8 julio, 2023 02:35

Desde hace más de una semana Francia está en llamas. La brutal violencia callejera desencadenada por la muerte de Nahel, un joven magrebí de 17 años, a manos de un policía en Nanterre, ha puesto en alerta a los servicios de inteligencia franceses, quienes están investigando las causas detrás de este estallido de violencia. Una violencia que ha ido en aumento y que supera, en cuestión de cifras, a los disturbios ocurridos en 2005, que también tuvieron un trasfondo racial.

Por el momento ha habido una disminución en el número de detenciones, 3.600 en total, según informes del ministerio del Interior. Sin embargo, se siguen registrando numerosos incidentes, incluyendo incendios de vehículos y daños a propiedades. Según el ministro Gérald Darmanin, se han incautado 1,5 toneladas de material pirotécnico en poco más de una semana sólo en la región metropolitana de París. Mientras, el agente autor de la muerte de Nahel está detenido como sospechoso de homicidio.

El presidente Emmanuel Macron promete tomar medidas profundas para abordar los problemas y ha propuesto una ley de urgencia para acelerar la reconstrucción en las áreas afectadas. Macron también ha expresado su preocupación sobre el papel que ejercen las redes sociales en los jóvenes y la falta de autoridad de sus familias, alegando que la mayoría de los detenidos tienen alrededor de 17 años de edad.

Un grupo de policías desplegados durante las protestas en Francia

Un grupo de policías desplegados durante las protestas en Francia Nicolas Landemard Europa Press

Sin embargo, las causas subyacentes a esta violencia revelan una verdad mucho más profunda que incluye el racismo, las cuestiones identitarias y la pobreza. La muerte del joven magrebí ha servido como un detonante, pero también hay un trasfondo de descontento generalizado en la sociedad inmigrante que habita en los suburbios. Una problemática que está teniendo consecuencias fatales y que nos plantea una incógnita. ¿Podría suceder lo mismo en España?

Origen y colonias francesas

En Francia, el reconocimiento del pasado colonial y la reconciliación con sus antiguas colonias se han convertido en dos temas conflictivos en los últimos años. El presidente Macron ha sido particularmente crítico con el legado colonial de Francia, describiéndolo como un "crimen histórico". Además, prometió devolver los objetos robados y establecer comisiones de investigación sobre el papel de Francia en Argelia y el genocidio de Ruanda.

Sin embargo, en enero de 2023 el presidente galo también expresó que no tenía intención de "pedir perdón" por el papel de Francia en Argelia, argumentando que hacerlo "rompería todos los lazos". Esta postura contradictoria refleja la sensibilidad y las divisiones en torno a la historia colonial de Francia, lo cual es motivo de controversia. El debate sobre el colonialismo también ha permeado a la sociedad francesa, incluso en los libros de texto. Durante mucho tiempo, se ha defendido la idea de que el colonialismo tuvo aspectos positivos. Marine Le Pen, líder política de extrema derecha, llegó a afirmar en 2017 que la colonización francesa "dio mucho" a las antiguas colonias.

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"Es importante destacar que la relación de Francia con Argelia es especialmente compleja en comparación con otras antiguas colonias. Mientras que la inmigración procedente de otros países colonizados por Francia, como Marruecos, Túnez, Senegal, Vietnam, Camboya y Laos, ha tenido sus desafíos, el caso de Argelia se destaca por su peculiaridad histórica y todavía sigue muy presente", explica a EL ESPAÑOL | Porfolio Alberto Arricruz, activista francés de padres sevillanos que emigraron a Francia en la posguerra y que ha crecido en la barriada de Seine-Saint-Denis, en París, donde trabaja como funcionario en el sector de la salud y de la acción social. Además, ha sido director regional de Cruz Roja durante más de seis años.

Por su parte, Víctor Renobell, doctor en sociología y director del grado de Ciencias Políticas en la UNIR, explica que España ha abordado la inmigración de manera diferente a Francia. "España se desvinculó de sus colonias antes que Francia y ha tenido más tiempo para entender e integrar a los inmigrantes en su sociedad. Desde las décadas de los 80 y 90, se han creado políticas de integración en España, y programas de integración y asistencia social están disponibles en todas las localidades del país".

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"Esto ha permitido que los inmigrantes se sientan más cómodos con la cultura española y se integren desde el principio. Salvo algún episodio como el de El Ejido (Almería) en el año 2000, cuando la localidad se vio inmersa en una guerra racial, en España esto lo hemos hecho de forma muy natural", comenta a este diario.

