A 2.500 kilómetros del frente de guerra entre Rusia y Ucrania, rusos y ucranianos ricos conviven sin derramar una gota de sangre en una insospechada retaguardia de oro donde alquilar una casa cuesta 50.000 euros al mes en agosto y las tiendas son de relojes Rolex, zapatos de Prada y bolsos de Louis Vuitton. Estamos en Forte dei Marmi (Fuerte de los Mármoles), el pueblo italiano de la Toscana marítima, a orillas del Tirreno, en el que millonarios de ambas nacionalidades residen o vienen a pasar sus vacaciones, incluido este verano de 2022, el año de la invasión militar.
En este municipio de la provincia toscana de Lucca, a 36 kilómetros al norte de Pisa y a 90 al oeste de Florencia, se desarrolla una faceta paradójica del conflicto que altera al mundo. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, viene reclamando a la Unión Europea que dificulte a los ciudadanos de Rusia obtener visados para venir a Occidente de turistas, como parte de las sanciones colectivas destinadas a doblegar al régimen de su tocayo y homólogo ruso, Vladímir Putin. Pero su objetivo ha fracasado, al menos en este paraíso de oligarcas en Italia. Los rusos han seguido acudiendo, tanto los que viven en el extranjero como los venidos de la propia Rusia. Su presencia se ha reducido solo ligeramente respecto a otros años.
La aparente derrota de la llamada de Zelenski al boicot del turismo ruso es más llamativa porque se produce en el lugar donde él mismo, junto a su esposa, Olena Zelenska, posee una mansión desde 2017, como reveló en 2019 la revista ucraniana Slidstvo.info (slidstvo es "investigación"). Es el mismo enclave que centenares de magnates rusos han elegido desde hace algo más de una década. Para colmo, la casa de Zelenski la ha tenido alquilada en agosto, por 50.000 euros, una pareja de "rusos". En realidad, según han precisado Il Corriere della Sera y Nazione, "rusófonos" residentes en Londres: un hombre de Estonia y una mujer, ambos de origen ruso. El lunes de esta semana a finales de septiembre, EL ESPAÑOL | Porfolio llama al timbre en el 104 de la calle Matteo Civitali.
Esta es la villa con 15 habitaciones, jardín y piscina que Zelenski, entonces ya famoso y rico por su éxito como actor cómico y director de programas de televisión en Ucrania, compró en 2017 por 3,8 millones de euros a través de su sociedad italiana San Tommaso S.L.R. (Sociedad de Responsabilidad Limitada). Ese año declaró en su declaración oficial de bienes cuatro apartamentos en Kiev, una casa de campo, apartamentos en Yalta (Crimea) y Londres. pero no la mansión italiana a nombre de su sociedad San Tommasso, según publicó el citado medio de investigación de su país en 2019 (la oficina del entonces candidato presidencial respondió que había cumplido con la ley ucraniana).
Una mujer abre la puerta de la casa, pero no la puerta exterior. Al preguntar el periodista, se niega a hablar y cierra. No es familia del presidente ni una inquilina de alquiler, sino una trabajadora que pocos minutos después saca a la puerta la basura de los turistas que probablemente han pasado aquí dentro el fin de semana. A través de la vegetación que rodea la propiedad se ven varias tumbonas junto a la piscina. La villa está a 600 metros de la playa, a siete minutos a pie. En la casa colindante, otra mujer también guarda silencio sobre los dueños de la mansión vecina. No hay constancia de que Zelenski haya estado nunca aquí. Cerca está la villa del cantante Andrea Bocelli.
Junto a la élite rusa
Al comprar esta propiedad, los Zelenski se introducían en uno de los sitios donde se da cita la élite política y económica rusa. Potencialmente, podían codearse con ellos y con los poderosos del planeta que han pasado y pasan por aquí, del exprimer ministro italiano y candidato de las elecciones de este domingo, Silvio Berlusconi, a los oligarcas o magnates rusos Oleg Deripaska, el antiguo rey del aluminio cercano a Putin, y Roman Abramovich, hasta hace poco dueño del club de fútbol Chelsea de Londres, alejado ahora del presidente ruso.
