Alfredo K. (nombre ficticio), activista LGTBI, asegura que se contagió de viruela del mono tras pasar una noche en un hotel de un país africano (no especifica cuál por motivos de confidencialidad). Tiene claro que las mantas en las que durmió no estaban desinfectadas. Ha comprobado quiénes fueron sus contactos estrechos y llegado a la conclusión de que es imposible que otro hombre le haya transmitido el virus. Durante su viaje se alojó en un establecimiento que no cumplía con las condiciones sanitarias mínimas, y, según él, no cambiaron las sábanas de su cama. Ese pudo ser el foco de infección. Podría haberle pasado a cualquiera.
Al volver a Canarias comenzó a experimentar los primeros síntomas. Tampoco tardaron en aparecer los rumores. "El tema de la viruela del mono siempre está asociado a un halo de promiscuidad, a tener múltiples parejas sexuales", explica el activista. "La gente te dice: 'Seguro que lo has pillado follando porque ni te acordarás de con cuántos tíos te has acostado en la última semana'. Pero sí, yo me acuerdo, llevo un control exhaustivo, y te aseguro que ninguna persona con la que he estado tuvo el virus. Es imposible", zanja.
Su cuadro clínico no fue grave, aunque sí aparatoso: tuvo 54 ampollas que le recubrieron todo el cuerpo, desde los pies hasta los brazos, y pasó dos días en cama con dolor muscular, fiebre y malestar general. Al tercer día se encontraba mejor. Hoy ya está plenamente recuperado, a pesar de que tenía una condición de riesgo aparejada –es VIH positivo desde hace 11 años– que lo convertía en un paciente de riesgo.
Quien no tuvo tanta suerte fue Carlos F. (nombre ficticio), uno de sus mejores amigos, también canario. "A mí los sarpullidos me salieron por todo el cuerpo, pero él los tenía muy sectorizados en la boca y en los genitales", cuenta Alfredo. "El problema es que Carlos se encontró de frente con la administración pública. La primera vez que fue al hospital con malestar le aseguraron que no era nada, que se fuese al médico de cabecera. La segunda fue peor, porque tenía pústulas. Le dijeron que era infeccioso, que se marchase y llamase por teléfono. 'Ya le contactarán', contestaron. Pero no lo hicieron".
Cuando Carlos F. pisó por tercera vez el Hospital Universitario de Gran Canaria Doctor Negrín su caso ya era grave. "Tenía tantas ampollas en la mandíbula que el cuerpo, que es muy sabio, decidió desconectar los nervios. Su rostro estaba paralizado. Pero aún así lo recibieron de la mala manera, diciéndole que era infeccioso y que a saber dónde se habia metido para haber cogido eso". La respuesta de los facultativos, asegura, fue negarle la entrada y pedirle que volviese a casa, que no saliese de su domicilio. "'Ya le llamarían', repitieron, y tampoco pasó".
Según declaraciones de la Consejería de Sanidad del Gobierno de Canarias recogidas por EL ESPAÑOL | Porfolio, al tratarse de una persona anónima que no quiere dar nu nombre no se puede saber exactamente qué es lo que ocurrió. "Si no sabemos sus datos, sin tener frente a nosotros el caso, no podemos decir nada sobre esa presunta actuación por parte de los médicos. No conocemos si, al haberse dado en junio, quizás había algún profesional despistado o que no diera la atención adecuada, pero existe un protocolo de obligado cumplimiento. Además, es obligatorio declarar los casos a Dirección General de Salud Pública". La misma fuente señala, además, que desde el servicio canario de salud se ha trabajado mucho "con los pacientes y colectivos afectados".
Alberto y Joaquín (ambos nombres ficticios) experimentaron un caso similar al denunciado por Carlos F. No tienen del todo claro dónde contrajeron la viruela del mono: puede que fuese en un viaje por Málaga junto a varios amigos o manteniendo relaciones sexuales consentidas con una tercera persona que, varios días después, les dijo que había dado positivo. Los síntomas comenzaron de forma repentina: una fiebre alta que se extendió durante 13 días, sudoración excesiva por la noche y pequeñas llagas o lesiones en los brazos, el rostro y alrededor del ano.
