Brasilia ardía al sol del 1 de enero tras haber estrenado su verano 12 días atrás. Ante más de 300.000 personas y 17 jefes de Estado, Lula da Silva se convertía por tercera vez en presidente de la nación, a la que socialmente hemos convenido llamar una edad provecta: tiene 77 años. Con el expresidente Jair Bolsonaro emigrado a Florida, ocho personas del pueblo se subían a la rampa del Palacio de Planalto para entregarle la banda presidencial. Como miembros de la comisión, entre otros, figuraban Raoni Metuktire, un líder indígena brasileño; el influencer Ivan Baron, reconocido por su lucha por la inclusión y contra la discriminación de personas con discapacidad; y Aline Sousa, una mujer afrobrasileña que trabaja como cartonera desde los 14 años. Esta última le colocaba con esmero y temblor la seda con la que da Silva comenzaba su discurso.

"Asumo el compromiso de cuidar de todos los brasileños y brasileñas y de acabar con el hambre", decía al respecto de la pobreza reinante en el país que ya gobierna. Luego, mencionaba a los indigentes que piden para comer en los semáforos, y la voz se le perdía detrás del llanto al reproducir la frase que repiten mientras extienden la mano vacía: "Por favor, ¿me ayudan?". Una multitud ferviente le aclamaba, la misma que cinco años antes le gritaba "no te entregues, no te entregues" y "¡Resistir! ¡Resistir!" cuando sobre Lula pendía una orden de arresto para entrar en prisión, dictada por el juez Sergio Moro a cuenta del caso Lava Jato.

Lula, eso no puede negarse, levanta pasiones, y también odios febriles; extrema a las masas. Pero ¿quién es el hombre detrás del presidente? A sus 77 años, Luiz Inácio Lula da Silva ha pasado por prisión; ha gobernado un país de más de 200 millones de habitantes durante siete años; sobrevivió a la violencia extrema de su padre, considerado un verdadero "torturador"; atravesó el país durante 13 días encajado junto a sus hermanos en la carga de un camión de migrantes, comiendo únicamente harina y bizcochos; perdió un dedo de la mano, un hijo, una mujer; volvió a casarse, volvió a perderla; se ha enamorado de nuevo a los setenta y tantos y vuelve a subir a la presidencia con el afán de enmendar la plana a Bolsonaro y sus políticas. ¿Le quedan fuerzas para gobernar un país?

Lula besa a su esposa, Rosângela Silva, tras su triunfo en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Brasil. EFE

Si hay alguien capaz de responder a esta pregunta, ese no es otro que Fernando Morais, el biógrafo de Lula y amigo cercano desde que en los años 70 se acercara a él en el contexto de la feroz represión de los militares a los sindicalistas. Político y periodista, Morais ha tardado diez años en configurar los dos tomos de la biografía de uno de los políticos más carismáticos del globo.

A pesar de la amistad que los une, Morais y Lula han mantenido históricamente algunas diferencias, y el presidente optó por darle la libertad de publicar el libro sin haberlo leído, para evitar así toda suerte de interferencias. La versión en castellano de Lula, la biografía se ha publicado en Argentina de la mano de la editorial Planeta y con una muy acertada traducción de Julio Sierra, y en EL ESPAÑOL hemos podido acceder a ella y entender un poco más quién es y cuál es la historia real del primer obrero que llegó a la presidencia brasileña.

La pobreza en propia carne

La infancia de Lula da Silva puede resumirse en la que parece una secuencia cinematográfica de acción: en 1952, cuando solo tenía siete años, pasó trece días -y sus trece noches- atravesando el país encajado en la carga de un camión de migrantes junto a sus hermanos, con bizcochos, harina y agua por único alimento. Su madre, doña Lindu, los había sacado del distrito de Caetés, al nordeste del país, en busca de una vida un poco mejor, o un poco menos mísera, y tras el rastro de Aristides, el padre de Lula, que había marchado junto a su otra mujer y la prole que con ella también había tenido a Guarujá, una ciudad costera próxima a Sao Paulo.

Así lo cuenta Morais: "Al igual que las tres cuartas partes de los oriundos del nordeste, el agricultor Aristides era un analfabeto 'que no sabía leer ni o', en palabras del hijo. Nunca se excedió en la bebida, trabajaba incansablemente, pero tenía un comportamiento conflictivo con la familia y la mujer. O, más precisamente, con las familias y las mujeres, ya que en 1945 dejó a Lindu embarazada de Lula, emigró en algún camión que pudo encontrar y aterrizó en Santos, en el litoral paulista, llevando consigo en secreto a Valdomira Ferreira de Góis, 'Mocinha', prima de Lindu, de solo 16 años, con quien llegaría a tener diez hijos, el primero de los cuales ya estaba en el vientre de su madre cuando partieron a escondidas hacia el sur".

