Nacho Vegas (Gijón, 1978) es un talento radical que España no se merece. Le incomoda un poco el sambenito de "maldito" -valga la paradoja-, cree que es autoparódico, pero no deja de haber algo de verdad en eso, porque su sensibilidad anida en los márgenes y pone el ojo en la ternura que late dentro de la sordidez.
Hay en sus nuevas canciones una mirada piadosa hacia el mundo. Rasca la alegría como gato panzarriba después de haber nadado en el último de los pozos espesos. Nosotros siempre le esperamos aquí afuera para que le haga autopsia a nuestra propia sentimentalidad renqueante. Él sabe que la vida que no se analiza no merece la pena vivirla.
[Nacho Vegas: "La izquierda tiene que reconocer que ha sido tremendamente machista"]
Militante, comprometido, oscuro, popular, poético, frágil e invencible a la vez, a todas luces inimitable. Hay personas que son el molde y personas que son el relleno, y Vegas sólo se parece a sí mismo. Ahora anda presentando su último álbum, Mundos inmóviles derrumbándose, que desmenuzaremos en esta charla. El próximo concierto es el 20 de abril en Barcelona, en la Sala Barts.
P.- ¿Sabes que tenemos una sección de Malditos? No hay muchos ya, ¿eh? Me está costando encontrarlos. ¿Qué te parecería si te meto ahí? ¿Eres un maldito, Nacho?
R.- Bueno, mi amigo David González sí tiene una obra de maldito. Me gusta mucho todo lo que escribe: tiene una cultura… una poesía… y ha vivido mucho. Estuvo en la cárcel y todo. Hablar con él te abre. No hace más que leer. Ahora le han diagnosticado un cáncer y estamos todos sus amigos muy pendientes… nunca ha tenido al reconocimiento que merecía, pero ¡ha sido tan auténtico! Estos últimos días anda colgando unos vídeos dejando sus últimas palabras sobre la poesía, sobre la vida, sobre todo. En fin, yo a su lado soy un bendito. Le admiro. Lo de “maldito” para mí, pues… siempre me lo he tomado con sentido del humor, porque si te lo tomas con solemnidad acaba siendo algo muy ridículo. Se supone que los malditos son gente que tiene poca suerte en vida.
"Vivimos en una ola de puritanismo: en la cultura la gente debería ser totalmente libre para expresarse"
P.- Los malditos tienen eso de que casi siempre están muertos. Murió Villaronga hace poco. Murió Zulueta. Murieron todos los Panero. ¿Quién nos queda en pie?
R.- Vivimos en un momento… es la ola de puritanismo o de exceso de corrección política… cuando la música y la cultura deberían ser terrenos donde la gente pueda ser totalmente libre para expresarse. Es imposible que ahora tengamos ese lenguaje tan personal y esa mirada tan demoledora de nuestros viejos malditos, aunque ellos siempre renegasen de esa etiqueta porque es algo que acaba pesando. De todos modos, nadie quiere ser maldito ya, porque todo el mundo quiere llegar al mayor número de gente posible. Es el signo de los tiempos. La cultura popular va por otros sitios. La gente aspira a la ejemplaridad completa.
P.- ¡Al lifestyle! ¿Te ves desayunando avena y haciendo flexiones en Tik Tok?
R.- Ahora es que los escritores son runners (ríe). Toman batidos de chía. En fin. Al menos la gente más joven tiene una forma de hablar en sus canciones de relaciones afectivas o sexuales que me parece mucho más real que la de mi generación. Ahora veo más arrojo, más descaro en ellos, sobre todo en las mujeres. Las chicas de ahora tienen una fuerza que me recuerda sólo a la copla que se hacía a principios del siglo XX. Aquellas coplas prohibidas con letras satíricas y eróticas. Nosotros fuimos más mojigatos y más inofensivos, al final, aunque no sé que nos creímos… sólo porque tuvimos algunos vicios… (ríe).
P.- En Mundos inmóviles derrumbándose hay canciones acerca de la muerte, pero no te he preguntado nunca cómo piensas tú en la tuya propia. ¿Le tienes apego a la vida, como decía Urquijo en Buena chica?
R.- La muerte siempre me ha interesado y está muy presente en la canción popular, pero para mí es una excusa para hablar de la vida. La muerte es algo tan misterioso… sobre todo cuando van pasando los años y ves morir a gente cercana. Nunca te acostumbras a que alguien desaparezca del todo. En este disco escribí a partir de la llamada de un amigo: me comunicó que una amiga común nuestra, de 34 años, se había suicidado. Me quedé en shock. Yo estaba en bloqueo creativo y esa noticia me sacó de mis propias mierdas. Lloramos al teléfono. Me olvidé de mí mismo. Y paradójicamente, eso hizo que me desatascara.
