Cientos de soldados muertos y enterrados, decenas de cruces blancas y una oscura pirámide de 20 metros de altura con una gigantesca "M" de Muerte o de Mussolini en su fachada. Cuando en 1939 el conde Galeazzo Ciano, yerno del dictador italiano y ministro de Exteriores del régimen transalpino, visitó el Puerto del Escudo, en Burgos, para inaugurar la Pirámide de los Italianos, todo debía desprender ese aura de épica colosalista y brutalista propia del excéntrico Duce.
Han pasado 85 años desde las batallas que dieron origen a su construcción y 83 desde que se finalizaron las obras. Hoy, aquel lugar que sirvió de homenaje y cementerio a los soldados italianos caídos durante la Guerra Civil española se cae a pedazos. Ya no quedan cruces. Tampoco las inscripciones en piedra con los nombres y apellidos de los 360 camisas negras enterrados en los alrededores de la pirámide. Hasta las maderas de los ataúdes de los 12 oficiales que reposaban en la cripta subterránea han sucumbido al pillaje. Cerca de donde antes había una solemne placa que rezaba 'Presente, Presente, Presente', hoy hay un grafiti que exclama: '¡Gora ETA!'.
Situada en las lindes del municipio burgalés de Valle de Valdebezana y a pocos metros de Cantabria, la Pirámide de los Italianos fue concebida como un lugar de recuerdo para los combatientes fallecidos en el frente norte. La mayoría formaban parte del conocido como Corpo di Truppe Volontarie (Cuerpo de Tropas Voluntarias; CTV), una fuerza militar "voluntaria" de unos 50.000 italianos que pelearon junto a los sublevados para aplastar a la Segunda República. Fue una de las principales contribuciones del Duce a la ofensiva de Franco.
Algunos de los integrantes del CTV, como las divisiones 23 de Marzo, Flechas Negras y Littorio, combatieron en la Batalla del Escudo y en la Batalla de Santander (1937), dos de las más sangrientas (y decisivas) de la contienda civil española. Tras la victoria nacional, el gobierno italiano erigió el mausoleo para honrar la memoria de sus "héroes". El edificio resultó ser una pirámide escalonada de veinte metros en lo alto del Puerto del Escudo; una pradera de ensueño a 1.100 metros sobre el nivel del mar con vistas al inmenso embalse del Ebro.
"Para entender su arquitectura debemos remontarnos al antiguo Egipto y a las pirámides nubias de Meroe, en el sur, en la zona del alto Nilo", explica el historiador José Miguel Muñoz, profesor de la Universidad Francisco Marroquín. "Es un motivo funerario de mucha tradición en Europa, especialmente a partir del siglo XVIII y XIX". Otras posibles fuentes de inspiración pudieron ser la pirámide de Cayo Cestio, en Roma, o los cementerios de Milán.
"El arquitecto de la pirámide fue un milanés de origen dálmata, Attilio Radic", hila el historiador, autor de La pirámide de los italianos en el puerto de El Escudo (1938-1939): documentación de su proceso constructivo y uno de los máximos conocedores de los entresijos históricos de este mausoleo fascista. "Por ejemplo, en el Cementerio Monumental de Milán hay tumbas neoclásicas con forma piramidal, y eso pudo ser fuente de inspiración para que Radic diseñara el mausoleo de El Escudo".
Otro de los elementos destacables de esta construcción es la colosal "M" que enmarca la entrada del cementerio. Algunos creen que hace referencia al narcisismo de Mussolini, que quiso estampar la inicial de su apellido para velar por las almas de los muertos en el más allá; otros, entre ellos Muñoz, consideran que es un guiño a la Muerte, "a los morti", principalmente porque se trata de "una pirámide funeraria que fluctúa entre el futurismo, el fascismo y el racionalismo arquitectónico" y que, además, está en consonancia con la idea de eternidad cristiana.
El interior del edificio está construido de ladrillo hueco, cal y yeso. Ahí hay 360 nichos en los que antaño estaban inscritos los nombres y apellidos de los soldados caídos (sus cuerpos estaban enterrados en el exterior, alrededor de la pirámide). Por fuera, la estructura luce placas de piedra caliza blanca que, con el paso de los años, han oscurecido hasta adquirir un tono negruzco y sucio.
"Cuando llegó el yerno de Mussolini dijo que había que recubrir el interior de mármol, pero al final no se hizo. También pudo haber sido coronada por una estatua de un guerrero o una victoria con alas, pero esos planes nunca llegaron a materializarse", recuerda Muñoz, quien señala que hay demasiada leyenda negra en torno a la construcción de este mausoleo.
