Los masones no hacen rituales satánicos ni misas negras. Sobra decir que tampoco sacrifican animales ni beben sangre desde cálices de oro. Mucho menos urden conspiraciones universales para tratar de dominar el mundo a través de espurias redes de influencia ni escriben manuales sobre lenguaje no verbal secreto para comunicarse a través de vídeos y fotografías. Por no tener, no tienen ni una 'Biblia' que rija las creencias de sus integrantes, ya que a su organización se puede apuntar quien quiera. Solo que aquí se cumple la lógica inversa de cualquier secta, y eso es por lo que sus representantes piden que deje ser considerada como tal en el exagerado imaginario popular: es muy difícil entrar pero muy fácil salir. Tanto es así, que la leyenda negra de la masonería en España asegura que Franco trató de entrar dos veces y no pudo.
Quizás porque a quienes desean formar parte de la masonería se les exige un requisito muy específico: deben respetar la democracia, ser librepensadores y creer en la igualdad. No hay cabida para fanáticos, radicales ni acicates de la intolerancia. Ese el primer mensaje que quiere transmitir Mar Sánchez Bergua, la Gran Maestre de la Gran Logia Femenina de España (GLFE), la presidenta de la rama compuesta por mujeres de la masonería española. "Al contrario de lo que piensa mucha gente, no somos una secta", asegura. "De hecho, estamos registrados en el ministerio del Interior como asociación cultural. Lo único que queremos hacer es poner nuestro granito de arena para conseguir una sociedad más justa y libre mediante el perfeccionamiento moral y espiritual y la búsqueda constante de la verdad, la solidaridad y la justicia".
Sánchez Bergua recibe a EL ESPAÑOL | Porfolio en la sede central de la organización en Barcelona. Es una de las once logias femeninas que hay repartidas por España, sin contar la que está en Andorra ni los triángulos iniciáticos –logias que aún carecen del mínimo de siete maestras– situados en Málaga y Murcia. Ella explica de primera mano qué hace falta para ser masón, cómo son los rituales iniciáticos que practican quienes quieren sumarse a su organización, cuáles son los símbolos que los representan y qué perfiles –entre ellos políticos, científicos o artistas– forman parte de la historia de la masonería española. Para ello, abre a este periódico las puertas de su templo masónico. Un lugar que parece sacado de otro universo.
El interior alude, en palabras de la Gran Maestre, al cosmos y a la naturaleza. Todo es símbolo. Por ejemplo, el sol en Oriente, entre otras cosas, puede representar la parte masculina que todo ser humano lleva en su interior; la Luna evoca la contraparte femenina. El famoso triángulo asociado a la masonería, presente entre el Sol y la Luna, evoca a aquello que denominan 'Gran Arquitecto del Universo'. "Aunque cada uno lo interpreta como quiere", explica Bergua con una media sonrisa. "Muchos ven allí al Dios externo; otros lo interpretan como su Dios interior. Porque en nuestra organización puede haber distintas creencias religiosas o ninguna".
La sede de la Gran Logia Femenina en Barcelona tiene dos templos. Uno luce paredes rojas y tres coloridas vidrieras con motivos cósmicos. En ella hay un atril sobre el que se sitúa un mazo con el que la presidenta toma la palabra durante las reuniones que se celebran, de forma mensual, con el resto de compañeras de la organización. En la sala hay un mandil con rosas rojas bordadas sobre tela blanca que evocan a lo femenino, a la sangre, a la pasión.
Otro templo, mucho más moderno, se abre ante los ojos del invitado como un gigantesco tablero de ajedrez sobre el que emergen unas columnas blancas cuyos capiteles tienen distintos estilos arquitectónicos que reflejan el progreso de cada una de sus integrantes. "Simboliza que pasamos de pulir la piedra a hacer, primero, un capitel más simple, y poco a poco vamos ganando en complejidad", explica Bergua.
La Gran Maestre de la Gran Logia Femenina atiende a este medio en su templo. Ella fue ordenada lideresa de la organización hace dos años. Como tantas otras masonas, esta mujer natural de Huesca se ha volcado en su tarea por convicción profunda: "Fuera yo tengo mi trabajo: soy directora financiera en una empresa privada y he trabajado muchos años en el extranjero. Pero, al mismo tiempo, he asumido esta responsabilidad como un acto de servicio".
