Si Pilar González de Gregorio y Álvarez de Toledo tuviese que escribir sus memorias —“no lo haré porque lo interesante no se puede contar”, confiesa siguiendo el mantra de su madrina, la infanta Pilar de Borbón, hermana del Rey Emérito— las llamaría, sin duda: En Tierra de Huracanes. Serían probablemente un best seller.
Vista desde fuera, la existencia de esta aristócrata, que fue duquesa de Fernandina y se llama a sí misma “dinosauria” por la educación casi victoriana que recibió de sus bisabuelos —sabe distinguir un encaje bueno de uno malo, no tiene WhatsApp y, por supuesto, nunca pondría nardos para decorar la mesa de un almuerzo porque huelen demasiado—, parece una novela siempre a punto de un palpitante giro de guion.
Para colmo, el pasado martes, el Tribunal Supremo falló que Rosario Bermudo, un ama de casa de Torrejón de Ardoz (Madrid), es hija de su padre. Leoncio González de Gregorio, un hidalgo descendiente de los Doce Linajes de Soria, fallecido en 2008 a los 77 años, dejó embarazada a una trabajadora, unos años mayor, de una hacienda de sus padres siendo él menor de edad y 66 años después a nuestra protagonista le ha salido una cuarta hermana.
“Es una persona que no tiene límites para llegar a sus fines. Ha acudido a la prensa en todo momento y pidió la exhumación de mi padre, a pesar de que yo y mi otro hermano nos ofrecimos a hacernos la prueba para negarlo. ¿Cómo puede tener la postura humana de aceptar eso?”.
Pregunta.— ¿No tiene interés en conocerla?
Respuesta.— No, porque creo que no ha hecho bien las cosas, tendría que haber demandado a mi padre en vida si, como dice ella, lo sabía desde pequeña. No entiendo por qué esperar seis años después de su muerte para reclamar la paternidad.
P.— ¿Cree que es dinero o una cuestión de dignidad?
R.— Hubiese sido más digno en vida de mi padre, porque se lo hubiera reclamado a la persona responsable y no a quien no lo es.
P.— Ahora vendrá el juicio por la herencia. ¿Se encuentra preocupada?
R.— Siempre te preocupa, pero hay que procurar vivir con ello, defenderse lo mejor posible y esperar que se aclare judicialmente.
P.— ¿No está cansada?
R.— Sí, pero como no tengo otra…
Ella fue la heredera universal de su padre, jinete y ganadero. El emblema del legado de su progenitor, que ya reconoció a Javier, otro hijo extramatrimonial en 1995 y se casó con su ama de llaves dos años antes de morir para sorpresa de todos, es el palacio de Quintana Redonda (Soria). Se trata de un edificio construido en 1757 que pertenece a su familia desde hace diez generaciones. Pilar lo llama divertidamente “el vampiro”, porque le chupa la sangre. “Siempre hay algo que arreglar”, confiesa resignada.
Normal teniendo en cuenta que “el animal”, que ha visitado para cazar perdices, entre otros, el Rey Alfonso XIII, tiene diez habitaciones, siete cuartos de baño, un salón de billar, una capilla… y un impresionante jardín de 14 hectáreas repletas de secuoyas que parece sacado del “Town and Country”. Una vez tuvo que renunciar a comprarse un vestido de Jan Taminiau, diseñador de cámara de la Reina de Holanda y de las damas del Ibex 35, para adquirir un nuevo tractor. Es una de las mujeres mejor vestidas de España y en su vestidor hay trajes desde Balenciaga a Jesús del Pozo.
Pilar es menuda, una especie de Lee Radziwill a la española, pero está siempre preparada para la contienda. No es de extrañar. Su madre, Luisa Isabel Álvarez de Toledo, duquesa de Medina Sidonia, titular de la Casa Ducal más importante de España, fue una de las nobles más contestatarias del Régimen. Su defensa del pueblo de Palomares tras el ataque nuclear de EEUU le costó ocho meses de cárcel. “Me impresionó mucho verla entre rejas. Yo tenía 12 años. Nos acompañaba nuestra tía abuela Julia Maura, marquesa de Villatoya, y el servicio de nuestra bisabuela que, aunque ella había muerto unos meses antes, todavía seguía operativo. Debíamos desentonar bastante entre el chófer, las cestas con las bandejas de plata…”.