"Empecé con fiebre el 18 de julio, lunes. Apareció de forma repentina", rememora Alberto. "Me daba por las noches. Pensé que había cogido frío en la playa o por culpa del aire acondicionado. Sólo se me quitaba con Paracetamol". Los primeros síntomas evidentes los tuvo el domingo 24, seis días después. "Cuando me levanté, me miré en el espejo y me quise morir: en el cuello tenía cuatro heridas muy parecidas a las que había visto en los medios de comunicación, como pequeñas llaguitas del tamaño de una lenteja".
"No dolían ni escocían, simplemente daban un poco de picazón, pero era soportable", continúa Alberto. "Luego encontré otra debajo del brazo y otra en la pierna, y luego una más en la frente. Las peores fueron en la zona del ano. Ahí me salieron cuatro, y esas fueron las más problemáticas por el tema de ir al baño". A eso se le sumó la hinchazón del recto, otro síntoma reciente asociado a la viruela del mono.
Contagio y síntomas
La OMS recuerda que la viruela del mono se puede transmitir de animales infectados a humanos (zoonosis) y entre humanos que padezcan el virus. En este último caso, primero deben aparecer los síntomas, ya que durante el periodo de incubación (que oscila entre los 5 y los 21 días) es difícil que exista transmisión.
Una vez comienzan los primeros síntomas, que suelen ser relativamente inespecíficos (dolor de cabeza y muscular, fiebre, escalofríos, agotamiento, ganglios inflamados), la persona puede ser contagiosa mediante la transmisión de fluidos o la exposición prolongada a las pequeñas gotículas que se expulsan al hablar, estornudar o toser. Sin embargo, es especialmente infecciosa cuando muestra lesiones en la piel. El contacto con estas pequeñas 'llagas', piel con piel, es el principal vector de contagio. Por eso el preservativo no es útil para prevenir la enfermedad, ya que no se trata de una ETS.
Otros síntomas más recientes detectados por los pacientes son la inflamación del glande, el dolor rectal y la aparición de una sola lesión, lo que a veces puede dificultar la detección de la enfermedad. En lo que parecen coincidir los expertos consultados por EL ESPAÑOL | Porfolio es en que no son conocidos casos completamente asintomáticos, lo que supone una gran ventaja en comparación con virus como el SARS-CoV-2.
Conflictos en urgencias
Tras sufrir los primeros síntomas, Joaquín y Alberto fueron al edificio de Diagnóstico Clínico e Infectología del Hospital Virgen del Rocío, en Sevilla. Los dos forman parte el programa PrEP (profilaxis prexposición), un proyecto médico que busca evitar el contagio de VIH en aquellas personas que tienen relaciones sexuales abiertas o numerosas parejas íntimas.
Cada tres meses se realizan analíticas de sangre para saber si padecen algún tipo de enfermedad o infección problemática. Sin embargo, al ser verano y no haber ningún doctor especializado en el programa PrEP, cuando llegaron con los síntomas de la viruela del mono, la mayoría de los médicos que los atendían habitualmente estaban fuera, por lo que los derivaron a urgencias con el resto de pacientes.
Allí, confiesan, nadie les hizo una exploración física. "El médico que nos atendió no nos pareció muy profesional y ni se levantó de la silla. Le dijimos lo que teníamos: problemas al defecar, sangrado, mucosidad, y que estábamos pasándolo muy mal porque llevábamos entre entre 8 y 13 días con fiebre. Su respuesta fue decirnos que sería una enfermedad de transmisión sexual, nos puso una inyección para ETS y nos mandó Citromax para cortar la proctitis. No nos dijeron nada. No nos dieron instrucciones, sólo nos mandaron un PowerPoint en el que nos recomendaban ponernos la mascarilla y evitar contactos estrechos. Y que buscásemos el resto por internet".
Dos días después consiguieron una cita en infectología para hacerse un test y saber si tenían la viruela del mono. "Nos hicieron la prueba y nos dijeron que nos llamarían. Estuvimos tres días esperando y, al final, nos contactó una médico que hacía las funciones de rastreadora para preguntarnos con quién habíamos estado en contacto. ¡Pero aún ni siquiera sabíamos si éramos o no positivos! Llamábamos día tras día, diez veces seguidas, y no había respuesta. Al final, desesperados, devolvimos la llamada a la doctora rastreadora y nos dijo que iba a tratar de acceder a nuestro historial, aunque no era el procedimiento habitual. Ahí nos enteramos de que yo era positivo".