PREGUNTA.– Quizá lo primero que debamos hacer es definir la Gran Logia Femenina de España. Exactamente, ¿qué es y a qué se dedica su organización?
RESPUESTA.– Somos una organización masónica compuesta sólo por mujeres. Para nosotras, la masonería es una vía para la transformación y el perfeccionamiento integral del ser humano. Esto se hace a través del método iniciático que nos ofrece el método masónico, en el que se usan símbolos y alegorías que provienen de las herramientas relacionadas con el arte de la construcción, sobre todo de las catedrales y edificios de la época medieval. En el fondo, lo que pretendemos es desarrollarnos como librepensadoras, convertirnos en verdaderas ciudadanas para ser capaces de elegir por nosotras mismas.
P.– ¿Y qué es lo que defienden? ¿Cuáles son sus valores?
R.– Valores universales como la solidaridad, la empatía, la tolerancia o la humildad. Las divisas de la Revolución Francesa de libertad, igualdad y fraternidad, a las que añadimos la tolerancia y la laicidad, incluyen todos estos valores humanos, que al final contribuyen a que seamos ciudadanas libres y de buenas costumbres. Lo que pretendemos hacer es trabajar juntas para construir una sociedad más justa y equitativa. Todos los masones y masonas tenemos el mismo objetivo: mejorarnos a través del método masónico para hacer un trabajo de introspección personal, sacar lo mejor de cada uno de nosotros y revertirlo en la sociedad.
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P.– ¿Por qué la Logia Masónica Femenina está compuesta sólo por mujeres? ¿Son independientes?
R.– Somos independientes pero estamos vinculadas con la masonería internacional, sobre todo femenina, pero también tenemos interrelación con organizaciones masónicas mixtas y masculinas. Nosotras estamos convencidas de que queda mucho camino por hacer para conseguir la verdadera igualdad. Hemos alcanzado numerosos objetivos a nivel legal, pero en el terreno social que mucho camino aún. ¿Por qué somos sólo mujeres? Porque pensamos que trabajar entre nosotras puede resultar más fácil. Al fin y al cabo, queremos sacar lo mejor que tenemos dentro para trasladárselo a la sociedad. Si lo podemos hacer entre mujeres nos sentimos más a gusto, ya que trabajamos en femenino para buscar un espacio de mirada hacia la esencia de la mujer.
P.– Usted habla del 'cambio' que se produce en el interior de una mujer cuando se hace masona y se lanza a la 'búsqueda' de conocimiento. ¿Cómo se produce esa transformación?
R.– Es más bien una búsqueda de autoconocimiento de una misma, de introspección personal. Como escuela iniciática, quiere decir que empiezas a través de un ritual y sigues con un método progresivo. La masonería especulativa simbólicamente cada individuo debe construir su templo interior. Entonces, debemos trabajar internamente para que el edificio sea lo más bonito posible, ya que somos la piedra de un templo universal. Hay que limar las asperezas y mejorar como personas. Si eres envidioso, debes analizar por qué y canalizar positivamente esta envidia; si soy una piedra en bruto, he de convertirme en piedra tallada.
P.– ¿En qué consiste el 'método' masónico?
R.– En conocernos mejor a nosotros mismos a través de la utilización de nuestros símbolos asociados a la arquitectura. Utilizamos ese lenguaje simbólico para aprender a escucharnos a través del silencio interior, lo que nos ayudará a escuchar a los demás con el objetivo de aprender que hay matices u opiniones que, aunque sean diferentes de los nuestros, nos pueden enriquecer. Esas herramientas que ofrece la masonería sirven para hacer una progresión en busca de conocimiento. A través de su estudio, de comentarlos, de hacer trabajo e investigar, se va pasando de un grado a otro. Hay tres grados: aprendiz, compañera y maestra, y avanzas conforme vas descubriendo nuevos conocimientos a través de esas herramientas simbólicas.
P.– ¿Cuáles son los principales símbolos masónicos?