En contraste, en Francia ha habido un proceso más lento de integración de los inmigrantes, especialmente aquellos provenientes del Magreb. "La propia cultura francesa, con el archiconocido chovinismo, ha provocado que el inmigrante no se haya sentido, a lo largo de las décadas, tan integrado como en España. Los inmigrantes en Francia han terminado viviendo en guetos a las afueras de las ciudades, sin una adecuada infraestructura de transporte y acceso limitado a la educación. Estos guetos han generado una segregación social y cultural, creando tensiones y conflictos entre los inmigrantes y el resto de la sociedad francesa", explica Renobell.

Varios vehículos y contenedores en llamas durante las protestas en Francia

Varios vehículos y contenedores en llamas durante las protestas en Francia Gerard Cambon Europa Press

En este sentido, un reciente estudio del Defensor de los Derechos Humanos en Francia revela una realidad preocupante: los jóvenes percibidos como afrodescendientes o árabes tienen 20 veces más probabilidades de ser detenidos por la policía francesa. Muchos de estos jóvenes tienen raíces en las antiguas colonias francesas y residen en los suburbios conocidos como banlieues (periferias). Datos que subrayan las persistentes desigualdades y prejuicios raciales que aún persisten en la sociedad francesa.

Racismo y brutalidad policial

El caso de Nahel ha reavivado el debate sobre la acción policial en Francia, especialmente en relación con las muertes ocurridas durante los controles de tráfico. El año pasado se registró un récord de 13 fallecimientos en estas circunstancias. Nahel es la segunda persona que muere de esta manera en lo que va del año en el país. Sin embargo, el mismo día en que murió el joven, el sindicato France Police emitió un polémico tuit en el que felicitaba a los agentes que abrieron fuego contra él.

El mensaje culpaba a los padres por no haber educado adecuadamente a su hijo y consideraba que la acción policial había protegido la vida de las demás personas que por allí pasaban. "Al neutralizar su vehículo, protegieron su vida y la de los demás usuarios de la vía. Los únicos responsables de la muerte de este gamberro son sus padres, incapaces de educar a su hijo", escribían en un tuit que finalmente fue eliminado.

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En contraposición a esta visión, Renobell sostiene que culpar a las familias por la falta de educación de sus hijos es un error que genera más confrontación. "Es responsabilidad del Estado garantizar una educación inclusiva y accesible para todas las comunidades". Además, señala que "las redes sociales también desempeñan un papel peligroso y, a su vez inevitable, para las familias que acaba influyendo en los jóvenes y fomenta conductas violentas". 

La muerte de Nahel ha llevado a la ONU a pedir a Francia que aborde de manera seria los problemas de racismo y discriminación racial dentro de sus cuerpos policiales. Ravina Shamdasani, portavoz del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, hizo un llamado a las autoridades francesas para que el uso de la fuerza por parte de la policía "respete los principios de legalidad, necesidad, proporcionalidad y no discriminación".

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En este contexto, es relevante destacar la reforma legal realizada en 2017 en Francia que favoreció el recurso al uso de armas de fuego por parte de la policía francesa, especialmente cuando un ciudadano no acata una orden policial. Desde entonces, el número de muertes por disparos de la policía ha aumentado significativamente, pasando de 8 en 2017 a 26 en el año pasado, siendo la mitad de estos casos relacionados con conductores que intentaban huir en sus vehículos.

Comparativamente, fuentes del ministerio del Interior de España indican a EL ESPAÑOL | Porfolio que existen diferencias en la forma de actuar entre la policía francesa y la española debido a esta reforma legal. Afirman, sin querer sacar conclusiones, que la policía española se adhiere a la legalidad y cumple con los estándares establecidos. Además, mencionan que las diferencias entre las comunidades inmigrantes en Francia y España pueden tener un impacto en la situación, ya que en Francia los inmigrantes son de tercera y cuarta generación, mientras que en España la inmigración es más reciente.

Varios manifestantes sostienen bengalas de humo durante una protesta en Nanterre

Varios manifestantes sostienen bengalas de humo durante una protesta en Nanterre Telmo Pinto Europa Press

Asimismo, Alberto Arricruz destaca que, desde la implementación de la ley de 2017, el aumento de tiros mortales a conductores en fuga se ha dado, además, por una falta de estructura de mando efectiva y la insuficiencia de personal, especialmente en la región parisina. "Las comisarías de las periferias de grandes ciudades cuentan con apenas una decena de policías en algunos casos, y a menudo son atacadas por jóvenes con morteros de fuegos de artificio, lo que provoca una situación de inferioridad total en la relación de fuerzas con la delincuencia. Y una de las consecuencias de esa situación de inferioridad, de acoso y hasta de miedo, hace que buena parte de los policías sigan la estela de los sindicatos de policía, hoy en manos de la extrema derecha", expresa el experto.

