Alexander Boris de Pfeffel Johnson (57 años), Al para su familia y simplemente Boris para el resto del mundo, hace tiempo que decidió que su vida iba a ser un carnaval. Pero de esos carnavales en los que la careta con la sonrisa esculpida y de colores alegres esconden dramas familiares, días muy grises, una mediocridad que asusta y la opción vital de seguir siempre hacia adelante quede quien quede en el camino, que, en su caso, siempre suele ser la verdad. El problema es que debajo de esta careta no hay nada más que un ser "vanidoso, voluble, hipócrita y oportunista", como se ha referido al primer ministro británico la prensa internacional tras su último escándalo de las fiestas.
El líder conservador está pasando ahora mismo sus días más negros en el cargo después de que se haya descubierto que Downing Street, su residencia oficial, fue la discoteca más animada de todo Londres el pasado 20 de mayo de 2020, en pleno primer confinamiento, mientras el resto del país no podía juntarse con más de cinco familiares por las restricciones impuestas por su propio Gobierno.
Cuando se le ha pedido explicaciones en el Parlamento, de nuevo Boris se ha puesto la careta y ha asegurado que "no sabía que era una fiesta"; que pensó que era "una reunión de trabajo" aunque en la convocatoria por email enviada por su secretario personal se advertía de que "cada uno tiene que traer su propia botella".
Minutos después de su "idiota" disculpa, como la ha calificado parte de la prensa británica, un diputado norirlandés, Jim Shannon, lloraba ante sus compañeros de hemiciclo al recordar la muerte de su suegra, sola en su casa, por coronavirus. Un testimonio emotivo que dejó aún más tocado (y quien sabe si no hundido del todo) al líder británico.
Boris celebró otras dos fiestas en Downing Street la víspera del funeral del duque de Edimburgo
Reino Unido entero está atónito con la actuación de su líder y dentro de su propio partido ya piden abiertamente su cabeza. Y es que mientras Reino Unido superaba esta semana los más de 150.000 muertos por coronavirus, en Downing Street se seguía destapando una fiesta tras otra: las últimas conocidas dos multitudinarios encuentros en los jardines de la residencia oficial la víspera del funeral del duque de Edimburgo, el 16 de abril de 2021, cuando todo el país estaba de luto. El pasado viernes, Downing Street pedía disculpas oficialmente a la reina Isabel II por el espectáculo previo al entierro de su marido.
Igual que su padre
No es el primer escándalo licencioso de Boris ni nadie cree que vaya a ser el último. Sin embargo, según su última biografía publicada no autorizada, El jugador, escrita por el periodista Tom Bower, que también destapó a Cameron o el príncipe Carlos, entre otros, la vida del primer ministro no ha sido tan alegre y divertida como parece y en realidad el líder británico sería más un ejemplo del arquetipo clásico de bufón de la corte, haciendo reír a todos mientras se rompe de llanto por dentro.
Bower narra en esas páginas cómo Charlotte, la madre de Boris que falleció en 2021, le explicó que los continuos adulterios de su hijo "repiten los hábitos de su padre". Ella, una artista aristocrática que padeció un matrimonio infeliz con Stanley Johnson, pasó ocho meses ingresada en el hospital psiquiátrico de Maudsley, en el sur de Londres, por colapsos nerviosos cuando sus hijos eran pequeños pero está segura de que Boris fue consciente de todo.
"La causa de sus continuos romances fueron la falta de amor por sus esposas, el aburrimiento, el egoísmo y la inseguridad", insiste la mujer que le dio la vida.
Infidelidades, tres matrimonios y encuentros sexuales aireados por la prensa amarilla británica cada dos por tres han acabado enturbiando la carrera, y la vida, del que ha sido alcalde de Londres, uno de los más populares de la capital; diputado portavoz; ministro de Exteriores y, actualmente, primer ministro. Sin embargo, Alexander Boris, después de cada rumor, casi siempre se coloca la careta y trata de ocultar la verdad con un giro político imprevisto.
Es más, no ha sido hasta hace unos meses en un arranque impropio de sinceridad cuando ha reconocido, en una entrevista en la CBS, que en realidad es padre de siete hijos con tres mujeres diferentes. Nunca antes había incluido en la cuenta públicamente a la joven de 12 años que tuvo con una de sus amantes.
Entre imagen de picaflor y semental, Charlotte le aseguró a Bower que esas ganas de "ser el rey del mundo" que proyecta el mayor de sus vástagos no es más que "un deseo de hacerse invencible, a salvo de los dolores" que sufrió en su infancia y adolescencia tanto físicos como psicológicos.