El Hospital Virgen del Rocío asegura que el tratamiento con "Citromax se utiliza cuando hay sospecha de que los pacientes tienen gonorrea o clamidia". No haberles explorado las lesiones, sugieren, es un procedimiento habitual porque minimiza el riesgo de contagio de los médicos cuando los casos son evidentes. "Además, el médico puede tener dos opciones: o que se le haga la prueba de viruela del mono en urgencias o que se les de cita para infecciosa, dependiendo del estado y la evidencia de la enfermedad".
Pero no ocurrió ni lo uno ni lo otro, señalan Joaquín y Alberto, quienes afirman que el médico no los reconoció, ni los palpó los ganglios ni siquiera se acercó a ellos. "Aunque Alberto tenía ya una llaga en el cuello, en ningún momento se mencionó la viruela del mono. No imaginábamos que pudiese ser eso. Si nos hubiese explorado a lo mejor lo habría detectado."
Tras hacerse la prueba dos días después, tras tener los primeros síntomas evidentes de viruela, Joaquín y Alberto consiguieron cita para hacerse la prueba. Sobre la demora, el centro reconoce que pudo haber algún tipo de error en el procedimiento, porque "lo normal, tras hacerse una prueba, es que se entregue en un máximo 24 horas. Si es en urgencias, a veces se espera incluso a tener los resultados antes de que los pacientes se marchen". Pero, según los dos afectados, ese no fue el caso. "Aún nadie ha levantado el teléfono para llamarnos".
[La falta de vacunas complica el control de la viruela del mono, que sigue cebándose en España]
Por su parte, el inmunólogo y divulgador Alfredo Corell considera que este tipo de situaciones derivan de una comunicación deficiente. "Se ha hecho mal ponerle al virus la capacidad de decidir a quién infecta. Decir que es una enfermedad fundamentalmente de hombres que tienen sexo con hombres ha sido estigmatizante", considera.
Corell confiesa que a diario le llegan casos de hombres infectados que se sienten maltratados por los profesionales sanitarios. "Quizás por estigma o por desconocimiento o porque el diagnóstico es difícil". En cualquier caso, la situaciones que describe son muy similares a las que narran algunos de los entrevistados.
"Recuerdo a un paciente que le pincharon una inyección porque tenía sobreinfección en las lesiones con bacteria. En este caso, le pusieron el antibiótico intramuscular fuera del consultorio. No le permitieron entrar. Le pincharon en la nalga en la calle. Es completamente surrealista. Otros dicen que no les quieren tocar ni explorar, supongo que por miedo al contagio, y no se les mira las lesiones, lo que es peligroso porque cuando no están cuidadas y limpias se pueden formar úlceras feas y aparatosas".
Alfredo K. y Carlos F. sufrieron la viruela del mono durante la primera quincena de junio, mucho antes de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) elevase el virus a la categoría de Emergencia de Salud Pública de Importancia Internacional (ESPII) y recomendase a los 'HSH' (Hombres que tienen Sexo con Hombres) con prácticas de riesgo reducir su actividad sexual. Alberto y Joaquín la sufrieron después, cuando ya se tenía más información sobre el virus, lo que probablemente facilitó su detección y la temprana reacción de la pareja, que decidió ponerse en cuarentena aún sin tener los resultados de su análisis.
Una evolución acelerada
Dos meses más tarde del estallido de la epidemia, con 4.577 casos confirmados sólo en España, el virus ha acabado con la vida de dos personas, una de ellas portadora del VIH. El auge exponencial de positivos ha colocado a nuestro país en el segundo puesto de países con más infecciones, sólo por detrás de Estados Unidos, que el pasado 5 de agosto declaró en todo el territorio nacional la emergencia nacional ante el auge de casos, que ya roza los 7.000.
El primer caso de viruela del mono en Occidente fue detectado el 6 de mayo. El 21 de mayo ya había 10 casos. Para el 28 de junio, los contagiados ascendían a 5.000. A finales de julio se contaban por decenas de miles. Hoy las estadísticas oscilan entre los 20.000 y 30.000 en todo el mundo. Los principales países afectados son Estados Unidos (7.000), España (4.577), Alemania (2.540), Reino Unido (2.437), Francia (1.829) y Brasil (978).
Lo que más preocupa a los epidemiólogos es la rápida expansión del virus. "Experimenta lo que los virólogos denominan una 'evolución acelerada', lo que posiblemente justifique su actual crecimiento en lugares en los que normalmente no progresaría", señala José Mª Martín-Moreno, doctor en Medicina por la Universidad de Granada y en Epidemiología y Salud Pública por la Universidad de Harvard.
