La escritura habla del carácter y el carácter habla del destino. Carlos Rodríguez Díaz, psicólogo clínico, perito caligráfico y grafólogo, uno de los más prestigiosos y mediáticos expertos a nivel nacional, cuenta a EL ESPAÑOL | Porfolio que el estudio de la letra es uno de los tests psicológicos “más potentes que hay”, porque en la escritura no puedes mentir, porque tus rasgos son los que son, naturales y fluviales: mientras que en las entrevistas o en las preguntas públicas uno tiende a caer en la llamada “deseabilidad social” -es decir, procura dar respuestas convencionales o afectadas para agradar-, aquí el individuo se muestra desnudo, sin trampa ni cartón. Es pura neurología. Psicomotricidad. Y también estilo.

“En el análisis de un texto vemos el Yo social, y en el análisis de la firma, que es más libre y está referenciada a nosotros mismos, vemos la parte más íntima, el Yo real”, relata el grafólogo. “Es curioso que el texto nunca sea el mismo al comienzo que al final, se va degradando. Al principio mostramos la parte más consciente de nosotros mismos, lo que queremos manifestar a los otros, pero poco a poco va apareciendo lo que realmente somos, es decir, la parte inconsciente. En la escritura incorporamos hábitos -por ejemplo, las ‘emes’ en arco-, pero la firma es mucho más estable y cambia de manera mucho más lenta”.

"Al principio aparentamos, pero conforme escribimos va apareciendo lo que realmente somos, es decir, la parte inconsciente" 

Y es cierto que muta también la firma a lo largo de la vida, desde que somos críos y firmamos un dibujo hasta que nos hacemos adultos y tenemos que imponernos ante el mundo. “De niños la firma suele ir sólo con el nombre, porque nuestro mundo social es muy reducido, pero poco a poco nos vamos incorporando a él y a sus normas sociales, y ahí aparece el apellido junto con otras rúbricas”, explica Rodríguez Díaz.

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“En un principio copiamos firmas o estilos de personas que admiramos, de nuestros padres o de un amigo que es popular en clase. Incorporamos sus gestos para ser como él. Luego avanzamos hacia la adolescencia, donde la firma no es muy estable, porque esos cambios en la escritura obedecen a cambios psíquicos: la firma del adolescente es la más compleja que vamos a tener a lo largo de la vida, porque el adolescente es el que ‘adolece’ de identidad. Nos ponemos artificiosos hasta que luego nos vamos suavizando”, indica.

La firma, termómetro de miedos

“El siguiente salto es la firma del adulto joven: esa sí que habla de nosotros completamente. Suele ser menos legible, lo que se identifica como más defensa. Está uno más parapetado ante el mundo. La firma suele ser un termómetro de los miedos que tenemos”. ¿Y qué sucede al envejecer? “Que se tiende hacia la simplificación. Si la persona va ganando seguridad, la firma y su rúbrica se van encogiendo. Siempre digo que el último lugar al que llega la enfermedad es a la firma”.

Se refiere a lo siguiente: “De ancianos, podemos dejar de escribir porque tengamos un proceso de agrafía, o demencia, o un accidente cerebrovascular, y sin embargo firmar perfectamente. Al firmar, consentimos. Decimos que estamos de acuerdo. Por eso es importante que el perito caligráfico –que se encarga de la parte judicial– sea también grafólogo, porque el primero puede comprobar que esa firma es la de la persona correcta, pero el segundo es el que vincula el carácter a la escritura y a la psicología, y puede discernir si la firma se ha hecho en plenas facultades o no”.

"Gracias a la grafología se puede llegar a ver la honestidad de la persona, su capacidad de discreción, su liderazgo o su inteligencia emocional" 

Aunque en España es una disciplina en desarrollo –esta última década ha dado un estirón–, la cuna de la grafología es Francia y sus teorías han calado especialmente en Alemania e Italia. “En Francia, la grafología se aplica continuamente en la selección de personal de las empresas. Sobre todo para puestos directivos, puestos de confianza… gracias a estos análisis se puede llegar a ver la honestidad de la persona, su capacidad de discreción, su liderazgo o su inteligencia emocional -que es el tipo de inteligencia más insustituible frente a las inteligencias artificiales que nos están invadiendo-", alerta Carlos.

España es aún más tradicional en este sentido y le cuesta incorporar estas nuevas técnicas: añade el experto que se precisa más regulación en cuanto a los planes de estudio, aunque ya hay cursos estandarizados de calidad, como los que ofrece el Instituto de Psicología y Peritaje de Madrid. “Hay gente que se niega a pensar que algo tan trivial diga tantas cosas de uno mismo, pero a la vez nadie confundiría su letra con la de otro, y cuando tenemos algún problema psíquico o neurológico la escritura lo refleja, porque también es psicomotriz”, sostiene.

