El volcán Cumbre Vieja de la isla de La Palma ha creado desde su erupción el domingo 19 de septiembre el mayor cementerio de España. Mide 911,6 hectáreas, como casi ocho veces el de La Almudena de Madrid, considerado, con sus 120 hectáreas, el mayor del país y de Europa Occidental. El nuevo camposanto volcánico de la isla bonita ha nacido de forma incruenta, gracias a que el desastre natural no ha causado víctimas mortales, pero acumula tanto dolor como cualquiera de los más de 8.131 cementerios oficiales (uno al menos por cada municipio del país) en cuyos nichos y tumbas reposan los difuntos a quienes recordamos en este primero de noviembre.
En La Palma, de otra manera, yacen miles de existencias sepultadas. Porque el volcán ha enterrado bajo una capa de lava de hasta cuarenta metros de altura los hogares y lugares de trabajo, ocio y reunión de las más de 7.200 personas evacuadas. Como las que habitaban las 1.038 viviendas destruidas hasta ahora, de entre las 2.296 edificaciones de todo tipo arrasadas, cuyo número sigue aumentando. Sus vidas anteriores a la erupción han quedado abrasadas e inhumadas bajo el magma que brotó del corazón de la Tierra a la temperatura infernal de 1.150 grados.
La población española se moviliza este puente por los días de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos (1 y 2 de noviembre) para honrar a sus muertos allí donde reposen, lo mismo en cementerios mínimos de pueblo y necrópolis inmensas de ciudad, que en el panteón sin fronteras al aire libre donde esparcieron sus cenizas.
Mientras tanto, los afectados por la erupción activa de La Palma, al suroeste de la isla, afrontan el duelo por los fallecidos con más dolor que ningún año. Se ha truncado el rito. No pueden acceder a ninguno de los dos cementerios donde yacen las huellas de sus genealogías: ni al cementerio oficioso de las 911,6 hectáreas de lava que ha enterrado 2.296 construcciones (según el último mapa por satélite), ni tampoco al cementerio oficial de Nuestra Señora de Los Ángeles, del Ayuntamiento de Los Llanos de Ariane. A este municipio pertenece la arrasada entidad local de Todoque, en el epicentro de la zona catastrófica.
La lava asedia desde hace un mes el cementerio donde los vecinos de Todoque y otras localidades tienen enterrados a sus familiares
La lava se quedó a finales de septiembre a menos de doscientos metros del recinto que alberga el cementerio mancomunado de Los Ángeles y el crematorio de Las Manchas, llamado así por el barrio en el que se ubica, repartido entre los municipios de Los Llanos y El Paso. Hay otros 15 cementerios abiertos con normalidad en La Palma, pero este crematorio es el único en la isla, lo que ha obligado a trasladar a la vecina Tenerife las incineraciones de los que prefieren quemar los cuerpos. El cono de un antiguo volcancito, llamado Montaña Cogote, hizo de parapeto por el norte a este cementerio. Por el momento, las tumbas y nichos se han salvado debido al cambio de recorrido de las coladas de magma, aunque por seguridad el cementerio permanece cerrado, al igual que el crematorio.
El volcán naciente en la zona de Cumbre Vieja, que el Instituto Volcanológico de Canarias, Involcan, propone llamar Tajogaite, nombre de los aborígenes guanches, para distinguirlo como una nueva formación, ya ha arrojado al menos 75 millones de metros cúbicos de toneladas de lava, según calculaba la directora del Instituto Geográfico Nacional (IGN) en Canarias, María José Blanco, a mediados de octubre. De acuerdo al cálculo diario de Involcan, ha expulsado también más de medio millón de toneladas de dióxido de azufre, SO2, gas que se distingue en las humaredas que cubren el cielo por su tono azulado.
Memoria de Calixto y Lina
Puede que una nueva colada de las que siguen naciendo a través de las ocho bocas de la erupción, con chorros verticales que alcanzan hasta 600 metros de altitud antes de caer y derramarse por la ladera del volcán, acabe enterrando también los restos de más de cinco mil personas que yacen desde su consagración en 1837 en el ahora sitiado cementerio de Los Ángeles. Pero los vecinos tienen la esperanza de que el azar de la naturaleza lo respete.
La historia de este doble enterramiento -de muertos y de casas- la encarna la familia Leal Rodríguez. Tienen a sus abuelos paternos, Calixto Leal Fortuno y Lina Fernández, inhumados desde hace once y cinco años, respectivamente, en el cementerio asediado por la lava, la misma que ha enterrado las ocho casas donde sus descendientes vivían en Todoque y alrededores. Él tenía 92 años y ella 96. "Gracias a Dios que mi abuelo Calixto ya murió y no ha vivido esto: cómo el trabajo de toda su vida se fue al garete", cuenta su nieto a El Español | Porfolio. Roberto Leal Rodríguez, conocido como Rober, de 46 años, padre de una hija y un hijo, trabaja como encargado en un taller de coches (que ha perdido una nave y ha enviado a varios compañeros a un ERTE) y es presidente de la Asociación de Vecinos Timaba, de Todoque.
