Al acabar la Segunda Guerra Mundial, los vencedores occidentales propusieron a Stalin que se quedara con la ciudad alemana de Stettin, capital de Pomerania y puerto navegable de Berlín, en el Báltico, a cambio de ceder Königsberg, capital de Prusia Oriental, también alemana, a Polonia. Stalin se opuso. Quería Königsberg para la URSS, Polonia podía quedarse con Stettin (llamada Szczecin en polaco). Y así sucedió. La línea Oder-Neisse, que todavía marca la frontera polaco-germana hoy en día, se desvía unos kilómetros al oeste en el último tramo del río para acoger Stettin bajo la soberanía de Varsovia.
En cuanto a Königsberg, llamada Kaliningrado a partir de 1945, es la aislada región desde donde Rusia podría partir en dos a la OTAN y a la Unión Europea como reacción al bloqueo ferroviario que ha iniciado Lituania contra este enclave. El Báltico es el mayor y más próximo punto de concentración de tropas de Rusia y la OTAN en todo el continente.
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Nunca fue polaca
A las doce del mediodía, Zoe Maetternik espera el autobús 67 en la parada de Piotra Skargi de Stettin, entre los parterres de sicomoros que conducen al imponente Monumento al Heroísmo de los Polacos. Pero ella da la espalda a la estatua conmemorativa. Ella no se siente polaca. No lo es. "Toda mi familia siempre vivió aquí –asegura–. Prefiero mirar hacia el monumento del papa Wojtyła, aunque tampoco soy católica, soy luterana".
Zoe es una de las 150.000 personas de ascendencia alemana que todavía viven en Polonia. Sus tierras fueron repartidas en las conferencias de Yalta y Postdam de 1945 por los vencedores de la Segunda Guerra Mundial. Unas, para Polonia; otras, para Rusia. Me proporciona una dirección. "Vaya aquí y verá lo que nos hicieron los aliados".
Ella no se siente polaca, no lo es: "Vaya a esta dirección y verá lo que nos hicieron los aliados"
La dirección resulta ser el laberinto de túneles subterráneos en los que se refugiaron los habitantes de Stettin para protegerse de los bombardeos británicos y estadounidenses. Hoy es una atracción temática que arranca bajo las vías de la estación, digna de visitarse. Con capacidad para 5.000 personas, el búnker disponía de conductos para la depuración del aire, estación de radio para comunicar con la Wehrmacht, atención sanitaria y almacenamiento de víveres.
Miles de civiles alemanes murieron en Stettin en los dos últimos años de la guerra bajo los raids de la RAF y de la USAAF. Particularmente sangrientos fueron los de abril de 1945 cuando, además de por los temidos bombarderos británicos Lancaster, Stettin fue atacada por el grupo de ejércitos del mariscal Zhúkov, bajo las órdenes de Stalin, en su carrera hacia Berlín.
Bombardeado en Ibiza
Más del 60 por ciento de la ciudad quedó destruida, y, de vez en cuando, el canal devuelve a la superficie bombas sin explotar y restos de aquellas acciones. Los últimos vestigios reflotados pertenecen al crucero Lutzow, que, bajo el nombre de Deutschland, engrosó el contingente alemán al lado de Franco en la Guerra Civil española.
En mayo de 1937, el crucero fue bombardeado seriamente por tupolevs soviéticos frente al puerto de Ibiza, con el resultado de 31 marineros muertos y 74 heridos. Como represalia, Hitler ordenó un bombardeo sangriento e indiscriminado contra la ciudad de Almería.
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Ni esta acción ni la llevada a cabo unos días antes por aviones de la Luftwaffe contra la población civil de Guernika animaron a los ministros de la República a internacionalizar el conflicto. Pensaron que España no sería suficiente razón para que Francia y Gran Bretaña rompieran su política de apaciguamiento ante Hitler. En realidad, los ministros comunistas llegaron a consultarlo al Kremlin. Pero Moscú dijo no a un conflicto internacional en aquel momento.
Expreso nocturno a Kaliningrado
A las 19.53 sale cada jornada desde la estación Belorruskaia de Moscú el tren nocturno a Kaliningrado. Anatoli es uno de los pasajeros. Se palpa en su bolsillo el visado preceptivo para atravesar Bielorrusia y Lituania. Este ferrocarril es la única manera de llegar a Kaliningrado por tren desde Rusia. Son 1.300 kilómetros y veinte horas de viaje lo que tiene por delante Anatoli. Va a visitar a sus padres, nacidos allí después de que Stalin ordenara el desalojo de la población alemana y el traslado forzoso de la rusa a Königsberg, rebautizada como Kaliningrado en honor a Mijaíl Kalinin, presidente de la Unión Soviética.
