Kurt Savoy es uno de esos personajes inclasificables que parecen disputarle al tiempo su derecho a ser un genio. Es un rebelde, un tahúr de la imaginación que sabe embelesar al personal con sus anécdotas. Caótico, intenso y campechano. De esos extraños artistas que aún te reciben con una sonrisa de oreja a oreja, te dan un abrazo y te llaman amigo aunque apenas te conozcan; de los que cuentan su vida con pelos y señales y hasta te dan detalles de su cuenta bancaria o de sus romances de juventud. Un hombre, en fin, que derrocha autenticidad y sobre el que pesa la duda de si le ha vendido su alma al diablo, ya que a sus 74 años sigue igual que hace diez, llevando a todas partes una característica gorra negra bajo la cual observa el mundo con la mirada inocente de un niño y la sonrisa del pícaro que ha participado en mil saraos.
Además, resulta que es un genio de la música. Ha publicado 43 discos y tocado en algunas de las mejores televisiones, garitos y teatros del mundo. Country, jazz, bossa nova, rock y hasta heavy metal: nada se le resiste. Sin ir más lejos, acude a la entrevista para anunciar que este 2023 estará de gira por España (el 20 de noviembre tocará en el Teatro Rialto de Madrid). Viene de interpretar, hace tan sólo unas horas, en el prestigioso Olympia de París, enclave mágico del Bulevar de las Capuchinas –a pocos metros de donde los Lumière presentaron su cinematógrafo–, allá donde Édith Piaf, Aretha Franklin y Madonna grabaron algunos de sus discos. En el escenario parisino rasgó su instrumento favorito, la guitarra, y para gloria del público le dedicó a los asistentes una batería de silbidos.
Silbidos, han leído bien. Sí, porque quien conoce a Kurt 'Curro' Savoy sabe que él se hizo famoso en todo el mundo no sólo por el manejo de la seis cuerdas y por, según él, tener la primera guitarra eléctrica de España, sino por las sinfonías que escapaban de sus labios. Hay quien lo recordará por las imperecederas versiones que firmó de las bandas sonoras de El bueno, el feo y el malo y La muerte tenía un precio de Ennio Morricone y Alessandro Alessandroni; otros, por sus discos El rey del silbido y Aromas de mi tierra; hay quien quizás aún lo conecte con esas Galas del sábado en las que era recibido como la estrella del momento o cuando fue fichaje del late night de Buenafuente. E incluso por cuando en Ciudad Real tuvo que tocar en una jaula llena de leones para goce de los plumillas de la época, que titularon la excentricidad con un "el rey del silbido doma al rey de la selva".
Por ello, el músico cuenta con orgullo que su dentadura está asegurada en 420.000 euros, los necesarios para reconstruir con exactitud los moldes de su boca, indispensables para su trabajo como silbaor. Son el bien más preciado de este andujeño al que todos conocen ya como "el silbido más famoso del mundo". Un silbido que ha traspasado fronteras, conquistado el Lejano Oeste desde Monument Valley hasta el almeriense desierto de Tabernas, aparecido en decenas de películas –Plomo sobre Dallas, Pistoleros de Arizona o la francesa Potiche– y seducido a la que sería su futura esposa, la torera francesa Clarita Montes. Incluso, por qué no decirlo, conquistó al mismísimo Orson Welles.
"Un día el manager de Elvis Presley me escribió una carta", le revela a EL ESPAÑOL | Porfolio desde la discográfica Autoeditarte, en Barcelona. ¿Mito o realidad? Él lo tiene claro: "Se la mandó al periodista Tico Medina, de la redacción de Diario Pueblo, porque estaba interesado en mi trabajo". Es una de la muchas historias que relata Savoy, al que habría que sumarle a su repertorio de motes el de 'hombre-anécdota'. Aunque la invitación no prosperó, habría sido paradigmático que el 'rey del rock' estadounidense hubiese recibido en Graceland al potencial 'rey del rock español'.
