Lucas no quiso dejar a su padre atrás. Mientras su pueblo estaba rodeado por las llamas, los dos corrieron a casa y se encerraron porque no querían abandonar su tierra, su vida. La Guardia Civil les quiso echar, sacarlos "de malas maneras", pero ellos encontraron la forma de quedarse y ayudar.
Estamos en la Sierra de la Culebra. Hoy hace poco más de dos semanas que los voluntarios de la zona ayudaron a apagar el fuego y conseguir controlar algo que parecía imposible. La tierra aún quema bajo los pies. Una tierra negra, una tierra de ceniza y de polvo. Son los restos de un incendio, uno de los más grandes registrados en nuestro país, dentro de una España cada vez más vacía. Han ardido más de 24.000 hectáreas, según el balance oficial, en una zona que se consideraba como uno de los 52 patrimonios naturales de España. La pregunta que ahora queda por responder es la peor de todas. ¿Y ahora qué?
Es su gente quien dará respuesta a esa pregunta. Se han organizado para que todos los pueblos de la zona vayan hacia un mismo camino. Voluntarios, representantes locales han formado una asociación sin ánimo de lucro para dirigir la voluntad de la gente de la Sierra. Lucas, quien se quedó en su pueblo, Villanueva de Valrojo, es ahora presidente por la mayoría y comparte la voluntad de hacer las cosas mejor. Siente una impotencia enorme de no haber hecho más y de que faltaran medios para parar el fuego mucho antes. "Decían que lo tenían controlado, pero no era cierto".
Ahora, salir a las calles y luchar por una tierra que les ha visto crecer tiene más sentido que nunca. Es el momento de la reivindicación y del trabajo por una sierra que es la columna vertebral de sus vidas. Ahora, el conocido como el incendio del siglo, ha dejado atrás vidas rotas y un futuro incierto para quienes vivían de su monte.
La lucha por la España vaciada
En busca de los protagonistas de este desastre me encuentro sin quererlo con la primera reunión comunal en Ferreras de Arriba. Ana, secretaria de la Asociación "La Sierra de la Culebra no calla", habla rodeada de los habitantes de su pueblo. Una gran mayoría son ancianos que si no fuera por la gente joven, estarían más abandonados si cabe.
Se quiere poner en común la idea de luchar para poblar el monte de castaños y robles miconizados y de ser dueños de la leña quemada. Decidir el futuro de la Culebra es la única voluntad de las personas que viven rodeadas de ella. Estas tierras son legítimamente suyas y quieren poder elegir su destino y así proteger su futuro. Setas, apicultura, pasto, castaños, robles..., son algunas de las reivindicaciones para una nueva forma de entender el monte.
La crítica hacia la Junta de Castilla y León se hace eco en cada esquina de cada pueblo. Se han sentido abandonados por las fuerzas políticas y denuncian la escasez de medios en una tierra ya de por sí vacía. Por ello, comentan que hasta el viernes del incendio no hubo operativos suficientes. "Al comienzo del incendio había 14 operativos para 11 focos". Un número insuficiente ante la inmensidad del fuego.
"Si no es por la gente que se quedó en los pueblos, estos hubieran ardido", es la frase más repetida.
Muchos voluntarios, incluso de fuera de Zamora, ayudaron en la extinción de los fuegos. Focos que se iban acercando día a día hacia las casas y que sus dueños miraban impotentes ante un avance que sólo se explica por la ola de calor, los fuertes vientos y la leña de pino.
Voluntarios como Denis, 28 años. Dejó Madrid y su Alemania natal por esta tierra. Junto a su pareja montaron el supermercado de Villardeciervos y no dudaron ni un segundo en ponerse a ayudar para la extinción de los incendios, incluso fuera de su pueblo. En Cional, de donde ella es natural, cuenta Denis que, apagando el frente que se acercaba más y más al pueblo, los siete que estaban a pico y pala no aguantaban a sofocar las llamas. Incluso estando a dos metros unos de los otros, no se podían ver del humo que había. Él incluso temía por la vida de su pareja, que le pedía que gritara de vez en cuando para saber que estaba bien.