"Gracias a Dios que mi abuelo Calixto ya murió y no ha vivido esto: cómo el trabajo de toda su vida se fue al garete"
Subraya Roberto Leal que fue precisamente su abuelo, el agricultor y comerciante Calixto, quien donó el terreno donde los vecinos construyeron en 1964, en medio de lo que entonces era un páramo, la ermita de Pío X, que es la iglesia de Todoque que el mundo entero vio cómo se derrumbaba engullida por la lava a finales de septiembre.
La vida de su familia está anclada a este espacio, como explica el representante vecinal enseñando fotos del antes y el después: en una imagen se ve en el centro la iglesia y la torre de su campanario, y, a izquierda y derecha, la casa del abuelo Calixto, que su hijo Lucas amplió para morar en ella, y la casa blanca, de tres plantas y con una escalera exterior, del otro hijo de Calixto, llamado Roberto, que es el padre de Roberto Leal. Inmediatamente a la derecha, surge otro edificio, la sede de la asociación de vecinos de Todoque.
En otras imágenes, vemos la lengua gigantesca de lava, convertida en una montaña móvil de rocas humeantes, que cerca, tumba y sepulta, lenta pero inexorablemente, todas las construcciones de estas vidas individuales, familiares, comunitarias: las casas, la iglesia, el punto de encuentro vecinal. A ojos vista y sin que nadie pueda impedirlo. "Impresionante, agobiante, impotencia, agonía: son las palabras para describirlo", recuerda Roberto Leal.
"El volcán ha destruido la casa de mis padres, las de sus cuatro hijos (la mía y las de mis hermanos Conchita, Carlos y Jessica), la de mi tío Lucas, hermano de mi padre, y las de sus hijas, mis primas Idaira y Yanira. Ocho en total", enumera el dirigente de Todoque.
Las 8 casas enterradas en lava de la familia Leal
Direcciones inaccesibles. Roberto Leal precisa las direcciones de las ocho casas destruidas de su familia en Todoque, todas cerca de la iglesia sepultada y del cementerio cercado por la erupción del volcán Cumbre Vieja. En la carretera a Puerto Naos, en el número 36, está, estaba, la casa que fundaron los abuelos paternos Calixto y Lina, que luego amplió su hijo Lucas: éste vivía en la tercera planta, y su hija Yanira, prima de Roberto, residía en el bajo. La casa de los padres de Roberto, Roberto Leal y Aurelina Rodríguez, estaba al lado, en el número 38.
La casa de Roberto hijo está hoy enterrada bajo "diez o doce metros de lava", en el número 493 de la misma carretera a Puerto Naos. "Sólo asoma el techo. Ojalá estuviera enterrada en ceniza, porque entonces se podría recuperar. Pero es lava, que lo abrasa todo cuando es líquida y luego se hace sólida como una piedra", explica Leal. Las casas sepultadas de sus hermanas Conchita y Jessica están en el camino de la Vinagrera. El hogar de su hermano Carlos, junto con una platanera perdida, estaba en el camino del Atajo número 7. La de su otra prima paterna, Idaira, en el camino El Pastelero.
Han pasado seis semanas y Roberto Leal, a la salida del trabajo, cuenta a esta revista por teléfono que aún siguen traumatizados. Porque al impacto de la pérdida se une la ansiedad por la incertidumbre de no saber cuánto más durará la erupción y hasta dónde llegarán sus daños materiales y emocionales.
"Estamos bloqueados, seguimos todos en shock. El volcán no ha parado y no sabemos qué va a pasar. No podemos ir al cementerio ni a donde estaban las casas, porque son zona caliente. Las nuevas coladas van ahora sobre las del principio, y ojalá sigan así, porque si cambian y se llevan por delante el cementerio, que está en la zona alta de Todoque, destruirán también muchas casas en la bajada", explica refiriéndose al área situada al sur de la zona afectada hasta este momento. La erupción vino precedida desde el 11 de septiembre por movimientos de tierra que anunciaban la erupción, y en los últimos días la acompañan terremotos de hasta 4,9 grados.
"Estamos bloqueados, seguimos todos en shock. El volcán no ha parado y no sabemos qué va a pasar", dice Roberto Leal
Cuenta Roberto Leal que la última vez que vio el cementerio fue al principio de la erupción en septiembre, cuando acudió a la zona como voluntario para desalojar casas de vecinos. Enseña su bonita vivienda en dos fotos: en una, aparece en calma, con sus terrazas abiertas al horizonte; en la otra, la amenazan ya las fumarolas del volcán al fondo, antes de que la devore el magma.