El domador de leones del 'Circo Ucrania'
La música de Elvis lanzó a la fama a Savoy. El andujeño tenía 12 años cuando acudió a un concurso organizado en Madrid por la Cadena SER para el programa Conozca a sus vecinos. Como se le daba bien manejar la guitarra, se presentó para tocar un tema del Rey del Rock. El premio eran 200 pesetas y un bote de ColaCao. El problema es que mientras punteaba, se olvidó de algunas notas. Para salir del paso, comenzó a silbar el solo de guitarra. Todo el mundo se quedó perplejo. ¿De dónde había surgido aquel flautido? ¿Por qué aquel descarado chiquillo sonaba tan bien? ¿Ocultaba un talento innato? Ese fue el pistoletazo de salida de su carrera artística. Por supuesto, ganó el premio, y decenas de radios y programas de televisión se lo empezaron a rifar para que también silbase a sus oyentes.
Henchido de fama repentina, en los sesenta Kurt Savoy comenzó a componer y editar sus primeros discos. Pero primero tenía que encontrar un buen apodo. En esa época aún llevaba en su carnet de identidad el nada glamuroso nombre de Francisco Rodríguez. El mítico periodista radiofónico Bobby Deglané le sugirió entonces que se pusiera un apodo artístico. Eligió Curro porque todo el mundo lo llamaba así desde que era pequeño y lo de Savoy por una cafetería cercana a su casa en Madrid que solía frecuentar.
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Pero el locutor de radio le dijo que necesitaba un nombre más americano para poder tirunfar en el rock, y le sugirió lo de 'Kurt'. Así fue bautizado en sus primeros eventos. Ese mismo año, en 1960, ya firmó con 'Kurt Savoy' su primer disco con la discográfica Saef-Cetra: Kurt Savoy y el Full and Rock, que contenía un tema con el que había ganado el concurso Salto a la Fama de TVE. Poco después, cuando empezaba a surfear la ola del éxito, conoció al manager Jaime Ortuño.
Él estaba seguro de que podía lanzar su carrera internacionalmente, y para lograrlo le hizo aparecer en algunos espectáculos que rozaron el delirio. Por ejemplo, un día le forzó a silbar en una jaula llena de leones. "Ortuño era un tío espectacular. En la feria de Ciudad Real había un circo llamado Ucrania al que no iba la gente. Entonces el gerente y Ortuño se pusieron de acuerdo para que yo silbara a unos leones enjaulados. Era buena publicidad para ambos y a mí ni me consultaron. A la mañana siguiente fui a desayunar y leo en la prensa: 'El rey del rock desafía al rey de la selva'".
"Pensé: '¿En qué embolao me han metido?' Me liaron... y accedí. Imagínate la situación: dentro de la jaula, a mi alrededor, tenía a tres personas apuntando con rifles, por si acaso. También a un hombre con un látigo que era el encargado de sentar a los leones. Estaba tan nervioso que no me salía ni el silbido. Y luego, para darle más espectáculo, hicieron que el domador saliera. Yo duré dos minutos". Por supuesto, salió ileso y aún más famoso.
Tras el éxito internacional de películas como El bueno, el feo y el malo, Por un puñado de dólares y La muerte tenía un precio, la trilogía del dólar de Sergio Leone, su fama se disparó con la misma celeridad con la que Clint Eastwood tiroteó a Lee Van Cleef en el cementerio de Sad Hill. Savoy hizo sus particulares arreglos a la banda sonora de Morricone –merece la pena destacar que el silbido de la versión internacional de la película es de Alessandroni, no el de Savoy– y se apropió de los legendarios sonidos del spaghetti western para versionarlos con su propio estilo.
Comenzó a silbar los temas de Morricone por todas partes, y hasta estrenó un CD recopilatorio con sus versiones antes de viajar más allá del charco, a Latinoamérica, para labrarse un nombre en el mundo hispano. Mientras tanto, entre mediados de los sesenta y principios de los setenta, actuó en todos los teatros de Madrid que uno pueda enumerar, en grandes salas de fiesta –El Elefante Blanco, El Biombo Chino, Tequila o Imperator– y se convirtió en un habitual de programas televisivos como Gran Parada o Noches del sábado.
