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De niño, una de las cosas que más le gustaba a Manuel Gutiérrez Vecina (1977) era acompañar a su padre al trabajo. Andresito, el ditero -de dita, pago a plazos-, vestía traje y portaba maletín de ejecutivo cuando salía a cobrar recibos. Su padre iba de casa en casa por Jimena de la Frontera, Cádiz -unos 6.000 habitantes repartidos en varios núcleos- y muchas veces llevaba de la mano a Manuel, su hijo pequeño.
En cada casa que visitaban les ofrecían un zumo o un caldo, dependiendo de la estación. Pero sobre todo, les abrían la puerta con cariño, recuerda Manuel. Y eso que su padre era el de los muertos, el del Ocaso, como se conoce popularmente al seguro de decesos: el seguro no obligatorio más extendido en España. Lo tienen 22 millones de españoles, prácticamente la mitad del país. Sirve para pagar, en vida y a plazos, por decirlo de alguna manera, el futuro entierro y los gastos funerarios del tomador.
Hoy Manuel, como su padre -ya fallecido- comercializa los seguros de los muertos en Jimena, un pueblo en el que prácticamente todo el mundo lo tiene contratado. Como en el resto de la provincia, líder en asegurados en decesos: ocho de cada 10 gaditanos lo están. Aunque no fue en Cádiz donde nació esta modalidad de seguro, que es 100% español, sino en otra zona marinera de España.
El exitoso seguro vio la luz a 1.000 kilómetros. "Este seguro nació en Galicia en los años 20 del siglo pasado. En aquellos tiempos había muchos naufragios y los marineros crearon una especie de caja de socorros para hacer frente a los gastos funerarios y del entierro", explica Juan Carlos Blázquez, director de Prestaciones de la compañía Santa Lucía, la compañía de seguros que nació precisamente en 1922. Concretamente en La Coruña. Sólo dos años antes, en Vigo, Ramón D’Ortega y Hervella había fundado El Ocaso. Ambas gigantes del seguro son las líderes de los decesos: juntas concentran el 50% del mercado. Santa Lucía en el top, con un 30%, seguida de Ocaso con un 20%.
Un siglo después de su nacimiento, la filosofía del seguro de defunción en España se mantiene intacta. "Es un seguro que goza de muy buena salud", explica Blázquez desde Santa Lucía. De hecho, durante la pandemia ha crecido ligeramente. "Entre un medio punto y un punto", señala. A final de 2020 lo hicieron un 0,18% dicen los datos de la patronal de seguros, Unespa.
"Lo llamamos seguro de asistencia familiar, pero se sigue conociendo más como 'el de los muertos'".
El de decesos es un seguro tan arraigado en España que aunque las compañías han intentado rebautizarlo no ha habido manera. "Lo llamamos Seguro de asistencia familiar, pero se le sigue conociendo más como el de los muertos. Sí, suena antiguo, pero no somos capaces de cambiarlo", desgrana Blázquez. Lleva más de 30 años trabajando en Santa Lucía.
Lo que sí ha cambiado es la forma de abonarlo. Cuando nació, los marineros gallegos pagaban a su caja de socorro semanalmente. Hoy, se liquida mensual o trimestralmente y a través del banco, aunque hay quien todavía lo hace en mano. Manuel, el hijo de pequeño de Andresito, a quien en el pueblo conocen como Manolo, ya no va de casa en casa para cobrar, aunque sí para contratar nuevas pólizas. No tiene oficina propia.
No es más de pueblo
"Hoy ya todo se cobra por el banco, pero aún hay quien me paga en mano: o yo voy a la casa o se lo dejan a uno de mis hermanos en su bar", explica. Es la confianza de los pueblos. Aunque el seguro de decesos, según los datos oficiales de Unespa, la Asociación Empresarial del Seguro, no es más típico en los pueblos que en las ciudades.
"Aún hay quien me paga en mano: o yo voy a la casa o se lo dejan a uno de mis hermanos en su bar"
"El tamaño de los municipios no parece ser un elemento importante a la hora de definir la presencia de este seguro", señala la patronal ante las estadísticas de este seguro. En los pueblos de menos de 10.000 habitantes, un 40% de la población paga el seguro. En las ciudades de más de 100.000, el porcentaje es aún más alto: un 44%.