Este ferrocarril es la única manera de llegar a Kaliningrado por tren desde Rusia: 1.300 kilómetros y veinte horas
Kaliningrado es el único puerto ruso en el Báltico que no se congela en invierno –el otro, San Petersburgo, se vuelve impracticable– y por ello es la base de la Armada de Putin y, quizá, de algo más. Los padres de Anatoli regentan un pequeño comercio.
De madrugada, el tren recorre el tramo entre Minsk, la capital bielorrusa, y Vilna, la capital lituana. Dos mundos, en estos momentos. Una ciudad, satélite de Moscú; la otra, perteneciente a la Unión Europea y a la OTAN. Anatoli contempla desde su ventanilla decenas de convoyes de mercancías paralizados en las vías secundarias de las estaciones bielorrusas.
Vuelta de 1.600 km
El 17 de junio pasado, Lituania, en aplicación de la cuarta ronda de sanciones de la UE contra Rusia, prohibió el tránsito ferroviario de algunas mercancías hacia el enclave de Kaliningrado. La medida afecta a materiales de construcción, tecnología, acero y carbón. No al paso de personas y alimentos. La situación puede empeorar en diciembre, con las nuevas restricciones que afectarán al petróleo y al gas.
Los trenes bloqueados amenazan con saturar todas las playas de vías entre Minsk y la frontera lituana. Ya hay más de cincuenta inmovilizados. Algunos han podido dar marcha atrás e iniciar un viaje de 600 kilómetros para descargar sus contenedores en puertos de la región de San Petersburgo y desde allí, otro de 1.000 kilómetros por mar hasta Kaliningrado. Una vuelta de 1.600 kilómetros, cuando la distancia entre Minsk y Kaliningrado a través de Lituania es de 460 kilómetros.
"¿Cómo se calentarán mis padres si a partir de diciembre tampoco el petróleo y el gas podrán atravesar Lituania?"
Para los nuevos envíos que salgan desde Moscú hacia su enclave báltico, la ruta será de 1.700 kilómetros por ferrocarril y mar, cuando hasta el 17 de junio pasado era de 1.100 kilómetros por tren directo. Y además, en invierno el golfo de Finlandia dejará de ser practicable como embarque debido al hielo.
"¿Cómo se calentarán mis padres si a partir de diciembre tampoco el petróleo y el gas podrán atravesar Lituania?", se pregunta Anatoli mientras recuerda las palabras del secretario ruso de Seguridad, y hombre de confianza de Putin, Nikolái Pátrushev, al reaccionar de inmediato ante este bloqueo: "Esta medida contraviene todos los tratados entre Rusia y Lituania y tendrá consecuencias para la población lituana".
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Hackers rusos
Las consecuencias ya están ocurriendo. Según RTVE, más de 1.500 páginas web de Lituania, incluidas las del Ministerio de Exteriores, el de Inmigración y varias instalaciones aeroportuarias, se han venido abajo por un ataque cibernético del grupo de hackers ruso Killnet. El ataque híbrido es del tipo DDOS, la llamada denegación de servicio. Sus autores aseguran que continuarán hasta que Lituania levante el bloqueo.
Los tres estados bálticos exsoviéticos (Lituania, Estonia y Letonia) están siendo atacados desde que comenzó la invasión de Ucrania en servicios de correo electrónico, compra de billetes y reservas del vuelo.
Lo que probablemente no ha podido escuchar Anatoli, debido a la censura informativa de Moscú, es la réplica a Pátrushev de la primera ministra lituana, Ingrida Šimonytė: "Resulta irónico escuchar a Rusia acusarnos de violar tratados internacionales, cuando no creo que haya uno solo que ellos no hayan violado con la invasión de Ucrania".
"¿Apoyas a Putin?"