R.– Todo lo relacionado con la arquitectura. Tenemos la escuadra, que significa rectitud; la plomada [pesa cilíndrica generalmente hecha de plomo] y la regla y muchas más que son todas aquellas que utilizaban ya los masones operativos en la Edad Media. El Sol y la Luna simbolizan varias cosas, entre ellas la dualidad entre lo masculino y femenino. Cada herramienta tú la trabajas filosófica y simbólicamente y le sacas un significado que te sirve para ayudarte a mejorar. El lenguaje simbólico no dejar de ser un lenguaje profundo en el que caben muchas visiones y aportaciones. Yo puedo entender la plomada y ver una cosa, pero otra persona interpretará algo distinto, y entre las visiones de los dos nos complementamos. No hay un código ni una 'Biblia' del masón. Los símbolos que utilizamos provienen de las herramientas relacionadas con el arte de la construcción, que se remontan a las catedrales y otros edificios de la época medieval. El famoso triángulo, situado entre el Sol y la Luna en los templos masónicos, representa al Gran Arquitecto del Universo.
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P.– ¿Hay un prototipo de mujer masona? ¿Alguien que puede entrar y alguien que no?
R.– Para ser masón tienes que ser libre, de buenas costumbres y tomar la decisión por ti misma. Por ejemplo, que no le tengas que pedir permiso a nadie para tomar la decisión de llamar a nuestra puerta, sino que sea una decisión personal y libre. Que puedas tomar decisiones por ti misma. También que tengas un mínimo de dinero para poder pagar las cuotas, que van de entre los 25 a los 35 euros al mes. No es mucho. En resumen: ser una persona honesta, normal, que puede ser cualquiera de nosotros. Para acceder, primero tendrías que contactarnos y pasar una serie de entrevistas para ver por qué quieres entrar; luego habría una reunión con toda la asamblea, toda la logia, y después se votaría, y si sale positivo se te comunicaría y se te haría la iniciación.
P.– ¿Cómo es el ritual iniciático de alguien que ingresa en la masonería?
R.– Simplemente se siguen unas pautas, un guion con orden y armonía. Se discuten ciertos temas... y cuando llega un asunto simbólico o filosófico, una persona lo lee, el resto interviene, pero sin cortar, hablando uno por uno, porque nunca cortas a quien habla; en definitiva, se sigue una guía, un método, donde el respeto y la tolerancia son fundamentales.
P.– ¿Podría profundizar un poco más en el rito?
R.– Bueno, es que no puedo dar más detalles. Puedo decirte que todo se organiza dentro de nuestro templo. Los asientos se colocan de una forma determinada. La presidenta se sienta, hay una secretaria, varios oficios. Lo más significativo es que llevamos un mandil recordando a los masones operativos. Pero no hay cosas raras como se imagina la gente.
P.– Suena a sociedad secreta.
R.– La masonería no es secreta, sino discreta. Lo que no hacemos es alardear. Creemos que el movimiento se demuestra andando, igual que las obras se demuestran viéndolas, no hablando. Tampoco hacemos proselitismo. Sólo queremos hacer a la mujer más libre y al tiempo responsable de sus actos. Parece una tontería, pero el simple hecho de escuchar, de no interrumpir a otros cuando hablan, de contestar a alguien que expone un tema y nunca decirle no estoy de acuerdo, sino darle la vuelta a su idea y mostrarla desde tu punto de vista; todo eso te cambia, te ayuda a respetar a los demás, a darte cuenta de que nadie tiene la verdad absoluta.
P.– Pero mucha gente les considera una secta. ¿Qué les diría?
R.– Entrar en masonería es difícil y salir es muy fácil. Mucha gente piensa que somos una secta, pero no lo somos precisamente porque entrar cuesta tanto y si yo mañana decido que me voy, me marcho y ya está. La iniciación es el comienzo del camino masónico, pero para llegar hasta allí has tenido que hablar con una serie de personas, tener varias entrevistas y reuniones en las que se analiza si tienes verdadero interés, qué buscas, por qué quieres entrar. Hay gente que viene pensando que va a hallar cosas mistéricas y no hay nada de eso.
P. ¿Existe algún tipo de lenguaje no verbal entre masones? ¿Cómo se reconocen?
R.– Nos damos tres besos, porque el número tres es muy simbólico, por lo que te decía del triángulo y los tres grados de aprendizaje. Eso es lo único, y lo puede ver cualquiera.
P.– Si todo lo que hacen es tan corriente, ¿por qué cree que existe ese estigma?
