Como en el Día de la Marmota, Javier se ha pasado trabajando todas las noches de esta semana repitiendo una rutina sin visos de que mejore o cambie nada a la siguiente. Javier es el nombre ficticio de un policía municipal de Bilbao que comparte con EL ESPAÑOL | Porfolio su experiencia en medio del polvorín delincuencial del Aste Nagusia de Bilbao. Es un ‘Iker’, el nombre en clave que reciben las unidades de paisano, en la primera Semana Grande que se celebra después de la pandemia. Las cifras de delitos hablan por sí solas.
Solo hasta el miércoles pasado, a mitad de semana, los municipales y la Ertzaintza contabilizaron 62 detenidos, 71 robos con intimidación, 13 denuncias por lesiones y 570 hurtos. El propio alcalde de la ciudad no se esconde. Tampoco trató, como es habitual en estos casos, de minimizar el problema. “Muchos son reincidentes, se les detiene pero luego hay que soltarles”, dijo Juan Mari Aburto, edil del PNV, ante una estadística que supera con creces los números de las ediciones anteriores. En el momento de escribir este reportaje, las denuncias iban camino de las 1.000, cifra que se alcanzó en la última edición de las fiestas en 2019 y que, de seguir la tendencia de este año, podría superar las 1.100.
Aburto se refería a un grupo cercano al centenar de delincuentes sobre los que la policía tiene puesto el ojo. Al igual que Javier, salen todas las noches de la Semana Grande a hacer su rutina, pero a la inversa: van de cacería. Muchos de ellos son multireincidentes. Si acaban detenidos, quedan libres a las pocas horas y vuelven a la noche siguiente al recinto ferial, al que han convertido en un auténtico robódormo municipal.
A lo largo de la semana, en él se han viralizado escenas de detenciones y choques violentos, como el que se produjo entre un grupo de magrebíes y miembros de la izquierda abertzale al amanecer, tras una de las veladas.
Porque la euforia festiva de la que se viste Bilbao durante el Aste Nagusia tiene una cara B. Un recinto ferial casi al margen de la ley, históricamente controlado por los cachorros de la izquierda abertzale que ahora tiene unos invitados indeseados con más presencia que nunca: los delincuentes magrebíes que aprovechan el bullicio, la borrachera y la confusión para robar y agredir. La zona recuerda a los alrededores del estadio de Saint Denis en París durante la final de la pasada Champions League, donde los robos se sucedieron con total impunidad, a pesar del esfuerzo policial.
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Javier es uno de los pocos garantes del orden público en medio de ese maremágnum. La última esperanza de los ingenuos que solo esperan divertirse sin volver con un susto a casa. Con él, son 24 los agentes de paisano, divididos en tres equipos de ocho, que se confunden entre la muchedumbre y juegan al gato y al ratón para encontrar y frenar a los multirreincidentes. Lo hacen en medio de un ambiente asfixiante controlado por una izquierda abertzale no ve con buenos ojos la presencia policial.
Magrebíes y abertzales
“Existe un pacto histórico no escrito entre la Administración y la izquierda abertzale para que no haya uniformados dentro del recinto ferial de Bilbao. Ellos son los auténticos reyes de la fiesta y no quieren que la policía se la empañe. Les gusta decir que se ‘autogestionan’, que ellos se encargan de la seguridad y de todo, y les molesta que estemos ahí. Solo podemos entrar de paisano, no se puede ver un solo uniforme. Y, aún de paisano, no gustamos. Este año, sin embargo, es algo diferente. Las cosas han cambiado, porque se están dando cuenta de que hay algo que no funciona”, relata Javier a esta revista antes de incorporarse al turno de noche.
El policía se refiere a que les dejan actuar con más holgura porque la propia izquierda abertzale se ha visto perjudicada por la presencia de los delincuentes. Prueba de ello fueron las imágenes registradas la noche del domingo pasado por el periodista de El Correo Luis Calabor, que muestran cómo varios ‘Iker’ detienen a un joven que se resiste a ser reducido. Los presentes en el recinto ferial hacen un corro para dejar espacio a los agentes, que finalmente logran extraer al arrestado.
“Esto antes era inimaginable. Si deteníamos a alguien, como que nos llamaban la atención. Sin embargo, la noche que hicieron el corro, la gente nos ovacionó. La gente está muy cansada y un día de estos va a ocurrir una desgracia. Le van a meter un palizón a un magrebí”, explica Javier.