"Desde las primeras evidencias no se ha actuado con la suficiente agilidad en su prevención y control", asegura el experto. "A partir de ahí, se ha propagado más de lo esperable". Pero ¿qué hace que España sea el segundo país del mundo con mayor número de contagios? "No hay ninguna vulnerabilidad biológica o estima especial", afirma el doctor. "Pudo ser debido a que al principio de la epidemia hubo muchos eventos 'supercontagiadores', como aglomeraciones, conciertos o fiestas, y eso explica que tengamos tantos casos".
Las buenas noticias son que la tasa de letalidad es extraordinariamente baja. De los 4.577 casos sólo han fallecido dos personas, por lo que la letalidad sería apenas del 0,04%. "Aunque se sabe que puede llegar al 1% y la heterogeneidad de los datos depende también de la atención sanitaria entre países. Los inmunodeprimidos o personas con patologías paralelas, por ejemplo, son más vulnerables", describe Martín-Moreno.
Sin embargo, el epidemiólogo de la Universidad de Harvard señala que, aunque ahora mismo no tenga potencial pandémico, su capacidad de mutación invita a ponerse en guardia y establecer campañas de prevención eficaces. "Los poxvirus, una familia que incluye a ortopoxvirus como la viruela del mono y la viruela, tienden a mutar una vez al año. Pero en un estudio reciente se ha demostrado que el virus actual había mutado unas 50 veces en sólo cuatro años a partir de la cepa que generó el brote en Nigeria en 2017".
Como todo el ADN, el genoma de la viruela del mono contiene cuatro letras: A, C, G y T. Estas se dedican a codificar las proteínas, pero los estudios recientes muestran que las nuevas secuencias de la viruela contienen más A y T que las antiguas. "Hasta ahora no hay indicios de que las mutaciones hayan ayudado al virus a ser más agresivo o letal, pero sí se ha visto que es más infectivo. Y cuanto más dure la cadena de transmisión, más probabilidad habrá de que evolucione en un sentido no deseable".
Por qué afecta principalmente a hombres
Las estadísticas son incontestables: el 98,8% de los infectados en todo el mundo sobre los que hay datos son hombres, según un estudio realizado por The New England Journal of Medicine, y de los contagiados estudiados un 97,5% se describe como HSH. Cuando se pone la lupa sobre las estadísticas de España, la situación es distinta, aunque los datos siguen siendo demoledores: el 81,1% de los infectados son hombres que mantuvieron relaciones sexuales con otros hombres. De los 4.577 casos españoles, 44 se dieron en mujeres y 226 en niños.
El doctor Alfredo Corell asegura que el mayor número de casos se da en hombres homosexuales porque los primeros brotes emergieron en lugares transitados por miembros del colectivo LGTBI que practican relaciones sexuales de alto riesgo. Lo bueno es que sus integrantes suelen estar conformados "por personas muchas veces solitarias que viven solteros, singles", por lo que no suele haber contagios intrafamiliares, que representan un 8% o 10% de los casos", y eso ha frenado la expansión.
"El problema es que si una persona infectada acudiese a un prostíbulo, los brotes podrían propagar la infección entre personas heterosexuales con actividad sexual de riesgo", señala el inmunólogo. "Se ha dado la casualidad de que el inicio de los contagios han sido en hombres de ese colectivo, pero si pegase el salto a personas heterosexuales no le veo limitaciones. El virus no entiende ni de género ni de identidad, pero sí del contacto piel con piel. Y el preservativo, además, no es útil".
Bulos y desinformación
Uno de los grandes peligros de la psicosis colectiva, además del estigma contra los colectivos vulnerables, es el de la proliferación de bulos. El usuario de Twitter de la cuenta parodia Mei Rito publicó un hilo en el que contaba su experiencia con la viruela del mono. Según él, se había contagiado tras comprar un monopatín a un usuario de Wallapop. Decenas de miles de tuiteros, algunos con cuentas verificadas e influyentes, compartieron la información, pero resultó ser falsa. Hoy su perfil está suspendido.
"Es muy improbable contagiarse sólo por entrar en contacto con una superficie que ha tocado una persona infectada", considera Corell, quien considera que los bulos y la desinformación no hacen sino aumentar el estigma, ya no sólo de aquellos que puedan padecer la viruela del mono, sino de aquellas personas que tengan otras enfermedades con sintomatología similar que puedan ser señaladas por su condición.