"Los artistas aspiran a la ejemplaridad completa: ahora los escritores son runners y toman batidos de chía"
P.- Xhelazz, el rapero, decía: “Dame dolor real a fin de que el imaginario no me venza”.
R.- Me encanta. Es justo eso. Yo ya tampoco veo mi muerte tan lejana como la veía con 25 años. Cuando Violeta Parra hizo Gracias a la vida no era una canción vitalista, fue escrita antes de suicidarse y se estaba despidiendo de la vida a la vez que le agradecía lo bonito que había tenido. ¿Cuánto dolor se puede llegar a sentir? Me resulta demoledor. Es importante que nos cuidemos entre nosotros. Un día alguien que amas desaparece y la sensación de desazón y de absurdo que te queda es tan difícil de verbalizar que es mejor cantarla.
P.- Joan Didion decía que nadie sabe mejor que uno cuando se va a morir. Que lo sabe antes que el cura y que el médico.
R.- Debe ser algo así, ¿no? Violeta no fue la única. Pienso también en David Bowie. O en Leonard Cohen, que publicaron canciones siendo conscientes de que iban a morir. Pau Donés.
P.- Camarón.
R.- Sí. Es curiosa esa contradicción, porque muchas de sus canciones tienen una serenidad tan brutal, tan consciente del fin… será cierto que nadie conoce como uno mismo su propia muerte. Los he visto hablar con verdad revelada. Me gustaría que no sufriésemos tanto, joder, que no nos regocijemos en las cosas que nos obsesionan.
"Noté que estaba más triste que nunca porque había perdido del todo el deseo sexual"
P.- ¿Por qué tenemos ganas de morirnos? ¿Es culpa de un sistema enfermo?
R.- Lo que no sé es por qué no tenemos más ganas de morirnos (sonríe). Hay algo que tiene el ser humano que tiene que ver con sobrevivir, con resistir. Pero debería hacernos pensar que haya tanta gente joven que se suicida, y tampoco conocemos bien los datos, porque creo que estaba prohibido hablar de ello en los periódicos para no provocar el efecto llamada. Otra cosa es que uno esté cansado de su vida ya en su vejez…
P.- Estilo Godard, que se fue porque se estaba aburriendo.
R.- (Ríe). Sí. Eso está bien. Si no encuentras razones para vivir, te vas, pero sería interesante plantearnos antes las batallas que queremos librar en nuestra vida. Buscar razones individuales y colectivas, establecer compromisos afectivos o compromisos políticos compromisos con nuestro trabajo. En fin. Los compromisos son importantes. Son lo que nos ata aquí.
P.- Te gusta mucho un poema de Bertolt Brecht llamado Satisfacciones que resulta una enumeración de cosas sencillas, como ponerse zapatos cómodos o mirar por la ventana al despertarse. ¿Cuáles son las tuyas?
R.- A mí, como a él, lo que me da satisfacción es ser amable. La amabilidad. Te prometo que me alegra la mañana al ir a comprar el pan. Cruzar una palabra con alguien. El gesto de un desconocido. De repente te reconoces en pequeños momentos de ternura cotidianos en tu propio barrio. O la gente que te dice “vida” o “corazón”. Aquí cariñosamente nos llamamos mucho así, en Asturias. ¡Eso me alegra!
"Las tres cosas que más odio son el fascismo, los anuncios de colonia y los jueces"
P.- En el otro extremo, Abnegación, donde dices: “Anotas en un cuaderno listas con todos tus odios, el número uno en el podio es para el mundo moderno”. ¿Me haces una listilla asequible de las cosas que desprecias, Nacho?
R.- Las cosas que odio… a ver. La primera es el fascismo, obviamente. Luego no te creas que soy un gran odiador, tiendo siempre a buscar las cosas bonitas. Pero venga, lo intento. En el número dos, los anuncios de colonia. Son disuasorios, no me apetece nada comprarme colonia con esos putos anuncios que aborrezco (ríe). Lo tercero: los jueces. Mira, hay un juez en Gijón al que le dicen ‘El justiciero’, irónicamente, claro, porque es un hijo de la gran puta. En la PAH lo conocen muy bien. Mandó mucha gente a la cárcel cuando la insumisión. Y no se acaba de morir nunca, es tremendo. Representa esa parte de la judicatura tan jodida y eso es algo que me despierta rabia.