Porque la mayoría de delincuentes y reincidentes -alguno con expedientes de hasta 40 actuaciones- son magrebíes; marroquíes o argelinos. “Esto no se dice porque suena muy mal pero las matemáticas son muy hijas de puta porque no fallan: del casi centenar de delincuentes que se mueven por el recinto ferial son todos, sin excepción, menas o exmenas”, dice el policía.
Javier describe así su modus operandi: “Se mueven en grupos de tres en tres y trabajan organizados. Seleccionan a la víctima, normalmente despistados y borrachos y le roban. Si se resiste, entonces le pegan. No suelen llevar armas blancas porque saben que les identificamos todas las noches. Usan armas de fortuna, es decir, latas, botellas rotas; cualquier cosa que puedan encontrar que les sirva para rajar a alguien”.
Estos delincuentes no dudan tampoco en enfrentarse a los ‘Iker’. “Si ven que tienen posibilidades de zafarse de un arresto, no dudan en pegarte para intentar escapar. Una de estas noches un compañero recibió un cabezazo y todavía se le mueven los dientes. Solo son dóciles y dejan de resistirse cuando ven que no les queda otra”, prosigue el agente.
A pesar de que la mayoría de asistentes a las fiestas es consciente de este problema y deja actuar a los ‘Iker’, la amenaza de la izquierda abertzale para la Policía Municipal de Bilbao sigue siendo alta. “Ellos no distinguen el uniforme: nos odian a todos por igual”, asegura Javier, quien a su vez describe un ambiente festivo mucho menos politizado que el de otros años: “Antes se veían fotos de presos y logotipos de ETA en numerosas comparsas. Ahora cada vez menos, se ha dulcificado”.
“No dudan en pegarte para intentar escapar. Una de estas noches un compañero recibió un cabezazo y todavía se le mueven los dientes"
Aún así, los motivos para permanecer alerta no se esfuman. En el caso de la policía local vizcaína, dos compañeros de Javier tuvieron que declarar en la Audiencia Nacional por la detención de un etarra en 2017. “Digamos que nos tienen ‘cariño’. Es más, hemos tenido conocimiento de que GKS, una nueva escisión de Ernai [un grupo radical juvenil de la izquierda abertzale, heredero de Segi] quiere darse a conocer con una paliza a un policía de paisano”.
Así actúan
Para preservar el anonimato de Javier, no podemos decir cuántas noches ha trabajado en las fiestas de Bilbao. Pero han sido varias. Todas empiezan a las 10 de la noche y terminan a las 8 de la mañana con los despojos de la fiesta. “Intento dormir hasta las 16:00 y luego uno aguanta a base de cafés. A las 10 entramos en la comisaría y nos vestimos con ropa de calle: pantalón largo, una camiseta un poco holgada y el pañuelo de fiestas, a veces incluso sombrero... Las armas las escondemos en fundas en el interior del pantalón. Llevamos exactamente el mismo equipo que si fuéramos de uniforme: pistola, chaleco y porra extensible”.
“El pantalón es importante que sea largo no solo por las armas sino porque acabamos muchas veces en el suelo, donde hay cascotes, cristales, y todo tipo de elementos cortantes”, añade. “Lo que no llevamos es pinganillo, porque nos delataría. Solo las compañeras mujeres, que se lo pueden tapar con el pelo. Ellas son las que tienen todo el tiempo la información por radio de las incidencias. Son entre 6 y 8, dentro del grupo de ‘Iker’. Los demás estamos ‘sordos’”, continúa.
“Luego nos dividimos en subgrupos y nos asignan las zonas de trabajo que vamos a batir a lo largo de toda la noche. Repasamos las fotos de los detenidos de la noche anterior, a quienes ya han soltado, porque nos los volveremos a encontrar, y luego hacemos una ronda de reconocimiento con los compañeros de la Ertzaintza para saber quiénes son y que ellos sepan quiénes somos nosotros. Si hay una persecución o tienes que sacar un arma, es importante que los demás policías te tengan localizado también como policía”, explica Javier.