Manolo tiene en su cartera, en Jimena y alrededores, a familias enteras aseguradas. Todo para que no tengan que preocuparse de nada el día que no estén. Es el caso de los Rocha, tres generaciones cubiertas por los muertos. Don Diego Rocha Sánchez, con 80 años y cuatro meses, abre a EL ESPAÑOL | Porfolio las puertas de su casa para explicarnos por qué paga religiosamente, cada mes, su recibo de los muertos.
"Debo de estar pagando unos 25 o 26 euros" nos cuenta. Le baila la cifra porque desde hace tiempo lo abona por el banco pero recuerda que "durante mucho tiempo lo estuvo pagando en mano". A Andresito el ditero, el padre de Manolo.
En la cuota mensual que paga Diego Rocha se incluye el seguro de su mujer, Isabel Sarrias, 77 años. Llevan pagando desde que él tiene 30 años. A esa edad se instaló en España después de una etapa como inmigrante en Alemania. Su padre era barbero en el pueblo y, por tanto, dentista: también sacaba muelas. En casa, recuerda, nunca pasaron hambre, pero el trabajo no sobraba en Jimena.
"Me fui soltero a Alemania, con mis hermanos. Estuve trabajando en varias ciudades cerca de Colonia y cerca de Frankfurt", relata. Diego Rocha era rectificador de piezas de precisión para maquinaria: "Comprobaba que las medidas fueran precisas". Eso, cuenta, fue antes de hacer la mili.
Volvió a España para el servicio y al terminar regresó a Alemania. Ya con Isabel. "Primero me la llevé de turismo", dice con guasa. Ella trabajó allí varios años en una empresa norteamericana de limpieza de maquinaria hasta que decidieron volverse a España. Con la nueva vida en España recién estrenada, a sus 30 años, Diego contrató su seguro de decesos. Luego nacieron sus hijos y se convirtió en Policía Municipal en Jimena. Nunca dejó de pagar el recibo.
Así las cosas, el señor Rocha lleva 50 años costeando, a plazos, su futuro entierro. Algo que, viendo sus ganas de vida y su energía, no tiene ninguna intención de que suceda pronto. ¿Se puede calcular cuánto lleva pagado? Manolo, el de los seguros, nos explica que no es una cuestión fácil, porque la cuota se calcula teniendo en cuenta diferentes variables.
No nos movemos de Jimena. ¿Cuánto costaría asegurar a una familia con dos progenitores con unos 40 años cada uno y dos niños de entre seis y siete años?, preguntamos a Manolo. "Conmigo", dice, como incidiendo en que nos va a hacer un buen precio, "unos nueve euros al mes". Eso son 2,25 euros por persona. Actualmente, Diego Rocha, como nos ha explicado, abona unos 25 euros por él y su mujer, de modo que le sale a unos 12,5 euros por cabeza.
Cosas de los algoritmos y del seguimiento de internet, mientras estoy escribiendo este reportaje -con diferentes pestañas abiertas con los informes de seguros de decesos- suena mi teléfono. Es de Generali. Me ofrecen un seguro de decesos. Solo me han pedido el código postal y la fecha de nacimiento. Pregunto por el presupuesto para el básico estándar. El operador responde enseguida. Serían nueve euros al mes para mi perfil: mujer, 42 años, residente en Madrid capital. El mismo precio que una familia de cuatro miembros en Jimena, Cádiz.
"El mercado de los seguros está super regulado y la compañía asume un riesgo: nadie sabe cuándo se va a morir"
"El mercado de los seguros está super regulado y la compañía asume un riesgo, porque nadie sabe cuándo se va a morir", explica el directivo de Santa Lucía. Pero los dos datos que la comercial de Generali me ha preguntado son la clave: la edad, por supuesto. Pero, sobre todo, el código postal. Porque no es lo mismo morirse en Madrid que en Cádiz. Mejor dicho, no cuesta lo mismo: influyen los precios de las funerarias y los tanatorios.
La OCU, en su informe de 2021, señaló los precios -incluyendo todos los gastos- por ciudades. De media, todo el proceso, con un entierro sencillo, en España, cuesta 3.700 euros. La ciudad más cara -en línea con Madrid-, Vigo: casi 6.000 euros. Entre las baratas, Cádiz, menos de 3.000 euros.
Desde Santa Lucía recuerdan además, que hay una serie de especificidades locales en esto de los funerales. En la parte del rito. "En Andalucía gustan más las lápidas de mármol y que el catering del velatorio sea más generoso. En Pontevedra si hay menos de tres curas en la misa no eres nadie y lo mismo pasa en Oviedo con las esquelas, que hay que salir en tal o tal periódico", desgrana Blázquez.