Las 1.000 pesetas de Orson Welles
Lo que está claro es que el rey del silbido, el hombre-anécdota, el rey del rock español o como se le prefiera llamar, es un personaje sui generis que escapa a cualquier tipo de convención. Aunque su nombre no figura hoy en lo más alto de la historia de la música española, a lo largo de su carrera se ha codeado con la élite cultural del país. Como prueba de ello, Curro comparte con EL ESPAÑOL | Porfolio algunas imágenes inéditas de sus viajes, de sus cenas, de los programas en los que ha aparecido.
En una de ellas posa junto a un jovencísimo Alejandro Sanz; en otra, con Ángela Molina el día de su comunión. Savoy había hecho un tour de seis años junto a su padre, Antonio Molina, y él mantuvo siempre una estrecha relación de amistad con la familia. En su repertorio también figuran encuentros con estrellas como Santiago Segura, Jesús Calleja, David Bustamante, Peret o incluso con el mismísimo Paul Anka. "A mí me lo presentaron en un restaurante llamado José Luis. Íbamos a cenar con Masiel y ella vino y me puso una flor en la solapa a mí en vez de a él. Me moría de vergüenza", cuenta entre risas.
Pero quizás el evento más inesperado, y el que más lo marcó, lo vivió con Orson Welles. "Estaba en el Hotel Miramar de Málaga. Me habían contratado para tocar un mes allí. Te confieso que conocí a gente muy famosa, algunos futbolistas con los que me fui de juerga. Pero el que más me impresionó fue Welles".
¿Cómo consiguió conquistar Kurt Savoy al director de Ciudadano Kane, que por aquel entonces estaba obsesionado con su adaptación imposible del Quijote? "A la caída de la tarde se sentaba en una terraza, siempre en el mismo sitio. Un día estaba tocando un tema americano. Ya ni recuerdo el título. Empecé a silbar. Solía hacerlo con los ojos cerrados. Entonces noté que alguien me había metido 1000 pesetas en el bolsillo. Abrí los ojos y, para mi sorpresa, ahí estaba Orson Welles".
Al día siguiente la leyenda del cine volvió al hotel. Mismo lugar y misma hora. Se acercó al botones y, como si estuviese evocando a aquel 'tócala otra vez, Sam' de Casablanca, le dijo: 'Dile que vuelva a cantar lo de ayer'. ¿Había tocado el silbido de Savoy la tecla de su Rosebud personal? No lo sabía, pero el cantante, honrando al maestro, accedió a su petición. "Así se repitió durante cuatro o cinco días. Cada vez que lo veía, ya no tenía que pedirlo. Me lo decía con la mirada". Si aquel silbido mágico llegó a conquistar al enfant terrible de Hollywood, nada se le podía resistir.
Emigró para salvar a sus hijos
"No es que me moleste, pero me tienen encasillado, y cada vez que voy a un sitio me piden que silbe", confiesa a este diario en el marco de su nueva gira por España, que culminará en Madrid a principios de noviembre tras un retraso inesperado que le obligó a posponer su actuación original, prevista para el 3 de marzo. "Sobre todo la de El bueno, el feo y el malo. Ya he cogido por costumbre silbar antes de que me lo digan".
Puede que hoy muchos consideren al rey del rock español una vieja gloria, pero Curro, que vive en Francia desde principios de los ochenta, aún sigue haciendo vibrar y soñar a su público sobre el escenario. "Acabo de terminar otro spot televisivo. Las televisiones me siguen llamando por el tema del silbido. ¡Pero me da una rabia! ¡Si me encanta cantar! ¡Yo te hago rock, jazz y hasta bossa nova!", dice, siempre con una sonrisa, a este diario, antes de hacer una confesión: "Vengo conduciendo desde Francia porque yo ya no cojo aviones. Me da pánico". Y se excusa, acicalándose un poco antes de hacer las fotografías. "Llevo catorce años sin montar. Me hablas de avión y ya tiemblo. ¡Mira!". Se señala una mano. "Y eso que me han invitado a Los Ángeles, Houston, Colombia y Punta del Este. A ver si alguien me arregla esta meolla".
