Mastodon, ese proboscidio de dibujos animados que ha estado arrasando Internet esta semana, no es el producto de una nueva empresa de Silicon Valley, sino el empeño de un joven ruso-alemán que ni es el gurú de ningún culto disruptivo como Peter Thiel, ni un ideólogo de los negocios digitales como Jeff Bezos, ni lanza cohetes al espacio como Elon Musk. Pero ha puesto de los nervios al nuevo amo de Twitter.

El éxito y las maneras de Musk han dado lugar a comparaciones con otros magnates visionarios de la historia de Estados Unidos, como Henry Ford, Howard Hughes o Steve Jobs. Todos ellos comparten un perfil de ejecutivos de élite y capitalistas sin fronteras que, borrachos de ego trip, se vieron a sí mismos como más influyentes de lo que jamás serían la mayoría de los banqueros, actores y deportistas. Eugen Rochko se parece a esa estirpe como un huevo a una castaña.

No es mucho lo que sabe de su carácter, su familia, sus amigos, aficiones o vida privada, su biografía tiene anchas zonas en blanco, como los antiguos mapas de África. Pero sí se sabe que ni es un visionario ni aspira a ser rico como los A-listers del Silicon Valley. Parece un indie, un hípster cultureta moderno y gafapasta, un idealista con el alma en las estrellas y la determinación del filo de un hacha que, con un aparente desaliño indumentario, poco tiene que ver con Musk o con Jeff Bezos, que exhiben pectorales para morirse de envidia.

El fundador de Mastodon, Eugen Rochko. Mastodon

Rochko es un carnero embistiendo de frente contra la testuz del coloso Musk. Lo desprecia, sí; pero también lo envidia, aunque no tanto a él o a su dinero, como a su éxito. El creador de Mastodon cumplirá 30 años el 22 de enero y no quiere ser un golden boy, pero tampoco un loser. Se ve a sí mismo como el rey del microblogueo democrático, el comandante por derecho de un nuevo territorio del universo digital.

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Un valioso foro democrático

Hasta la caída del Muro de Berlín en 1989, muchos de los 850 estudiantes de la Angergymnasium de Jena escapaban a Occidente y otros muchos lo intentaban. Cuando, en 2005, el judío ruso Eugen Rochko llegó a Alemania desde su Moscú natal tenía 11 años y sus padres lo matricularon en la Angergymnasium, la mayor escuela de secundaria en Jena (la ciudad universitaria del estado oriental de Turingia). La escuela ofrecía una especialización matemático-científica que atrajo el interés de Rochko porque le permitía desarrollar su independencia, su creatividad y su espíritu innovador. Cuando descubrió que el arco de los cuerpos en rotación viene determinado por la longitud de su cuerda, le dio por creer que, como la suya, su cuerda, era muy larga también lo sería el tamaño de su gloria.

Peter Thiel, en un acto de apoyo a Donald Trump.

Tenía 23 años cuando, en 2016, se difundieron rumores de que Peter Thiel, el fundador de PayPal y aliado de Musk, quería comprar Twitter. El joven Rochko, a caballo entre los millennials y la generación Z, sabía de sobra quién era Thiel: un multimillonario de ideas disolventes, controvertido y enormemente influyente, posiblemente el mayor capitalista de riesgo de su generación y patrocinador de causas de extrema derecha.

Rochko, desarrollador de software y tuitero entusiasta, temió que el pajarito de Twitter cayera en las fauces de ese tiburón que nadaba en las aguas turbias de la tecnología, los negocios y la política anarcocapitalista y la red perdiera su neutralidad y su frescura. Un milmillonario ultraconservador iba a comprar un servicio público de propiedad privada y a Rochko, izquierdista identitario, se le estremeció la cal de los huesos. ¿Cómo consentir que una plataforma global de microblogueo donde puedes enterarte de lo que está pasando en el mundo y chatear con tus seguidores esté controlado por un cínico como Thiel?

"No me gustaba que Twitter estuviese controlado por una corporación de EE.UU., así que comencé Mastodon"

Eugen Rochko, fundador de Mastodon

El pasado mayo, en una entrevista al diario berlinés Tagesspiegel, Rochko recordaba que en 2016 pensaba que una plataforma como Twitter era crucial para la democracia y no debería estar bajo el control de un escualo de las finanzas: "No me gustaba que llegara a estar controlada por una corporación de Estados Unidos, así que comencé Mastodon, mi propio proyecto". O sea, un valioso foro democrático que nació del deseo de crear una esfera pública que estuviera más allá del control de una multinacional.

