Esta semana entramos en el apogeo final de los tres años de conmemoración del Quinto Centenario de la Primera Vuelta al Mundo de la expedición de Magallanes y Elcano. Su historia es fabulosa. El portugués Fernando de Magallanes comandaba una expedición de cinco barcos en busca del paso por el Oeste hacia el Pacífico y de las valiosas especias de las islas Molucas, en la actual Indonesia. Tras morir en un ataque de nativos en Filipinas, lo relevó Juan Sebastián Elcano. Zarparon de Sevilla 239 hombres el 10 de agosto de 1519 y 18 supervivientes a bordo de la nao Victoria regresaron al mismo puerto el 8 de septiembre de 1522. Completaron la primera circunnavegación del globo en tres años y un mes. Vieron maravillas y conocieron la gloria. Pero sufrieron hambre, sed, enfermedades, accidentes, violencia e incomodidades atroces.
Cinco siglos más tarde, el gestor cultural Pedro J. González Fernández, conocido entre sus compañeros en la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Sevilla como Pedro Jota, empleaba casi cuatro meses, exactamente 113 días, en dar su propia vuelta al mundo como pasajero de un crucero de lujo, una aventura personal con la que él rendía homenaje a los protagonistas de "uno de los mayores viajes de la historia de la humanidad, solo comparable después con la llegada a la Luna".
"Igual que otros se compran un coche, yo me pedí un préstamo al banco y me compré un billete vuelta al mundo", dice. En un encuentro con EL ESPAÑOL | Porfolio, este Elcano del siglo XXI detalla cómo es el recorrido, los precios y la animada vida de los embarcados en uno de estos cruceros turísticos en alza.
113 días en barco
Su vuelta al mundo en barco, con partida y llegada en Venecia, la hizo un año antes de la pandemia de Covid, cuando él tenía 60, a bordo del Costa Luminosa, de la empresa Costa Cruceros. Zarpó el 5 de enero de 2019 y regresó al origen el 27 de abril, al cabo de 113 días de singladura oceánica en los que recaló en 43 puertos pasando por 24 países de Europa, América, Oceanía, Asia y África (ver el apoyo con el itinerario completo).
"Entre las diferentes rutas de vuelta al mundo en crucero que hay en el mercado, elegí esta porque era la que más se parecía, en parte, a la que siguió la expedición de la primera, navegando hacia el Oeste, rodeando América del Sur para pasar por el estrecho de Magallanes y cruzar el Pacífico", explica Pedro J. González en su piso. Vive en Ciudad Expo, una urbanización en Mairena del Aljarafe que se construyó para alojar a trabajadores internacionales de la Expo 92 de Sevilla. Él nació cerca, en el pueblo de San Juan de Aznalfarache.
Tiene dos mapas en las paredes de su dormitorio. En uno ha marcado con chinchetas los países que ha visitado. El otro reproduce el itinerario que siguió a bordo del Costa Luminosa. Sobre este mapa, además, ha dibujado y marcado la ruta de su primera vuelta al mundo, que dio en avión un cuarto de siglo antes: "De Sevilla fui a Londres. En una agencia de viajes de Camden Town compré un billete de avión abierto durante un año, que en realidad eran muchos billetes, para dar la vuelta al mundo hacia el Este. La hice en dos meses. Salí el 1 de diciembre de 1995 y volví el 31 de enero de 1996".
Antes de su circunnavegación en barco de 2019 ya había dado otra vuelta al mundo en avión
¿Qué lugares recorrió entonces en avión? "De Londres fui a Tailandia, Australia, Nueva Zelanda, las islas Fiji, Los Ángeles, San Francisco y, luego, de vuelta a Londres y Sevilla. Lo pagué en pesetas y creo que me costó lo que hoy serían dos mil o tres mil euros. Iba de mochilero y dormía en albergues juveniles", recuerda sobre su periplo aéreo.