Si hay que sumarle un viaje, el precio sube mucho más: "Los traslados de cadáveres son carísimos", señalan desde Santa Lucía. Más si incluye una repatriación. Por cierto, hablando del extranjero, el seguro de decesos no está para nada extendido fuera de nuestras fronteras. En la Unión Europea, señalan en Santa Lucía, no es muy habitual. La firma lo ha exportado a Portugal y al otro lado del Atlántico: Colombia y Chile.
En el porqué el seguro está más extendido en unas provincias que en otras en España, Santa Lucía apunta incluso a razones de la red comercial. Algo que ocurría, por ejemplo, en Ciudad Real. "Allí casi todas las compañías de seguro tenían agentes", explican desde el sector. Es la cuarta provincia en contratación.
Diego Rocha está seguro de que no quiere dejarle a nadie el cargo de sus gastos el día que no esté. De hecho, pagar el seguro de los muertos en su casa entra dentro de la planificación familiar: es un recibo esencial más, como el de la luz o el del agua. Una responsabilidad. Él pagó el de sus hijos desde bien pequeños: "Debían tener cinco o seis años, lo pagué hasta que se emanciparon", desgrana. Cuando se fueron de casa, cuenta, les dijo: "Ahora que cada uno se pague lo suyo".
Así lo han hecho. Tanto su hijo como su hija, José Antonio y María de los Ángeles, con 51 y 43 años, están dentro de los paquetes familiares del seguro de decesos que ofrece Manolo, que incluye también a los hijos de estos. Es decir, a los nietos de don Diego.
Apuntados al nacer
En muchas familias, históricamente, a los niños se les hacía titulares del seguro nada más nacer. Con las actuales modalidades de pólizas familiares se les da de alta en el contrato.
En toda España, prácticamente uno de cada cinco niños menores de cinco años cuenta con su seguro de decesos. "Al principio no se paga prácticamente nada, o incluso se regala", explica Juan Carlos Blázquez, de Santa Lucía. Recuerda que cuando se ideó el seguro, hace 100 años, "todavía había mucha mortalidad infantil y había que enterrarlos igual".
En 1920, según los datos del INE, fallecían en España 65 de cada 1.000 niños entre 0 y 4 años. Las vacunas, la asistencia sanitaria, la alimentación y la higiene, entre otras razones, rebajaron ese dato durante las siguientes décadas hasta las cifras actuales: fallecen 1,5 niños de cada 1.000 en esa franja.
Tres son las coberturas habituales que trae un seguro de decesos, señalan desde Unespa, la patronal de compañías de seguros de España: el servicio funerario, el traslado nacional y la repatriación. Se incluye el entierro o incineración, el féretro, el gasto del tanatorio, las flores, esquelas y todos los certificados.
¿Qué cubre este seguro?
Servicio funerario. Son los servicios y gestiones necesarias para realizar un entierro o incineración, como son el certificado médico de defunción, el féretro, urna, coche fúnebre y de acompañamiento, tanatorio, flores, recordatorios, esquelas en prensa y radio, servicio religioso o civil, gastos de incineración o inhumación, pudiendo incorporar también la unidad de enterramiento (nicho, sepultura o columbario) con su correspondiente lápida e inscripción.
Traslado nacional. Garantía que contempla todos los gastos derivados del traslado del fallecido de un lugar a otro elegido por la familia dentro del territorio español.
Repatriación. Garantía que contempla todos los gastos derivados de la repatriación del fallecido de un país a otro previamente fijado en el contrato para su entierro o incineración.
Otras coberturas. Aparte de las coberturas básicas el seguro puede incluir desde los gastos de la notaría para hacer testamento a la gestión final de la vida digital. El seguro puede ocuparse de localizar y cerrar cuentas online, de redes sociales y eliminar información sobre el fallecido. Santa Lucía ofrece coberturas como asistencia sanitaria en caso de sucesos traumáticos.
Hoy las aseguradoras españolas ofrecen un seguro estándar de decesos con las tres coberturas básicas: servicios funerarios, traslado y repatriación. Las mejoras no afectan al funeral. Pero en tiempos de Andrés el ditero, recuerda su hijo Manolo, había tres niveles de servicios funerarios. De primera, de segunda y de tercera. A Andrés aquello no le parecía ni medio digno y se quejaba a la compañía de seguros, el Ocaso, a la que le pedía que unificara las coberturas. No le gustaba que se hicieran distinciones entre los vecinos a la hora de enterrar.