Cinco años después de su inversión inmobiliaria, el actor Zelenski es presidente y lidera la guerra de liberación contra el país de sus vecinos en Forte dei Marmi. En este microcosmos incruento tan alejado de las bombas, los potentados de una y otra nacionalidad conviven con civismo y compartiendo la misma vida de lujo.
La importancia de los residentes, turistas e inversores inmobiliarios rusos o rusoparlantes (como lo son muchos ucranianos) en esta Marbella de Italia se aprecia en los carteles de la inmobiliaria local Forte dei Marmi Villas Real Estate, en la calle Versilia 133. Además de en inglés e italiano, el "se vende y alquila" está escrito en ruso y con los colores azul, rojo y blanco de la bandera rusa, como reclamo para los clientes del Este.
Esta inmobiliaria es la que gestiona el alquiler vacacional de la casa de los Zelenski, como otras villas de su catálogo pertecientes a otros propietarios, entre las que están la Villa Chelsea (como el antiguo equipo propiedad de Abramovich), la Villa Fashion, la Villa Sunset o la Villa Imperiale. Son similares a las dachas de campo que usaba la nomenclatura de la Unión Soviética como alojamientos de ocio, pero en su versión mediterránea.
"La villa de Zelenski", de 15 habitaciones, "es de las más modestas", señala un vecino italiano
No hay nadie en la inmobiliaria a esta hora del mediodía del lunes, pero su responsable, Claudio Salvini, declaró hace unos días al Corriere della Sera que el dueño de la villa, sin admitir que sea Zelenski, le ha dado instrucciones de que no la alquile ni a rusos ni a ucranianos. El intermediario insiste en que ha cumplido su voluntad, alegando que no eran rusos de Rusia los que la alquilaron en agosto.
En el cercano Caffé & Relax Bar Mazzini 85, un vecino de Forte dei Marmi aclara a EL ESPAÑOL | Porfolio que "la villa de Zelenski es de las más modestas", pues está en una zona de chalés pequeños, en el área de Vittoria Apuana. "Las mansiones más ricas tienes que ir a verlas al otro lado, en la zona de Roma Imperiale", explica Stefano Ghilarducci, de 52 años, que fue durante muchos veranos socorrista en la playa y luego se ha dedicado al más lucrativo trabajo de blanquear, como pintor, las casas de los ricos de diversas nacionalidades.
Ghilarducci relata con la perspectiva histórica de un nativo cómo ha sido la transformación de su pueblo, un balnerario tradicional italiano escogido en el siglo XX por las grandes familias industriales de Milán, que se convirtió en el XXI en uno de los sitios favoritos de los magnates rusos, hasta hoy.
Navalni denunció que la venta aquí de una casa del viceprimer ministro ruso Jloponin era un soborno
El opositor ruso, hoy en la cárcel, Alekséi Navalni publicó en 2018 que el oligarca o empresario de minas ruso Mijáil Prójorov compró aquí una villa al viceprimer ministro ruso Alexánder Jloponin por 35 millones de euros, lo que escondía un soborno por ser un precio muy por encima del mercado, según denunció Navalni.
Recorrido entre mansiones
El antiguo socorrista italiano cuenta ejemplos sobre el poderío de los clientes rusos que elevaron aún más los precios en Forte dei Marmi. Son historias que suenan ya a leyenda: "Un ruso tuvo un accidente sin importancia con su coche con un chico italiano. Le dañó la parte delantera de su motillo, y el ruso le dio cinco mil euros en el acto, para no tener que dar su nombre [en un atestado]. Un amigo mío, piloto, llevó a un ruso en helicóptero a desayunar en Montecarlo. Otro amigo mío trabajaba de chófer para otro ruso conduciendo un Bentley. Un día en la autopista el ruso le dijo 've más rápido'. Mi amigo le respondió, 'no puedo, que multan'. Pero a él le daba igual".