Escribir es como gesticular

“Es realmente difícil de fingir, porque no puedes huir de tu psicomotricidad ni de tu neurología. Escribir es una forma de gesticular: el introvertido hace movimientos más parcos, estáticos, sencillos, menudos en cuanto a métricas, y el extrovertido expande los movimientos, se deja ver, establece contactos… sus letras quedan más unidas y hay más velocidad. Tomamos un montón de decisiones frente al folio en blanco”.

La firma de Donald Trump.

La firma de Himmler.

¿Cuál es el caso más curioso que se ha encontrado últimamente? “Recuerdo el verano de 2016, cuando se empezaba a escuchar el nombre de Donald Trump. Analicé su firma, que era tremendamente angulosa, muy dura, con mucha velocidad: la firma de alguien frío, irascible, explosivo pero con cierto autocontrol… y me vino a la cabeza una que era muy parecida. La de Himmler. Curioso. Aunque esta última tenía más inclinación a la derecha, lo que le daba más capacidad de acción y menos autocontrol. Altivez, psicopatía”. Sabiendo todo esto, ¿qué podrá decirnos la firma de estas grandes personalidades de nuestro país?

Juan Carlos I

“Temblores que afectan al desarrollo horizontal de su escritura: denotan problemas de movilidad, de psicomotricidad. Deterioro. Su firma tiene una pautatriz, que es esa ‘Jota’ de Juan Carlos. Indica un carácter previsor y planificador. Antes de actuar sobre el terreno, hace esquemas mentales. Es afectivo. Necesita expresar sus emociones. Sociabiliza. Es “campechano”, como decían. No es vanidoso, no alardea. Su fuerte es el “tú a tú”, sus relaciones, sus contactos. Tiene inteligencia tipológica, rapidez mental y sagacidad. Es una letra mita: no tenemos a alguien con grandes escrúpulos morales pero tampoco frío y distante. Carácter asequible, fácil de llevar, no demasiado exigente. Eso sí, la parte ascendente de su firma, como dato curioso, denota la ambición personal”.

La firma de Juan Carlos y la de Corinna.

Corinna

“Mucho más despierta que Juan Carlos. Más viva. Enormemente seductora: sabe qué decir y qué callar: esto lo vemos en las letras con uniones particularmente altas. Muy orgullosa. Tan ornamentada que perdemos legibilidad . Apariencia. Cortesía calculada. Necesidad de halago y reconocimiento. Soberbia, pasional. Hay un punto final, lo que es interesante, porque en algunos libros se entienden este tipo de elementos como un síntoma de ‘apropiación indebida’. Los puntos o líneas al final de la firma”.

Felipe VI

“Su firma es completamente diferente a la de su padre. Es una firma en carril, son muy características porque tienen dos líneas paralelas, una por la zona superior y otra por la inferior. Las firmas en carril son frecuentes en líderes: la de Fidel Castro también era así. Y la de Bismarck. Felipe va enmarcando su firma, lo que es propio de personas muy metódicas, sistemáticas, racionales, detallistas. Es lógico que sean un poco aburridas. Pueden resultar enlatadas, demasiado comedidas.

Son previsibles pero muy fiables. Leales, honestas. Lo que dicen es lo que hacen, no tienen dobleces. Controla las ambiciones materiales. No es ningún soñador, se limita a su realidad. Suelen ser buenos para trabajos diplomáticos o para estudiar oposiciones. Mientras que Juan Carlos I se entrega e improvisa en sus relaciones emocionales, Felipe no. Es una firma buenísima para su cargo”.

La firma de Felipe, Letizia, Leonor y Sofía.

Letizia

“Carácter. Fuerza. Es impositiva -lo vemos en su notable verticalidad-. Tiene una visión clara de cómo hacer las cosas y las hace. Le cuesta relativizar o tener más opciones presentes. Hay orgullo, enorme orgullo, pero también claridad y autoconfianza. Es la firma de una persona con autoridad. Interesante su subrayado: el subrayado ejerce como pedestal, y es propio de personas que necesitan que se les oiga, que se les escuche. Dotes para labores sociales, le gusta estar en contacto con los otros. Pero cuidado: pasa de 0 a 100. Es enérgica, terca, cabezona, lo que también puede leerse como: constancia, voluntad, capacidad de lucha”.