Ganaderos y apicultores perjudicados
Jose me lleva hasta sus colmenas quemadas. Apicultor de Ferreras de Arriba, lamenta el abandono de la Junta hacia la España vacía. Aún con el nudo en el estómago levanta las tapaderas de sus colmenas quemadas de donde todavía salen abejas vivas. "Son más duras que nosotros, fíjate como aún viven, si no sueltan el polen recolectado terminarán muriendo". El cariño de Jose por sus abejas me recuerda al amor por la tierra y el trabajo en esta zona. Una zona de esfuerzo y dedicación al campo. José Manuel Soto, ganadero de Cional y responsable de la COAG en la zona (Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos), está enfadado y siente una pena muy grande por las hectáreas que se han perdido. Fue de las primeras personas en dar la voz de alarma habiendo visto varios focos a kilómetros de donde se encontraba.
La ayuda fue enviada, pero "no fue suficiente". "Gracias a un padre y un hijo que se quedaron en mi pueblo, el barrio de la Iglesia sobrevivió a las llamas", dice. Ahora, rodeado de tierra negra y de ceniza, no ve cómo va a alimentar a su ganado. Espera unas ayudas de la Diputación y aprovechará un trozo de tierra que no ardió. La incertidumbre ante un futuro próximo le resquebraja la voz. "No creo que vuelva a ver la Sierra igual de verde de como estaba, yo no".
Aun así, guarda un pequeño espacio para la esperanza. "Esto ha sido un desastre, se han quemado miles de hectáreas, pero aún nos queda Sierra. Cuidémosla y aprendamos de nuestros errores". Hace un pequeño inciso para hablar del problema de entendimiento entre políticos. "Hay espacio para ecologistas, cazadores, radicales de un lado y radicales del otro. Aquí hay espacio para todos y debemos a aprender a convivir".
"Esto ha sido un desastre, se han quemado miles de hectáreas, pero aún nos queda Sierra. Cuidémosla y aprendamos de nuestros errores"
La producción de ganado y abejas en esta zona es fundamental. Pertenecen a un ecosistema que se nutre unos de otros. "Es posible que no haya floración hasta dentro de dos años. Voy a tener dos años de pérdidas. El abandono a esta zona siempre se ha dado, estamos acostumbrados", lamenta Jose, el apicultor, mientras cierra sus colmenas y abandonamos el lugar. "Lo peor fue no saber cuántas había perdido, no tenía acceso a ellas".
El turismo preocupa
Hay un chiringuito en el que yo suelo bañarme los veranos al lado de un embalse. Su dueña, Mary, no sabe si el esperpéntico paisaje que ahora le rodea hará que los turistas o los adoptados de Madrid, pero con padres de la zona, como yo, vayamos a bañarnos. Le preocupa que no sea un lugar atractivo para pasar parte de las tardes y verse obligada a cerrar. El incendio ha roto el turismo de monte, las casas rurales que ya han perdido gran parte de las reservas que tenían.
El incendio afecta a todos, no de la misma manera, pero a todos. En definitiva, los que viven rodeados de la sierra viven directa o indirectamente de ella. Las propias tiendas verán afectadas sus ventas si no se restablece un turismo ligado al monte. "Una pareja que vendió todo en Madrid para venirse al pueblo, había montado una empresa de turismo del lobo. ¿Qué va a ser de ellos ahora?", se pregunta Lucas. Esa es la eterna pregunta. ¿Y ahora qué? Aún seguimos en esa búsqueda de respuesta.
Supermercados como el de Denis dependen en gran medida durante el verano de la compra de los turistas. Su incertidumbre choca con su optimismo. Es joven y todo lo puede. A él le preocupan los mayores y la zona. Los animales afectados se cuentan por cientos y estos, los que han sobrevivido, aún están perdidos. Algunos de ellos se muestran a la luz del día, cosa impensable cuando todo era verde.