Tras los preparativos, la noche de los ‘Iker’ transcurre “como la de una cuadrilla más”. Evidentemente, sin beber, y con atención a todo lo que sucede a su alrededor, durante más de 10 horas. “Caminamos tranquilos y vamos comentando la jugada. Nos comportamos con normalidad para que no nos identifiquen. Si hay una actuación ya saben que somos nosotros, pero la gente en fiestas no suele estar en un estado de recordar muchas caras”, dice el agente.
Cuando tienen que actuar, lo hacen de forma “quirúrgica”, de la manera “más limpia posible”. “Localizamos a uno, lo reducimos y extraemos. No nos liamos demasiado. Si hay pelea, nos ponemos a separar y actuamos rápido para sacar a los que la están organizando hasta el punto policial con uniformados más cercano. Desde allí se los llevan al calabozo”, cuenta el agente. “En el caso del marroquí con el que nos hicieron un corro, el tío estaba bastante fuerte, pero entre ocho lo despachamos rápido y ya, fuera de ahí”, dice Javier.
Para ser un Iker, sobre todo, “no hay que tener miedo”. “Si estás pensando todo el tiempo en que te va a pasar esto o lo otro, estás perdido. Estás rodeado de gente y no tienes ni idea de lo antipolicía que es. Tienes que confiar en ti mismo y en el compañero, y tener vocación de servicio, querer que la gente tenga la fiesta en paz”, prosigue.
Escalada delictiva
Las actuaciones de Javier y sus compañeros pueden llegar a ser frustrantes. Los detenidos, al cometer delitos menores, quedan libres a las pocas horas. El propio alcalde de Bilbao ha señalado la laxitud de los jueces en el momento de soltar a los reincidentes: “Los actos delictivos tienen que ser castigados jurídicamente para que se termine esa sensación que tienen algunos de que no pasa nada”. En cuanto a los policías como Javier, se limitan a cumplir su cometido: “Yo hago lo que tengo que hacer, entrego el paquete. ¿Que luego vuelve a estar en la calle? Lo vuelvo a entregar”.
“Si estás pensando todo el tiempo en que te va a pasar esto o lo otro, estás perdido"
La situación que se ha vivido en esta Semana Grande tan solo es el escaparate de una oleada delictiva que se ha acentuado desde el fin de la pandemia y que sigue el mismo patrón: jóvenes que aprovechan el caos de la fiesta para delinquir. En verano de 2021, Bilbao y otros puntos del País Vasco sufrieron el azote de la ‘kale borroka’ del botellón. Cientos de menores con ansias de salir tras el encierro pandémico cuyos actos degeneraron en graves disturbios y agresiones contra la policía. Fue el clima propicio, según la policía local, para que los jóvenes magrebíes camparan a sus anchas por las calles de Bilbao.
Al igual que ahora, las actuaciones judiciales por delitos menores, han creado precedente. “Saben que no les va a pasar nada a no ser que le metan un navajazo a uno. En comparación con otras ediciones, se ha dado un salto muy preocupante de hurtos a robos con violencia desde el final de la pandemia. Se han multiplicado hasta límites insospechados”, se queja Javier, que hace alusión a estadísticas policiales de consumo interno y que no han sido publicadas.
En la dirección contraria de las palabras de Javier, los jueces se defendieron de las críticas en declaraciones a Televisión Española: alegaron que en esta Semana Grande no se apreciaban más delitos que en otras ediciones ni estos son de mayor gravedad. También justificaron que no se ingrese en prisión a los multirreincidentes.
“Para que un detenido vaya directamente a prisión, necesita una serie de premisas que se tienen que cumplir. Un delito con cierta entidad con más de dos años de prisión. La inmensa mayoría de delitos que se están denunciando no tiene esa pena, lo tiene que pedir el ministerio fiscal… No me consta que haya petición. Así son las leyes y las leyes no las hacemos los jueces. Aplicamos una legislación penal muy garantista, por eso la inmensa mayoría de los detenidos quedan en libertad en espera del proceso penal y a la espera de juicio”, dijo Aner Uriarte, decano de los jueces de Bilbao.
En el último parte de incidentes antes de escribir este reportaje, del viernes al mediodía, se detuvo a 22 individuos, dos de ellos por tocamientos a mujeres. También se cometieron 155 hurtos y 28 robos con violencia. Además, se registraron ocho delitos por lesiones.
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