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Los ocho hermanos esquiadores Fernández Ochoa son un caso único en la historia del deporte, raramente repetible: "Dicen que somos la familia con el récord mundial de participantes en unas Olimpiadas; los ocho hemos sido esquiadores, seis hemos competido y cinco hemos sido olímpicos", dice con orgullo a EL ESPAÑOL | Porfolio Lola Fernández Ochoa. (A los ocho los vemos reunidos en la nieve en la foto que encabeza este reportaje. Son, de izquierda a derecha y de arriba abajo: Paco, Blanca, Lola, Juan Manuel, Luis, Ricardo, Jesús y José María).
La más pequeña de la saga abre su memoria y su corazón para recordar la aventura de sus hermanos en una doble efeméride. Este domingo, 13 de febrero, se cumplen 50 años de la histórica medalla de oro que el primogénito, el popular Paquito, ganó en las Olimpiadas de Sapporo (Japón) de 1972. Y el próximo domingo, 20 de febrero, habrán pasado 30 años de la no menos histórica medalla de bronce que logró su hermana Blanca en las de Albertville (Francia) de 1992.
La de Paco Fernández Ochoa en la prueba de esquí de eslalon especial era la primera medalla que ganaba España en su historia en unos Juegos de invierno, y la de bronce de Blanca Fernández Ochoa, también en eslalon, "supo a oro" porque era la primera que conseguía una mujer española en cualquier deporte.
En los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín 2022, que se celebra hasta el 20 de febrero, España acaba de conseguir este jueves la quinta medalla en la nieve de su historia, con la plata de la deportista Queralt Castellet en la modalidad de tabla de nieve halfpipe snowboard. El medallero nacional se completa con el bronce de Javier Fernández en patinaje artístico y el bronce de Regino Hernández en snowboard cross en los Juegos de 2018 en Pyeonchang (Corea del Sur). Lola se ha levantado de madrugada para ver la prueba de Castellet en televisión, rodeada en su casa de las fotos de sus hermanos, que comparte con esta revista.
Campeones ausentes
A la alegría fraternal que siente al contar las gestas de su familia se une la amarga nostalgia por la ausencia de los dos hermanos que ya no están, precisamente los campeones olímpicos. Paco, padre de dos hijas y un hijo, murió en 2006 por un cáncer linfático. Blanca, madre de una hija y un hijo, se suicidó empujada por una enfermedad mental cuando había llegado a la misma edad que su hermano mayor, 56 años.
Tras vender su casa, la medallista vivía con Lola y su cuñado en Aravaca. Desapareció el 24 de agosto de 2019 y once días más tarde hallaron su cuerpo en la montaña junto a un pino solitario cerca de Cercedilla (Madrid), en el paisaje de sus orígenes. Hasta allí había subido, sola, para dejar la vida ingiriendo una dosis letal de las pastillas con que trataba el trastorno bipolar del que estaba diagnosticada desde pequeña.
Su hermana Lola está creando la Fundación Blanca en su recuerdo. Tendrá como misión "ayudar a otros deportistas" con problemas psicológicos y "evitar que les pase lo que a ella", adelanta a través de EL ESPAÑOL | Porfolio. "Llevo ocho meses con los trámites para la constitución de la Fundación Blanca y pronto daré más detalles", anuncia con ilusión por el nuevo proyecto.
Que los ocho hermanos fueran esquiadores fue la consecuencia natural del lugar donde nacieron y crecieron, rodeados de nieve, en el Puerto de Navacerrada (Madrid), a 1.858 metros sobre el nivel del mar en la sierra de Guadarrama. "No éramos niños pijos sino hijos de una familia humilde de trabajadores y más de pueblo que las amapolas", destaca Lola. Sus padres, Francisco y Dolores, se conocieron en una verbena en el pueblo serrano de Cercedilla, se casaron en 1948 y se fueron a vivir monte arriba al Puerto de Navacerrada, donde construyeron y regentaron la única panadería. La madre aún vive, con 95 años, "y está muy lúcida", apunta su benjamina homónima.