R.– Eso me lo tendrías que decir tú. Lógicamente, muchos nos consideran una secta, algo oscuro, cuando justo somos todo lo contrario. ¡Si vamos diciendo que hay que buscar nuestra luz interior y defendemos los valores de la Ilustración! En fin, cada país tiene su leyenda negra. No somos el único en el que la masonería ha estado mal vista, ni seremos el último. Siempre me gusta hacer una comparación con América: en Estados Unidos, ser masón se pone en el currículum porque significa que intentas conseguir unos valores y crees en un tipo de ética. Con lo cual, el simple hecho de que tengas esa inquietud se considera algo positivo, igual que en América Latina. Si miras la historia, todos los libertadores, los que lucharon por la independencia y tenían educación, eran masones, y lógicamente llegaron allí para empezar una revolución por la independencia de su país. En Argentina, Chile o Uruguay, por ejemplo, siempre ha estado muy bien vista. En el caso de la masonería femenina en Europa, una de las más potentes está en Francia, porque fue el origen de la masoneria femenina adogmática y liberal, pero hoy en día existen grandes logias femeninas muy significativas en casi todos los paises europeos
De Clara Campoamor a Manuel Azaña
Aunque no hay un número exacto que cifre las integrantes de la masonería femenina en España, Mar Sánchez Bergua asegura que al menos hay unas 300. Son pocas si el dato se compara con el que ofrece la CLIMAF, la organización internacional que integra a las Grandes Logias Femeninas de diferentes países y de la que la Gran Logia Femenina de España (GLFE) es vicepresidenta (el cargo lo ostenta la consejera federal española, responsable de relaciones exteriores). En el Viejo Continente residen alrededor de 25.000 masonas, principalmente radicadas en Francia, el gran núcleo de la masonería en el continente, aunque también hay fuertes comunidades en Bélgica, Alemania, Italia, Suiza, Portugal e incluso en Turquía.
La masonería femenina, tal y como explica la Gran Maestre, empieza en el siglo XVIII cuando, durante la Ilustración, surge la reivindicación de la figura de la mujer. Pensadores como Voltaire o Diderot se plantearon cómo era posible defender las divisas de 'libertad, igualdad y fraternidad' si se dejaba de lado al 50% de la población. Fue en aquella época cuando surgieron las salonnières, mujeres que reunían un estado económico medio-alto: ciudadanas cultas, instruidas, independientes y socialmente bien posicionadas que solían hacer reuniones y tertulias en sus casas con lo mejor de la intelectualidad francesa, donde se conversaba de los temas más relevantes del momento.
Aquellas mujeres no podían ser masonas por su género, por lo que forzaron la creación de las conocidas como 'Logias de Adopción', grupos compuestos sólo por mujeres que dependían directamente de una logia masculina. Se mantuvieron activas hasta la Segunda Guerra Mundial, hasta que se transformaron en miembros masónicos de pleno derecho. Sin embargo, en España la evolución de la masonería siguió un rumbo muy distinto, y el franquismo, el nacionalcatolicismo y la propaganda antimasónica fueron responsables de que se crease un estigma en torno a sus rituales y creencias.
"En España, como era una sociedad más conservadora, hubo más retraso, en parte por la influencia de la Iglesia católica, que es más fuerte que en Francia. Aquí se tarda un siglo más, hasta finales del XIX, para traer las primeras logias de adopción". Cuando aterrizaron en la Península, algunas de las figuras femeninas más relevantes se sumaron, como la arpista Clotilde Cerdá, la escritora Rosario de Acuña o las tres fundadoras de la Sociedad Autónoma de Mujeres de Barcelona: la periodista y dramaturga Ángeles Lopez de Ayala, la anarcosindicalista Teresa Claramunt, conocida como la 'virgen roja barcelonesa', y la escritora y espiritista Amalia Domingo Soler.
P.– ¿Cómo afecta la dictadura a la creación de las Logias de Adopción?