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Mitad 'nerd', mitad 'geek'

Es imposible entender Mastodon sin entender su estructura y conocer a su arquitecto. En su adolescencia, esa edad metafísica en la que se explora el mundo y nuestro lugar en el mundo, Eugen Rochko no era un friki, pero sí un chaval de espinilla rebelde y un prodigio de las matemáticas que ya apuntaba maneras de nerd –un tipo brillante y heterodoxo– y de geek –fanático de la tecnología–. Antes de estudiar ciencias de la computación en la Universidad Pública Friedrich-Schiller de Jena, ya tenía experiencia en las redes sociales descentralizadas, con el nickname de Gargron estaba en MySpace, en Friendfeed y en SchülerVZ –versión alemana para estudiantes de Facebook–.

Fueron años de juegos de ordenador, de pocas chicas, pocas citas, pocos guateques y pocos desfogues en los asientos traseros del coche. En 2008, al mismo tiempo que era cliente de plataformas de mensajería instantánea como ICQ, AIM, Google Talk, Viber y Telegram, entró en Twitter. Tenía 16 años y quedó decepcionado por el modelo de microblogueo que Jack Dorsey había creado dos años antes. Le pareció una forma inadecuada de manejar el debate en línea porque un servicio como ese no debería ser un negocio ni vivir de la publicidad, desconfiaba además del control de arriba hacia abajo que ejercía la plataforma.

La Universidad Pública Friedrich-Schiller de Jena, el centro donde estudió Eugen Rochko.

Tenía amigos programadores que estaban en Identi.ca, un servicio de blogs y redes sociales gratuito y de código abierto –modelo de desarrollo de software basado en la colaboración para abaratar los costos–, lo que le llevó a probarlo al mismo tiempo que programaba un foro codificado que se propuso federar. Así adquirió el dominio zeonfederated.com, que fue su página de inicio personal. Entonces todavía le faltaba un hervor y no tenía las habilidades necesarias para llevar a cabo su idea. De lo que seguía convencido era de que se necesitaba una alternativa alejada del troleo, del abuso y del propósito de vender cosas que, según él, estaba devastando el microblogueo de Twitter.

Sólo unos meses después de obtener su título en Ciencias de la Computación en Jena, la idea de quedarse estancado en un trabajo de 9 a 5 le resultaba espantosa, así que se sentó a fisgonear GNU Social, un software de microblogueo descentralizado que ofrecía una funcionalidad similar a Twitter. GNU Social fue el precursor de la red que Rochko tenía en la cabeza mientras aún cursaba sus estudios de informática en la universidad.

Su objetivo era conectar a unos usuarios con otros para intercambiar información, imágenes, vídeos, GIF, memes e incluso un sistema de impulso similar a los retweets de Twitter. En eso no había nada distinto de las redes sociales tradicionales; pero en la suya no habría censura y se comentarían temas de actualidad en un ambiente menos hostil y, en general, sin haters. Mientras que Twitter o Instagram funcionaban como reyes-tiranos de sus propios y enormes continentes rodeados de altas murallas, Rochko pensaba en un sistema feudal en el que el poder y los datos estuvieran descentralizados y se dispersaran en un archipiélago de islas múltiples. Además, como declaró a la revista Esquire en 2018, quería evitar la comercialización en su red social:"No está para vender nada sino para posibilitar un debate saludable".

De los gorjeos a los berridos

Comenzó a trabajar en el software de Mastodon en la universidad pública Friedrich-Schiller de Jena. A través de los sitios web de micromecenazgo para proyectos creativos Patreon y Open Collective y una pequeña subvención de Samsung financió el desarrollo de Mastodon con el propósito de competir con Twitter.

El nombre de su red social, menos exento de ironía de lo que pudiera parecer, nada tuvo que ver con que Rochko fuera fan de Mastodon, la banda de heavy metal de Atlanta, sino con que no era bueno para nombrar cosas: "Simplemente elegí lo que me vino a la mente en ese momento", dijo años después. Pero tras ese automatismo aparentemente inocente se adivinaba la ambición de su creador, que aspiraba a algo más que hacer meras abolladuras en el casco del gigante Twitter.