"No éramos niños pijos sino hijos de una familia humilde trabajadora, y más de pueblo que las amapolas"
Los panaderos tuvieron ocho hijos: Francisco, es decir el legendario Paco (1950), Juan Manuel (1951), Jesús (1954), Ricardo (1957), José María (1959), Blanca (1963), Luis (1965) y Dolores, conocida como Lola (1966). "A Blanca la llamaron así por mis hermanos, por la Blancanieves de Walt Disney", cuenta su hermana pequeña acerca del origen de ese nombre que predestinaba su destino profesional.
El entretenimiento para los ocho niños era darles unas tablas y que se tiraran por la pendiente. Abrió pista el mayor, Paco, Paquito, cuando su tío Manolo le dio sus primeros esquís. El chaval sobresalió enseguida en todos los campeonatos. "Me acuerdo de sus maletas cuando volvía de sus viajes, llena de recuerdos, fotos, trofeos, experiencias", evoca su hermana pequeña. Él fue el ejemplo y el motor que tiró de sus hermanos.
A todos ellos los alentaba además el constante mensaje de su madre: "Aprovechad el deporte, que es la oportunidad que tenéis de salir de aquí; despuntad, porque si no acabaréis como yo, fregando escaleras y sartenes, nos decía siempre mi madre. Ella vivió una vida muy dura, tras la guerra se fue con sus padres de Cuenca a Madrid y de allí a la sierra huyendo del hambre, y el esquí era la salida que ella veía para nosotros".
A sus padres les encargaron regentar la escuela-residencia para monitores de esquí que se creó en Navacerrada, donde la madre era la cocinera y el padre el gerente. Las dos niñas de la familia se dedicaron también al esquí "no por afición, sino porque era el entretenimiento que había". "Los fines de semana echaban Pippi Calzaslargas en la tele, pero mi padre, para dormir la siesta, nos echaba a la nieve a esquiar. ¡Nosotras llorábamos porque nos perdíamos nuestra serie favorita!".
Históricas medallas
Pregunta.— Usted era muy niña entonces, pero ¿se acuerda de cuando su hermano Paco ganó la medalla de oro de Sapporo, hace ahora justo 50 años?
Respuesta.— Lo recuerdo perfectamente, es uno de mis primeros recuerdos. Yo tenía cinco años. Ese día nos despertaron a todos con chillidos. Vimos a mi hermano Paco en un televisor muy pequeño en blanco y negro. Mi madre no paraba de llorar, mi padre estaba histérico. Llegaba gente de todas partes. Todos lloraban de emoción. "Paquito ha ganado una carrera como tantas", pensaba yo. No era consciente de la trascendencia. Recuerdo que fuimos todos al aeropuerto de Barajas a recibirlo, y allí fue la mundial, había miles y miles de personas, con pancartas. Bajó del avión con una corona de laurel, tan bonita. Luego lo recibieron en el Ayuntamiento de Cercedilla, "¡Paquito, Paquito!". Ahí fue cuando me dije: "Mi hermano es un héroe, ¡yo quiero ser como él, que todo el mundo lo quiere!". Fue maravilloso. Todos queríamos emularlo, ser como él.
"Vimos a Paco en un televisor muy pequeño en blanco y negro. Todos lloraban", recuerda de Sapporo 72
P.— Y la medalla de Blanca de 1992 en Albertville, ¿cómo la vivió?
R.— Mis recuerdos son de hace treinta años y me parece que fue de anteayer. Los entrenadores [su entrenador principal era su marido de entonces, el italiano Daniel Fioretto] nos comentaron que no fuéramos los hermanos a verla, para que estuviera tranquila y se concentrara. Pero no somos obedientes. Íbamos a Francia a ver a Blanca sí o sí. Nos juntamos los hermanos y dijimos: ¿No vamos? Son sus últimos Juegos Olímpicos [los cuartos que disputó]. Y si se cae, ¿no estamos allí para animarla? Y si gana, ¿no estamos allí para abrazarla? Qué cojones, vámonos. Paco, que iba como comentarista de Televisión Española, nos dijo: "Yo os alquilo un chalé para estar juntos". Nos fuimos todos los hermanos en varios coches en caravana, con banderas. Mi hermano José María el publicista se tuvo que escapar del trabajo para ir.
R.— Cómo se lo iba a perder...