P.- Oye, respecto a Ramón In, ¿por qué los cantautores no hablan de las felaciones que reciben de otros hombres en sus canciones? Así echando un repaso mental, sólo me acuerdo de Leonard Cohen en Chelsea hotel hablando de Janis Joplin, pero poco más. En el rap sólo se habla desde el egotrip machuno.
R.- Bueno, yo en esta canción quería hablar de un acto sexual que tiene que ver con nuestros instintos como seres humanos y animales que somos, pero también quería contrastarlo con la imagen de la ternura. Y hay mucha gente a la que le ha llamado la atención cuando yo pensaba “pues vaya, con las burradas que se dicen ahora…”. Las chicas lo hacen mejor. Entre hombres siempre hubo más pudor a la hora de hablar de relaciones homosexuales, pero ahora creo que se están rompiendo bastantes fronteras con la perspectiva de género y será bastante más normal en el futuro.
Lorena Álvarez me preguntaba por eso. Por qué en las canciones tradicionales, las que han llegado a nosotros mediante la tradición oral y rescatadas por musicólogos, está tan poco representada la homosexualidad. En realidad es muy sutil. Las canciones reflejan un poco el mundo en el que se vive y los tabúes de ese mundo. Todo esto no cambió del todo hasta que llegó el “glam”, con esa actitud andrógina y esa estética de hombres maquillados y ambiguos sexualmente.
De todos modos, hay diferentes formas de afrontarlo, porque a mí lo que me interesaba al escribir esto es pensar en las cosas que, por consenso social, están consideradas sórdidas. Como el cruising, dentro de las prácticas homosexuales. Yo no estoy de acuerdo. Yo he encontrado en esas prácticas la ternura. Hay que buscarla y puede ser difícil, pero siento debilidad por incluir estos momentos que pueden parecer un poco ásperos o explícitos… con ternura.
"Hay prácticas sexuales consideradas sórdidas, como el ‘cruising’, en las que yo encuentro ternura"
P.- En otra canción hablas de que “un renacer sexual parece una utopía”. ¿Cómo te apetecería renacer sexualmente a ti? ¿El sexo se erosiona con los años o mejora; el sexo nos llena de traumas, de complejos, de viejos dolores, de vacío… o nos hace libres?
R.- Ese verso está escrito después de la pandemia porque veía que se nos venía a todos emocionalmente la gran hostia. En un momento tuve la completa consciencia de lo que era la tristeza. No la buscada, no la que exprimes para escribir una canción… sino la impuesta, que es la más dolorosa. La que tiene que ver con la soledad. Y lo noté porque tenía la libido por los suelos de una manera que no me había pasado nunca. Todas las cosas que me hacían sentir vivo se habían vuelto imposibles.
Y mira que veía casos a mi alrededor realmente graves: amigos encadenando bajas laborales gente con depresión, parejas odiándose… yo no estaba tan mal en realidad, pero lo estaba, y me sentía sexualmente muerto. Me costó remontar. El verso tiene que ver un poco con la metonimia. El renacer sexual va de volver a sentirte vivo, de dejar de ser un zombi que sólo sobrevive para producir y consumir y poco más. Tenemos que hacerlo, creo. Tenemos que hacer cosas que nos hagan sentir vivos. Luego el sexo es otra historia compleja llena de cruces personales, de propia autoestima… de todo.
P.- En Y esta noche nunca acaba, que es hermosa, dices “tanto llené, tanto vacié, y esta noche nunca acaba”. Te quería preguntar cuándo se acaba la noche, es decir, la vida nocturna para los que tenemos cierto afán por florecer cuando anochece. ¿Se retira uno de los bares? ¿Se cansa uno alguna vez de ser un espectro? ¿Por qué dejarlo: por salud? ¿Pero es vida lo otro?
R.- (Ríe). Con el tiempo cambia la perspectiva de las noches. De jovencito vivía esperando a que fuera de noche para que sucediera algo, ¿sabes? Algo, un revulsivo, algo que lo cambiara todo. Algo que nunca acaba sucediendo. Sólo encadenas una noche con la otra hasta llegar a casa con tu bruma. Recuerdas poco. Yo recuerdo relaciones bastante superficiales que acababa entablando por las noches, teñidas de esa nube tóxica, a veces… y con un entusiasmo que se me agota. Cavafis escribía algo como “y el mañana nunca se parece a ese mañana”. Habla de intentar apurar la vida y además, de apurarla en una noche… donde te encuentras tanta fauna y todo está tan lleno de estímulos… pero hay un momento en el que te aburres de ella y buscas las emociones en otros lugares.
