Eva Hache es tan poderosa: entra en la habitación y se siente su aura de mujer imponente, brava y clara, sin tonterías. Pisa duro con sus botas tejanas pero cómodas de centaura del desierto. Sabe que a veces hay que pisar algún callo. Sabe que es una estupidez ir encaramada a un tacón porque nos resta ligereza y energía para salir corriendo. Es una histórica, una pionera, y ya no le da pudor reconocerlo. Las niñas que de mayor quieren ser cómicas, todas, tienen el ojo puesto en Eva Hache, la que arrancó telarañas machistas al oficio y sobrevivió a todas las olas. Han sido demasiadas décadas de modestia. Ahora habrá que fliparse un poco, ¿no?
Nunca fue una señorita aunque la educaran para serlo. Su gracia es impenitente: a ella le va la desobediencia, el cambio, la novedad. Por eso huye de los almanaques y de los horarios cerrados, por eso resiste a la rutina y a las servidumbres de la vida adulta. Qué bien se le da, dice, tumbarse al sol a ponerse morena y a abrir un libro. Ese es un oficio que dura toda la vida y para el que hay que tener talento disfrutón.
Hache, con su cabello andrógino, con sus ojos enormes e inteligentes, te mira irónicamente y ya sabes que es más lista que tú. Su presencia te dice "espabila". Es refrescante y luminosa. Ahora debuta como directora de cine con Un mal día lo tiene cualquiera, protagonizada por Ana Polvorosa y con guion de Alex de la Iglesia, que fue quien le echó el telefonazo a esta lanzadera de gags para invitarla a mutar en cineasta.
La película tiene ese rollo de Jo, ¡qué noche!, de Scorsese: aquí Polvorosa interpreta a una histérica controladora, valga la paradoja, que se esfuerza por ser una buena chica y se ve reliada por la noche madrileña y su fauna. Pero bueno, ¿a quién no le ha pasado?
P.- Primera experiencia como directora. ¿Ha aprendido ya la gente a obedecer las órdenes de una mujer en este país o todavía les cuesta un poco?
R.- (Ríe). Pues no del todo, ¿no? Yo creo que a los españoles nos cuesta obedecer y menos mal también. No estoy yo muy a favor de la sumisión porque sí.
P.- ¿Tú eres una punki?
R.- Yo soy una mujer un poco punki. Quizás no tanto, ¿eh? Pero sí. He tenido momentos buenos y momentos un poco más rabiosos. Soy mala acatando órdenes. Discuto mucho, no me conformo. A estas alturas, también te diré, no me hace falta tampoco luchar demasiado. Digo que “no” muy bien”.
P.- Eso es una conquista. ¿Cómo se aplica el liderazgo a la dirección de cine?
R.- Se me ha dado bastante bien. La verdad es que uno de mis objetivos era que hubiera calma, que no se me fuera mucho de las manos. Lo digo por mi falta de experiencia. Al menos, que si se me iba de las manos, no se notara mucho (ríe). He respetado mucho al equipo porque sabía que todos sabían más de cine que yo.
P.- Quizás no más, pero sí de forma más técnica.
R.- Sí. He confiado y me he aprovechado de ellos y de su experiencia. Lo más difícil ha sido pensar en planos y solucionar. Solucionar tantas y tantas y tantas dudas de todos los integrantes del equipo. Controlar la energía para que dure las seis semanas de rodaje. Y superar mi miedo. El miedo de que acabe el proceso y decir: “¿Qué he hecho?”. Eso al ver unidas todas las piezas. Pánico, ¿eh? No me atrevía ni a verlo.
P.- ¿Síndrome de la impostora?
R.- Un poquito de síndrome de la impostora, y síndrome del intrusismo, también.
P.- ¡Habrá que torear…!
R.- Al final, con la ayuda de mi montadora, que es una mujer muy powerful y sabia, me volvió la confianza. Me la devolvió ella, que me dijo “no, no, tranquila, aquí hay una película”. También tuve que dejar descansar al cuerpo porque es un esfuerzo titánico, físico y mental, muy grande. He aprendido a usar todos los juguetes que hay en la postproducción, que son un montón: si yo hubiera conocido la existencia de todo eso antes de rodar hubiera ido más tranquila, más relajada.
P.- Esto empezó por Álex de la Iglesia.
R.- Sí, me llamó Álex para decirme que tenía este guion y que le parecía buenísima idea que yo la dirigiera.
P.- Y le dijiste que sí del tirón.