La llamada desde entonces duquesa roja por su enfrentamiento a Franco se fue al exilio en Francia y regresó tras la Amnistía. La noble, que se puso de largo con la infanta Pilar en Estoril y bautizó a su hija con el nombre de la hermana del hoy Rey Emérito, organizó todo para dejar sin herencia a sus hijos y se casó “in articulo mortis” con su secretaria, la alemana Liliane Dahlmann, horas antes de expirar el último aliento dos semanas después de que lo hiciera su exmarido, en 2008. Además del caso de su hermana, Pilar también ha vivido un duro y largo juicio para recuperar el tercio legítimo de la herencia de su madre. “La sentencia ya está ejecutada. Soy propietaria de casi el 12 % de todo. Lo que tenemos que hacer es arreglar el asunto del archivo del Palacio de los Guzmanes, porque es quizá el más importante de Europa en manos privadas. Debería pasar preferentemente al Estado o a una fortísima entidad cultural dada la importancia de esos fondos”.
P.— ¿Cómo se relaja entre tanto juicio?
R.— Creo que es una cuestión de poder separar las cosas y que no te obsesionen. Es una cuestión de voluntad. Es trabajo de uno mismo.
Pero Pilar no tiene suficiente con todo esto y también da la batalla con sus ideas: se ha pronunciado públicamente en contra de la ausencia del Rey Juan Carlos en la jura de la Constitución de su nieta Leonor, princesa de Asturias, el próximo martes 31 de octubre, a pesar de las críticas que sus palabras puedan suscitar entre amigos y otros aristócratas españoles. El Emérito no estará en los actos institucionales en el Congreso y el Palacio Real, pero sí en la conmemoración privada del palacio de El Pardo.
P.— ¿Por qué cree que debería estar el Rey en un momento tan importante para su nieta?
R.— Institucionalmente le sucede, representa a la historia de España, ya que la monarquía es una institución hereditaria. Si la princesa es futura heredera es gracias a su abuelo. 39 años de reinado tienen que tener una presencia oficial. Es un contrasentido que no esté ese día en el Hemiciclo. No es una cuestión privada, es oficial. Cuando el hoy Rey juró, no solamente estaba su padre sino también su abuelo, que no había sido Rey, pero que significaba el eslabón de la dinastía.
P.— ¿No perjudicaría a la imagen de la Corona su presencia?
R.— Al contrario. Perjudica la imagen de la Corona, las Cortes y España que no esté.
P.— Usted es de las que piensa que se equivocó el hombre, pero nunca el Rey…
R.— Todo el mundo comete errores, pero es un hecho que fue Rey durante 46 años, encabezó la Transición española. Durante ese tiempo se estableció su reinado hoy vigente y es ilógico y feo que no esté.
P.— ¿Y qué hacemos con todos los problemas?
R.— Ha tenido problemas, pero ya está. Lo uno no quita lo otro. Es como las dos caras de una moneda.
P.—Este mismo sábado ha trascendido que la reina Sofía tampoco acudirá para no robar protagonismo a su nieta…
R.—Si no va el rey Juan Carlos, lo que me parece es un disparate, sería mucho más hiriente que sí que fuese la reina, ya que lo es gracias a su matrimonio con el rey Juan Carlos.
P.— Usted sabe mucho de herencias, ¿qué le pareció que Felipe VI, el 15 de marzo de 2020, renunciara a la herencia de su padre?
R.— Según el ordenamiento jurídico español, no se puede renunciar a una herencia hasta que no se produzca. Esa renuncia no tiene validez legal. Tampoco se puede renunciar a una herencia parcialmente porque si no nadie heredaría los bienes que no son rentables. Él ya, como Rey, ha heredado los derechos de su padre. Entonces no estaría en disposición de renunciar a nada si ha aceptado la sucesión a la Corona. También cuestiono mucho que se nos anunciara esa renuncia a las pocas horas del confinamiento.
P.— ¿Le parece que la monarquía española es lo suficientemente transparente?
R.— Explican muchos menos gastos que otras monarquías europeas. Otro aspecto que tampoco se cambia es la preferencia de varón. Hoy en día, no está aceptado por la sociedad.
P.— ¿Urge la abolición de la Ley Sálica?
R.— Si se ha abolido en la sucesión de los títulos nobiliarios que es un derecho privado, más debería abolirse en el derecho público que nos representa a todos.
P.— ¿Hay muchos republicanos en la aristocracia?
