Jesús Cintora (Soria, 1977) denuncia que es una víctima de la censura, aunque también incide en que nunca podrán apagar su voz. Esa voz que durante más de 25 años ha informado sobre la realidad de lo que acontece. Una voz firme, sin titubeos, dispuesta a contar lo que otros ocultan. Por ello, fue apartado -vuelve a denunciar- hasta en dos ocasiones, en diferentes cadenas, por intereses políticos ajenos a su gran dedicación y profesionalidad. “Me echaron con un gobierno en Cuatro y luego me echaron con otro en TVE”, cuenta en una entrevista con EL ESPAÑOL.
No tiene miedo a hablar -dice- sin tapujos, aunque eso le impida volver a hacer lo que más ama, ejercer ese periodismo que algunos -según él- temen: el que aboga por el pensamiento crítico como principio básico en una democracia. Un periodismo que se escuchaba en la radio de su casa a todas horas y que despertó en él el anhelo de seguir la senda de aquellas ondas que tanto le fascinaban. Mientras, la televisión le hacía viajar a lugares infinitos fuera de Ágreda (Soria), su localidad natal, cuyas fronteras físicas sólo atravesaba instalado en el asiento de copiloto del camión de su padre.
Años más tarde, el destino quiso que se cruzara en el camino con David Beriain, periodista asesinado en 2021 mientras realizaba un reportaje sobre la caza furtiva en Burkina Faso. En su memoria, Cintora guarda como un tesoro preciado y exclusivo el arrojo y valentía de su amigo y compañero, valores que le hacen no rendirse y reconciliarse con el periodismo, a pesar de todo.
Ahora, prácticamente alejado de los medios pero con la ilusión puesta en nuevas fronteras, esta vez tecnológicas, publica su quinto libro, ‘El precio de la verdad’, dedicado, como no podía ser de otra manera, a David Beriain. Un libro en el que hace un repaso exhaustivo sobre el periodismo actual y sus grandes males, y en el que aborda la incidencia que, hoy en día, tienen las redes sociales.
Pregunta.- Ahora que está de promoción de este nuevo libro, ¿siente que los medios le están vetando?, dijo el otro día que sólo había dado una entrevista.
Respuesta.- Pues esta es la tercera, he estado en una radio de Extremadura y en otro medio local de Zaragoza, por el momento. Parece que no les interesa que cuente esto. Y no muerdo ni nada, no te voy a contagiar nada, estoy vacunado (risas).
P.- ¿Siempre soñó con ser periodista?
R.- Pues esto me viene desde que era niño, sí. En primer lugar, gracias a mis maestros de escuela, que me inculcaron el amor por el lenguaje. Luego también recuerdo aquel día en el que vino TVE a hacer un programa a mi colegio, y eso también me hizo darme cuenta de que este mundo me encantaba. Aunque estoy muy influenciado por mis padres, que escuchaban la radio a todas horas. Mi padre iba siempre con Antena 3 radio puesta en el camión, y yo me iba con él y la escuchaba.
Y mi madre, en casa, también se tiraba toda la mañana escuchando la radio. Ahí empecé a saber quiénes eran Quintero, Hermida o Gabilondo. Me llamaba mucho la atención todo lo que contaban y cómo lo hacían. Y luego también soy de la generación de 'La bola de cristal'. Ver ese programa, cuando eras un chaval de pueblo que no había visto mundo, te abría la imaginación. Me gustaba soñar con ser como ellos.
P.- Un sueño que al final se cumplió. Con muchos de aquellos referentes, como Iñaki Gabilondo, terminó trabajando.
R.- Sí, y viéndolo con perspectiva, recuerdo que estos referentes tenían un punto de vista muy crítico. Había mucha reflexión en los medios. Ahora ha habido mucho recorte a la hora de quitar programas informativos, de investigación, para darle espacio a otros de entretenimiento, que están muy bien y debe haber espacio para todo, pero yo creo que el periodismo crítico es muy necesario, porque es la forma de que la sociedad adopte un pensamiento crítico. Una sociedad crítica es una sociedad libre. Lo cual, muchas veces, no conviene que ocurra, y eso se ve reflejado en según qué tipo de programación.
P.- Pan y circo, dicen.
R.- Sí, y es triste. A veces parece que el periodista molesta. Y lo apartamos. Y antes veías a periodistas como Jesús Quintero hacer programas desde la valentía. Y como él, muchos otros. No tenían miedo.