Corell se refiere al hilo viral protagonizado por Arturo M. Henriques, un médico cirujano que compartió en sus redes sociales la imagen de un hombre con las piernas plagadas de pequeñas ampollas similares a las de la viruela del mono. El tipo, que lucía un enorme tatuaje rodeado de llagas, viajaba, indiferente, en el metro de Madrid, exponiendo a todos los viajeros al contagio. Prácticamente todos los medios de comunicación dieron por válida la historia de este supuesto facultativo. Pero hay dudas sobre su veracidad.
El hombre de los sarpullidos que aparecía en la foto, Miguel Ángel Muñoz, explicó en televisión que él no estaba infectado, sino que padecía neurofibromatosis, un trastorno genético del sistema nervioso que provoca pequeñas ampollas similares a las del virus símico. Niega la historia de Henriques, quien afirmó haberse acercado para reprobarlo por la irresponsabilidad de viajar con las piernas al descubierto y unas llagas supuestamente contagiosas.
"Miguel Ángel se puso en contacto conmigo para denunciar que el hilo de Twitter era falso", explica el inmunólogo Alfredo Corell. "No puedo hacer un diagnóstico sólo de una fotografía, pero él presentó unos documentos que dicen que tiene neurofibromatosis y, entonces, yo le di visibilidad a su caso".
"Madrid es el Caos"
Más allá de la desinformación y los bulos, lo que más preocupa a quienes conocen bien los protocolos de prevención de epidemias y pandemias es la estrategia de vacunación. "Es un puñetero desastre", suelta, sin paliativos, Corell. "No hay suficientes vacunas porque se está utilizando la de la viruela humana, que hay que recordar que es una enfermedad erradicada hace 40 años, por lo que ninguna farmacéutica estaba haciendo producción de alta cantidad".
El reparto de los viales se ha hecho a través de la Unión Europea, y a España han llegado 5.300 unidades (se esperan 7.000 más para los próximos días). Pero cada Comunidad Autónoma sigue un protocolo distinto. "Y, en el caso de Madrid, es el auténtico caos, porque se ha dejado en manos de cada persona que llame y pida cita sin hacer un cribado", cuando la recomendación es que se vacunen personas de riesgo o contactos estrechos a los infectados. "Me consta que personas que no se deberían vacunar se están inoculando la dosis".
El estigma de los enfermos
Que exista un mayor número de infecciones entre los HSH (Hombres que practican Sexo con Hombres) ha provocado que personas como Alfredo K. tengan miedo de dar su nombre y apellidos. No quieren mostrar su rostro por temor a lo que puedan decir de ellos. "Yo soy activista, VIH positivo desde hace 11 años y me considero una persona visible, pero ahora mismo prefiero no salir".
Carlos F. también se niega a hablar con los medios de comunicación. Las secuelas físicas y psicológicas de la enfermedad tras su parálisis, y el trato recibido en el hospital, le impiden hacer vida normal. Prefiere mantenerse al margen. Lo mismo pasa con Joaquín y Alberto: se niegan a confesar a sus familiares y seres queridos que tienen viruela del mono por vergüenza y prefieren cambiar uno de sus nombres para que nadie los reconozca.
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El único de los entrevistados que accede a dar su nombre real y enviar su fotografía es el estadounidense Joseph Pierce. Este profesor universitario festejaba sus vacaciones en Europa en un club de Berlín. Como sabía que corría un riesgo manteniendo relaciones sexuales con otros hombres, quiso vacunarse de la viruela antes de viajar, pero la burocracia y la saturación del sistema sanitario de la ciudad de Nueva York complicaron el proceso. Tomó el vuelo desprotegido. No sabe si fue en Alemania o en otro lugar, pero al aterrizar días después en la Gran Manzana comenzó a sentir los primeros síntomas de la viruela del mono.
"Lo más lógico es pensar que me contagié allí, en Alemania", narra Pierce por videollamada, aún en cuarentena después de dos semanas. "Lo primero fue una ampolla. Parecía una picadura de hormiga, pero no se quitaba con el paso de los días. Después comenzó la fiebre, el sudor por las noches y el cansancio, como si tuviera una gripe fuerte. Así durante tres jornadas. La cosa se complicó porque tuve una infección de garganta por estreptococo que no tenía nada que ver", añade el joven.
