, pero en las reales destaca más. Generación tras generación, salvando las circunstancias del tiempo en que les ha tocado vivir, los roles suelen repetirse. La reina emérita es, en carácter, igual que su padre, el rey Pablo, mientras que Irene es exacta a su madre, la reina Federica. El abuelo griego de Felipe VI era lo que se llama un solterón. Nunca se había preocupado por casarse y tener hijos, hasta que se enamoró perdidamente de una joven vivaracha como Federica.
El actual Rey de España se parece más a su madre y a su abuelo y es la infanta Cristina la que hereda el estilo de vida de su tía Irene, esa necesidad de independencia. Y de los nietos, ¿quién es la que más se le parece? Pues casualmente la infanta Sofía, la hija menor de los Reyes, tanto físicamente (con ese rostro ancho y boca grande herencia de los Hannover) como por su forma de ser, tan independiente.
Su amigo Escámez
Hasta que comenzó la pandemia, Irene se desplazaba casi todas las mañanas a su despacho en la ONG Mundo en armonía, que fundó hace varias décadas, situado en la calle Barquillo. Se trata de una sede que le cedió el banquero Alfonso Escámez, uno de los pocos amigos que la princesa griega ha tenido en España, y del que se dijo en el pasado que era algo más, aunque nunca llegó a confirmarse de forma oficial. Ahora trabaja desde casa, es decir, en Zarzuela.
Siempre vestida de forma parecida y con cierto aire de bohemia, gracias a los vestidos estilo sari indio, amplios y cómodos, y con un sencillo recogido en un moño bajo, Irene atiende a los emails que se encuentra en su buzón de correo electrónico y a los últimos asuntos que atañen a su verdadero proyecto de vida, la ONG, una organización sin ánimo de lucro que ayuda a personas sin recursos. Al principio centraban sus acciones en La India y desde hace una década lo hacen en medio mundo, incluido Europa.
World in harmony, como llama la princesa Irene a su fundación, tiene como presidentes de honor a los Reyes Juan Carlos y Sofía; de hecho, la Fundación Reina Sofía colabora con ellos en varios proyectos. Su creación está pensada para gestionar los excedentes de comida y medicamentos que son tirados y despreciados por el primer mundo y poder aprovecharlos para los países en desarrollo. Llevan trabajando desde 1986 y lo que empezó siendo un pequeño proyecto centrado en La India, se desarrolla ya en más de 150 países.
La hija menor de Federica de Grecia ha puesto mucho más que sus ilusiones en Mundo en armonía ya que toda la herencia que recibió tras la muerte de su madre en 1981 fue a parar a esta ONG y cuando el gobierno griego indemnizó a los tres hermanos, por la expropiación indebida de varios de los palacios que eran propiedad de los reyes helenos, ella decidió meter ese dinero en su proyecto humanitario.
Vacas cántabras
Lo cierto es que se hizo famosa al mes de ser creada, porque la ONG consiguió mandar a La India 150 vacas lecheras desde Cantabria. Estos animales iban a ser sacrificados por su edad, a pesar de que seguían produciendo leche, así que Irene de Grecia consiguió la financiación suficiente para fletar un avión que las enviara al país asiático, tan necesitado de este producto básico.
"Pero sigue haciendo mucho más, aquello fue anecdótico. Sin irnos muy atrás en el pasado, este año han donado todo lo que recaudan gracias al premio de pintura BMW (galardón que preside la reina Sofía desde su nacimiento dándole así la relevancia mediática necesaria para tener un patrocinador tan potente como la marca de coches alemana) para la lucha contra la COVID-19 en nuestro país. Son muchos proyectos en todo el mundo, desde escolarizar y mandar material a niños que nunca podrían lograrlo sin ayuda hasta financiar las carreras de música de jóvenes virtuosos", aclara Isabel Jovian, una antigua cooperante de la Cruz Roja que ha colaborado en varios proyectos con Mundo en armonía fuera de nuestras fronteras. "Es una mujer incansable, trabajadora y entregada a muchas buenas causas. Ayuda en silencio, que es la verdadera ayuda", añade.
Uno de los proyectos que más ilusión le hace es la idea de financiar la carrera musical de jóvenes con talento, algo que le viene de una de sus pasiones, el piano. La reina Federica de Grecia lo intentó con sus tres hijos, pero solo consiguió que la pequeña demostrara interés por las teclas, revelándose como una verdadera virtuosa.
Así lo contaba ella misma a un periódico local de Salt Lake City, en Utah (Estados Unidos), tras asistir a la final del Gina Bauchet Internacional Piano, un certamen cuyo nombre debe a la famosa pianista griega. Según contó entonces la hermana de Sofía, fue precisamente ésta quien le ayudó a desarrollar un talento que, tal y como declaró Bauchet al diario The New York Times en 1967, había heredado, junto con sus bellas manos, de su padre, Pablo de Grecia, que también fue alumno suyo.