R.– Afecta a Logias de Adopción que habían llegado en la última parte del siglo XIX a España. Cuando llegó la dictadura de Primo de Rivera las reprime, así como al resto de la masonería. Durante la Segunda República la masonería se desarrolla con más fuerza. En las Logias de Adopción ya hay mujeres como Clara Campoamor, que consiguió el sufragio femenino en el 31; Carmen de Burgos, la primera periodista profesional de España, o la escritora Aurora Bertranay. Todas fueron feministas y masonas convencidas que lucharon por una sociedad más justa. Pero luego la Guerra Civil y la dictadura franquista paralizaron los avances y muchos masones y masonas murieron o se tuvieron que exiliar. Para que te hagas una idea del nivel de represión, se creó un Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo.
P.– ¿Qué tienen que ver masonería y comunismo?
R.– La masonería es la vía del medio. El comunismo no tiene nada que ver. Campoamor era del Partido Radical. Manuel Azaña, de Acción Republicana. No estaban en la parte comunista. Durante el franquismo se mezcló todo y se empezó a hablar del mito de la 'confabulación judeomasónica'. Aquí nos han relacionado con la URSS pero Stalin prohibía la masonería. Un sinsentido. A todos los sistemas totalitarios les asusta que la gente piense por sí misma, y los masones no dejan de ser librepensadores que quieren una sociedad donde la gente sea libre y no se deje arrastrar; que tome las decisiones conscientemente.
P.– ¿Qué otros personajes ilustres forman parte de la masonería española y cuáles son los más relevantes de hoy?
R.– Federico García Lorca y Antonio Machado eran masones. También Azaña y Campoamor. Había políticos, médicos, científicos; gente de todo tipo. De los que están ahora, en la actualidad, no lo sé, pero, aunque así fuera bajo ningún concepto te lo diría. Es un principio que tenemos entre nosotros. Yo doy la cara y salgo a la luz por voluntad propia, pero no soy nadie para hablar de los demás. Pero aquí te puedes encontrar gente de todas las profesiones: abogados, médicos, empresarios, financieros, maestros, profesores, gente que trabaja en un taller o señoras de la limpieza.
P.– Algunas teorías decían que Franco era masón pero quería ocultarlo con su 'cruzada antimasónica'. ¿Hay alguna prueba de todo esto?
R.– La leyenda dice que Franco trató de unirse dos veces pero no le dejaron. No se sabe si es cierto. En cualquier caso, el ultracatolicismo de esos momentos era contrario a la masonería y hasta sufrimos la excomunión. Se sabe que tanto Franco como su entorno estaban obsesionados con los masones. Un ejemplo de hasta qué punto estaban en su contra lo tenemos en Salamanca: hay alrededor de 700 expedientes abiertos a mujeres que supuestamente eran masonas, aunque muchas ni siquiera lo eran y se les acusó de ello por tener relaciones con masones o simplemente porque sus vecinos las quisieron denunciar. Las hicieron de todo. Está el caso de la diputada republicana Victoria Kent: ella no era masona, pero si vas a Salamanca está su expediente señalándola. Le cayeron 20 años y se tuvo que ir al exilio.
P.– ¿Se consideran ustedes una asociación feminista?
R.– Por supuesto. Para nosotras el feminismo es la columna vertebral. Ser feminista es luchar por la igualdad de derechos de la mujer. Una igualdad real. Dentro de cada ser humano existe una parte femenina y una masculina. Nosotras queremos cambiar esos valores femeninos, que siempre han sido considerados de segunda, y esos masculinos, que han sido considerados de primera. La gran revolución es conseguir ese equilibrio en todos los seres humanos.
P.– Pero esa reivindicación está íntimamente relacionada con la política. Ustedes se consideran apolíticos, ¿no se posicionan nunca?
R.– Por encima de todo somos democráticos. Puedes ser conservador, de centroderecha, de izquierdas o lo que quieras, porque nosotras no hablamos de partidos, igual que tenemos gente de diferentes religiones. Hay personas ateas, católicas, protestantes, budistas o de cualquier otra religión. Aunque a veces nos hemos posicionado, como con el tema de la Ley Trans. Hicimos un comunicado en el que explicábamos que no estábamos cien por cien de acuerdo con cómo se planteó. Lo cual no quiere decir que no estemos a favor de los derechos humanos y deberes, sino que no creemos que se plantease bien, porque se diluía el papel de la mujer y esta salía perdiendo.
P.– ¿Les ha escandalizado la rebaja de penas de presos por la ley del 'sólo sí es sí'?