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Durante un tiempo se dijo que, al igual que el Valle de los Caídos de Madrid –que será rebautizado como Valle de Cuelgamuros tras la aprobación de la Ley de Memoria Democrática– la Pirámide de los Italianos fue erigida por prisioneros republicanos en estado de semi esclavitud. Pero el historiador lo niega tajantemente.
"Es posible que hubiera algunos soldados republicanos, pero hay fotografías y documentación de las obras que demuestran que fue construida principalmente por soldados italianos dirigidos por oficiales", indica. Entre ellos estaba un fraile capuchino, el padre Pietro Bergamini di Varza, capitán castrense. "Él fue el encargado de vigilar el proceso de construcción".
Decadencia y Memoria Histórica
Hoy aquella nívea pirámide futurista erigida en memoria de los muertos ha pasado a ser una tétrica ruina en descomposición. Los líquenes y las telas de araña empiezan a apropiarse de su entrada. Los pájaros revolotean en su interior. La parte alta de la pirámide empieza a ceder. El altar ha desaparecido. Las latas de cerveza y las bolsas de patatas fritas inundan una espacio en el que es ya es difícil caminar por culpa de los escombros. Ni siquiera su acceso es sencillo: hace falta saltar un quitamiedos rodeado de alambre de espino.
"Yo recuerdo haberla visto de pequeño, antes del expolio y el destrozo", lamenta el alcalde de Valle de Valdebezana, el regionalista Juan Carlos Díaz Díaz. "Había un altar y placas con los nombres de los muertos. Las familias de los enterrados, que venían año tras año para visitar los restos de sus familiares, lo mantenían limpio", amplía el político del partido Iniciativa Merindades de Castilla (IMC), que cogobierna el consistorio junto a Ciudadanos desde que en febrero de 2020 descabalgase al PP a través de una moción de censura.
¿Por qué nadie quiere recuperar y resignificar este colosal cementerio piramidal? La respuesta de Díaz es que, primero, ningún político querría jugársela por un monumento fascista. Entrar en el terreno ideológico es peligroso. Segundo, porque ni siquiera él tiene competencias, ya que la Pirámide de los Italianos se encuentra en un terreno privado que pertenece a diez socios que no son capaces de ponerse de acuerdo sobre el futuro del mausoleo.
"Si yo pudiese rehabilitarla os aseguro que lo haría", explica a EL ESPAÑOL | Porfolio el líder del consistorio. "El problema es que la competencia depende de los propietarios del terreno. Si al menos fuese declarado Bien de Interés Cultural (BIC) se podría hacer algo tras ver que el edificio se está cayendo".
A Díaz no le importa la polémica. Él no aprueba la destrucción de monumentos franquistas... o mussolinianos. En su lugar, apuesta por su reinterpretación histórica. "Yo no comparto lo que pasó en la Guerra Civil, pero debemos recordar que ambos bandos perdieron", amplía. "Todos cometieron barbaridades. Que nadie venga aquí a decir que los rojos fueron muy buenos y los nacionales muy malos. En una guerra todos pierden. La pirámide es sólo un homenaje a unos 400 desgraciados que vinieron pensando que el fascismo era la panacea y acabaron enterrados en un país extranjero".
A diferencia del Valle de Cuelgamuros, el alcalde insiste en que este monumento "no tiene una simbología militar", ya que se trata de un cementerio. "Lo hizo un dictador, vale, pero informemos entonces de por qué lo hizo. Pongamos una placa explicando qué es el fascismo, porque hoy le preguntas a un chaval de 20 años y no tiene ni idea. ¡Qué país!", exclama, visiblemente indignado. "A mí no me gusta tirar nada. Si empezamos con eso tendríamos que derrumbar todos los palacios, el acueducto de Segovia, el Palacio Real de Madrid y hasta el de Aranjuez".
Lo que más irrita al regidor es que algunos partidos políticos que no son de Burgos han cargado contra este tipo de monumentos por cuestiones políticas e ideológicas. "La última noticia que me llegó es que Compromís había pedido que este monumento se incluyera en la lista de los que atentan contra la Ley de Memoria Histórica. Querían cargárselo ¿Sabéis lo que supone eso? Perder uno de los pocos activos turísticos que tenemos en esta zona. No tenemos gente. Cada vez hay menos población. Y esto, por lo menos, genera algo de turismo, unas 1.000 personas al año. Tirarlo sería catastrófico".