Pierce tuvo las típicas lesiones cutáneas, pero su cuerpo no se enfrentó a otros síntomas más fuertes, como la debilidad muscular extrema o la masificación de lesiones por todo el cuerpo. "En mi caso tuve ampollas, y luego lesiones, cinco en total", desvela el neoyorquino. Su pareja lo pasó peor, ya que tuvo, además, problemas digestivos. "Le contagié sin saber que lo tenía", lamenta. Él y su novio son dos de los 7.000 infectados notificados con viruela del mono en Estados Unidos.
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Pierce no es consciente de haber mantenido relaciones con nadie enfermo, y mucho menos con un hombre que presentase los típicos síntomas de la viruela del mono, la cual es contagiosa durante la actividad sexual pero, sobre todo, al entrar en contacto con las llagas de las personas infectadas.
Por eso cree que el mensaje que se está mandando desde instituciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS) es erróneo y puede inducir a la estigmatización. "Es cierto que la viruela del mono se está dando entre una población particular, pero no que sólo se restrinja a esta población. Los discursos sobre quién se puede contagiar y quién no son muy dañinos y provocan que quienes no forman parte del colectivo LGTBI piensen que no se puede contagiar. Eso no es cierto y, de hecho, puede acarrear grandes peligros".
"Aplicar mensajes a una comunidad específica que está confrontando la enfermedad no es en sí estigmatizante, es reconocer la realidad", prosigue el norteamericano. "Ahora bien, cuando se dice que son sólo los gays, ahí nace el estigma y se perjudica a los otros miembros de la comunidad, que piensan que no se pueden contagiar, cuando eso es, obviamente, una mentira".
"No es una ETS"
"Falsa seguridad y estigma". Son los dos conceptos en los que incide Nahum Cabrera, portavoz de la Federación Estatal LGTBI+. "La OMS, la máxima institución de salud a nivel mundial, ha hecho un señalamiento completamente desacertado. Ha sido una aberración, horroroso, y sólo revela que quiere esconder un problema de salud pública", considera el activista. "40 años después de lo que pasó con el VIH, volvemos a repetir el mismo patrón".
Se refiere al llamamiento que hizo su Director General, Tedros Adhanom Ghebreyesus, pidiendo a los hombres que mantienen relaciones con otros hombres restringir su actividad sexual. Este hecho, apuntan Cabrera y la FELGTBIQ+, "señala y estigmatiza al colectivo, culpándolo de la difusión de la enfermedad por ejercer su libertad sexual", por lo que incurre en "un error de señalamiento". "La OMS ha centrado su mensaje en el estigma sexual, pero la viruela del mono no es una Enfermedad de Transmisión Sexual (ETS)", recuerda el portavoz.
Estigmatizar al colectivo LGTBI e incidir una y otra vez en que la gran mayoría de los infectados son homosexuales, genera en la población "una sensación de peligrosa tranquilidad e indiferencia". "No es una infección de transmisión sexual porque se transmite por contacto de personas de piel a piel, como puede ser una varicela. Con este criterio, la población debe saber que el hecho de tocar una persona infectada puede acarrear un riesgo", recuerda Cabrera.
¿Ha pasado lo peor?
El epidemiólogo Martín-Moreno no ve que la viruela del mono tenga un verdadero potencial de convertirse en una pandemia, ya que "tiene mucha menos capacidad de expansión si lo comparamos con la Covid-19". Por su parte, Corell sugiere que hay una tendencia hacia el estancamiento de los casos.
Ambas son buenas noticias. Aunque los contagios hayan crecido de forma exponencial en sólo tres meses, la curva parece haber llegado a su punto álgido, al principio de la famosa meseta. Y lo ha hecho sin que la población sufra restricciones de movilidad ni confinamientos, como ocurrió durante la pandemia de Covid-19 de 2020.
"Yo creo que el peor momento ha pasado", juzga el inmunólogo. "No podemos descartar que haya un repunte de casos, pero al menos parece que esta ola de infecciones está frenando. Ahora bien: sin un buen seguimiento y una prevención adecuada no se puede descartar que exista un repunte".
Por su parte, el doctor Martín-Moreno asegura que, "más que preocuparse, lo que hay que hacer es evitar o minimizar las relaciones que incluyan contactos con piel o mucosas con personas desconocidas". Por tanto, la prevención es esencial. Una viruela del mono descontrolada podría derivar en mutaciones inesperadas, y dos años después de la pandemia de SARS-CoV-2 y en plena crisis económica y energética, la civilización humana no puede permitirse otra pandemia.
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