El maltrato de su padre

Además de mujeriego, el padre de Lula acostumbraba a disciplinar a sus hijos sin piedad. Morais lo tilda en su obra de auténtico torturador y, a juzgar por la memorias que recoge, el término no le queda grande: "El castigo físico, como palizas con chanclas o con cinturón, era algo común en la educación de los niños en todas las clases sociales de Brasil, pero los recuerdos que Lula y algunos de sus hermanos tienen de Aristides son informes cercanos al sadismo y a las disfunciones familiares (…). Como el día en que el viejo tuvo un enfrentamiento con Rubens, el segundo de sus hijos con doña Mocinha, y decidió aplicarle un correctivo, con golpes de cadena. Con su mano izquierda inmovilizó al muchacho de 16 años, acurrucado en el suelo, mientras con la derecha le azotaba la espalda. Cuando el cuerpo del adolescente ya estaba en carne viva, Lindu decidió entrometerse en un problema familiar que no le incumbía y arrebató a Rubens, ensangrentado, de las manos de Aristides. Lula, quien miraba la escena con horror, estaba seguro de que, si su madre no lo hubiera ayudado a tiempo, el medio hermano habría sido asesinado por el padre".

En otra ocasión fue el propio Lula, junto a su hermano Ziza, el objeto de la ira de su padre. Los dos vástagos habían desoído el encargo que Aristides les hizo de vigilar su barcaza de pesca hasta que subiera la marea (y desapareciera por tanto la amenaza de robo, pues los ladrones solían aprovechar el momento en que las pequeñas embarcaciones encallaban en la arena para afanarse de ellas). En vez de hacerlo, los hermanos se pusieron a jugar y eso le valió al hermano de Lula para recibir una tremenda paliza. Cuando le llegó a él el turno, su madre se interpuso y recibió el primer y último golpe que su marido le daría. Resuelta a que el episodio no se repitiera, cogió los bártulos de nuevo y se marchó con sus hijos a vivir a la capital. Lula solo tenía 10 años para aquel entonces, y supo entonces de la pobreza que tantas veces menta en sus discursos.

"Yo sé lo que es vivir en la parte trasera de un bar, teniendo que usar el baño donde un borracho acababa de vomitar en el lavabo, y cagar en un trozo de periódico. Ese era el baño que usábamos yo, mi madre y mis hermanas. Tengo buena experiencia de eso", le dice a Morais en una de las conversaciones que luego este plasmaría en Lula, la biografía. El presidente electo recuerda en la obra que, durante los primeros tiempos en que su madre se separó de su padre, vivió en una humilde casa que solo tenía una habitación y cocina, y tuvieron por tanto que compartir el baño con un bar cercano.

Aun así, la pobreza familiar no endureció el corazón de doña Lindu, para quien Lula siempre tiene también palabras en sus intervenciones públicas. Combatir la miseria y el hambre ha sido siempre para él una misión prioritaria, como lo fue para su madre: "Si alguien batía palmas en la puerta pidiendo comida, ella invitaba a la persona, por harapienta que estuviera, a entrar a la casa, sentarse a la mesa y comer con los demás. 'Sentarse' quería decir acomodarse sobre una caja o un banquito"

Felipe VI visita a Lula da Silva. Reuters

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Primer empleo y accidente laboral

De la miseria más reconcentrada empezó a salir la familia de Lula gracias, en buena parte, a su trabajo como tornero mecánico. Primero estuvo de aprendiz y, al poco, fue beneficiario de uno de los cursos ofrecidos por el Servicio Nacional de Aprendizaje Industrial (Senai), y aquello le hizo muy feliz, tal como recoge la obra: "¡Era el paraíso! El Senai fue lo mejor que me pasó en la vida. ¿Por qué? Porque entonces yo era el primer hijo de mi madre que iba a tener una profesión, fui el primer hijo de mi madre en ganar más que el salario mínimo, fui el primero en tener una casa, fui el primero en tener un coche, yo fui el primero en tener un televisor, el primero en tener una heladera. Todo gracias a este oficio de tornero mecánico, gracias al Senai".