De manera que la de 2019 fue su segunda vuelta al mundo, esta vez "en crucero todo incluido, como un hotel de cinco estrellas en movimiento". En ambos viajes se había marcado un objetivo amoroso como recompensa final: "En la vuelta al mundo en avión quedé en Bangkok con Marga, con la que luego me casé y que es la madre de mi hijo, Pedro". Años después, divorciado, se embarcó como soltero en el crucero de 2019, pero antes le pidió matrimonio a su novia Maribel, con la que esperaba casarse al regreso. "Pero ella estaba celosa porque se creyó que yo tenía una relación con otra española que iba en el barco, lo que no era cierto, y, a la vuelta, no quiso casarse conmigo. ¡No me comí un rosco y perdí a la mujer de mi vida!", se lamenta, aunque de buen humor.
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Después de trabajar sin descanso entre 2017 y 2018 como subcomisario en la conmemoración del Año Murillo, por el cuarto centenario del nacimiento del pintor sevillano, el funcionario municipal aprovechó sus acumulados días libres para irse cuatro meses de vacaciones a principios de 2019. Su experiencia lo ha convertido en un experto sobre el mercado en auge de los cruceros globales y en la historia de la primera circunnavegación. Explica que los cruceros de vuelta al mundo parten por lo general al inicio del invierno del hemisferio norte "porque es la época en que no encuentras ni huracanes ni tifones en todo el recorrido", y que suelen dirigirse inmediatamente hacia el hemisferio sur, para disfrutar del verano austral.
El precio
Dice que se desplaza a pie, en bici o en metro, y que en lugar de endeudarse para comprar un coche, que nunca ha tenido, lo hizo para permitirse el crucero. "Estoy pagando aún el préstamo". Su billete básico le costó 17.000 euros, que incluía una amplia habitación, de la gama más económica, con cama de matrimonio pero uso individual, con ventanal que no se podía abrir, pensión completa con comida a gogó, "fiestas casi todos los días", actividades desde las siete de la mañana hasta las doce de la noche y quince excursiones en los puertos de escala.
El precio por pareja salía más barato, por 24.000 euros los dos, añade. "Parece mucho dinero, pero si divides 17.000 euros del billete individual entre 113 días, no es tanto", señala. Son 150 euros al día.
Al billete individual de 17.000 euros (24.000 la pareja) sumó 9.000 por excursiones extras y bebidas alcohólicas
A esa factura base tuvo que añadirle la de los gastos no incluidos en el pasaje: las excursiones extras, las bebidas alcohólicas y el juego en el casino. Esa cuenta aparte había que saldarla por bloques en San Antonio-Santiago de Chile, Singapur y Venecia, los tres puertos donde acababan las tres partes en que se subdividía el viaje. "Pagué un facturón de 9.000 euros, la mayor parte por las excursiones no incluidas. De bebidas alcohólicas, lo más barato empezaba a cuatro o cinco euros, la cerveza, y yo solo tomaba el cóctel del día, a unos seis euros; al casino solo fui a jugar una vez. Yo era de los tiesos", cuenta.
Las excursiones normales de un día valían "entre 150 y 2.000 euros", y otras de varios días al glaciar Perito Moreno (Argentina), las ruinas de Machu Picchu (Perú), los templos de Angkor Wat (Camboya) y el mausoleo del Taj Mahal (India), en las que los cruceristas que se apuntaban iban en avión a su destino y se reincorporaban al barco en los siguientes puertos, valían "hasta 6.500 euros". Él se quedó en el buque. "Los que se fueron, se perdieron el espectáculo en el estrecho de Magallanes de ver desprenderse los glaciares en las dos orillas", apunta.
Tripulantes y pasajeros del 'Costa Luminosa' sumaban una población flotante de 3.876 personas
Enseña los datos sobre el Costa Luminosa, el barco que fue su hogar cuatro meses. Botado en 2008, de bandera italiana, mide 294 metros de eslora y 32 de manga (la Nao Victoria mide 26 metros de largo por 6,7 de ancho), pesa 92.600 toneladas, navega a 21,5 nudos por hora, cuenta con una tripulación de 1.050 tripulantes (muchos de ellos, recuerda, trabajadores filipinos y peruanos, y oficiales italianos) y capacidad para 2.826 pasajeros. Suman una población flotante de 3.876 personas que son "como un pueblo sin catedral, en el que todos se enteran de todo".