Ilustración de Mastodon, la red social alternativa a Twitter. Mastodon Omicrono

La mascota de la red es un proboscidio de dibujos animados parecido a un mastodonte o a un mamut, a veces representado usando una tablet o un teléfono inteligente. Así como Jack Dorsey llamó tweets, o sea, trinos o gorjeos, a los microblogs de su red, los mensajes publicados en Mastodon (hasta 500 caracteres, en lugar de los 280 de Twitter) se conocen como toots, es decir, los bocinazos o berridos de los elefantes. El nacimiento de Mastodon fue anunciado en octubre de 2016 en Hacker News, la revista digital de la subcultura electrónica digital.

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Como Twitter, pero sin nazis

El fediverso, las redes sociales descentralizadas, no es una idea nueva, pero el proyecto Mastodon rápidamente se hizo popular entre los usuarios queer, trans y de izquierda después de la elección de Trump en noviembre de 2016. La mayoría de los primeros usuarios de Mastodon compartían afinidades: algunos trabajaban en tecnología o desarrollaban videojuegos, otros eran adeptos del furry fandom, la subcultura interesada en animales antropomórficos cuyos seguidores crean fursonas —avatares animales de sí mismos— o usan disfraces que se asemejan a animales.

Ese perfil ultramoderno, buenista y transhumanista lo resumió en un toot un usuario de Mastodon el 23 de noviembre de 2016: "Mastodon es básicamente el Twitter de los peludos gay sin riesgo de racistas".

"Soy optimista en el pulso de Mastodon a Twitter. Mi red ofrece una experiencia más democrática y 'friendly'"

Eugen Rochko, fundador de Mastodon

Con la llegada de Trump a la Casa Blanca, Rochko presentó Mastodon como una alternativa a Twitter progresista y libre de nazis, que están vetados en su red, lo que le ha valido elogios en las publicaciones especializadas, desde Motherboard hasta Wired. Pero las políticas de Mastodon son más complicadas que simplemente prohibir a los nazis.

Los trabajadores tecnológicos blancos, homosexuales y de clase media que migraron a Mastodon lo hicieron para escapar del mundo exterior y convirtieron la nueva red en un espacio donde los usuarios debaten la teoría queer, pero tratan de mantenerse alejados de la política. En la revista Forbes, Rochko dijo que era optimista en el pulso de Mastodon a Twitter porque su red ofrecía "un tipo diferente de experiencia, más democrática y más friendly".

Dictador benevolente

En julio de 2017, una legión de más de 300 voluntarios se encargaba de enseñar a andar al mastodonte cachorro y Rochko nombró a una gerente de proyecto para su red social. Conocida como @maloki (también como Kinkimal), se presenta a sí misma en su cuenta de Mastodon como "adicta a los videojuegos, streamer, foodie y gordita" y abandonó la red acusando a su jefe de actuar como "Dictador Benevolente Vitalicio" (BDFL, en sus siglas en inglés), un título informal, y no exento de ironía, que se otorga a ciertos desarrolladores de software de código abierto que se reservan las decisiones finales dentro del ámbito de un proyecto.

Shel Raphen, que fue desarrollador de la red social y trabajó como coordinador voluntario, gerente de proyectos y administrador comunitario, dijo del que fue su jefe: "Es un programador increíblemente talentoso, pero eso no lo convierte en líder. Se atribuye todo el mérito de hacer Mastodon y pretende olvidar que nació de un esfuerzo colectivo".

El perfil de Mastdon de Eugen Rochko, su creador. Mastodon

Aunque Rochko está lejos de ser la única persona que mantiene a flote su pequeño mastodonte, muchos de sus usuarios critican tanto las funciones que se arroga como con el hecho de que cinco años después de su creación, en agosto de 2021, anunciara que, como fundador y único accionista, había registrado Mastodon como una Sociedad de Responsabilidad Limitada (GmbH por sus siglas en alemán) sin fines de lucro. Todas las fuentes de ingresos y actividades de Mastodon se transfirieron a esta nueva sociedad con Rochko como director ejecutivo y único empleado con salario fijo.