Ya a su nacimiento llegó con la controversia debajo del brazo. Boris Johnson es un alma british condenado a nacer en Nueva York puesto que su padre trabajaba a camino entre EEUU y Reino Unido. Ese estigma para un aristócrata británico lo mantuvo hasta 2016, cuando renunció a la nacionalidad estadounidense para no tener que pagar impuestos en ese país.
Violencia de género
Como ya hemos dicho, fue el mayor de cuatro hermanos (una familia que luego se ha ampliado a seis con dos hermanastros del segundo matrimonio de su padre) en un hogar donde las discusiones y las infidelidades de su progenitor eran el té con pastas de cada día. Además, sufrió problemas de sordera siendo pequeño y tuvieron que operarle varias veces para colocarle tubos de timpanostomía en los oídos, lo que hizo que se convirtiera en un artista de las caretas sonrientes en momentos de silenciosa soledad.
Cuando las cosas empezaron a ir peor en casa, Alex, como le llamaban en casa, emergió siempre como el protector de sus hermanos, sobre todo durante los meses que pasaban en una alejada granja familiar en Devon.
Uno de los momentos más duros de su infancia, que pudieron marcarlo profundamente, lo relata su propia madre en el libro El jugador. Un día, en el salón de su casa, que se había convertido para todos en una cárcel de oro, su padre agredió a su madre, rompiéndole la nariz: "Los médicos en Maudsley hablaron con Stanley sobre sus abusos hacía mí. Él me pegó y me hizo sentir como si yo lo mereciera", asegura Charlotte. Stanley siempre dijo que todo fue un accidente.
Sus compañeros de infancia, Rachel (periodista y política antiBrexit), Leo (periodista) y Jo (político y empresario), adoran a quien fue, muchas veces, un puntal para ellos aunque no coincidan con él en cuestiones políticas ni vitales. Todos lo defienden. Todos hablan maravillas del primero de los Johnson. Todos conocen el dolor tras su graciosa careta.
Y es que con muy pocos años, Boris tuvo que aprender pronto que la vida le iba mejor bajo su careta de carnaval y en cada paso por colegios y universidades de élite (Eton y su club de debate; y Oxford y su Bullingdon Club, donde coincidió con David Cameron y George Osborne) destacó por su descaro, exhibicionismo y falta de respeto a normas básicas como la verdad. Eso sí, varios de sus compañeros de estudios y aventuras destacan una virtud que no hay que despreciar nunca en un político: cierta tendencia a la buena suerte.
"No era el más inteligente. Un profesor universitario lo describió como 'el peor erudito que Eton nos envió: un bufón y un holgazán'. Pero poseía una combinación mágica de inteligencia, ingenio, astucia y exhibicionismo", relata Bower en su biografía.
Sus años jóvenes transcurrieron en el perfecto marco de esa aristocracia británica rebelde que, desde la cuna, combina las viejas maneras tradicionales con la ruptura más absoluta de las formas. Ha reconocido que probó el cannabis y la cocaína y la bebida le ha jugado malas pasadas en actos públicos y privados, pero siempre puede alardear de que su padre es descendiente del rey Jorge II y que en su árbol genealógico se mezcla un bisabuelo turco con sangre francesa y alemana.
Su padre
Stanley Johnson, político conservador y economista, trabajó para el Banco Mundial e instituciones europeas, y sigue siendo, a sus 81 años, un personaje polémico y muy aficionado a la fiesta y la bebida. De hecho, participó en una especie de Supervivientes británico (I'm a Celebrity) y el año pasado fue acusado por dos mujeres (una diputada y una periodista) de acoso sexual y "tocamientos inapropiado": las "manoseaba" y les daba "cachetes en el trasero", según sus declaraciones.
Famoso por hacer su real voluntad, ha protagonizado agrias polémicas con su propio hijo por la salida de Reino Unido de la Unión Europea e incluso solicitó el pasaporte francés para seguir siendo europeo mientras Boris Johnson, su mayor fan, negociaba el Brexit.
Boris, el periodista escandaloso
The Times. Con sólo 23 años, ya trabajaba para uno de los periódicos más importantes de Reino Unido, pero fue despedido por falsificar una cita sobre el supuesto amante de Eduardo II de Inglaterra y atribuírsela a su padrino, el historiador de Oxford Colin Lucas. De ahí, pasó a trabajar en el Express&Star de la ciudad de Wolverhampton.