R.- Sí, le dije que sí. Bueno, al principio le dije “no, no, pero, ¿cómo se te ocurre esto?” (ríe). Y me dijo: “Bueno, porque técnicamente no vas a tener ningún problema. Te voy a poner a la mejor gente a tu disposición, que te van a ayudar, que tienen muchísima experiencia”. Fue porque en cuestión de comedia tenía mucha confianza en mí. Entonces, cuando alguien confía en ti… yo creo que se genera algo, y que tienes que confiar tú también, y decir “venga, vamos, vamos todos”.
"He sido profesora de inglés, telefonista, pescadora, dependienta de Adolfo Domínguez… me aburro con facilidad y nunca he querido ser rica"
P.- Entiendo que después de esta primera vez ya proyectas muchas más.
R.- Alguna vez más… seguro que sí, porque ¡he aprendido tanto! Tengo la sensación de… es como si hubiera aprendido euskera y ya no fuera nunca más al País Vasco, ¿sabes? He aprendido de un oficio que me encanta. Me gustaba como espectadora, como intrusa, como visitante… al principio yo quería ser actriz, ¿sabes? Pero luego empecé en la comedia, que fue otro accidente. Todo lo importante ha acabado siendo por accidente.
P.- Accidentes afortunados.
R.- Sí, la verdad es que sí. Yo creo que eso también es un paralelismo que hay con Sonia, con la prota: hay que tener los ojos abiertos y no negarse a lo desconocido, aunque a priori pueda parecer incómodo. A lo mejor te abre un camino que te ilusiona.
P.- Tu protagonista está obsesionada por tener el control total de su vida y de todo lo demás. Le cuesta mucho transgredir. ¿Cuál es tu tipo de rebeldía?
R.- Yo soy muy mala con las rutinas, o sea, con cualquier cosa que tenga que ver con horarios fijos mantenidos en el tiempo. Las cosas que no generan sorpresa me producen un aburrimiento cósmico y auténtico pavor. Creo que me dedico a esto por eso, aunque intenté antes trabajar en muchas otras cosas.
P.- ¿En cuáles?
R.- He sido profesora de inglés, he sido dependienta en Adolfo Domínguez, he sido telefonista de recepción bilingüe, yo qué sé… hasta he pescado en un barco de bajura. En el fondo es porque yo me aburro. Cuando llevo un año o año y medio haciendo lo mismo… la vida se me viene muy encima. Mi primer trabajo fue realmente como actriz en una compañía de teatro. Esas primeras nóminas de principios de los noventa fueron como actriz, y luego ya cuando me vine a Madrid vi que los trabajos de triunfar estaban ocupados y me busqué trabajos alimenticios. Nunca he dejado de querer probar.
P.- Pero, ¿tú eres rica o no?
R.- Rica en amigos y en experiencias y en libertad sí, claro (ríe). Pero rica, rica…
P.- Rica de panequito.
R.- No, para nada. Rica de no tener que preocuparme por el dinero, no. Esta profesión desde fuera parece mucho más millonaria y no lo es. También te diré que para mí el dinero no es tan importante, yo he optado por tener mucho más tiempo de descanso y he buscado ser rica en tiempo. No en dinero.
P.- ¿Cuándo tomaste esa decisión, cuándo empezaste a valorar así las cosas?
R.- Pues mira, hubo una época en la que hacía La noche con Fuentes, El club de la comedia como invitada, Splunge, una obra de teatro que se llamaba Cinco mujeres.com y luego Hombres, mujeres y punto… y era una bendición, pero no tenía ni un día libre y cuando la gente me preguntaba qué tal, yo decía “pues muy cansada”.
P.- “Pues a punto de llorar, ya que sacas el tema”.
R.- (Ríe). Total. Pero decía “hay que aprovechar”. Y luego dije “a la mierda”. O sea, yo espero que esto dure mucho tiempo y que el talento que tenga lo pueda administrar, porque claro, por otro lado es un regalo que mucha gente cuente contigo y que no te quieran dejar descansar.
P.- Pero qué pasa con tu vida y tu felicidad.
R.- Pues es eso. Eso conduce a la quemazón y a que pierdas ilusión por lo que haces. Yo creo que en este trabajo y en el que sea, uno no puede dejar nunca de investigar y de zascandilear pero para hacerlo bien.
P.- ¿Tú crees que eres una mujer que impone? ¿Los hombres se acojonan de ti?