Apenas pudo rescatar algunas pertenencias, dice. Sus padres, su hermano, sus hermanas, su tío, sus primas, huyeron con lo puesto. "Yo pude sacar algo mío, pero los demás, nada. Mis padres escaparon con la ropa y poco más". Salvaron lo esencial, la vida propia, para contarlo hoy. La solidaridad de familiares y amigos los ha resguardado de la intemperie repentina. "Mis padres viven ahora en la casa de unos familiares en Los Sauces, y yo, con mi familia, mis hermanas y una niña en un piso que me ha dejado un amigo en El Paso. En el piso somos siete".
Eran sus padres los que iban cada año a poner flores frescas a los difuntos del cementerio, como en las tumbas de los abuelos Calixto y Lina. Este año no pueden ir, y no saben si volverán a hacerlo algún día. Como alternativa de consuelo, el cura Alberto Hernández, del que dependen cuatro iglesias de Los Llanos de Aridane (de las que han caído dos, incluida la de Todoque, y otra está inutilizable), ha habilitado un muro de la iglesia matriz de Los Remedios (adonde se llevaron el Cristo, el sagrario y algunas reliquias rescatadas a tiempo del templo destruido de Todoque), para que los vecinos coloquen allí fotos de sus deudos y acudan a recordarlos. Lo importante, ha resaltado el párroco, es que la comunidad sigue viva.
Mirando atrás en el tiempo, Roberto Leal describe las diferencias de esta erupción con la del volcán San Juan de 1949, que duró 42 días, y la del volcán Teneguía de 1971, hace justo ahora medio siglo, que se prolongó durante 24 jornadas. "Mi abuelo Calixto y mi padre, que nació en 1945, vivieron las dos. La diferencia es que la erupción del San Juan no fue ni la mitad que la de ahora, y se desangró allí mismo. Esta erupción es demasiado".
Esta erupción supera la del volcán San Juan de 1949, que cubrió 450 hectáreas, y la del Teneguía en 1971, que afectó a 276
Su cálculo es exacto: la lava del San Juan se extendió por 450 hectáreas, la mitad de la actual de Cumbre Vieja/Tajogaite, y dañó muchas menos casas y fincas. Y la del Teneguía en 1971, en la punta desierta del sur de la isla, que ocupó 276 hectáreas, no ocasionó daños materiales, aunque sus emanaciones de dióxido de azufre y otros gases tóxicos mataron a dos personas, según atribuyeron diversas fuentes.
Roberto Leal relata una anécdota sobre la erupción del 49 que revela la religiosidad popular de muchos palmeros en busca de la protección divina que supla la impotencia humana. Es la vieja necesidad de invocar al cielo y a las fuerzas sobrenaturales, más poderosas en la imaginación que las fuerzas de la naturaleza que estos días estudia un ejército de científicos.
"Alguien prometió que si la lava se desviaba y no dañaba la iglesia de San Nicolás, pondría un monumento a la Virgen de Fátima", relata el portavoz de la familia Leal. "La iglesia se salvó, y cumplieron la promesa, colocando una escultura de marmolina blanca, a juego con la piedra negra del volcán. Esta iglesia, en Las Manchas, también se ha salvado". Por ahora. En esta nueva erupción de 2021, lo que ha salvado vidas no ha sido la intervención celestial, sino el plan de seguridad y los sistemas sísmicos de detección temprana que permitieron la evacuación a tiempo.
El volcán ha arrebatado a Carlos Leal su casa y las plataneras que cultivaba como autónomo. "Se ha quedado sin nada"
No ha tenido suerte su hermano Carlos, el que en peor situación está. Además de su casa, el volcán le ha arrebatado las "cuatro fanegas de plataneras" [0,8 hectáreas] con las que mantenía a su familia. "Carlos es autónomo, tiene dos hijos, y se ha quedado sin nada. Vive de las plataneras suyas y de las que cultiva para mi tío Lucas", dice su hermano Roberto. La lava le ha enterrado también a su padre y a su tío (los hijos del abuelo Calixto) sus viñas, su bodega y sus huertos de papas y hortalizas.
Señala Roberto Leal que el espectacular desastre "ha dañado, directa o indirectamente, a todo el mundo" en la isla, que tiene 85.000 habitantes y registraba, antes de la pandemia y el volcán, más de un cuarto de millón de visitantes al año. Pone como ejemplo de esos afectados directos a los compañeros en la empresa de mecánica donde trabaja: la erupción ha dañado una de las naves, en la zona industrial de Callejón de la Gata, y, entre eso y la reducción de la actividad, la empresa ha tenido que enviar a un expediente de regulación de empleo temporal a parte de la plantilla.