Así, según el activista afincado en París, el racismo de la policía francesa es evidente para algunos ciudadanos inmigrantes que habitan en los suburbios. "El racismo de parte del cuerpo policial, principalmente en región parisina, se nutre del enfrentamiento constante de esos policías con la delincuencia que pudre la vida cotidiana de la gente en las barriadas y en los transportes públicos, delincuentes en su casi totalidad de origen magrebí o africano (aunque sean franceses) que atacan a la policía y se reivindican al mismo tiempo como víctimas de racismo policial". En el otro lado, "los policías, en su mayoría jóvenes, carecen de experiencia suficiente, vienen de pueblos y se encuentran en las barriadas con el arquetipo del malo migrante", argumenta.

Recuerda el activista como, en una ocasión, un amigo suyo cirujano, de origen egipcio, le contó "cómo los policías se reían cuando les decía su profesión, para luego callarse cuando se enteraban que era cirujano en el mayor hospital de París". Una diferencia de trato que revela las diferentes formas de actuación de las autoridades.

Discursos del odio

Pero si algo ha reflejado la muerte de Nahel es la profunda desigualdad social y la creciente polarización política del país galo. Mientras que una parte de la población más solidaria se ha organizado para apoyar a la familia de Nahel, recaudando sólo 200.000 euros, una campaña en favor del policía responsable de su muerte ha logrado reunir más de un millón de euros en tan sólo unos días, impulsada, en parte, por la narrativa de la extrema derecha.

Estos hechos revelan un sentimiento de doble pena entre los habitantes de estos barrios, quienes "se sienten maltratados y marginados por las autoridades y experimentan el rechazo hacia ellos por parte de la sociedad", explica Víctor Renobell.

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Mientras, la presidencia de Macron ha mostrado una falta de interés significativa hacia estos barrios marginales, lo que ha generado una gran decepción entre sus habitantes. A diferencia de su predecesor, Nicolás Sarkozy, quien calificó a los manifestantes de "escoria", Macron ha adoptado un enfoque más moderado y centrista. Sin embargo, no ha resuelto los problemas y necesidades de estas comunidades, lo que ha contribuido a la creciente desilusión y alienación.

Enfrente, el discurso de la extrema derecha en Francia ha avivado las llamas de la polarización. El partido ultraderechista Agrupación Nacional, dirigido por Marine Le Pen, es ya la segunda fuerza política. Mientras, en España, el partido político Vox ha concentrado el temor de sus fieles estos últimos días al vaticinar un estallido similar al de Francia, argumentando sobre la amenaza de la "inmigración ilegal" y advirtiendo sobre posibles disturbios violentos en 10 o 15 años en suelo patrio.

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La realidad, según refleja el Anuario Estadístico del Ministerio del Interior 2021, publicado el 27 de septiembre de 2022 es que, en 2021, según datos del INE, España tenía 47.435.597 habitantes, de los cuales 5.512.558 eran extranjeros. Es decir, los extranjeros son un 11,6% de la población de España y representan un 29,53% del total de la población que se encuentra en las cárceles.

En Francia, el ministerio del Interior francés no distingue entre delitos perpetrados por extranjeros y franceses, de manera que no se puede observar qué peso tiene la población inmigrante. Y es que el gobierno de Macron trata de esconder la nacionalidad o el origen étnico de la mayoría de los culpables. Analizando estos datos, Víctor Renobell, considera que "más que un problema de racismo se trata de un problema de pobreza. Si atacan y cometen más delitos no es porque sean inmigrantes, sino porque son pobres que lo que hacen es reclamar sus derechos".

El presidente francés, Emmanuel Macron, durante una rueda de prensa celebrada en Munich

El presidente francés, Emmanuel Macron, durante una rueda de prensa celebrada en Munich Peter Kneffel Europa Press

En este sentido, el sociólogo y experto en ciencias políticas considera que "la extrema derecha quiere despertar emociones y ganar votos, por eso nos encontramos con discursos que son atrayentes y emotivos, y se basan en datos que no miran las variables reales. Vox dice que si las cárceles están llenas de inmigrantes es porque vienen aquí a robar, cuando la variable real es la pobreza. Si una persona llega a nuestro país de forma ilegal, no va a poder trabajar, se va a ver sumido en la pobreza y eso lo va a llevar a delinquir", argumenta.