R.- Sí. Puede ser. Vamos: sí. Si se acojonan es porque soy muy segura. Soy rotunda hablando, no soy sumisa. Mi físico no me ha servido para ir de niña mona y dulce. ¡Pero soy simpática...! (ríe). No soy ninguna sumisita, que es lo que les mola. Eso da miedo a los hombres y a algunas mujeres también. Echo un poco para atrás: “Uy, esta tipa… a ver si me va a poner en una situación incómoda”.
P.- ¿Crees que eso es culpa del machismo?
R.- Claro. Yo no sé a ti, pero a mí me han criado con frases como “siéntate como una señorita” y todo ese tipo de cosas.
"Lo que más nos debería regalar el Estado para ser madres es tiempo: los niños necesitan mucho más"
P.- ¿Cómo hace una cómica profesional como tú para llevar para adelante la vida laboral y la maternidad?
R.- Para mí fue fácil porque soy una privilegiada. Ya te digo que no tengo miedo a no currar y a buscar tiempo. Yo me quedé embarazada en un momento en el que no me apetecía, y aunque ya llevaba trabajando mucho tiempo de seguido y tenía un dinerito ahorrado, decidí tener todo el tiempo del mundo, que es el que yo creo que es adecuado para un bebé y para ser madre. Lo que más nos debería regalar el Estado para ser madres es tiempo: los niños necesitan mucho más.
P.- No tanto dinero como tiempo, ¿no?
R.- Exacto.
P.- En esta noche loca que cuenta la película hay encontronazos con la autoridad. ¿Tú has tenido alguna movida con la policía?
R.- No, la verdad que no. Bueno. Creo que alguna multa por pernoctar en una playa (ríe).
P.- ¿Cuánto hay de verdad en el ‘sexo, drogas y rock and roll’ del mundo del cine y la televisión?
R.- Pues muy poco, la verdad. Porque una persona que trabaja mucho al final tiempo muy poco tiempo para el desfase. También depende de los actores. Los actores en general son gente súper sana.
P.- ¿Sí?
R.- Sí. Sobre todo porque tienen mucha exigencia física, como Polvorosa en la peli. El nivel de desgaste físico que se pega en la película no es para una persona que vaya de empalme, sin dormir. La gente es bastante responsable en el fondo. Creo que hay un concepto un poco ‘old school’ de esto, un poco del Hollywood de oro.
P.- ¿Cuál ha sido tu noche más loca? La noche que más se te ha ido de las manos.
R.- Bueno, recuerdo una… más bien, un verano entero. Un verano entregado a la improvisación.
P.- ¿Cuándo fue?
R.- Fue hace mucho. El siglo pasado (ríe). Ha prescrito todo. Pero sí, sí, de mucha juerga, mucha improvisación, mucho dormir donde tocara y de muy poco sentimiento de culpa y mucho placer.
P.- ¿Cuándo te entran ganas a ti de mandar a la gente a la mierda?
R.- A mí, cuando son maleducados. La gente maleducada se merece malas contestaciones y aún así hay muchas veces que les premiamos con el silencio.
"No hay tanto del ‘sexo, drogas y rock and roll’ en el cine ni en la tele. Los actores en general son gente súper sana"
P.- ¿Qué temperatura le tomas ahora mismo al humor en España? El otro día falleció Arévalo. ¿Qué hay de viejo humor frente al nuevo humor?
R.- Creo que estamos en un momento revolucionario. Hay muchísimas mujeres por fin haciendo comedia que no se comportan como señoritas. Hay gran variedad. Hay ficción, hay comedia en la ficción, hay monologuistas… y hay espectáculos de youtubers y de gente que viene de TikTok o de Twitch. Hay otro tipo de lenguajes y de pronto están llenando también los teatros. Así que es un momento de novedades. Las buenas durarán y las malas morirán.
P.- Eres una pionera. ¿Te sientes así?
R.- Mira, pues durante mucho tiempo he pensado que no, pero sí… nunca he sido impostora pero siempre he sido muy modestona, muy de decir “no, no, tampoco es tan importante”… y ahora me doy cuenta de que eso es una tontería y es una falsa modestia estúpida. Y veo que muchas mujeres me tenéis ahí como un modelo y eso es muy agradable.
P.- ¿Cómo encuentras tú la paz en pleno turbocapitalismo? ¿Psicólogos, reiki, yoga?
R.- (Ríe). ¿Cómo huyo del mundanal ruido…? Pues mira: yo soy muy buena haciéndome la muerta, poniéndome morena y leyendo un libro.