P.— Blanca no lo sabía y nos plantamos allí con una pancarta que decía "Blanca, torera, tus 7 hermanos". No nos dejaron verla, pero ella escuchaba desde el portillón de salida nuestros gritos de ánimo, "¡Blanca, Blanca, Blanca!". Ella me contó luego que rezaba antes de empezar la carrera: "¡Señor, dame una medalla, por favor! ¡Si no por mí, hazlo por ellos, que han venido hasta aquí!". Fue tercera. Ese bronce nos supo a oro por la satisfacción de estar con ella.
Cuenta Lola Fernández Ochoa que entre las pertenencias de Blanca que guarda en su casa, y que le duele sacar de nuevo porque le aviva el recuerdo de su trágica muerte, hay un póster que la campeona olímpica les dedicó a sus hermanos con esta frase: "Les disteis alas a mis tablas". Era el reconocimiento de que no existen superhéroes solitarios que surjan de la nada y se valgan absolutamente por sí mismos, sino seres humanos, limitados y vulnerables, que llegan a lo más alto del podio, a su propia cima, aupados por la pirámide social de familiares, amigos y aficionados que los animan a luchar. Esa comunidad a la que los deportistas de competición quieren devolver el aliento prestado, colmando sus expectativas. Para que los sigan queriendo, como querían a Paco y a Blanca.
"Fue el viaje más bonito de mi vida", dice Lola sobre aquella expedición de la piña de los Fernández Ochoa para la medalla de Blanca. Y de viajes tiene una larga colección acumulada en sus músculos. De los ocho hermanos, los seis que se dedicaron al esquí de alto nivel pasaron años dando vueltas al mundo para entrenar y competir. Lola lo recuerda como una época bonita pero sacrificada: "Estás 300 días al año fuera de casa buscando la nieve, yendo en verano al hemisferio sur, a Nueva Zelanda, Chile, Argentina. Son 300 días pasando frío, de invierno en invierno".
Olímpicos de invierno
España aspira a organizar los Juegos Olímpicos de Invierno de 2030 en los Pirineos. Por el país se reparten 31 estaciones de esquí, las más meridionales del continente. Sin embargo, en todas las Olimpiadas invernales acumula apenas cinco medallas. Entre la inaugural de Paco en 1972 y la siguiente, la de Blanca en 1992, pasaron veinte años. Las otras tres se han ganado casi tres décadas más tarde, entre 2018 y 2022. Los datos indican un progreso, pero más lento que en las Olimpiadas de verano. A las de ahora en Pekín han ido 14 deportistas españoles. ¿A qué se debe ese aparente déficit en los deportes de nieve, en un país donde no falta? Lola Fernández Ochoa apunta a una posible razón: "Los deportes de invierno son tan duros, tan difíciles, que muchos deportistas no aguantan".
Destaca que las condiciones hoy han mejorado respecto a las que vivieron ella y sus hermanos en los años 60, 70, 80 y primeros 90. Entonces, dice, recorrían Europa "en furgonetas que daban pena"; ahora los deportistas de élite "están bastante mimados, hay ayudas, tienen psicoterapeuta". Se han equiparado los recursos entre los españoles y, por ejemplo, los suizos o los alemanes, de los que antes les separaba un abismo. "Es maravilloso y me alegro de verlo", aplaude por estas mejoras, aunque también cree que la carestía de entonces les obligó a esforzarse más.
España aspira a organizar los Juegos de Invierno de 2030 en los Pirineos. Desde 1972 suma 5 medallas en hielo y nieve
P.— ¿Los hermanos Fernández Ochoa habrían llegado aún más lejos si hubieran competido en los Juegos de ahora en lugar de hace décadas?
R.— Mi marido, que es argentino, dice que "la necesidad tiene cara de hereje". Puede que hoy hubiéramos tirado la toalla, que no hubiéramos aguantado, no lo sé. Lo que voy a decir puede ser políticamente incorrecto, pero creo que los esquiadores tienen que ser humildes de cuna para llegar y aguantar. La granadina María José Rienda [cinco veces olímpica y campeona de pruebas del Mundial], también es de familia humilde [su padre era portero de un edificio en Sierra Nevada]. El único esquiador multimillonario que conozco es Alberto Tomba. Los demás han sido gente de pueblo, de estaciones de esquí, de familias trabajadoras.