The Daily Telegraph. En 1989, pese a todo, consiguió que lo contrataran en el Daily Telegraph como corresponsal en Bruselas para la Unión Europea. Fue muy sonado su artículo 'El Plan Delors para gobernar Europa', alabado incluso por la entonces primera ministra Margaret Thatcher. Tras cinco años en la capital belga, regresó a Londres como columnista político.
The Spectator. En 1999 fue nombrado director de la revista británica hasta 2005. Durante algunos de esos años compatibilizó este cargo con el de parlamentario por el Partido Conservador e incluso escribió crónicas sobre coches para GQ y CAR. De hecho, algunos de sus artículos fueron muy polémicos por su lenguaje machista que utilizaba como cuando tras subirse a un Ferrari F430 aseguró que "era como si todo el condado de Hampshire se recostara y estuviera abriéndose de piernas para ser tomado por el semental italiano".
Pese a todo, la sombra de Stanley Johnson es muy alargada y los parecidos razonables entre su vida y la de su hijo saltan hasta lo físico, para bien y para mal. "La falta de confianza en su padre y sus múltiples affaires generaron en Boris una incapacidad para establecer relaciones de amistad con otros hombres. Sus principales amigas fueron mujeres", sigue su biografía.
De hecho, su primera mujer fue una compañera de la Universidad de Oxford, Allegra Owen, con la que se casó a los 23. Seis años duró el matrimonio (1987-1993), justo el tiempo que Allegra tardó en descubrir que Boris le estaba siendo infiel con Marina Wheeler, a la postre su segunda esposa con la que se casó embarazada, y justo el tiempo para tramitar la anulación del enlace.
El de Marina Wheeler (57 años), sin embargo, es el matrimonio que más le ha durado a Boris Johnson: 25 años. Su ex era una amiga de la infancia y un apoyo clave en su despegue político, sobre todo en la Alcaldía de Londres, hasta que ya no pudo aguantar más escándalos sexuales en la prensa (dicen que llegó a cambiar varias veces la cerradura de su casa) y le puso las maletas en la puerta de su gran mansión de Carlton Gardens, justo cuando luchaba contra un cáncer de cuello uterino que logró superar.
Con ella Boris ha tenido sus cuatro hijos mayores: Lara (28 años), Milo (26), Cassia (24) y Theo (22); y con ella aprendió a que las mentiras no pueden sostenerse durante mucho tiempo por más que las apariencias lo intenten. Así que en 2018, Marina anunció su separación "tras meses de no hacer vida juntos" y llegaron a un acuerdo económico en 2020. Ese año, Boris ya vivía con Carrie Symonds en Downing Street, la mujer con la que había iniciado una relación mientras seguía casado con Wheeler y a la que convirtió en su tercera esposa ese mismo año.
Pero Carrie no fue la única. Entre el año 2000 y 2004, Johnson tuvo una aventura con la columnista de The Spectator, Petronella Wyatt, mientras él era el director. Wyatt quedó embarazada dos veces del actual primer ministro británico, pero sufrió sendos abortos. En abril de 2006, un periódico destapó su aventura con la también periodista de The Guardian, Anna Fazackerley, y aunque ninguno lo confirmó Fazackerley acabó trabajando para Boris. En 2009, Johnson tuvo a su quinta hija con la consultora de arte, Helen MacIntyre. Ella intentó que no se nombrara a Boris como padre de su bebé pero en 2013, la Corte de Apelaciones rechazó prohibir que se hablara de la existencia de esta hija puesto que el público tenía derecho a saber el "comportamiento temerario" de Johnson.
La lista de amantes siguió y desde 2012 a 2016, el entonces alcalde del Londres más olímpico mantuvo un tórrido romance con la empresa Jennifer Arcusi, con una posible malversación de fondos incluida por el pago de viajes a su amante. Ella misma ha contado que su primer encuentro sexual fue horas antes de la inauguración de los Juegos Paralímpicos de la capital británica.
"El plan divino, parecía, había salido mal. Mis cuatro hijos y yo ya habíamos pasado por cosas difíciles. Mi matrimonio de 25 años se había vuelto imposible. Así que lo terminé. Pero todo el asunto fue lúgubre (...) Por supuesto es así como funciona el cáncer. Dos años después, puedo ver lo afortunada que fui", aseguraba, en 2020, la propia Marina Wheleer a la revista estadounidense Good Housekeeping después de romper todos los lazos posibles con su exmarido.
Con esta retahíla de escándalos no es de extrañar que Lara, su hija mayor, fuera la portavoz más contundente contra Boris Johnson cuando Marina decidió separarse. Sin pelos en la lengua aseguró que su padre era un "bastardo egocéntrico" y que su "madre jamás le dejaría volver a entrar en casa".