Sin embargo, como en toda vida, la felicidad se entrelaza con la tragedia burdamente y, muchas veces, sin una mera transición: en su segundo trabajo como tornero, Lula perdió un dedo mientras intentaba fabricar un tornillo para una de las prensas junto a un compañero: "… cuando fui a poner el tornillo en la prensa, se distrajo. Eran las 2 o 3 de la mañana. Ese compañero, visiblemente cansado, vaciló y soltó el brazo de la prensa. Esta se cerró justo cuando yo estaba metiendo la mano para cambiar el tornillo. Traté de esquivarlo, pero me aplastó el dedo. Ni siquiera sentí mucho dolor". Tras su paso por el hospital de Vila Carioca, donde el médico de turno optó por amputar el dedo por completo en vez de realizar una cirugía más conservadora, Lula obtuvo una indemnización que destinó, en gran parte, a amueblar la cocina de su madre. Un abogado quiso, por gestionársela, quedarse con un 20% de la cuantía total, pero fue entonces cuando el presidente brasileño tuvo su primer contacto con un sindicato y, gracias a un abogado del mismo, que plantó cara al anterior, pudo cobrarla íntegramente. La política y la lucha empezaban a cobrar un sentido práctico en su vida.

Su toma de conciencia política

Por sorprendente que parezca, Lula no tuvo una férrea convicción política hasta bien entrada la adolescencia. Él mismo cuenta en el libro de Morais cómo fue a través de su hermano Ziza, al que todos llamaban Frei Chico, por lo que empezó a acercarse a ella: "Frei Chico era un activista, un tipo que iba al sindicato, que comía, almorzaba y tomaba café en el sindicato. Todo el resto de la familia era antisindicato, pensábamos lo mismo que muchos trabajadores piensan todavía hoy, que allí solo había ladrones, que los dirigentes eran todos ladrones, que todos eran unos desvergonzados, que mi hermano era un tonto por ir al sindicato. Y eso era motivo de discusiones permanentes…". Sin embargo, tras el accidente y la pérdida de su dedo, Lula acude a una reunión en la que lo hacen suplente y así comienza su carrera, no sin tener que salvar indecibles obstáculos; entre ellos, la férrea oposición de la que fue su primera mujer, Maria de Lourdes da Silva, quien llegó a decirle que si ingresaba en el sindicato en firme, la boda pendiente entre ambos se aplazaría.

Su primera mujer 

La habilidad y el carisma que han hecho populares al presidente brasileño en todo el mundo le valió también en aquella ocasión para fintar el ultimátum de su novia y casarse con ella, a pesar de que cada vez estaba más involucrado en el sindicato y más convencido de su importancia y utilidad. Pero, una vez más, la vida le tenía reservado a Lula otro gran revés. Seis meses después de la boda, Lourdes quedó embarazada y, tras unos meses de aparente normalidad, comenzó a sentir unos fuertes dolores en la tripa. En el hospital se le diagnóstico un principio de ictericia provocada por el escaso desarrollo del hígado del feto, que le llevó finalmente a perderlo. Y ahí no terminó todo, tal como narra su biógrafo: "Corrió al hospital y, al llegar allí, entre lágrimas, tuvo un breve diálogo con el médico de turno.

El expresidente de Brasil Lula da Silva con su esposa, Marisa Letícia, en 2007. Reuters

—Señor Luiz, tendrá que ser fuerte. Tengo que darle una pésima noticia.

Con el rostro mojado por las lágrimas, él respondió entre sollozos:

—Ya lo sé, doctor. Lourdes perdió a su bebé, nuestro pequeño murió en el vientre de la madre.

El médico lo tomó por los brazos.

—No, señor Luiz, es mucho peor. Su esposa acaba de morir.

Con un paquete con la ropa que había llevado para el entierro del niño por nacer, Lula se desmoronó en los brazos de sus amigos que lo acompañaban".

Durante un tiempo, Lula atravesó una profunda depresión que lo alejó incluso de la que siempre ha sido su pasión más encendida: el fútbol. Tampoco quiso rodearse de amigos ni familiares, y necesitó mucho para volver en sí mismo y recobrar la vitalidad que siempre le ha caracterizado.