El piano le ha dado a la tía de Felipe VI momentos inolvidables en su vida, como cuando en junio de 1969 tocó delante de la Familia Real británica. Acompañada de su maestra Gina Bauchet y la Orquesta Sinfónica de Cincinnati, la princesa tenía entonces 27 años, e interpretó a Bach en el Royal Festival Hall de Londres ante una audiencia entre la que estaba el príncipe Carlos, su tío Lord Mountbatten, asesinado posteriormente por el IRA en Irlanda, y su hermano Constantino, que ya vivía exiliado en la capital inglesa.
El instrumento también le llevó a tener algunos pretendientes. Según relata su biógrafo James Gollin, el pianista americano Eugene Istomin intentó conquistar a la joven en una visita de esta a Nueva York en 1967. La dama de compañía de Irene de Grecia no la dejaba en ningún momento y al famoso pianista le fue imposible pasar el tiempo necesario con ella para conquistarla. Pero siguieron en contacto a lo largo de los años y los dos fueron amigos hasta la muerte de Istomin en 2003.
Su gran amor
Pocos han sido los amores que ha tenido Irene de Grecia. Cuando la periodista Eva Celada contactó con ella para escribir su biografía, esta accedió, pero con la condición de que no le preguntara por sus relaciones. "No me importa hablar de lo que quieras, pero no me preguntes por mis relaciones amorosas, implican a terceras personas y no deseo perjudicar a nadie", le dijo a la periodista. Poco después se publicó el libro Irene de Grecia: la princesa rebelde.
Sin embargo, el Madrid de los 80, con la corte de Juan Carlos recién estrenada en democracia, conocía el verdadero amor de la princesa griega. Se trataba del embajador de la entonces República Federal de Alemania, Guido Brunner. Un tipo que hablaba un gracioso madrileño castizo, muy popular por entonces en la capital española, y que mantuvo su cargo hasta la caída del Muro de Berlín en 1989. Se podía ver a la pareja en la cafetería Kontiki, en la plaza de San Juan de la Cruz.
En el pequeño salón de su casita de la piscina de Zarzuela, Irene tiene un piano, su entretenimiento cuando está por las tardes en casa. Cuando la infanta Elena pasa a visitar a su madre y a su tía acompañada por su hija, Victoria Federica, a la que todos con cariño se refieren como Vicky, ésta se sienta a tocar las teclas con la tía Pecu, como llaman todos en la familia a Irene, abreviatura de "peculiar", ya que sus sobrinos la consideran así desde que eran niños y sabían que la hermana de mamá se marchaba, por entonces era casi medio año, a vivir a La India para meditar y estar sola, cosa que a oídos infantiles sonaba como algo muy extraño.
A sus 79 años, Irene tiene buena salud, tras superar un cáncer que en 2002 le dio un buen susto. A pesar de que algunos medios hablaran de algún problema este pasado verano porque se la vio menos de lo habitual por Mallorca, lo cierto es que está perfecta. Vegana y yogui, sigue una rutina de meditación y ejercicios desde el primer día que piso La India, donde reside dos meses al año y visita para pasar alguna semana suelta en otras ocasiones.
Sus sobrinos la llaman 'Pecu', de "peculiar", desde que de pequeños se enteraron que iba a La India a meditar
Pasión por La India
La relación de la hermana pequeña de Sofía y este país asiático fue amor a primera vista. De hecho, no vive allí por estar junto a la reina emérita.
Irene llegó a La India por primera vez en 1974, cuando se traslada a vivir a la región de Madrás con su madre, la reina Federica, justo tras la abolición de la monarquía en Grecia por parte de la sociedad griega tras un referéndum. En ese momento, la ya exreina de los helenos se planteó instalarse en nuestro país, bajo el amparo de su hija todavía princesa de España, pero lo cierto es que Franco no podía ni verla y le llamaba la bruja alemana, por lo que terminó viviendo con Irene en el país asiático.
La esposa de Pablo de Grecia era una persona interesada por la Física y, como buena adelantada a su época, también por lo místico y por la espiritualidad. Encontró tranquilidad y paz bajo las órdenes del profesor Mahadevan y de un maestro del linaje de los Kanchi. "La abuela de Felipe VI era sincretista, una especie de budista. Irene se convirtió con ella. Cuando la princesa helena viaja, tiene por costumbre poner un pequeño altar, con velas y algunas imágenes, en la mesilla de noche del hotel en el que se aloja. Pero las visitas al país asiático no son solo para meditar. La hermana de la reina emérita visita con frecuencia la misión de Santa Teresa de Calcuta para ponerse el delantal y ayudar en lo que hiciera falta. Ahora, con su edad, ya no lo hace, pero sigue yendo a los centros que tiene la orden religiosa para hacer lo que puede", cuenta Pilar Urbano.