Habla de un matrimonio de amigos, Antonio, italiano, y Yulia, rusa, que dirigen el restaurante Il Bocconcino, en el centro de Forte dei Marmi, donde "hay colas de clientes rusos y ucranianos" para cenar en agosto y a veces sueltan propinas de mil euros. "Abrieron luego otro Il Bocconcino en Moscú". Conduce al periodista al sitio. Está cerrado hoy, pero, de camino, Stefano enseña en su todoterreno los lugares más lujosos y emblemáticos de esta Milla de Oro italiana donde, entre otros idiomas, se habla ruso y, también, ucraniano.
Desde el vehículo señala el restaurante playero La Capannina di Franceschi, un clásico del verano italiano. "Ahí rodaron la película Sapore di Mare, la de la canción". En el camino, nos cruzamos con varios Ferrari, a los que él no da mayor importancia. "Mira, esa casa es de los Versace", dice sobre el famoso diseñador de moda Gianni Versace, asesinado en 1997 en Miami. "Ahora la tiene su sobrino, Alessandro Versace, que es un encanto, muy educado", dice nuestro guía improvisado.
Frente al hotel de cinco estrellas Augustus, indica un camino de entrada: "Esa era antes la villa del abogado Agnelli, el patrón de la FIAT", dice sobre uno de los apellidos más importantes de la economía de Italia, y subraya una característica de esta burbuja de seguridad que es Forte dei Marmi y por qué la eligieron primero los grandes industriales milaneses y después los millonarios "rusos, ucranianos o judíos de Israel": "En los años 80 y 90, en Italia secuestraban a la gente, pero los hijos de los industriales podían ir en bicicleta tranquilamente por estas calles y no les pasaba nada". Era y es un lugar vigilado discretamente por la Policía y por la seguridad privada de los estadistas y empresarios que buscan aquí refugio.
En el balneario toscano están la villa del diseñador Versace y la antigua mansión de Agnelli, el patrón de la FIAT
En el recorrido, Stefano Ghilarducci cuenta que en el apogeo de hace unos años se llegó a pagar el metro cuadrado a 30.000 euros, la misma cantidad que hoy cuesta "alquilar una cabina en la playa durante los cuatro meses de la estación del verano". Se detiene ante la mansión con jardín "de un armador griego", luego ante una cancela con decoración de herrería de "una millonaria rusa que se ha gastado más de un millón de euros solo en esta entrada" a su gigantesca residencia, construida en un antiguo pinar y protegida con gran jardín (cuanto más jardín, más privacidad y opacidad de la casa y sus residentes).
Menciona, al pasar por su villa, a otra rusa sin identificar que se la compró a una aristócrata italiana. Esta era conocida en el pueblo como benefactora de perros y gatos abandonados, lo que hacía que la gente "le tirara al jardín por encima del muro" a los animales que no querían.
Ghilarducci es un enamorado de las belleza de su pueblo costero, acunado entre las montañas verdes de los Apeninos toscanos y el mar Tirreno, que le confieren una temperatura suave todo el año. Pero lamenta que la riqueza tremenda de sus nuevos vecinos de las últimas décadas haya empujado a los antiguos a retirarse hacia el interior, después de que les compraran sus casas por millones de euros. Le apena que a los comercios locales de antes los hayan sustituido las marcas de las cadenas del lujo exclusivo global: aquí vemos tiendas de Gucci, Rolex, Prada... Lo típico.