P.- Usted, desde luego, no parece que haya tenido miedo. ¿Siempre ha tenido ese carácter subversivo? Tengo entendido que una vez le echaron de casa por ponerse un pendiente. Una declaración de intenciones...
R.- Sí, es cierto lo del pendiente, no les gustó mucho a mis padres, la verdad. Aunque sinceramente, tengo muy claro que, a veces, se ponen etiquetas para estigmatizar a la gente. Y en mi caso, han utilizado estos adjetivos para que los directivos de los medios tuvieran una coartada y un motivo por el que echarme. Una forma de justificar mi despido.
P.- Pero tener un carácter subversivo en el periodismo no debe ser negativo. Al contrario, si entendemos el periodismo como una herramienta con la que vigilar al poder, el periodismo debe ser subversivo. Y si le tachan de ello, me parece que puede ser hasta un elogio.
R.- Sí, pero ellos lo utilizan para estigmatizarte y justificar que te han apuntado. Y yo, únicamente, lo que siempre he intentado allí donde he trabajado es que no se contaran mentiras, que no hubieran bulos, y que se respetaran siempre los derechos humanos. Que no hubiera homofobia, que no hubiera machismo. Y por ello estoy muy orgulloso. Yo soy de un pueblo, mis padres no tenían formación universitaria, y sé lo que es trabajar desde pequeño para salir adelante. Mi infancia se resume en ir con mi padre en el camión y dormir en el suelo del camión y recorrer España levantándome a las seis de la mañana.Y si he llegado hasta aquí es porque he currado mucho desde que era pequeño, también he trabajado en la agricultura, en la ganadería, con mi abuelo en la obra..., y como quería ser periodista lo tuve que compaginar y estudiar un montón. He tenido que aprender mucho. La primera vez que me puse delante de un micrófono tenía un acento que era una mezcla de aragonés y navarro... Imagínate (risas). Y una vez que te dedicas a lo que más te gusta, que es el periodismo, y te lo curras mucho para conseguir hacer un programa que tenga buena audiencia, y ves que te apartan, te hace plantearte el país en el que vives.
P.- Desde luego, es muy injusto, porque eso también revela que por muy bueno que uno sea y por mucho que se lo trabaje, al final depende de intereses distintos a su valía como profesional.
R.- Sí, hay ciertas personas que te dejan fuera porque consideran que eres un personaje molesto. Y lo que hago en el libro es una reflexión sobre este mundo, sobre el poder y los medios de comunicación.
P.- Cuenta en el libro que este Gobierno le vetó de TVE, apartándole del programa que presentaba, y antes, le echaron de otro programa, esta vez en Cuatro, cuando gobernaba el PP. Esto demuestra que la censura es transversal y que proviene de diferentes partidos e ideologías.
R.- Totalmente. Al final, en los medios tiene más importancia el que manda que lo que se cuenta. El relato se ha convertido en el centro de la política. Y yo manejaba un programa líder de audiencia de este país, en la franja horaria matinal. Y por las presiones, me apartan. Y en la televisión pública, lo mismo. Aquí me quita el gobierno de otro color, y era un programa plural, de servicio público. Era un programa donde, por cierto, cuando venía Pedro J., siempre era cuando más audiencia teníamos. Pero venían también periodistas de todos los medios. Y eso es censura, es un atropello. Se me echó a la calle, sin alternativa. Y no lo cuento con rencor, lo cuento como una reflexión de lo que pasa en nuestro país.
P.- ¿Y qué motivos le dan? Porque si el programa va tan bien, si está funcionando, ¿de qué forma le comunican que le dejan fuera?
R.- En primer lugar, dejaron que se publicaran muchas falsedades contra mí en otros medios y en redes sociales. Me hicieron una cacería orquestada por gente de arriba, estoy seguro. Dibujaron una imagen de mí que no corresponde con lo que soy yo en realidad. Me hicieron la vida imposible. Viví un auténtico calvario. Y eso hace que te genere presión para que te quieras ir. Intentaron que me fuera de forma voluntaria. Había gente arriba pidiendo mi cabeza. Hay gente que pide cabezas, y hay gente que las entrega, y fueron a por la mía. Y cuando ya deciden echarme, a mí no se me comunicaron los motivos, de hecho, tuve que ir yo al despacho del directivo para que me dieran explicaciones. Y no te cuentan nada, más allá de que ha sido una decisión que han tomado. No convenía que yo estuviera ahí, sin más. No hubo criterios profesionales en mi despido. Yo era un tío que tenía más de 20 años de experiencia en esto, creo que profesionalmente sabía lo que hacía.