Sin embargo, Renobell cree que en Francia el sentimiento nacionalista es incluso mayor que en España, por lo que "estos discursos de odio hacia el inmigrante están más extendidos. Aunque aquí calan en la gente, la extrema derecha no tiene una gran representación política, a diferencia de Francia, donde los partidos de extrema derecha tienen mayor representación en la cámara", explica el experto en ciencias políticas.

Por su parte, Arricruz va más allá y cree que el aumento de la ideología extremista y xenófoba viene a consecuencia de la ofensiva islamista, la cual "expande el modelo integrista y radical de los países árabes". Lo que provoca, según el activista, "una mutación de la sociedad francesa profunda y retrógrada que confunde el islamismo con la gente originaria de países musulmanes, generando islamofobia". Por tanto, "se puede confundir el racismo con el rechazo y resistencia al auge de la amenaza del islam y, por consiguiente, del yihadismo, que tanto dolor ha provocado en Francia con los atentados de 2015, tan recientes en la memoria", señala.

El apartheid francés

A pesar de que, a priori, la ley no impone barreras a los inmigrantes de tercera o cuarta generación con nacionalidad francesa desde nacimiento, factores como el urbanismo y la concentración de familias inmigrantes en grandes barriadas periféricas, como las conocidas banlieues en Francia, han contribuido a la perpetuación de la segregación racial. En España, aunque no se han formado guetos similares a las banlieues, existen barrios emblemáticos de inmigrantes, como Lavapiés o El Raval, que se encuentran en pleno centro urbano y no enfrentan una problemática de integración.

A diferencia de Francia, donde los suburbios periféricos, como Clichy-sous-Bois, se encuentran a considerable distancia del centro de la ciudad, en España no se ha dado esa misma separación geográfica. Según la Policía Nacional española, sólo hay cuatro barriadas conflictivas en el país, como La Cañada Real en Madrid, El Raval en Barcelona, La Cañada de Hidum en Melilla y la barriada de 'El Príncipe' en Ceuta.

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Sin embargo, en Francia, en 1997, el sistema de información geográfica identificó 750 zonas "sensibles", incluyendo Saint Denis y otros ocho distritos de París, áreas donde prevalecía la pobreza. En 2005, el servicio de inteligencia de la policía francesa, Renseigments Generaux, señaló 150 áreas como "zonas prohibidas", donde la policía no podía ingresar sin refuerzos. Desde entonces, el ministerio del Interior francés no ha publicado datos al respecto.

Según escribió Iona Lefebvre, responsable de relaciones institucionales, en un artículo para el Instituto Montaigne, "las personas que viven en estas comunidades tienen dos veces más probabilidades de ser inmigrantes que el promedio nacional y tres veces más probabilidades de estar desempleados". 

Para Renobell, los guetos en Francia han generado una forma de vida diferenciada, con sus propios comercios y, en ocasiones, "sus propias leyes". "Esta situación ha generado conflictos, y a pesar de ser inmigrantes de tercera o cuarta generación, no se sienten plenamente franceses porque viven en una comunidad apartada del resto de la sociedad, creando una especie de apartheid francés, aislados del resto de la población, en lugares donde no llega bien el transporte público y hay una falta de acceso a la educación. Quien vive allí tiene muchas más probabilidades de acabar sintiendo odio hacia el propio estado y hacia la sociedad francesa", comenta.

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En contraste, considera que, en España, los inmigrantes se han mezclado con la población española de clase baja en barrios humildes ya que "es donde las viviendas son más económicas". "Aquí los inmigrantes han vivido integrados con otras personas de bajos recursos. Ha habido un proceso mucho mayor de convivencia entre ciudadanos españoles e inmigrantes", explica el sociólogo.

Por su parte, Alberto Arribuz revela lo paradójico de la quema de vehículos particulares, autobuses, centros sociales y bibliotecas por parte de los propios inmigrantes. "Actos de vandalismo que también empeoran la precaria situación de los servicios públicos en estos barrios. Por lo que la destrucción de infraestructuras profundiza su aislamiento, su incomunicación y su marginalización". Y se plantea la cuestión de si estos actos violentos representan un paso hacia un modelo en el que "los inmigrantes adquieren poder social y político, incluso a costa de sus propios intereses", concluye el activista.

En resumen: ni la influencia de los orígenes coloniales entre España y Francia, ni las circunstancias y contexto social, ni los protocolos de actuación de la policía, ni el impacto de los discursos del odio extremistas y populistas, ni la segregación racial en barrios periféricos, pueden hacer presagiar que los disturbios que asolan Francia estos días puedan salpicar a nuestro país.