El hotel de Tinkov
Nos apeamos junto al antiguo fuerte que da nombre al pueblo, fuerte que, para protegerlo de los piratas, protegieron con mármol de la zona (el exquisito de Carrara procede de la vecina ciudad de ese nombre). Muy cerca del fuerte está el hotel de uno de los más conocidos magnates rusos, hoy enfrentado al Kremlin, Oleg Tinkov, fundador del banco ruso que lleva su apellido en su transcripción inglesa, Tinkoff. Tras comenzar la guerra de Ucrania, el oligarca crítico ha vendido este año su participación en el banco a otro magnate cercano a Putin, Vladímir Potanin.
[Tinkov, el Oligarca que Persiguió a Alberto Contador, Teme por su Vida tras Atacar a Putin]
Tinkov, residente durante temporadas en Italia, es conocido también por el equipo ciclista que montó, con el español Alberto Contador de líder. Tinkov posee una cadena de establecimientos hoteleros de "authentic luxury" para la jet set, en Forte dei Marmi, Courchevel y Val Thorens (estaciones de esquí en los Alpes de Francia), Astracán (sur de Rusia), Cabo San Lucas (Baja California, México) y el yate Expedition Yacht 77, que ofrece cruceros en lugares tan exóticos como la Micronesia o la Antártida. La cadena se llama, significativamente, La Datcha, en alusión a las referidas casas camperas de la élite rusa. Uno de sus locales, La Datcha de Forte dei Marmi, está en este céntrico palacete blanco, un antiguo hotel abandonado que él compró, arregló y abrió en 2018.
El periodista llama al timbre y sale a recibirlo amablemente la recepcionista italiana, Serena. ¿Cuánto cuesta dormir aquí? ¿Vienen muchos rusos o han dejado de venir por la guerra? Ella explica que este palacio-hotel hospeda a un solo grupo de familiares o amigos a la vez, es decir, se alquila en bloque, para mantener la intimidad del cliente. Cuesta 170.000 euros a la semana para un grupo de hasta 20 personas, y el precio incluye el desayuno en el hotel, el almuerzo en un restaurante marítimo −a unos doscientos metros− y el uso en exclusiva de una zona privada de la playa.
El palacete de Tinkov, crítico con Putin, cuesta 170.000 euros a la semana para 20 personas
En Forte dei Marmi, como en la mayor parte de la costa italiana reservada al turismo, para estar en la playa hay que alquilar sombrillas, tumbonas o cabinas; se puede acceder al agua por lugares de paso públicos (donde colocan los contenedores de basura), pero luego solo puedes bañarte o pasearte por la orilla, no instalarte con tu toalla en la arena sin pagar: para eso están las playas libres, menos preparadas, a las afueras.
Añade la recepcionista en la puerta de la calle (junto a dos coches de la cadena de Tinkov) que alrededor del 85 por ciento de sus clientes son rusos, tanto residentes en Rusia como en el extranjero, y que el resto se reparte entre ucranianos y árabes sobre todo. Los españoles que se han alojado aquí lo han hecho "como familiares o amigos de algún grupo ruso".
Si alguien pensaba que debido a la guerra y al llamamiento de Zelenski para impedir a los rusos hacer turismo en Europa iban a desaparecer los visitantes de esta nacionalidad (independientemente de que apoyen a Putin o no), se equivocaba: los ricos rusos han seguido viniendo a Forte dei Marmi este verano. La prueba es La Datcha de Tinkov, que ha estado ocupada todo el tiempo, dice la portavoz.
Ha sido un buen verano, económicamente hablando, para ellos. El hotel-boutique da trabajo a una veintena de trabajadores, la mayoría italianos, añade Serena con satisfacción por la temporada bien concluida. Precisa que esta semana, la penúltima de septiembre, el palacete está ocupado por clientes rusos, aunque no sabe si son venidos de Rusia, a través de un tercer país como Turquía, o residentes en otros lugares.