Cuando el ferrocarril Moscú-Kaliningrado entra en la estación de Vilna, capital de Lituania, Anatoli muestra su pasmo ante las enormes fotografías colgadas del techo y en los paneles laterales: embarazadas de ocho meses con una herida en el abdomen siendo evacuadas del hospital de Mariúpol (madre y bebé morirían horas después), civiles en bicicleta asesinados de un tiro en la cabeza en los arcenes de Bucha, bombas contra un teatro en el que se refugiaban centenares de civiles, impactos contra un centro comercial en hora punta…
Veinticuatro fotografías de gran formato sobre los efectos de la agresión decoran la estación de Vilna para que las vean los rusos que se dirigen a Kaliningrado. Todas las imágenes incluyen el mismo mensaje en ruso, que se repite por el sistema de megafonía cuando el tren se detiene: "Hoy, Putin está matando a civiles en Ucrania. ¿Lo apoyas?".
Anatoli no ha visto nunca esos cuerpos ensangrentados, ni esos edificios derruidos, ni esas ciudades humeantes… El paradigma informativo de su país consiste en imágenes de obuses, misiles y granadas que surgen de los artefactos militares rusos dentro del marco de la operación militar especial en Ucrania. Pero las consecuencias de estas bombas sobre la población civil nunca aparecen.
Chalecos antibala caseros
De los balcones y ventanas de Vilna cuelgan más banderas ucranianas que lituanas. Cinco semanas después de la invasión rusa en Ucrania, Lituania fue el primer país que se atrevió a prescindir del gas de Putin. Y en cuanto aparecieron las imágenes de las ejecuciones de Bucha, retiró a su embajador en Moscú y expulsó al ruso de su suelo.
La población lituana ha convertido su ansiedad en determinación. Siente que es el próximo objetivo de la expansión rusa.
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El lituano Antanas Raugala reside en Alicante desde hace veinte años, dedicado a la dirección de obras. A la semana de la ocupación (como contó EL ESPAÑOL | Porfolio en un reportaje), acudió a Ucrania a rescatar al sobrino de uno de sus compañeros, al que le había caído un árbol encima. Unos días después visitó Vilna, su ciudad, y trajo noticias de familias enteras que construían domésticamente chalecos antibala para los combatientes ucranianos: "Una capa de alfombrilla de yoga, otra de chapa de un centímetro, y otra acolchada que evita la explosión de la bala. El futuro de Ucrania es el nuestro".
"Una capa de alfombrilla de yoga, otra de chapa de 1 centímetro, y otra acolchada que evita la explosión de la bala..."
Vilna se encuentra a 30 kilómetros de la frontera bielorrusa y a 170 de Minsk. Blindados rusos podrían plantarse en ella en menos de dos horas. Pero Vilna no tiene miedo. O, si lo tiene, lo trasforma en acción. En 1990 –sólo unos meses después de caído el muro de Berlín– promovió una cadena humana de 650 kilómetros que abrazó la voluntad de los tres países bálticos, junto a Estonia y Letonia, para independizarse de Moscú.
En 2004 las tres naciones bálticas entraron en la Unión Europea y en la OTAN.
Corredor de Suwalki
Ahora el tren de Anatoli atraviesa una llanura pantanosa en el sur de Lituania, antes de entrar en el óblast de Kaliningrado. Se denomina Corredor de Suwalki y, según todos los expertos, es el punto más difícil de defender convencionalmente por la OTAN en todo el territorio europeo. Son 70 kilómetros de frontera entre Lituania y Polonia, y, si Putin los ocupara, partiría en dos a sus oponentes y dejaría a las repúblicas bálticas aisladas de sus aliados.
Es una línea de frontera atravesada por dos carreteras y una línea férrea a través de dos puestos de aduana: Ogrodniki-Lazdijai y Budzisko-Kalvarija. Oscar Ruiz, militar de la OTAN, en la web Escudo Digital, reconoce que esta llanura sin obstáculos "pone de manifiesto las enormes dificultades geográficas y militares que supone su defensa y la de las tres repúblicas bálticas por parte de la OTAN".
Ahora bien, para que una toma del corredor de Suwalki por Rusia no supusiera una inmediata aplicación del famoso artículo 5 de la OTAN (un ataque armado contra un país miembro se considera un ataque contra toda la Alianza), Putin debería hacer una toma de estos tres puntos –la intersección de la frontera con estas dos carreteras y el ferrocarril– milimétrica, de precisión, exacta. Tropas aerotransportadas que descendieran desde el cielo y aterrizaran en esos metros de tierra de nadie. Un solo efectivo que propasara esta delgada línea y cayera o atravesara suelo lituano o polaco, provocaría la intervención de la OTAN. Incluso la propia ocupación del asfalto o el raíl en sólo unos metros, ya podría suponer una agresión contra Polonia, Lituania o ambas.