Calcula que de los que zarparon con él en Venecia completaron la vuelta al mundo unos mil, mientras que el resto del pasaje realizaba una parte del viaje (Venecia-Santiago de Chile, Santiago de Chile-Singapur, Singapur-Venecia).
Actos en Sanlúcar y Sevilla
La conmemoración oficial de la primera vuelta al mundo concluye esta semana. La Armada española celebra el regreso hace quinientos años de la Nao Victoria con una revista naval el martes 6 de septiembre en la desembocadura del río Guadalquivir, frente a Sanlúcar de Barrameda. Y Sevilla, la ciudad que vio partir a 239 hombres en 1519 y regresar en esa embarcación a solo 18 en 1522, acoge del 8 al 11 de septiembre un festival en el muelle de las Delicias con visitas a réplicas de barcos históricos como la Nao Victoria y el Galeón Andalucía, entre otras actividades. Una segunda reproducción de la Victoria permanece atracada todo el año junto a la Torre del Oro, frente al centro de interpretación de la expedición de Magallanes y Elcano.
Lección de Historia
Pedro Jota se planteó la vuelta al mundo marítima como un viaje de placer pero también como un aprendizaje profesional de primera mano sobre la histórica expedición de cinco siglos antes con epicentro en Sevilla, pues esperaba que en el Ayuntamiento lo destinasen a su regreso a trabajar en la organización de los actos culturales por el Quinto Centenario que empezaba en ese 2019.
Su lector electrónico lo llevaba cargado de libros sobre la aventura de Magallanes, Elcano y compañía (recomienda por encima de todos el Magallanes de Stefan Zweig). Todo el tiempo iba comparando su experiencia en el crucero con la sufrida por sus heroicos antecesores y buscando sus huellas en el territorio, como en el estrecho entre el Atlántico y el Pacífico que lleva el nombre del explorador o en el paisaje paradisíaco de las islas de Oceanía.
Le llamó la atención que la tripulación de 1519 era tan cosmopolita, con españoles, alemanes, italianos, franceses o portugueses, como los pasajeros del crucero de 2019. "La comunidad más organizada eran los alemanes, se notaba su mayor poder adquisitivo", recuerda. Entre los españoles (vascos, andaluces, catalanes, murcianos...) hubo tensiones, sin consecuencias graves, entre algunos "nacionalistas catalanes y españolistas" que discutían en su mesa del comedor a cuenta del conflicto independentista entonces ardiente.
En el Pacífico recordó a los hombres de Magallanes, que lo surcaron sin saber cuándo tocarían tierra
Se emocionó mientras atravesaba de noche la inmensidad del océano Pacífico. Contemplaba las estrellas del sur y recordaba a los hombres que surcaron estas aguas ignotas sin saber cuándo volverían a tocar tierra. "Entonces ellos no sabían, como saben los polinesios, que donde hay nubes suele haber una isla debajo, y las iban evitando", dice con admiración sobre el arrojo y sacrificio de sus predecesores.
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Se ríe al comparar el nivel de los incidentes entre el viaje del siglo XVI y el suyo del XXI: Magallanes, a quien considera el auténtico héroe de la expedición frente a Elcano, "que fue un traidor porque se rebeló contra él", sofocó con ejecuciones el motín que le estalló en la costa patagónica de Argentina, y los alemanes del crucero "casi se amotinan porque en la isla de Pascua no nos dejaron bajar a tierra a ver las esculturas de los moai, que vimos solo desde el barco, porque decían que había oleaje y no se podía descender a las lanchas que nos llevaban al puerto".
Debido a ese contratiempo, los pasajeros estuvieron nueve días en el Pacífico sin bajar a puerto (de la costa continental chilena a la isla de Cook), mientras que Magallanes y compañía "pasaron 90 días en el Pacífico sin tocar tierra".
Amor y sexo
Cuenta que en la expedición de Magallanes "tiraron por la borda a uno por tener relaciones homosexuales" y que "un portugués engañó al capitán y llevó a los barcos a Río de Janeiro para ver al hijo" que había tenido en otro viaje con una amante. Expone estas dos historias para compararlas con el bullicio de relaciones sentimentales y sexuales que animaban la vida del Costa Luminosa, como en otros cruceros. En el fondo, dice, los viajeros buscan no solo paisajes sino, sobre todo, amor romántico, compañía humana y, si es posible, sexo. Por eso él lo llama "el barco del amor".