Leonor

“Es aún una firma adolescente, pero tiene rasgos en común con la de su abuelo, como el trazo de la pautatriz. Carácter previsor, anticipador. Precavida, reflexiva. También es tímida y contenida. Mucho más racional que emocional, prefiere pensar antes que sentir: es llamativo en su edad, muy contenida para sus pocos años”.

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Pedro Sánchez

La firma de Sánchez.

“Es la firma de alguien muy polifacético, con muchas aristas, puede adoptar diferentes caracteres según la ocasión. Camaleónico: igual puede mostrarse afectivo y emocional que frío y duro. Está más preocupado por la parte social que por la personal, es decir, por lo que digan de él que por sí mismo y su entorno, de ahí que firme ‘P. Sánchez’, porque su apellido es lo más importante para él, la ‘P’ se queda en nada. Necesidad de destacar socialmente. Ansias de protagonismo. Es acaparador de afectos, quiere estar en primera línea. Orgulloso, busca prestigio y fama. Seductor. Las arcadas en sus letras indicarían que suele callar más de lo que cuenta, que se reserva mucho. Hay una parte de ocultación. Tiene muchos registros, como un buen actor. También dinamismo, inteligencia y capacidad de movimiento”.

Feijóo

“Es una firma filiforme, es decir, en forma de hilo que se desarrolla. Es propia de personas muy inteligentes, rápidas y mentalmente muy prácticas, pero también revela cierta ocultación de intenciones. Habilidoso para zafarse o para no comprometerse en exceso. Inquietud. Impaciencia.

La firma de Feijóo.

Hay más cantidad que calidad en las cosas que hace. Tiene también algo un poco peyorativo, que es cierta inteligencia oportunista, tramposa, con capacidad para escapar de los pesares de la vida. Hay narcisismo en varios trazos. Se vincula de manera selectiva, mantiene la distancia con los demás. ¿Ves que al final de la firma hay más tinta? Eso denota irritabilidad, o, mejor dicho, una contención habitual que le puede llevar a una explosión final”.

Abascal

“Muy anguloso, con mucha presión: los trazos que suben tienen menos presión que los que bajan, pero escribe con velocidad y eso que la velocidad gráfica se lleva mal con el ángulo. Irritable. Escritura tensionada. Carácter explosivo. Mucha energía, muy exigente consigo mismo y más con los otros. Dado a los extremos. Genio vivo. Carácter difícil. Es la firma propia de un jefe, de un líder. Firmeza, frialdad, tozudez. También muestra pedestal, por la necesidad de destacar.

La firma de Abascal.

El ángulo hacia la derecha indica la fuerte exigencia ante los otros, e incluso la necesidad de señalar a los otros para culparles. Cuando los ángulos van hacia la derecha indican la parte sádica, como es el caso. Cuando van hacia la izquierda, la parte masoquista. Él tiende a culpar a los otros. Y a no dejar paso a otras posturas. Hay algo curioso, que denota cierta pelea con lo establecido, estilo antisistema. Problemas con la autoridad. Quijotesco, con cierta idealización pero en forma de lucha”.

Yolanda Díaz

“Fíjate qué curvas. Es la firma más diferente de todas las que hemos tratado. La que tiene menos ego. Hay timidez, no hay casi presión. Es conciliadora, suave, mucho más emocional y cordial. Tiene guirnaldas en las letras y aperturas… Es mucho más transparente que Sánchez, que tendía al ocultismo. Ella es más directa. Hay una cosa que no me gusta tanto y es su marcaje hacia la izquierda, lo que denota sentimientos o emociones personales que no se llegan a aceptar, como un rechazo a sí misma. Complejos, traumas, cosas enterradas. Inseguridades. Dudas sobre su propia valía.

La firma de Yolanda Díaz.

La D tan grande, por encima de su propio nombre, habla de deseos de protección. Su familia ha debido de jugar un papel muy importante en su vida, aparentemente constrictor: no le han dejado mucha libertad, no la han dejado ser ella misma. Ojo que este tipo de apreciaciones pueden ser reales o imaginarias, quiero decir, han podido suceder realmente o no, pero ella lo percibe así. Esa D envuelve, asfixia.

Ella se rinde más que el resto de firmas, quizás porque tiene también más sensibilidad. No hay tanta capacidad de lucha, aunque, ¡cuidado! Su ‘Y’ tiene lo que se llama uña de gato, que es un trazo que indica defensa. Propio de personas de apariencia dócil y amable pero que nos pueden sorprender, como los gatos, con uñas retráctiles. Es de una retaguardia más sibilina, no la ves venir. Autoestima baja no compensada”.

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