P.- ¿Y quién pide esas cabezas?
R.- Pues si trabajas en la televisión pública, es evidente. Hay un gobierno que está ahí y que tiene influencia. Han pasado tres años desde que se me echó a la calle. Tres años. Y no he podido volver. Es la primera vez en toda mi carrera que no puedo presentar ningún programa. Sólo pido que me digan qué se me imputa.
P.- Es decir, que la censura continúa.
R.- Sí. Y cuando sales a la calle, mucha gente te pregunta: “¿Por qué te fuiste?”. Y siempre tengo que decir que yo no me fui, que a mí me echaron. Y luego ves cómo hay compañeros que no te llaman para saber cómo estás. Tampoco se me ha brindado la oportunidad de explicar lo que me pasó en ningún medio.
P.- Sentiría mucha impotencia, imagino.
R.- La verdad es que no, al final me quedo con lo que he vivido. Yo hice las cosas lo mejor que pude y supe. Trabajé muchísimo. Encendía cada día la luz de la redacción a las 6 de la mañana... Era un equipo muy bueno, y yo nunca pedí el carnet político a nadie. Lo que me da es pena, sobre todo, por ver cómo funcionan las cosas. La televisión pública debe ser crítica, debe hacer pensar, y no es así.
P.- Ha pagado el precio de la verdad por defender un periodismo plural y crítico. Sin embargo, ¿por qué nadie paga el precio de la mentira?
R.- Porque hemos permitido que los medios los gobiernen gente que no está ahí para contar lo que pasa, sino para lucrarse y adquirir poder y dinero. Y mientras sigan existiendo estos intereses, así seguirá siendo el periodismo.
P.- Y mientras, la figura del periodista está cada vez más denostada.
R.- Es curioso. Si te duele algo, vas al médico. Si se quema tu casa, llamas a los bomberos. ¿Y por qué para informarte se minusvalora al periodista? Y te hablo del periodista que tiene vocación de servicio ciudadano. Yo soy de los que cree que necesitamos a más profesionales en los medios que aboguen por este tipo de periodismo. Necesitamos a periodistas que separen la verdad de la mentira. Es lógico que haya líneas editoriales diferentes, es inevitable, pero no se puede contar bulos como se cuentan. Y el periodismo es un oficio muy necesario y eso hay que fomentarlo. Al final, conviene desprestigiar al periodista. ¿Por qué? Porque hay gente preocupada porque estén en los medios aquellos que cuenten lo que a los políticos les interesa que digan, y que no cuenten lo que verdaderamente pasa.
P.- El arte de la propaganda política.
R.- Sí, y ese exceso de marketing se está cargando la política. Parece que la gestión ya no importa. El Parlamento parece muchas veces un circo. Van dirigentes allí a soltar un discurso. Llevan ya preparadas las respuestas de lo que le va a decir el otro. Es una teatralización absoluta. Y hay muchos vendedores de crecepelo alrededor de los políticos. También hay muchos correveidiles, vasylecuentas. A los políticos les pagamos para que gestionen, no para que nos vendan humo. Y mientras, el circo. El echar la culpa al contrario. Y al mismo tiempo, las listas de espera interminables en la sanidad, o la dificultad de acceso a la vivienda. Pero eso no importa, lo que importa es vender que yo soy mejor que el otro.
P.- Y las redes sociales como altavoz. ¿Suponen una amenaza para la información veraz?
R.- Tienen mucho potencial y están incidiendo enormemente en las nuevas generaciones. Estamos en mitad de una revolución. Tienen un poder de influencia enorme, hay gente que está constantemente consumiendo contenido a través del móvil. Y el que se encarga de quitar a periodistas de los medios le está dando la espalda a este mundo nuevo, que tiene enormes ventajas, aunque también grandes peligros como la desinformación y la propaganda.
P.- ¿Cómo se desarrolla esa propaganda?
R.- El algoritmo nos enseña lo que nos interesa ver. Y si interactuamos con publicaciones de gente que piensa igual que nosotros, siempre vamos a ver el mundo desde un solo prisma. El populismo ahí funciona muy bien. Por ejemplo, se ve mucho con el tema de la inmigración. Algunos echan la culpa a los inmigrantes de todo, son el enemigo a batir. Se criminalizan sistemáticamente. Y publicaciones en redes sociales fomentan ese odio, lo cual no permite que mucha gente pueda adquirir una visión más global sobre el problema. Esa información sesgada no te deja pensar que un inmigrante cuando llega a España lo que quiere es comer, por encima de todo. Y yo lo veo así, eso es lo principal. No lo veo como el culpable de que los demás no lleguen a fin de mes. Que parece que la culpa de nuestra pobreza sea de ellos, no de los que nos gobiernan. Señalamos al de abajo en vez de al de arriba.