"Una croata espectacular, que viajaba con el marido, se enrolló con el primer oficial del barco, un italiano"
Hubo de todo: "Una croata espectacular viajaba con dos niños y el marido, un empresario que no salía del camarote. La croata se enrolló con el primer oficial del barco, un italiano; el capitán los descubrió, echó al oficial y se enteró todo el mundo", recuerda entre risas. Pedro Jota, que enseñó un curso de sevillanas y era un animador muy popular, se mantuvo sin embargo célibe, asegura, y suena convincente.
"Lo más cerca que estuve del sexo fue en la isla de Bali", confiesa. La masajista empezó a rozarle los testículos en un movimiento para ofrecerle añadidos servicios sexuales, y él la detuvo en seco con un "Only massage!", cuenta, divertido. Se acuerda también de una argentina exuberante que lo denunció por "secuestrar a su hermana", celosa porque él se hubiera ido a tomar una copa con la supuesta raptada.
El viaje era "una fiesta continua" estimulada por un equipo de jóvenes animadores y artistas que celebraban espectáculos todas las noches, en dos turnos; había fiestas de gala, de cruce del Ecuador, de vestidos de blanco, de disfraces.
A él se le ocurrió una idea que aún defiende: que la ciudad de Sevilla, con ocasión de la conmemoración de la primera vuelta al mundo, organizase en colaboración con alguna compañía de cruceros un viaje turístico en barco para recorrer lo más fielmente posible el itinerario original, ofreciendo un programa educativo y cultural de envergadura. Ese posible crucero Magallanes-Elcano podría repetirse periódicamente. Pedro J. González está convencido de que tendría mucha demanda y de que cubriría el vacío cultural de los cruceros convencionales.
Le sorprendió en el barco que casi nadie a bordo, "ni siquiera los españoles", sabían que la gesta de la primera vuelta al mundo fue una empresa de España. Si acaso, "habían oído hablar de la segunda vuelta, la del pirata inglés Francis Drake", o la del biólogo Charles Darwin a bordo del Beagle en el siglo XIX. Pedro Jota, muy documentado, se empeñó en divulgar la primera circunnavegación y dio una conferencia sobre ella. Cree que a España le han faltado escritores que, "como ingleses y franceses", ensalcen en el mundo sus propias proezas.
Los 43 puertos de su vuelta al mundo
Entre el 5 de enero y el 27 de abril de 2019, Pedro J. González dio la vuelta al mundo en 113 días a bordo del crucero Costa Luminosa, siguiendo este itinerario por 24 países con escalas en 43 puertos: Venecia, Bari y Roma-Civitavecchia (Italia); Marsella (Francia); Barcelona (España); Casablanca (Marruecos); Santa Cruz de Tenerife (España); Recife y Río de Janeiro (Brasil); Buenos Aires (Argentina); Montevideo (Uruguay); Puerto Madryn (Argentina); Puerto Williams (Chile) y Ushuaia (Argentina) en la travesía del Atlántico al Pacífico; Puerto Arenas, Puerto Chacabuco, Puerto Montt y San Antonio-Santiago (Chile); isla de Pascua (Chile); islas Pitcairn (Reino Unido); Moorea y Papetee-Tahití (Polinesia Francesa); Rarotonga (Islas Cook); Tauranga y Auckland (Nueva Zelanda); Melbourne, Brisbane y Yorkey's Knob-Cairns (Australia); Bahía Slawi-isla de Komodo y Benoa-isla de Bali (Indonesia); Singapur; Port Kelang y Penang (Malasia); Phuket (Tailandia); Colombo (Sri Lanka); Cochín, Goa-Mormugao y Bombay (India); Dubai (Emiratos Árabes Unidos); Mascate (Omán); Áqaba (Jordania); travesía del canal de Suez (Egipto); Pireo-Atenas y Katákolo (Grecia), y regreso a Venecia.