R.— Uy, hay muy pocos. La mayoría son monárquicos.
P.— Como si fuera el Sigma Dos de los nobles, si tuviera que elegir entre Sofía y Letizia, ¿con quién se quedaría? ¿La Reina Sofía no se ha equivocado nunca?
R.— Todo el mundo se equivoca. Todos tenemos lado A y lado B. La perfección no existe, pero la Reina Sofía ha sabido tener una imagen muy correcta, no ha confundido su labor con ser una estrella, al contrario que Letizia.
P.— ¿Qué le parece la princesa Leonor? ¿Se siente representada?
R.— Es muy mona. Yo fui monárquica mientras estuvo el Rey Juan Carlos. Actualmente me siento muy alejada. Él consiguió sacar adelante el país e hizo la Transición, lo que fue vital en su época. Su hijo no igualará sus logros. El hecho de culpar a un padre públicamente tampoco me ha gustado…
P.— ¿Cree que llegará a reinar algún día?
R.— Pues no lo sé. Yo ya tengo una edad…
P.— Usted sugirió para la baronesa Thyssen el título de baronesa de Neptuno por aquello del “no a la tala”, ¿está al tanto de que ahora está dispuesta a encadenarse a otros árboles y que eso pretende cortar para la ampliación de la línea once del metro?
R.— No soy una gran amiga, pero ha hecho un gran servicio a España, porque si ella no se hubiera casado con el barón Thyssen, la maravillosa colección no estaría aquí. Se merecería un título. Baronesa de Neptuno, por ejemplo. No estoy al tanto de la nueva tala…
P.— Por cierto, ¿usted coge el metro?
R.— Cojo mucho el metro. Yo soy una persona a la que le encantan los transportes públicos y los uso con regularidad. Tiene muchas escaleras y así me quita horas de gimnasio. El gimnasio es más triste que el metro. En el metro hay mucha gente contenta… y, en el gimnasio, hay mucha gente machacándose.
P.— Usted fue duquesa de Fernandina, pero ya no lo es. ¿Le gustaría tener otro título en concreto?
R.— No, respeto los títulos, sobre todo los que tienen contenido histórico y son llevados de manera legítima, pero no siento que una persona sea más o menos en función de un título. A mi edad no tengo ganas de cambiar de nombre. Yo soy una persona libre.
P.— Tres divorcios, problemas familiares, juicios… ¿cómo lo lleva?
R.— La fe me ha ayudado muchísimo y saber disfrutar de las pequeñas cosas que te da el día a día. Creo que mucho en el dicho: “Cada día tiene su afán”. Tienes que separar, porque si le das vueltas a lo malo no ves lo bueno que te trae la vida.
P.— Usted es novelista e iba a escribir un libro sobre la Reina Isabel II.
R.— En este momento de mi vida, no me siento capaz de encerrarme a escribir… aunque me gustaría. No fue compatible con mi trabajo y han pasado demasiados años. Ahora hay otros retos en mi vida…
P.— Ya que ese no lo escribió y no se anima con sus memorias, ¿por qué no se lanza con uno sobre la Familia Real?
R.— No, ya han escrito y escribirán muchos historiadores.
P.— Habla de retos, ¿cuál es el más inmediato?
R.— Que mis hijos, aunque son los dueños de su vida, sean felices, que mi casa de Quintana siga bien y encauzar las situaciones problemáticas que tengo. Mi reto máximo es que se solucione el tema de la Fundación Medina Sidonia y su importante archivo.
P.— ¿Algún reto amoroso?
R.— Estoy muy contenta, libre y sola.
P.— Hasta hace poco fue chairman de Christie 's. ¿Cómo lleva la vida de jubilada?
R.— Tengo una vida tan llena que casi ni me he dado cuenta.
P.— ¿De qué se siente más orgullosa de su trabajo en la famosísima casa de subastas?
R.— Fue muy positivo, una experiencia muy enriquecedora. Recuerdo el momento cuando trajimos a España la Perla Peregrina, los tres cuadros desconocidos que se pudieron incorporar al Museo del Prado y el libro de Las vidas de Vasari con las anotaciones de El Greco, que hoy está en la Biblioteca Nacional. Modestamente contribuí a todo eso y me siento orgullosa.
P.— Hablar con usted es como hacerlo con una mujer del Renacimiento…
R.— No lo sé. Las mujeres del Renacimiento no cogían el metro…