Segunda mujer

Tras la pérdida de Loudes, cuenta Morais que a Lula le asaltó un periodo de donjuanismo empedernido: "Un recuento conservador, hecho a partir de las decenas de veces que tocó el tema con periodistas e investigadores, revela que en esa época tenía cuatro novias fijas: Nair, Tereza, Miriam y Marisa. Amiga de Maria Baixinha, hermana de Lula, Miriam Cordeiro, de 24 años, era enfermera en una clínica relacionada con el sindicato. Pero los vientos parecían soplar en favor de Marisa, que había caído en una trampa montada por Lula para cortejar incautas. Medio como una broma de muchachos, medio tirando la red, recomendó al empleado que atendía a los socios del sindicato, en un mostrador de la planta baja, que le avisara cuando apareciera alguna socia linda y sin compromiso".

Tras una serie de largos vaivenes emocionales y tras tener una hija con Miriam Cordero, finalmente fue Marisa la que anidó en el corazón del presidente y con quien se fue al altar por segunda vez. Con ella tuvo tres hijos más y adoptó al que ella había tenido de su primer marido, de quien era viuda. Marisa fue la primera dama de Brasil durante los dos primeros mandatos de Lula, entre 2003 y 2010, y murió en 2017 a causa de un derrame cerebral en mitad del escándalo político del Lava Jato, que llevó a Lula a prisión.

Su paso por la cárcel

Desde abril de 2018 hasta noviembre de 2019 Lula da Silva vivió en una celda, hablando con fotos de personas anónimas que él mismo colgaba de las paredes para burlar la locura que trae bajo su manto la soledad impuesta. ¿Cómo llegó hasta ahí tras haber sido el personaje más popular y aclamado de Brasil? Fue el Juez Sergio Moro quien lo acusó de corrupción por beneficiar a la constructora OAS obteniendo un departamento de lujo de tres pisos en Guarujá.

La biografía de Lula escrita por Morais comienza justo en aquel momento convulso de 2018 en el que una orden de detención pendía sobre él y debía decidir si entregarse o resistir, como le pedía el pueblo: "Estoy ahora en la misma situación que entonces: otra vez estoy siendo procesado por crímenes que no cometí. Soy el único ser humano procesado por la propiedad de un departamento que nunca fue mío. Saben que la cadena Globo mintió cuando dijo que era mío. La Policía Federal del Lava Jato, al realizar la investigación, mintió al decir que el departamento era mío. La Fiscalía, al formular la acusación, mintió al decir que el departamento era mío. Pensé que Moro iba a solucionarlo, pero él también mintió".

Esas palabras, recogidas en la obra, las pronunció Lula antes de decidir entregarse, no sin prometer, con la épica que acompaña habitualmente sus palabras, que no dejaría de luchar: "Pueden estar seguros, este cuello aquí no se inclina. Mi madre me hizo con el cuello corto para que no lo bajara. Y no lo bajaré porque voy con la frente en alto. Voy a salir con el pecho henchido de allí porque voy a demostrar mi inocencia. Un abrazo, compañeros, gracias". Y lo consiguió: en 2021 la Corte Suprema anuló la condena dictada contra el mandatario y le permitió, por tanto, concurrir a las elecciones presidenciales de 2022. Lula da Silva volvía a estar en el partido.

Nuevo amor y futuro

Precisamente durante su estancia en prisión se dio a conocer que Lula frecuentaba un nuevo amor. Se trata de Rosângela da Silva, de 56 años, a quien todos llaman Janja. Janja está afiliada al partido de Lula, el PT, es socióloga de profesión y trabajó durante casi dos décadas en la empresa de energía Itaipú Binacional. Además, se sabe de ella que es una mujer muy feminista y luchadora, y que se ha convertido en un nuevo motor que impulsa al presidente para acometer el encargo que el pueblo le ha hecho por tercera vez. A Janja le dio Lula el tercer sí quiero de su vida en mayo del recientemente huido año 2022. Tres matrimonios y tres mandatos presidenciales son el resultado de siete décadas de vida, casi ocho, bien exprimidas.

Solo el tiempo dirá si Lula está preparado para hacer frente a los retos que se le presentan. A saber, los agujeros presupuestarios del país; la pérdida de credibilidad por parte de un importante sector de la población tras su paso por la cárcel, pese a haber logrado anular su condena; la fuerte oposición de los partidarios de Bolsonaro y el complicadísimo equilibrio entre el cuidado de la Amazonia y la necesidad de ofrecer salidas viables y sostenibles a la población que allí vive y depende de la riqueza forestal del mayor pulmón del planeta.

Lula al comienzo de las presidenciales. Facebook

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