Balance de daños
Se estima que los daños crecientes de la erupción superarán los 400 millones de euros. La red europea de satélites Copernicus ha registrado en su mapa de la zona afectada, del 27 de octubre, 2.183 edificaciones completamente destruidas y 113 dañadas (2.296 en total). A partir del catastro, el Plan de Emergencias Volcánicas (Pevolca) informa por su parte de que las edificaciones destruidas son 1.293, de las que 1.039 son de uso residencial, 136 agrícola, 64 industrial, 29 de ocio y hostelería, 11 de uso público (como el colegio de Todoque que enseña Roberto Leal en otro vídeo, al fondo de azul y rojo, a punto que la lava se lo trague) y 14 de otros usos.
Hay ya 1.039 edificios destruidos de uso residencial, 136 agrícola, 64 industrial, 29 de ocio y hostelería, 11 públicos
La diferencia entre ambos balances se debe, como ha explicado el director técnico del Pevolca, Miguel Ángel Morcuende, a que el satélite cuenta toda clase de edificaciones, hasta piscinas y pequeñas construcciones como casetas de aperos, que en el catastro aparecen dentro del cómputo de una sola finca o vivienda.
A este siniestro material en viviendas y vehículos hay que sumar los daños en productos agrícolas, como las 150 hectáreas de cultivos de plátanos cubiertas por la lava o las 300 hectáreas aún a salvo pero aisladas en la zona de exclusión. Las pérdidas en el sector platanero de la isla llegan a los cien millones de euros, según dijo el 25 de octubre la consejera canaria de Agricultura, Alicia Vanoostende.
1.138 solicitudes al Consorcio de Seguros
Donaciones e indemnizaciones. Los palmeros afectados por el volcán se mantienen en pie gracias a la ayuda de familiares, amigos, vecinos y autoridades locales que los están alojando. También están recibiendo una ola de solidaridad desde toda España, representada por las innumerables donaciones particulares canalizadas a través de los ayuntamientos y otras instituciones, y por las indemnizaciones públicas estatales como las gestionadas por el Consorcio de Compensación de Seguros (CSS), entidad dependiente del Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital.
El CSS informa de que ha recibido hasta el 22 de octubre 1.138 solicitudes de indemnización, "que corresponden a 913 viviendas, 134 vehículos automóviles, 81 comercios, hoteles y locales de oficina, y 10 industrias". De estas solicitudes, ha pagado ya indemnizaciones al 10% (114 solicitudes de indemnización), por un importe de 13.475.000 euros (81 viviendas, 24 automóviles, 8 comercios y 1 industria, de los municipios de Los Llanos de Aridane –el más afectado–, El Paso y Tazacorte). Las indemnizaciones, que tramita in situ un equipo de 25 peritos, se pagan sólo a los que estaban previamente asegurados. Los Leal, dice Roberto, tenían sus casas aseguradas.
Entre la iglesia destruida de Todoque, las casas del padre y los tíos de Roberto Leal y el cementerio donde están los abuelos hay 2,8 kilómetros de distancia en coche. Imposible hoy recorrerlos: la erupción ha tapado 66,3 kilómetros de carreteras y dañado 3,4 más. El perímetro de la zona cubierta de lava (más de 34 hectáreas son nuevas, ganadas al mar) mide 56 kilómetros. Se estableció, como medida de seguridad, una zona de exclusión de un radio de 2,5 kilómetros alrededor de los puntos de emisión: este territorio intermedio, entre el infierno de la destrucción y el paraíso de lo salvado, es como un limbo o purgatorio donde no se puede hacer nada aunque aún esté intacto.
Roberto Leal afirma que su familia y sus vecinos se levantarán de este infortunio y construirán casas nuevas "en el mismo sitio", sobre el cementerio natural formado por la lava. "No vamos a irnos de aquí". Sobre las ruinas sepultadas sembrarán incluso cultivos nuevos, echando tierra fértil encima de la base de las nuevas coladas solidificadas, como hicieron sus antepasados en íntima relación con el Volcán, con mayúscula. Un volcán único, se llame como se llame, de los muchos que formaron las islas Canarias. La Palma tiene la gigantesca boca de la Caldera de Taburiente, de 10 kilómetros de diámetro, de donde surgió la masa central de la isla, como testimonio permanente de la fuerza de la Tierra, de ese subsuelo de ultratumba de donde brotan enlazadas la vida, la muerte, la vida otra vez.
El presidente de los vecinos de Todoque afirma que construirán casas nuevas en el mismo sitio: "No vamos a irnos de aquí"
Los Leal de las ocho casas sepultas tienen ocho niños y niñas en la familia, sumando los de Roberto, sus hermanos y sus primas. Sangre y savia nueva para seguir construyendo hogares y prolongar la estirpe. No faltarán manos para poner flores en el cementerio. Siempre a la sombra del Volcán.