Los equipos de extinción de incendios trabajaron sin descanso, algunos fuera de servicio quisieron volver al trabajo y no les dejaron.
La gran polémica ante un incendio tan brutal siempre es lo que se podría haber hecho. Los vecinos denunciaban que debían haber dejado a todos los jóvenes que quisieran ayudar en sus pueblos. El desalojo de los 2.000 vecinos afectados pudo, según todas las personas entrevistadas en este reportaje, ser uno de los desencadenantes de que el avance del fuego fuera tan brutal.
Desde un principio, los vecinos y voluntarios denunciaron una falta de implicación por parte de las administraciones. También un exceso de confianza de que el fuego se controlaría. No fue hasta la tarde del viernes cuando, una vez descontrolado el fuego, servicios de extinción de Galicia, Extremadura, Portugal, entre otras regiones, aunaron fuerzas para acabar con las llamas, que llegaron a superar los 50 metros de altura.
"Hemos hecho lo que hemos podido. Este incendio era un incendio con unas condiciones adversas que lo han hecho más complicado"
Me encuentro en mi camino a Otero de Bodas con Irene Fernández, 61 años, la única mujer que dirije uno de los operativos de extinción de incendios. Sólo hablamos de lo que ha supuesto este incendio en su vida, tras tantos años de servicio. "Hemos hecho lo que hemos podido. Este incendio era un incendio con unas condiciones adversas que lo han hecho más complicado". Lamenta no haber podido hacer más pero, sin duda, trabajaron hasta el final.
Poco se habla de estos héroes que están cada año luchando para mantener un patrimonio incalculable. "Llevo 27 años en esta profesión y me encanta mi trabajo. Esto es muy duro, pero es vocacional". Las uñas de Irene pintadas contrastan con el uniforme amarillo de la brigada. "Sé que no es normal que una mujer dirija un equipo de extinción de incendios. Cada vez hay más mujeres dispuestas a trabajar en este oficio tan duro".
Pese a todo, hay esperanza
El amor a su tierra ha unido a todos los pueblos de la zona. Los 17 pueblos que aúnan los efectos más adversos de este incendio se encuentran más hermanados que nunca. El primer día de este mes de julio, han conseguido una partida para obras urgentes en sus comarcas. De este modo, tratan de evitar más daños causados por la ceniza que les rodea. Las obras las ejecutará la empresa pública Somacyl a través de un contrato de urgencia. Se trata de dar un poco de oxígeno de manera urgente.
"Actuar más rápido es imposible, hemos trabajado en tiempo récord, desde la Diputación de Zamora y desde la Junta de Castilla y León, las ganas de ayudar y de responder son evidentes", comentaba Javier Faúndez, miembro del PP de Castilla y León a las preguntas de los periodistas. Es ahora cuando la Diputación se debe volcar con sus vecinos y escuchar sus demandas.
Pese a perder la sierra, frente a la incertidumbre o ante la duda de un futuro incierto, los jóvenes con los que he hablado durante este reportaje, y los no tan jóvenes, tienen una idea común. "Que esta desgracia valga para al menos aprender de nuestros errores. Hagamos un monte nuevo y verde y cuidémoslo". Una prima mía cede a los apicultores de la zona sus tierras de forma gratuita para que puedan empezar de nuevo. Este sentimiento de ayudar al prójimo es un reflejo vivo de la herencia de nuestros abuelos.
No me cabe duda, porque me toca de cerca, es que el afán de superación, la entrega por la tierra y el sentido de comunidad que se vive en esta tierra de Culebra es inigualable. Cuando la gente se debe unir, arroparse, ayudarse entre ellos y caminar juntos hacia una misma dirección, en esta tierra lo tienen muy claro. No se van a callar, no se van a rendir. El verde que ha quedado de la sierra será el recuerdo de una esperanza que no han perdido, pese a estar pisando un suelo negro y ceniza.
¿Y ahora qué? Nos preguntábamos. Ahora toca trabajar todos unidos.