Paco estuvo en cuatro Juegos Olímpicos, Juan Manuel en tres, Blanca en cuatro, Luis en dos, Lola en uno y a Ricardo, que fue campeón en varias competiciones nacionales e internacionales, "no le dejaron disputar los de Innsbruck (Austria) por no tener la edad suficiente, aunque sí estuvo allí y le permitieron abrir pista".
En esas citas internacionales ganaron otro tipo de medallas: experiencias que no se olvidan. Lola compitió en 1984 en las Olimpiadas de Sarajevo, la capital bosnia, en la entonces aún no desintegrada Yugoslavia. Fueron los días más bonitos de su carrera. "Ocho años después, cuando empezó la guerra de Bosnia, yo lloraba al ver el telediario. El estadio donde desfilé se había convertido en un cementerio. Veía la Villa Olímpica destruida por las bombas y decía: ¡Pero si yo vivía allí! Mi hermano Luis buscó al hombre que había sido nuestro traductor allí, para intentar sacarlo de Sarajevo con su familia, pero no lo encontró".
Medio siglo después
Los otros dos hermanos, Jesús y José María, prefirieron no dedicarse a la competición, aunque también esquiaban y se ganaron la vida un tiempo con la nieve como monitores de esquí, precisa su hermana pequeña. Ellos dos estudiaron para ser profesores, aunque luego se dedicaron a ejercer de aparejador y de publicista.
Paco y sus hermanos abrieron en 1986 las tiendas de esquí FOSS. Las cerraron con la crisis del 2008. Tres se han jubilado
De los seis hermanos que viven, los tres mayores se han jubilado, José María sigue con la publicidad, Luis trabaja en una empresa de coches y Lola se dedica a montar la Fundación Blanca. Varios de los hermanos, incluido Paco, fundaron en 1986 una cadena de tiendas de esquí, FOSS (Fernández Ochoa Sport Shop). "Las cerramos cuando llegó la crisis de 2008", tras más de dos décadas de actividad, informa Lola sobre qué ha sido de todos ellos.
Al recordar sus años de juventud, se ríe de su condición de eterna segundona en los campeonatos de España. "Como me tocó competir en la época de mi hermana Blanca, cuatro años mayor que yo, siempre quedaba detrás y tengo como treinta subcampeonatos. Era un horror entonces, pero ahora es un honor ser hermana de Blanca", dice sobre aquellos segundos puestos que, pasado el tiempo, saben más dulces.
Los Fernández Ochoa dejaron uno a uno la alta competición que les dio fama y trabajo. Se fueron "escaldados", pero no por el esquí, aclara Lola, "sino por lo que lo rodea", en alusión a los conflictos de poder y comerciales del deporte profesional.
P.— Cincuenta años después del oro de Sapporo, ¿qué balance hace de la aportación de los Fernández Ochoa?
R.— Hemos dejado un legado tremendo gracias a Paco y a Blanca. El esquí en España es lo que es hoy por ellos. Hicieron popular el esquí, igual que Ángel Nieto las motos o Severiano Ballesteros el golf. La gente empezó a saber fuera que en España se esquiaba. Y demostraron que el esquí no es sólo para una élite. Mis hermanos fueron héroes.
"Paco y Blanca hicieron popular el esquí en España, igual que Ángel Nieto las motos o Severiano Ballesteros el golf"
Los héroes se forjaron en una estación de esquí de modesta extensión. La madrileña Navacerrada no es a priori de las más espectaculares del mundo, ni siquiera de España: estos picos de la bella sierra de Guadarrama no son los Alpes, ni los Pirineos, ni las Montañas Rocosas. Pero su modestia es en el fondo grandiosa, porque estas pistas del municipio de Cercedilla, donde crecieron, vivieron y murieron Paco y Blanca, son en realidad de las más difíciles, subraya la antigua esquiadora olímpica.
"Quien aprende a esquiar en Navacerrada, puede hacerlo después donde quiera. Entonces eran casi todas pistas rojas o negras, muy difíciles, con mucha pendiente; aquí hace mucho frío, hay mucha ventisca, la nieve (en nuestra época había mucha más) es casi siempre hielo", describe Lola, con un escalofrío: "¡El frío que hemos pasado!". El espíritu de los Fernández Ochoa ya ausentes sigue deslizándose por estas montañas. Y por cualquier otra pista, de Sapporo a Albertville, donde reluzca la nieve. Siempre Blanca.