Junto al establecimiento de lujo de Tinkov hay un Porsche de 96.000 euros con matrícula de Ucrania
Stefano, el antiguo socorrista, cuenta que a los millonarios rusos de hace una década (algunos de los cuales se fueron) los siguieron los millonarios ucranianos. Los que han buscado refugio aquí coincidiendo con la guerra en Ucrania "son ricos", dice. Corrobora su afirmación un Porsche Cayenne (vale nuevo más de 96.000 euros) con matrícula de Ucrania aparcado junto al hotel del ruso (y ahora opositor de Putin) Tinkov. Otros coches tienen matrículas de Moldavia (con parte de población rusófona, en Transnistria), Suiza, Alemania... En una calle cercana, sobre una villa ondea una bandera de Ucrania, en aparente muestra de solidaridad. No se ve en cambio ninguna bandera rusa.
Terreno neutral
La importancia de la comunidad local rusa, pequeña pero influyente, se nota por ejemplo en el hecho de que los cursos de idiomas que ofrece el Ayuntamiento son de inglés y de ruso. El alcalde, el cirujano de cardiología infantil Bruno Murzi, destacó hace unos meses al informar de una campaña de recogida de ayuda para Ucrania que una vecina rusa se le acercó para mostrar su solidaridad con las víctimas ucranianas y para ofrecer su apoyo en lo que pudiera colaborar. Para el regidor, esta era una demostración de la buena relación entre rusos y ucranianos en Forte dei Marmi y un recordatorio de que no hay que identificar automáticamente a Putin con sus compatriotas, por lo menos estos acomodados en la Toscana marítima. Habría que añadir que tampoco es exacto identificar a todos los ucranianos con Zelenski.
En otro anuncio, el Ayuntamiento ha pedido a los propietarios locales de viviendas que las ofrezcan en alquiler "a precio regular" de mercado a los ucranianos venidos como refugiados; según la cotización actual de las villas (aquí no hay bloques de pisos), solo pueden permitírselas familias muy pudientes.
Un policía que pide no ser identificado cuenta a EL ESPAÑOL | Porfolio que, por primera vez en su carrera, está aliviado de que haya terminado el verano, porque este de 2022 ha sido de multitudes. La población oficial de unos 6.000 habitantes se ha vuelto a multiplicar por nueve o diez hasta cerca de 60.000, pero a él le parece que había más gente que nunca; muchos italianos, de otras nacionalidades, y también rusos.
Por Forte dei Marmi han pasado y pasan "todos los poderosos" que uno se pueda imaginar, dice esta fuente policial, aunque precisa que a Zelenski no lo han visto nunca. No ha habido el más mínimo incidente entre rusos y ucranianos, cuya relación es "cívica". A esa paz en tiempo de conflicto ha contribuido, dice, la silenciosa y discreta vigilancia policial, la misma que garantiza la seguridad total que buscan y encuentran aquí los más ricos.
"Mis clientes rusos han venido como cada año, aunque menos tiempo", dice un empresario de tumbonas de playa
Hace aún buen tiempo pero las calles y playas se han vaciado. El empresario de una de las instalaciones playeras de cabinas, sombrillas y tumbonas, Gianpaolo Bazzichi, apura los últimos días de la temporada. "La cierro el 26 de septiembre, el día después de las elecciones", dice. Está satisfecho con el verano. Le ha ido mejor de lo previsto. "Mis clientes rusos han venido como cada año, aunque un poco menos tiempo, un mes o un mes y medio, en vez de toda la temporada", matiza sobre el único cambio que ha notado. La sombrilla la alquila a 300 euros al mes en agosto, 200 en julio, 100 en junio, informa. Ha sido un buen verano, también para las marcas de lujo, dice: "En las boutiques me han dicho que les ha ido bien". O muy bien.
¿Han vetado a los turistas rusos, como pedía Zelenski? No aquí. Rusos y ucranianos con dinero han convivido sin problemas en el terreno neutral del Mediterráneo más exclusivo donde él se compró una casa, la misma que han alquilado en agosto a turistas ricos que hablan ruso, la lengua materna del líder de Ucrania. En este paraíso lo sigue esperando su villa con piscina y jardín a siete minutos andando del mar.
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