A mediados de los años 80, Irene se compró una pequeña casa en la zona de Madrás, pero hace ya mucho que la puso en venta y cuando viaja hasta allí, se hospeda en casa de alguno de los muchos amigos que conserva en el país asiático.
La India es uno de sus cuatro puntos cardinales. Los otros son Madrid, dónde vive, Grecia, su origen, y Londres, donde se escapa con su hermana para ir de compras. Aunque donde ambas se sienten felices es en Palma de Mallorca. Allí pasan todo el verano en el Palacio de Marivent disfrutando del Mediterráneo, el mar al que se sienten tan unidas.
En el mes de agosto se les une su prima segunda, Tatiana de Radziwill, y su marido, el médico Jean Henri Fruchaud. Tati, como le llama con cariño la reina emérita, y Sofía son inseparables desde que eran niñas y compartieron el exilio en Sudáfrica, cuando la familia real griega tuvo que abandonar Grecia con motivo de la invasión alemana durante la Segunda Guerra Mundial.
Peleas de niña con Sofía
Aquella temporada en África, ambas hermanas la recuerdan con dolor y cariño. La reina Sofía siempre cuenta que tenían para las tres niñas una sola muñeca, que se llamaba Helena (nombre que luego le puso a su primera hija, la duquesa de Lugo) y un carrito. Y que las dos hermanas se peleaban por estos dos juguetes como dos fieras. La que ponía la paz era Tatiana, pero casi siempre ganaba Irene, que tiene mucho más carácter. La pequeña de los hijos de Pablo de Grecia ha sido siempre un alma libre. Su hermana la observaba, cuando eran adolescentes, con cierta envidia.
"Si tenía dolor de muelas ella no iba a las recepciones, ya tenía excusa. Teníamos una institutriz que era tremendamente dura, a mí no me gustaba nada, e Irene dijo que ella no quería tener niñera y se le concedió. Lo mismo ocurrió con el internado de Salem, Alemania, al que nos mandaron a las dos. Era un centro que dirigía un primo de mi madre en el que la disciplina era la norma. Nos duchábamos con agua fría todo el año y la comida era horrible. Aguanté, pero mi hermana dijo, a la semana de estar allí, que ella se volvía a casa y así fue", cuenta la reina emérita cuando se le pregunta por esa etapa de su infancia.
Una envidia, que, pasado tanto tiempo, continúa existiendo entre ambas. "Me encantaría peinarme como Irene, al modo mediterráneo, con la raya al medio y un moño bajo, pero tengo que llevar el mismo peinado que en los retratos oficiales", confesaba la esposa de Juan Carlos a Pilar Urbano en uno de sus encuentros.
Irene y Sofía están muy unidas, pero para la emérita su mejor amiga es Tatiana y para la pequeña de las princesas helenas, el centro de su vida es Tino, su hermano Constantino. Ambas se llevan de maravilla y se hacen compañía, van juntas a casi todos lados. Irene lleva viviendo en la Zarzuela más tiempo que las infantas Elena y Cristina. Hay una anécdota definitoria sobre la relación entre las hermanas que cuenta Philippe Nourry en su libro sobre Juan Carlos I, Juan Carlos. Un rey para los republicanos y es que cuando su cuñada se instaló en Madrid, el emérito se quejaba a sus amigos: "La hemos traído para que le haga compañía a Sofi y resulta que no sale de su habitación".
Las dos hermanas han tenido una vida cargada de emociones. Siempre juntas. Desde que nació Irene en el exilio africano, parece que estaban predestinadas a pasar los momentos más importantes de su historia una al lado de la otra. Solo la muerte las separará, ya que Sofía será enterrada en el Real Monasterio de El Escorial, donde se encuentra el resto de las soberanas españolas, e Irene descansará eternamente en el palacio de Tatoi, en Atenas, al lado de su padre, el rey Pablo y de su madre, la reina Federica.
La reina Sofía cumple 83 años el próximo 3 de noviembre. Es imposible que su marido, Juan Carlos, haya regresado ya de su exilio forzado en Abu Dabi. Tampoco se sabe si la agenda de los Reyes Felipe y Letizia les permitirá acercarse para soplar con ella las velas de la tarta. Sus hijas siempre son una incógnita hasta el último momento. Pero la que seguro que va a estar a su lado es la princesa Irene, la hermana que vino de visita a Zarzuela hace más de 40 años y ahí sigue, sin llamar la atención, como una pieza más del Patrimonio Nacional.