Un solo efectivo que propasara esta línea y cayera en suelo lituano o polaco provocaría la intervención de la OTAN
Oscar Ruiz, militar de la OTAN: "La toma del Corredor de Suwalki por las fuerzas militares rusas no solo supondría desenmascarar las verdaderas intenciones del Kremlin, sino que sería solo el primer paso hacia unos objetivos estratégicos mucho más ambiciosos y que harían estremecer a todo el planeta".
Las palabras de Joe Biden en la reciente cumbre de Madrid adquieren, con este asunto, un tono preventivo y a la vez profético: "Defenderemos cada centímetro del territorio OTAN". Porque, en efecto, estamos hablando de centímetros.
Berlín, a tiro
El tren de Anatoli entra por fin en la estación Passajirsk de Kaliningrado. Anatoli vuelve a estar en su patria. El enclave que Stalin siempre imaginó unido a Rusia, porque jamás contó con la independencia de Lituania, alberga, según la OTAN, sistemas de defensa antimisiles S-300 y S-400, 56 buques de guerra, dos submarinos, 3.500 soldados y marineros, sistemas Mummarska para interferir las comunicaciones del enemigo y portamisiles Iskander-M capaces de lanzar ojivas nucleares contra las naciones bálticas, Polonia o incluso Berlín en menos de cinco minutos.
Rusia siempre ha negado la existencia de armas atómicas en ese enclave.
Respuesta rápida
El óblast de Kaliningrado, con una extensión como la provincia de Albacete, y un millón de habitantes, no es solo la ciudad y la región (entonces, Königsberg) en la que el filósofo alemán Immanuel Kant nació, vivió y murió. Es la base de la fuerza aeronaval rusa en el Báltico. Doscientos cincuenta mil militares llegaron a estar allí desplegados durante la Guerra Fría. Tras la caída del muro de Berlín, el número se redujo a la décima parte.
Hubo un tiempo en que Putin soñó Kaliningrado como el Hong-Kong del Báltico y lo declaró puerto de libre comercio. Pero ese sueño duró poco. Tras la anexión de Crimea en 2014, la tensión volvió a crecer en la región. Los cuatro batallones (3.500 tropas, 500 de ellas, españolas, en Letonia) que la OTAN desplegó en los tres estados bálticos a partir de 2017 se han quedado cortos. El pasado fin de semana en Madrid, la OTAN aprobó un incremento de estas unidades que podría llegar hasta los 300.000 miembros en el Báltico, este de Europa y Alemania dentro de sus planes de respuesta rápida.
"Putin soñó Kaliningrado como el Hong-Kong del Báltico y lo declaró puerto de libre comercio, pero le duró poco"
Es el mayor punto de fricción entre los dos bloques porque "se trata de la parte de Europa con la más densa concentración de fuerzas de Rusia y la OTAN", asegura a la BBC la profesora Ruth Deyermond, del King's College de Londres.
El objetivo de estas tropas será "estar lo suficientemente preparadas para soportar la posible invasión rusa hasta que los refuerzos de mayor entidad llegaran y equilibraran la situación".
Temor a nuevas Crimeas
Las ciudades de Narva (Estonia) y Daugapvils (Letonia), así como la región de Latgalia (Letonia), de mayoría rusa, son descritas a menudo como posibles "nuevas Crimeas", lo que hace temer un ataque ruso con la excusa de proteger a las poblaciones rusoparlantes que viven allí.
La Segunda Guerra Mundial provocó ocho millones de desplazados forzosos en Europa. Kaliningrado tenía 300.000 habitantes en 1945. Doscientos mil eran alemanes. Al quedarse este enclave, Stalin ordenó la deportación de los alemanes hacia el oeste. Muchos acabaron en Pomerania. Los abuelos de Zoe Maetternick, en Stettin, estaban entre ellos, aunque ella, melancólica por las calles de esta hermosa ciudad, prefiera pensar que siempre vivieron allí.
Por su parte, los padres de Anatoli, que abrazan a su hijo en la estación de Kaliningrado, son dos de los 200.000 rusos obligados a repoblar el enclave báltico tras la expulsión de aquellos alemanes.
La sombra de Kant circula por las calles de aquella Königsberg cuya universidad maravilló al mundo. Su teoría de la paz, la llamada pax kantiana, acierta con la tensión que se vive en estos momentos: “El estado natural de la Humanidad es el de la guerra, uno en el que, si bien las hostilidades no se han declarado, existe un riesgo constante de que estallen".
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