La nueva Ley de Memoria Democrática deja en el aire el futuro de la pirámide. Al ser considerada una construcción que ensalza y exalta a los combatientes que participaron en la victoria de la batalla de Santander, potencialmente podría ser incluida en el catálogo de edificaciones que deben ser retiradas. Al ser un mausoleo erigido por el fascismo, su mera presencia, según se puede leer en el propio Proyecto de Ley, iría "contra la memoria democrática".
Sin embargo, el alcalde explica que, hasta donde llega su conocimiento, este edificio no estaba contemplado en las leyes de memoria histórica. "Pero, claro, todo es interpretable y se le puede dar el sentido que se quiera". Habrá que esperar a que el Gobierno prepare el listado de monumentos sensibles para saber si la Pirámide de los Italianos será derruida, resignificada o si, por el contrario, se mantendrá tal cual está: abandonada y vandalizada.
Homenaje al General Sagardía
A 15 minutos de la Pirámide de los Italianos, entre los kilómetros 73 y 74 de la N-623, dos columnas con símbolos franquistas se erigen a pie de carretera. Hace falta aparcar en un terraplén para poder acercarse a ellas y descubrir, tras las copas de las encinas, otro homenaje a los combatientes del bando nacional durante la Guerra Civil española.
Se trata de un monumento de un enorme águila imperial de hormigón y mármol que rinde tributo al general Antonio Sagardía Ramos y a sus hombres, miembros de la 62ª División del Cuerpo de Ejército de Navarra, aunque el militar no falleció en el frente norte, sino en 1962.
En uno de sus laterales se puede leer la siguiente inscripción: "Muertos de la 62 división, por la España tradicional y el imperio que soñasteis. En vuestra guardia eterna de luz de amor y de paz, guiad los destinos de la patria con el ejemplo de fortaleza y de sacrificio que alimenta vuestra sangre de héroes". A los propagandistas de Franco no les faltaba destreza poética.
La leyenda maldita
Lorenzo Fernández Bueno, en su libro La España maldita, recuerda que la Pirámide de los Italianos es uno de los lugares 'malditos' del territorio burgalés. Hay quien dice haber escuchado psicofonías en su interior: lamentos que gritan 'atrápalo', susurros con los nombres de quienes cruzan el umbral y bolsas de frío inexplicables que hielan los huesos. Hasta Iker Jiménez le dedicó un programa en Cuarto Milenio.
Sin embargo, más allá de los supuestos fenómenos paranormales que se producen en su interior –durante este reportaje lo más extraño que se encontró fue un bloque de musgo con forma de mano–, la leyenda maldita de la Pirámide de los Italianos proviene de un lamentable suceso real acaecido en 1971.
"Decenas de familiares de los soldados muertos volvían de rendirles homenaje", relata el alcalde de Valle de Valdebezana. "Entonces, el autobús que bajaba del puerto del Escudo en dirección Santander se estrelló en una curva muy peligrosa que ya no existe". Once personas fallecieron y hubo muchos más heridos. Algunas de las víctimas eran soldados que cuarenta años antes habían combatido y sobrevivido a los sangrientos enfrentamientos entre nacionales y republicanos.
Las primeras investigaciones apuntaron a que fue un fallo de los frenos. Otros, a que la pendiente era demasiado pronunciada y el peso del autobús, que iba demasiado rápido, hizo imposible la maniobra. Además, como llamando a empeorar la tragedia, la curva culminaba en un pequeño acantilado en el que acabó empotrado el vehículo, lo que causó el fatal desenlace.
Tras la tragedia, el gobierno italiano decidió repatriar los restos los enterrados a cementerios de Italia y a la iglesia de San Antonio de Padua, en Zaragoza, propiedad del país transalpino. La Pirámide de los Italianos quedó relegada al olvido. Después de la caída de la dictadura, ninguna institución democrática se planteó siquiera declarar este cementerio como Bien de Interés Cultural.
85 años después de aquella sangrienta batalla del 37, en el terreno sólo quedan vacas que pastan indiferentes alrededor de unas ruinas en decadencia. La humedad y el viento enrarecen un ambiente cargado de misterio y dolor. A pesar de la supuesta maldición que pesa sobre el monumento fascista, la Pirámide de los Italianos aún preside, anacrónica, funesta e insólita, lo alto del Puerto del Escudo.
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