Ataúdes en casa
Al padre de Manolo todavía le gustaba menos que por un bache económico alguien perdiera su seguro de decesos, sus ahorros de enterramiento. "Ayudó a mucha gente, si alguno no podía pagar se lo guardaba y él lo pagaba cuando sabía que era porque estaban pasando una mala racha", recuerda su hijo. Andrés estaba acostumbrado al pago a plazos. De hecho, le llamaban el ditero porque también vendía ropa y a quien no podía pagarla de una vez se la cobraba con esta modalidad. "Sin comisiones", recuerda su hijo pequeño.
Andrés no sólo se encargaba de la parte del seguro, como muchos de los agentes de los pueblos de España, abarcaba una parte más amplia de todo lo que rodea a la muerte. "En mi casa teníamos ataúdes preparados", recuerda Manolo. "Eran los que proporcionaba la compañía de seguro, pero también vendíamos para no asegurados".
Cuando alguien fallecía, explica, "entre cuatro o cinco vecinos llevábamos el féretro a la casa, mi padre incluso los había transportado antes en burro. Después, si era necesario llevarlos a algún sitio se ataban a la vaca de un coche hasta que llegaba el coche funerario de otro pueblo".
Acostumbrado a manejarse con la muerte desde crío, que no con los muertos –"el primer cadáver que vi fue en 1998"-, Manolo es hoy técnico profesional en Tanatoestética y se prepara para Tanatopractor, la especialidad para embalsamar cadáveres que, por ejemplo, tienen que ser repatriados.
En 2017, junto a un socio, montó una funeraria. Tienen su propio coche fúnebre. "Prestamos el servicio más rápido: antes había que esperar cuatro o seis horas a que llegara el coche de Algeciras -a 44 kilómetros- o de La Línea -41 kilómetros-", señala.
Al igual que hizo su padre con él, sus hijos tampoco han visto todavía un cadáver. Tiene dos, un chico de 12 años y una chica de 11. Como Manuel de pequeño, están cómodos en el negocio. El mayor ya ha pedido un traje como el que usa su padre para los servicios de transporte y velatorio y la niña dice que se va a apuntar a lo de maquillar cadáveres. Parece que lo de heredar este oficio del padre, tan necesario como doloroso, es otra tradición que la familia de el ditero contribuye a conservar.
Mabi: "Es dejarlo todo apañado"
Nombre: Mabi Barbas, 52 años.
Residencia. Madrid. Sevillana de nacimiento.
Coste del seguro de Decesos. 58 euros aproximadamente al trimestre, incluye madre e hijo adolescente.
Contratado con agente: "Decidí hacerme un seguro de vida en cuanto nació mi hijo que está ya en plena adolescencia. Lo hice por una cuestión de responsabilidad hacia él, antes me importaba bien poco el tema. Desde hace 25 años tengo el mismo agente de seguros, en la misma compañía (Ocaso), y fue quien me propuso hacerme también el seguro de decesos porque, aunque el seguro de vida cubría ciertas circunstancias en caso de fallecimiento o accidente, no las cubría todas".
Origen familiar. "Desde que tengo memoria, mi madre siempre ha tenido seguro de decesos. De hecho, los hijos estábamos 'apuntados' en esa póliza, y nos iba dando de baja conforme nos hacíamos adultos y abandonábamos el nido. Pero esa idea de dejarlo todo apañado para no molestar más de lo necesario es algo que te cala desde pequeña. No sé si en Madrid es muy habitual, pero en el sur he escuchado mil veces aquello de que había venido el cobrador 'de los muertos', que era el señor que pasaba a cobrar el recibo".
"Da tranquilidad". Hay quien pensará que si te mueres qué más dará lo que hagan contigo, pero no es eso: es quitarle esa preocupación a quien se encargue cuando tú no estés. Ya bastante trago es como para encima tener que organizar esos asuntos. Llamadme loca, pero me da mucha tranquilidad, y más en este momento de mi vida. Hace algo más de dos años me diagnosticaron una enfermedad rara autoinmune, esclerosis sistémica progresiva, que ha deteriorado mi salud muy deprisa, me ha dado la vuelta a la vida y me ha reafirmado en la idea de que hay que dejar la menor cantidad posible de flecos sueltos.
"Menos flores y más vino". "Y mira, no me importaría nada que ese seguro que religiosamente pago incluyera un buen catering de despedida en el funeral. Menos flores y más vino. Eso sería lo ideal".