En el estrecho de Magallanes vio caer el hielo de los glaciares en ambas orillas; en Ushuaia, la ciudad más austral, en Argentina, les hizo 35 grados y se bañaron en el mar −"¡y dicen que no hay cambio climático!"−; en Moorea, en la Polinesia Francesa, lo asombró un paisaje de ensueño; en las islas Pitcairn conoció a los descendientes mestizos de los amotinados del Bounty, los marinos ingleses de la historia llevada al cine en Rebelión a bordo, que subían a cubierta a venderles recuerdos... Señala, con razón, que sus experiencias en el crucero dan para otra película o una serie de Netflix, pero "en clave de comedia", con las relaciones humanas en el barco como gran materia argumental.
Vivir y morir a bordo
En esa comedia romántica hay también vetas de drama y tragedia. La mayoría de los pasajeros, casi todos profesionales maduros o jubilados, gente rica o de clase media que ha pedido un préstamo como él para darse el homenaje de su vida, viajan para vivir, pero otros muy ancianos o enfermos se han embarcado para encontrar su muerte en el mar. "Decían que en la bodega había ataúdes para los que iban muriendo, que fueron varios. Hay gente solitaria que viaja para morir".
Los únicos jóvenes, además de los animadores y animadoras, eran los que iban "acompañando a sus abuelos o, sobre todo, abuelas". En el barco se palpaba el deseo y la necesidad de encontrar una pareja rica o más lozana.
Los cruceros globales van a más "por el aumento de la edad de la población", dice. "Van a abaratar los precios"
Subraya que la Covid detuvo el boom de los cruceros de vuelta al mundo. Se acuerda de una pareja malagueña amiga de su travesía de 2019, que se vieron atrapados por la declaración de la pandemia mientras repetían el viaje en 2020, sin poder bajar a puerto. "Lo vi a él por televisión, gritando desde la borda". Pero está seguro de que el fin de la crisis sanitaria va a reactivar este sector turístico, que va a más "por el aumento de la edad de la población". "Van a abaratar los precios para atraer a más clase media", vaticina. "Tengo amigos del crucero que me están diciendo que nos apuntemos a la próxima salida". Para las vueltas al mundo de 2023, los precios son similares a los de 2019.
A su regreso a Venecia y de allí a Sevilla, se llevó una doble frustración: su novia no quiso casarse con él creyendo equivocadamente que había estado con otra en el barco, y además no pudo trabajar en la organización del Quinto Centenario, porque la Delegación de Cultura del Ayuntamiento, donde él trabaja, no fue incluida en la comisión organizadora. "¡Menos mal que hice el viaje antes del Covid!", se felicita al menos por haber vivido esta gran aventura antes del confinamiento. Como diabético, llevaba insulina en el barco.
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Tres años después, ha vuelto al mar este agosto para participar en un pequeño crucero en Croacia para solteros españoles organizado por la empresa de Barcelona Gruppit, con veinte mujeres y diez hombres. Tampoco allí ha encontrado el amor.
Pero ya se ha marcado un nuevo rumbo: una tercera vuelta al mundo, que hará en avión, tren y barco cuando se jubile dentro de siete años, con 70 (ahora, nacido en octubre de 1958, tiene 63). Irá hacia el Este e incluirá un viaje en barco desde Nueva Zelanda a la Antártida, el único continente que no ha pisado aún. Seguirá más o menos el espíritu del protagonista de la novela La vuelta al mundo en ochenta días, de Julio Verne, Phileas Fogg, a quien él prefiere llamar "como en los dibujos animados, Willy Fogg".
Si para entonces le fallan las fuerzas, tiene una solución: "Volveré a dar la vuelta al mundo en crucero, que es más cómodo".
Actor, viajero y funcionario
El viajero Pedro J. González Fernández se graduó en la Escuela Superior de Arte Dramático de Sevilla y fue actor de la compañía de teatro El Globo antes de entrar en el Ayuntamiento, donde, por oposición, es funcionario desde hace treinta años. Ganó la primera plaza municipal de pedagogo, como licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación. También es licenciado en Geografía e Historia, además de contar con un título de posgrado en Gestión Cultural por la Universidad de Barcelona. En la actualidad, es el coordinador municipal de la Casa Fabiola de Sevilla, que alberga el museo pictórico con la colección donada por Mariano Bellver y Dolores Mejías.
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