"Fíjate como es la mente", continúa. "Yo tuve un accidente gravísimo en coche en el que casi muero y no me da miedo conducir, pero lo de volar es otra cosa". Resulta inevitable preguntarle qué sintió al arrostrar la muerte. "Venía de firmar un contrato a Manolo Escobar en Calahorra", recuerda. "Mi suegro vino a traerme los papeles de un Mercedes que acababa de comprar. Me dormí al volante, lo confieso. Había una curva y un poco de monte y el coche salió por el barranco dando vueltas. Mi suegro salió despedido y el coche no le pilló la cabeza de milagro. Mi mujer también estaba allí. Qué faena". Aunque su suegro acabó en el hospital, tanto él como Clarita Montes salieron ilesos.
El mal trago no rompió su relación de amor. En parte porque su mujer dirigía un agencia artística llamada SAMO, acrónimo de Savoy y Montes, que él mismo le ayudó a montar para que ella dejase su oficio como torera. "Ella tenía el gusanillo con esto del mundo artístico, así que para sacarla del mundo de los toros le ayudé a montar una agencia con doce empleados y oficinas. Ella lo dirigía mientras yo hacía mis galas. ¡Te confieso que quería evadirla del toreo! Para mí es algo muy peligroso. Recuerdo que en nuestra boda en Nimes la embistió una vaquilla. Había veces que veía cómo su vida corría peligro".
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Pero volvamos a la turbulenta carrera de Savoy. Tras su éxito en la cadena SER y de firmar sus primeros contratos discográficos, a principios de los setenta el entonces director de programación de Televisión Española y Jesús Quintero le propusieron a él y a Clarita asociarse para organizar una gira en España con los payasos de la tele, Manolo Escobar, Julio Iglesias, Paco de Lucía y Manolo Sanlúcar. "Fue un éxito gigantesco", reconoce el músico.
La temporada de bonanza se vio truncada por la enfermedad cardíaca de los hijos de Curro y Clarita: David y Patricia. Ambos padecían un problema de corazón grave y los médicos los daban prácticamente por intratables. Era el año 1978 y España estaba en plena Transición. Como consecuencia de la situación política, la familia de Clarita Montes les aconsejó que viajaran a Francia para ver a un doctor que los operase. Vendieron parte sus bienes y su patrimonio y "huyeron" a Francia, donde tuvieron que relanzar su carrera. Al menos, salvaron a sus pequeños.
Pasado el bache, nuestro protagonista no tardó en volver a emerger gracias a su silbido. Combinó su trabajo para spots publicitarios y películas con la composición de nuevos temas musicales que evocaban, una vez más, a lo salvaje, a lo primigenio, a las carreteras vacías, al polvo del desierto. No Way, uno de sus discos más recientes, también es uno de los más completos, y con el que culmina una carrera dedicada al Lejano Oeste. Al americano y al de la España que también fue escenario de las mejores obras del spaghetti western, y en cuyas tierras, desde las andaluzas hasta las madrileñas, tiene clavadas sus raíces.
Durante su estadía en Francia su fama creció hasta tal punto que su peculiar timbre sedujo a la compañía de Coco Chanel, que lo contrató en 1991 para poner el silbido de uno de sus populares campañas publicitarias, aquella protagonizada por la actriz Vanessa Paradis, expareja de Johnny Depp. Un comercial que cosechó infinidad de premios, desde Nueva York a Cannes, y que hizo que Curro se ganase también el apodo de 'ruiseñor de las cumbres', ya que había demostrado ser capaz de imitar el canto de infinidad de aves con una facilidad pasmosa. Otro don más.
"Yo quiero mucho al público francés porque me ha dado muchos éxitos, pero mi corazón siempre estará aquí", asegura, emocionado, al hablar de esta nueva gira que lo traerá de vuelta a España. El Rialto de Madrid, recuerda, acogerá su próximo espectáculo. Será un frío 20 de noviembre, fecha en la que el timbre eterno del hombre de los mil silbidos volverá a resonar en los corazones de los españoles. "¡Tengo unas ganas tremendas!".