“De joven vivía encadenando noches para que sucediera algo, para encontrar un revulsivo: pero sólo llegas a casa con tu bruma y recuerdas poco"
Yo, por el trabajo y las giras, tengo las ciudades asociadas a las noches y cuando he vuelto alguna vez de día me he dado cuenta de que no las conocía en absoluto, porque la noche de los sitios.. es otra cosa. Las ciudades tienen dos caras. Una ciudad que conociste de noche no la conoces nunca porque siempre estuviste perdido y vuelves a una calle por la que has pasado mil veces como si fuera la primera. Las ciudades son como las personas, tienen ese lado luminoso y ese lado oscuro, y este último es inevitable mostrarlo… aunque lo tengamos más escondido… y aunque resulte más interesante.
P.- ¿Votarías a la derecha por amor, como dice la canción de Triángulo de Amor Bizarro?
R.- Hostia, no lo sé. Por amor se pueden hacer muchísimas locuras tóxicas, incluso votar a la derecha, esa es la verdad. Yo no creo que llegue a eso… pero ¡no sé! (ríe). Ahora mismo te diría que no, pero en un momento de enajenación amoroso a lo mejor puedo llegar a votar a Vox. Sí. No sé, ahora mismo me parece inverosímil, pero creo que podría. No quiero ni pensarlo, porque es siniestro. Lo que quiero decir es que el amor puede ser muy tóxico y te estalla en las propias narices.
P.- Una extraña canción de amor es El mundo en torno a ti. Dijiste que no iba por Andrea Levy, pero vamos, lo parece. ¿Le has mandado un mensaje directo alguna vez, como Shakira a Piqué?
R.- No me gusta hacer eso… pero a ver, te cuento. Cuando pasó lo de Shakira y Piqué, hicieron un artículo en el Diario Montañés donde se hacía una lista de canciones-ajuste de cuentas y habían incluido La gran broma final, como un supuesto ajuste de cuentas mío con Christina Rosenvinge. La verdad que no había escuchado la de Shakira y me horrorizó un poco, me pareció muy poco sutil.
Hay cosas que tienen apariencia de canción pero son revanchas, y bueno… yo creo que desde el rencor no se puede escribir, no me parece que surja nada bonito e interesante desde ahí. Escribir en caliente nunca funciona, de verdad, usa otras cosas como revulsivo. Eso que dices sólo te interesa a ti y a tus colegas, pero la mala leche así nunca trasciende.
Yo nunca ha escrito desde el rencor o con la finalidad de mandarle un mensaje directo a alguien. Aunque en el trap reconozco que a veces tiene gracia. Las canciones que escribo sobre cosas que me han pasado… como La gran broma final o El mundo en torno a ti hablan más de mí y de mis miserias que de mujeres con las que haya estado. Me pongo yo delante del espejo, me pregunto qué tengo de Mr. Hyde y trato de confrontarlo. Nunca le he mandado un mensaje directo a alguien. Y cuando hago alguna canción en la que alguien pueda sentirse aludido o meto un nombre propio, siempre llamo primero a la persona y le pido permiso…
"La canción de Shakira contra Piqué me horrorizó un poco: desde el rencor caliente no se escribe nada interesante"
P.- Así que tus exs pueden estar tranquilas. Les mandamos un beso desde aquí.
R.- (Ríe). Sí. No me gusta usar una canción como excusa para todo sólo porque estés dolido.
P.- ¿Qué te pareció el boicot a Ayuso en la Complutense al grito de “asesina”? Tú eres muy experto en movimientos sociales. ¿Qué te parece que la hayan nombrado “ilustre”? ¿Qué significa ser ilustre para ti?
R.- Suena muy bien. Estoy a favor de los boicots a Ayuso: sobre todo si se hacen de abajo a arriba, son necesarios. Nunca me había parado a pensar qué es ser ilustre. Pienso en profesores que fueron importantes para mí en la Facultad. Estuve en un recital de poesía asturiana y ahí le di las gracias a una profesora que tuve, a Ana Cano… creo que ahora es honorífica. Ella consiguió hacerme amar cosas que luego han sido mi vida, aunque en principio pudieran resultar ásperas.
Daba Románicas, una asignatura muy dura, y ella la hacía bonita. Ser ilustre, pensando en su raíz etimológica, va de ilustrar a los demás acerca de qué es el mundo y va de mirarlo con amplitud de miras… esas de las que carecías antes… para ser ilustre tienes que tener la mirada larga, no estar siempre pensando en tus propias narices. Pecamos de mirar sólo lo que tenemos muy cerca y nos hace mucha falta abrir las ventanas para llegar lo más lejos posible con la mirada.