Las malas lenguas dicen que Boris aún extraña a Marina, una amiga de toda la vida, y sobre todo la mujer que lo sostuvo en todos sus vaivenes empresariales y políticos. Consejera de la reina, un título que no puede lucir cualquiera, esta abogada especializada en familia y derechos humanos de origen sij, trabaja para un importantísimo bufete y ha escrito hace poco un libro en el que recupera la figura de su madre, una mujer culta y activa que vivió vistiendo su sari y cocinando platos indios para la familia.
Carrie Symonds
El culmen político de Boris Johnson, conseguido por una mezcla de piratería y buena suerte, coindice con la que parece ser su etapa más tranquila. Su rubia y famosa cabellera parece haberse asentado con Carrie Symonds, la madre de sus dos últimos hijos, Wilfred Lawrie Nicholas y Romy Iris Charlotte. O no. Con ella se convirtió en el primer líder británico en celebrar una boda en Downing Street y capotearon el escándalo como pudieron de haber convivido en la sede oficial sin ser matrimonio.
Carrie, 23 años menor que Boris, fue su jefa de campaña a la Alcaldía de Londres en 2010, cuando se conocieron, y asesora política del Partido Conservador hasta 2018, cuando se hizo pública su relación. Pero sobre todo, ha sido la persona que más ha influido política y personalmente en los últimos años en el líder de Reino Unido.
Por ella Boris Johnson ha dejado el alcohol, o bebe mucho menos, y los atracones nocturnos de chorizo y queso. Ha perdido seis kilos y se ha lanzado a correr cada mañana en compañía del perrito de su mujer. También practica yoga y ha cambiado los tradicionales trajes por una imagen más moderna y divertida, aunque parece que de poco le ha servido en su caída en las encuestas, que sitúan ahora mismo a su partido 10 puntos por debajo de los laboristas. Y eso que Boris fue el tory que consiguió una victoria más amplía, el pasado 2019, en los últimos 30 años de historia del país.
Además, todos la señalaron como culpable hace un año de que Boris dejara caer a Dominic Cummings, el ideador del Brexit y su gurú político, sólo 11 meses después de su llegada a Downing Street. Cummings, vengativo y obsesionado con Carrie, ha sido la persona que ha filtrado el escándalo de las fiestas que puede ser, definitivamente, la última gota que colme el vaso y acabe ahogando políticamente al líder conservador.
"No puedo controlarla, es imposible", ha llegado a decir el propio primer ministro de su esposa que interviene en las reuniones de ministros, mueve fichas en el gabinete y ha sido la protagonista de la escandalosa y cara reforma del 11 de Downing Street pagado, de forma dudosa, por donantes del Partido Conservador en el escándalo del Wallpapergate que se destapó la pasada primavera.
En ese carnaval constante que ha sido su vida, Boris Johnson coqueteó en sus inicios con restar importancia a la peste de 2020, el Covid-19, hasta que enfermó y estuvo peleando por su vida, sin máscara y sin bromas, durante 6 días en la cama de un hospital londinense en abril de ese mismo año. Esa parecía haber sido la llamada de atención clave para que Boris dejara a un lado su vida de excesos y al límite de lo políticamente correcto.
Sin embargo, aparentemente no ha sido así y ahora el escándalo de las fiestas llenas de gente y alcohol en la residencia oficial durante el confinamiento y hasta cuando el país estaba de luto no parecen sino la muestra de un último martes de carnaval que puede anunciar, definitivamente, la cuaresma más dura para el político británico.
Con la espada láser
Este vídeo de Boris Johnson bailando a su ritmo en una fiesta se ha hecho viral estos días después de que el primer ministro tuviera que pedir perdón en el Parlamento británico por la fiesta que se celebró en Downing Street en pleno confinamiento, saltándose todas las normas. Las imágenes son antiguas, de mucho antes de la pandemia, y aunque la fuente original no está clara, se puede escuchar cómo el primer ministro se mueve al ritmo de los acordes de 'All Night Long (All Night)' de Lionel Richie, mientras su compañera de baile agita una espada láser como las que aparecen en las películas Star Wars.
Noticias relacionadas
O gestiona tu suscripción con Google
¿Qué incluye tu suscripción?
- +Acceso limitado a todo el contenido
- +Navega sin publicidad intrusiva
- +La Primera del Domingo
- +Newsletters informativas
- +Revistas Spain media
- +Zona Ñ
- +La Edición
- +Eventos