P.- De esto se nutren también ciertos personajes, autodenominados defensores del pueblo, que emergen con el auge de las redes sociales y que se dedican a criminalizar a los que no piensan como ellos a base de bulos que la gente termina creyendo.
R.- Sí, y eso interesa al poder. Prefieren que la gente viva siempre envuelta en teorías de la conspiración que conociendo los verdaderos hechos. Y estamos en un mundo en el que hemos visto cómo este tipo de gente ha asaltado el Capitolio, por ejemplo, con unos cuernos en la cabeza. Y estas situaciones son fruto de la desinformación. La desinformación genera polarización. Y también ves a gente que cree en ovnis antes de creer que existe el cambio climático. O los negacionistas de la pandemia. Esta gente piensa que lo que le cuenta un científico es mentira. Y quien nos salvó en la pandemia fueron nuestros científicos y nuestros sanitarios, a los que se les sigue dando la espalda y son los que sufren la carencia de medios. Y, sin embargo, nos pasamos horas hablando de la amnistía. ¿Cuántos titulares vemos de la amnistía y cuántos vemos de las listas de espera en la sanidad? ¿Y por qué? Porque hay temas que a los que manejan el cotarro no les interesa hablar.
P.- Aunque también resulta lógico que un tema como el de la amnistía, que sirve para medir el pulso político e influirá en las urnas, ocupe un gran espacio en los medios.
R.- Sí, pero a la gente, realmente, cuando se levanta por la mañana, no le interesa la amnistía, lo que les interesa es llegar a fin de mes, o poder pagar el alquiler, o poder tener cita con el médico cuanto antes porque le duele algo. Estos temas no marcan la agenda, pero la amnistía sí… Y luego ya, si quieres hablamos de la amnistía.
P.- Pues hablemos sobre la amnistía también. ¿Qué opina de ella?
R.- No descubro nada si digo que Sánchez prometió que no habría amnistía y no ha cumplido su palabra. Y evidentemente necesita esos votos para gobernar. Pero también me parece que las condenas fueron exageradas. Yo no soy independentista pero respeto enormemente al independentismo. El problema aquí es que se utilizaron vías que no se podían permitir. Y ellos mismos, los que proclamaron la independencia, lo sabían. Pero claro que respeto que la gente decida. A veces, caemos en la simplificación, en el sí o no, que te obliga a estar en un lado o en el otro. Y las cosas tienen muchas aristas. Y luego ves a políticos de la derecha criticar a Sánchez cuando ellos han hecho lo mismo con tal de gobernar. Lo hizo también Aznar con Arzalluz.
P.- No sé si tiene la sensación de que, aunque uno luche por conseguir la objetividad como periodista, siempre habrá quien lo estigmatice y lo coloque en un bando. En su caso, se ha tratado de adjudicarle una determinada sensibilidad política que pone en duda su labor.
R.- Totalmente. Es una herramienta de desprestigio contra el periodista. Luego, además, esta gente es la misma que te dice que ser crítico es de ser muy pesimista. Y al contrario, ser crítico es ser optimista ya que lo que buscas con esa crítica, la gran finalidad, es que las condiciones de vida, y todo lo que nos afecta, sean mejores. El que mete los problemas y las vergüenzas debajo de la alfombra es el pesimista. Si sólo te dejas llevar por lo que te cuentan los de un lado, no vas a conseguir mejorar ni avanzar. El espíritu crítico nace para cambiar las cosas, para vivir mejor, para ser más felices. Pero nos ponemos la venda en los ojos para no ver lo que hacen los nuestros. La mayoría de personas que consumen medios de comunicación, eligen aquellos afines a sus ideas. Prefieren recibir información sesgada. No buscan la verdad.
P.- Ni siquiera una masacre como la del 11-M nos unió, al contrario, nos enfrentó aún más.
R.- Por entonces, yo estaba en la SER, con Gabilondo, y ese día intentamos hacer nuestro trabajo de la mejor manera posible. Ese día nos intentaron contar que había sido ETA, cuando todos los indicios apuntaban hacia otro lado. Desde muy pronto se sabía que habían sido los islamistas. Por eso, el 11-M es una muestra de lo que es la posverdad. De una posverdad que se mantuvo con fines políticos. Fue el reflejo de cómo el poder busca manipular a toda costa al ciudadano, que es al final lo que denuncio en el libro y las consecuencias que yo he pagado como periodista... La del 11-M es una cobertura que siempre recordaré con mucha emoción. Era muy joven y supuso un gran impacto para mí.