R.– A mí me escandalizan la cantidad de muertes de mujeres en España en manos de sus maridos o sus parejas y las violaciones. Eso sí me aterra. No soy especialista, pero creo que en esta ley ha habido errores, está claro, y yo creo que si hay errores hay que poner remedios para evitarlos y mejorarla. Pero el germen de todos estos problemas, en esencia, es el machismo, y para ello la educación y la cultura son fundamentales. Así los países puedan avanzar en igualdad. Todo se soluciona con la cultura desde la primera edad, en la educación, tanto en la escuela como en casa.
P.– Precisamente el catolicismo os ha puesto durante años en el punto de mira. Fuisteis excomulgados y señalados y la propia doctrina católica aún impide a sus fieles ser masones. ¿Qué opináis de la Iglesia? ¿Es incompatible con la masonería?
R.– El arquetipo de Jesús y su doctrina son de una importancia enorme en nuestra sociedad porque ponen en el centro el Amor. El Amor en palabras mayúsculas. ¿Cómo vas a estar en contra de eso? Otra cosa es cómo se manipule la figura de Jesús y su palabra. No estoy en contra de ninguna religión, como no lo está nadie de la masonería femenina, porque aquí hay personas de diferentes religiones y también ateas. Pero eso queda en la parte privada de cada una. Por encima de todo somos laicas, promovemos es el laicismo, y tenemos la laicidad como una de nuestras divisas.
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P.– ¿Se han posicionado a favor o contra el aborto?
R.– Es un tema de libre elección de cada uno. La masonería no es una secta y no tiene posicionamientos. Cada hermana, cada miembro, hombre o mujer, tiene sus creencias personales sobre temas sociales. En masonería sólo se pide que se respete la opinión del otro. Si yo estoy en contra del aborto y tengo enfrente a una persona a favor, no podemos ir uno contra otro, sino hablar desde el diálogo, razonando, y seguramente, a través de la escucha, cada uno aceptará cosas de la otra persona y llegaremos a un punto intermedio. La libertad no es irse a un bar a tomar cervezas; es un compromiso. Ser libre implica compromiso, ser librepensador, alguien que puede pensar por sí mismo. Tener presente a los demás. Tu libertad, al fin y al cabo, acaba donde empieza la mía.
P.– Estimo que hay pocos masones de Vox.
R.– Para mí lo fundamental es ser demócrata. Cuando eres demócrata puedes dialogar y no imponer. Si crees en la democracia, no hay problema. Siempre podremos confrontar ideas y llegar a un diálogo.
Entre los pasillos de la Gran Logia Masónica Femenina hay rostros de masones que, por respeto a su intimidad, no pueden ser publicados. También hay partes que no pueden fotografiarse, igual que en otros lugares de culto está prohibido tomar imágenes. Sin embargo, los dos templos barceloneses han sido abiertos específicamente para EL ESPAÑOL | Porfolio. Allí no se han hallado puñales, símbolos anticristianos ni libros con extraños rituales ancestrales prohibidos. Nada que haga sospechar de que allí se realizan otras prácticas más allá de la conversación filosófica y el estudio profundo de los símbolos.
"Aqui no sacrificamos a nadie", ríe Bergua. "No hacemos nada raro, e históricamente no hay nada que haga sospechar de ello. ¿Crees que Clara Campoamor pudo hacer algo extraño? ¿Crees que Carmen de Burgos llevó a la práctica cosas así? No. Fueron mujeres rompedoras que intentaron luchar por ser independientes y por que, a las que veníamos detrás, nos costara un poco menos. Lo mismo que han hecho tantas masonas y no masonas a lo largo de su vida. Por eso lo femenino va vinculado a la evolución de la sociedad".
Mar Sánchez Bergua se despide, afable y agradecida por la entrevista, aunque con cierto temor a cuál pueda ser la reacción de algunas personas al leer el reportaje. Porque, tal y como confiesa con cierta reticencia, siempre que se publica algún artículo sobre la GLFE sufren amenazas. "Recibimos todo tipo de comentarios, sobre todo en redes sociales. Pero somos gente normal, y la masonería es sólo una parte de nuestra vida. Tenemos un sentido de la ética y de la honestidad. Lo único que buscamos es hacer de esta sociedad un lugar más justo y equitativo. Y, por supuesto, que las mujeres se sientan más libres y seguras".