En una entrevista con el Daily Dot, un medio digital especializado en la cultura y la vida en Internet, Rochko, aunque demócrata a machamartillo, reivindicó Mastodon como "el hijo de mi imaginación creado a mi manera para que funcionara" y se mostró hostil a la democracia corporativa porque "un gobierno unipersonal es más eficiente que un comité. Cuando repartes la toma de decisiones entre diferentes personas que van y vienen, tienes una tragedia en la que nadie es responsable, la gente tiene desacuerdos sobre todo tipo de cosas y generas burocracia. Muchas veces recibes solicitudes de la comunidad que son excluyentes entre sí, y tienes que tomar una decisión, como en qué dirección irás o cómo llegar a un compromiso".

Un servicio global, un empleado

A medida que Twitter achica su plantilla con despidos inmisericordes y afronta cambios polémicos como el muro de pago y un crescendo en la retórica de odio, algunos están abandonando Twitter o al menos buscando una alternativa para publicar sus pensamientos en línea. Antes de que Musk completara la adquisición de Twitter el jueves 27 de octubre, el crecimiento de Mastodon promedió entre 60 y 80 nuevos usuarios por hora; el lunes 31, en una sola hora ganó 3.568 nuevos registros según la cuenta Mastodon Users. Una semana después de la llegada de Musk creció en 233.000 nuevos miembros. El pasado lunes Rochko anunció en la revista Time que Mastodon ha alcanzado los cuatro millones y medio de usuarios registrados. Y subiendo. Aun así, poca cosa frente a los 238 millones de Twitter, los 1.270 millones de Instagram o los 1.980 millones de usuarios activos diarios de Facebook.

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El rápido crecimiento ha provocado sobrecargas y fallas en el servidor. Al ver al economista Paul Krugman luchando por hacer funcionar su cuenta de Mastodon, Musk se burló de la red advenediza: "Si ya no te gusta Twitter, hay un sitio increíble llamado Masterbatedone", escribió en un tweet (rápidamente eliminado) encima de una captura de pantalla de los toots fallidos de Krugman.

El salto en los usuarios de Mastodon en cuestión de días sigue siendo sorprendente. Sobre todo, si se piensa que Mastodon GmbH, con sede en Berlín, funciona con el reducido presupuesto aportado por el crowdfunding de 900 micropatrocinadores en Patreon (6.500 euros por mes en total, menos de 80.000 al año) más una modesta subvención de la Comisión Europea.

Rochko, el único empleado a tiempo completo del proyecto, programa en su casa en la pequeña ciudad alemana de Jena por un modesto salario mensual de 2.400 euros. Es lo que tiene ser el "dictador benevolente" de una organización sin ánimo de lucro.

El sueño de Rochko de que su cachorro proboscidio dé un trompazo al pajarito gorjeador de Musk tal vez no pase de eso, de ser un delirio onírico, entre otras cosas por el que podríamos llamar efecto Vicente: ¿Dónde va Vicente?, donde va la gente. Todo el mundo quiere ir a donde va todo el mundo y no tiene gracia compartir tus ocurrencias o tus fotos si nadie las va a ver. Pero el padre de Mastodon es optimista: "No hay forma de saber cuándo llegará el éxito, pero estoy sentando las bases para ello".

El fediverso

Más que una única red social, Mastodon es una federación de lo que Rochko llama "instancias". Esa es su característica más distintiva y en el mundillo geek se conoce como fediversidad. El fediverso –acrónimo de federación y universo– es el nombre habitual e informal para referirse a una federación abierta de servidores cuyo propósito es que sus usuarios intercambien información entre uno y otro servidor sin importar qué tipo particular de software esté ejecutando cada usuario.

En lugar de botar cada cuenta en un gigantesco Amazonas de un sitio web principal, los usuarios de Mastodon pueden navegar en cientos y cientos de pequeños ríos —instancias— que funcionan como servidores que se rigen por sus propias reglas y con sus propias comunidades, que crean una federación. Al igual que los usuarios pueden enviar correos electrónicos desde distintos servidores, cada una de estas instancias puede elegir su propio proveedor fuera del software de Mastodon y existen simultáneamente por separado y como parte de un todo más grande. Unas 3.800 de estas instancias están actualmente disponibles en todo el mundo. Cada una de ellas tiene sus propias reglas y, por lo general, tiene un enfoque temático: desde asuntos locales, musicales o foodies a tendencias tecnológicas. Los miembros de las instancias pueden interactuar entre sí o poner en una lista negra a otras instancias.