P.- ¿Qué coberturas le han marcado más, además de la del 11-M?
R.- Hay muchas, pero recuerdo, en mi etapa en El Mundo, cuando Pedro J. me mandó a Andoáin a hacer un reportaje sobre la Ertzaintza. Y la recuerdo porque al día siguiente de regresar a Madrid, ETA asesinó a López de Lacalle, que era columnista de El Mundo. Le pegaron varios tiros cuando volvía a su casa después de comprar el periódico. Me impactó mucho. Era un hombre que no hizo mal a nadie.
P.- Cuando uno busca referentes en el periodismo, parece que siempre miramos hacia la prensa extranjera. A ese Washington Post, cuyo lema, “la democracia muere en la oscuridad”, logró derrocar a un presidente del gobierno. ¿Faltan referentes en nuestro país?
R.- El periodismo español aún tiene mucho que mejorar. Es una vergüenza que se haya mantenido al rey emérito en su cargo durante tantos años, robando lo que ha robado, y que ningún medio de comunicación haya publicado nada. Un rey que se ha tenido que marchar de España y que no puede ser juzgado por el hecho de haber sido rey. Esto me hace preguntarme si en otros países hubiesen consentido eso.
P.- Sin embargo, siempre nos quedarán periodistas de raza como, por ejemplo, David Beriain, a quien dedica el libro, y que fue asesinado en Burkina Faso mientras hacía un reportaje. Una muestra de que algunos pierden la vida por defender la dignidad y el buen hacer periodístico. ¿Qué legado nos deja David?
R.- David y yo nos conocimos en primero de carrera. Estudiamos juntos en la Universidad de Navarra. Éramos muy amigos, tenemos muchas vivencias juntos… Éramos dos paletillos de pueblo que se juntaron con toda la ilusión del mundo en la universidad... David era un periodista enormemente vocacional, que se jugó la vida por lo que amaba, que era el periodismo. Representa todos los valores que un periodista debe tener. Esa vocación de contar la verdad a la gente para que se enteren de lo que pasa. Y era un chaval de pueblo, que soñó con hacer lo que hizo. Gente como yo somos enormemente pequeños ante personas y profesionales como David Beriain. Un tipo que se atrevía a meterse en sitios donde la mayoría no nos atrevemos. Y encima trabajando en peores condiciones que muchos.
P.- Estaba en directo en el programa cuando le comunicaron la noticia, ¿no?
R.- Sí, me lo comunicaron por el pinganillo. Me dijeron que habían asesinado a un periodista español. No me dijeron nombres, y yo, casi de forma instintiva, supe que era David. Se me vino a la cabeza. Es muy duro... (rompe a llorar). Pero bueno, a él le gustaba esto más que a nadie, le gustaba ir a estos sitios tan conflictivos para contar las injusticias que allí pasan y ser los ojos del mundo. Según la investigación, se quedó junto a su compañero y no lo abandonó cuando comenzó el tiroteo. Una muestra inmensa de solidaridad que se echa en falta en este oficio.
P.- Creo que es la mejor manera de ir cerrando esta entrevista, recordando a David para así reconciliarnos con este oficio y no perder la fe en él, ¿no?
R.- Te lo agradezco mucho. Creo que es muy importante que periodistas como David no caigan en el olvido. Hay que tenerlos muy presentes siempre para mejorar como profesionales, incluso como personas.
P.- ¿Qué le ilusiona ahora?
R.- Pues estoy en una etapa de reflexión sobre todas las cosas que he vivido y que me parecen enormemente injustas. He escrito cinco libros y quiero que la gente sepa lo que he vivido. Y si mi reflexión sirve de algo, pues estaré satisfecho. Y aparte, estoy moviendo proyectos, me llaman para dar conferencias, me he abierto un canal de YouTube... Tengo 47 años y quiero seguir en esto, y si no me dejan seguir presentando programas, pues haré lo que pueda dentro de mi ámbito, que es lo que sé hacer y por lo que he luchado tanto. Y si me contratan, quiero que sepan lo que hay. La vida es un maratón, y hay que seguir corriendo. Y sólo pido no perder la salud. Es lo más importante. Mientras tenga salud, seguiré luchando.