Catálogo de servidores en Mastodon Omicrono Omicrono

La plataforma no tiene el poder de obligar a los usuarios a hacer nada, ni siquiera a cumplir con los estándares básicos de moderación de contenido, lo cual suena como una invitación para un paraíso en línea para trolls de extrema derecha, pero en la práctica muchos de los servidores de Mastodon tienen reglas más estrictas que las de Twitter. Cuando los haters asoman su sucia patita, otros usuarios pueden unirse para bloquearlos excluyéndolos de la mayoría de la plataforma.

"Supongo que podrías llamarlo el proceso democrático", dice Rochko en la revista Time, al tiempo que critica a Musk por "permitir la libertad de expresión". "Simplemente tolerando todo tipo de expresión no conduce a la libertad de expresión, sino a un pozo negro de odio. Los haters no tienen cabida en el concepto alemán de libertad de expresión", añade.

Cuando los 'haters' asoman su sucia patita, otros usuarios pueden unirse para bloquearlos excluyéndolos de la mayoría de la plataforma.

Un barrio lejos del centro

Ninguna empresa o persona puede imponer su voluntad sobre todo el sistema o cerrarlo por completo, dicen los defensores de la plataforma. Si surgiera una voz extremista con su propio servidor sería bastante fácil para otros servidores cortar lazos con ella, dejando que la cuenta sólo hable con su propio grupo de seguidores en un islote cada vez más deshabitado. Con esta estrategia, dice Rochko, evitamos "atraer al tipo de personas que encontrarías en Parler o Gab –plataformas favoritas de los seguidores de Trump–, o cualquier otro foro de odio en Internet".

Ese enfoque federado tiene desventajas: es más difícil encontrar personas a las que seguir en la expansión anárquica de Mastodon que en la plaza del pueblo perfectamente ordenada que pueden ofrecer Twitter o Facebook, administrados centralmente, pero su creciente grupo de partidarios asegura que esos inconvenientes se ven superados por las ventajas de su arquitectura.

Es verdad que Mastodon no va a ayudar a nadie a conseguir un trabajo, o a promocionar un libro o un artículo, pero a cambio es un sitio tranquilo, una calle poco transitada y no la Plaza Mayor de la aldea global, la "plaza común digital" de la que habla Elon Musk refiriéndose a Twitter, lo cual no es necesariamente bueno porque, como escribía hace unos días James Marriott en The Times, las plazas públicas han sido históricamente lugares de maledicencia, humillación y ejecuciones. Mejor buscarse un barrio friendly y lejos del centro.

Mastodon. Omicrono Omicrono

De momento la criatura de Rochko ha encontrado una audiencia muy receptiva entre los reguladores europeos. El comisionado de protección de datos de Alemania, Ulrich Kelber, está librando una campaña para lograr que los organismos gubernamentales cierren sus páginas de Facebook, ya que dice que "no hay forma de alojar una página allí que se ajuste a las leyes de privacidad europeas. Las autoridades deberían trasladarse a una instancia propia en Mastodon del Gobierno federal".

Desde que, hace tres semanas, Elon Musk compró Twitter, su plataforma hace agua, le crepitan las cuadernas y se le pudren los palos. La promesa del magnate de acabar con las políticas de moderación de contenidos ha espantado a anunciantes como General Motors, L'Oreal, Volkswagen o Pfizer, que han congelado sus campañas. Esta desbandada ha provocado, por una parte, una drástica caída de ingresos que le ha servido a Musk de excusa para poner de patitas en la calle a casi la mitad de su plantilla, unos 3.700 empleados. Por otra parte, en ese río revuelto está pescando Mastodon de forma oportunista, pero masiva.

Los pagos crecientes de Patreon y las expectativas generadas por el ruidoso aterrizaje de Musk en Twitter han hecho que Rochko se haya venido arriba: "Desde el punto de vista técnico, Mastodon es mejor que sus competidores, es un millón de veces mejor que en abril de 2017 cuando se volvió viral por primera vez. Lo que necesitamos ya no son más funciones, lo que necesitamos es que la gente sepa que existimos".

Cree que detrás del sol de Twitter ya existe otro, más brillante, eclipsado por el desconocimiento, pero ahora más que nunca confía emocionado en que su pequeño mastodonte enmudezca los trinos del arrogante pajarito global. Al menos, Rochko podrá subirse el sueldo. De momento, trata de convencer a sus padres, que no están en las redes sociales, de que se apunten a la suya.

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