Lunes, 13 de diciembre de 2021. Sevilla. Embutido en su abrigo ocre, José Antonio Sánchez -78 inviernos recién cumplidos- sale de Heliópolis hacia la iglesia de San José, en el barrio de Santa Cruz. A eso de las 12.20 abandona el templo y echa a andar junto a un amigo por la calle santa María la Blanca. Puerta de la carne. Semáforo y paso de cebra. Enfilan Menéndez Pelayo. "En ese trayecto se me cagó un pájaro en la manga derecha de mi chaquetón". Una interjección. Se sacude el pringue de excremento con la izquierda de los anillos. Una cerveza prenavideña en Casa Coronado. Autobús de vuelta a casa. Llaves de apertura con doble vuelta. "¡Ya estoy aquí!". Hogar. Pasillo. Comodidad. Sofá. Televisión. Noticias. "Y cuando me senté, noté un vacío en los dedos y entonces caí en la cuenta. ¡Se me han perdido las alianzas!".
José Antonio es un hombre casero y sale lo justo. Escribe, lee, pinta, escucha la radio, controla la televisión, disfruta el cine clásico, el fútbol, y canta las victorias del Betis. Médico de corazón, cardiólogo de formación y oncólogo de especialidad. Jubilado en marcha. Siete hijos y catorce nietos que están a punto de desembarcar por Navidad entre estas cuatro paredes llenas de fotos de familia. Aquí, junto al belén, hay varios retratos de Fina, elegante y sonriente, enmarcadas en plata.
Cada día 23, el doctor Sánchez Romero limpia la tumba de su mujer y escribe a sus hijos: "He estado con mamá"
Desde las ocho de la tarde del 23 de junio de 2018, sábado, el doctor Sánchez Romero es viudo. Desde entonces, todos los 23 de cada mes, él y su abrigo ocre de fríos o su gorra de calores aparcan en el cementerio de san Fernando. Unas monedas a las gorrillas y se dirige a los puestos de flores de epitafio que hay en la entrada. Ya le conocen: tres rosas rojas, algo de verde, un poco de paniculata y una empuñadura de papel plata. Atraviesa el camposanto. Por el camino de cipreses reza un rosario. Limpia la tumba con una toallita húmeda y echa unas gotas de perfume. Deposita sus flores. Musita algo por dentro. Y por fuera. Y luego escribe en el grupo doméstico de WhatsApp: "Estuve con mamá esta mañana. Da muchos besos para todos".
Las alianzas... Hiperventila el doctor rebuscando los anillos en todos los bolsillos posibles. Rebobina sus pasos como loco, y nada. Ni rastros, ni pistas. Las dos alianzas están en paradero desconocido. Iban juntas en su anular, bailando un poco, "porque he adelgazado estos meses. ¡Es que tenía que habérmelas ajustado hace tiempo!". En alguna esquina de estos kilómetros a la redonda habrá sonado el eco sordo del clinc-clinc de dos joyas sentimentales que se separan, se dispersan, rebotan y se pierden. "Tengo una pena enorme".
¿Por qué llevaba las dos alianzas juntas?
"Antes de que falleciera Fina ya me puse también la suya después de ajustármela, porque siempre está conmigo".
Flash back. Sevilla. 30 de marzo de 1974. Sábado, siete y media de la tarde. Huele a boda en la iglesia del Hospital de la Caridad. La novia, guapísima. El novio, muy trajeado y nervioso. Entre lienzos de Murillo y Valdés Leal repiquetea el sí-quiero. Dos alianzas salen de la cápsula del tiempo, se desperezan en el cofrecillo acolchado y se adaptan a los dedos que, en ese mismo instante, conectan con el corazón del nuevo matrimonio. Desde entonces, 47 años y nueve meses, muchas historias, siete partos, incontables noches de guardia, mesas de manteles largos, pucheros XXL, tardes de urgencias, alegrías, cenas de Navidad, nietos, domingos de paz, lunes de prisas y tensiones, besos, enfados, un cáncer, un funeral y dos alianzas con tantísima historia perdidas quién sabe en qué acera, en qué precipicio de alcantarilla y en qué rincón de la ciudad.
Un "se busca" viral
Tarde de lunes. José Antonio llama a un hijo que vive en Madrid y le agradece la felicitación de Navidad que acaba de aterrizar en casa. Añade: "Tengo una pena enorme. He perdido las dos alianzas de la boda y no sé dónde".
El mismo lunes, 13 de diciembre, a las 20.08, su cuarto hijo lanza este tuit "a ver qué pasa". El reto era difícil, pero las redes sociales a veces sorprenden. En 280 caracteres exactos y un gif, dice: "Twitter, haz tu magia navideña: Mi padre ha perdido esta mañana en Sevilla dos alianzas de boda. Con fecha: 30-III-1974. Se entiende el valor sentimental tras 47 años de casados y mi madre en el cielo. ¿Y si aparecen? Se lía parda… ¡Gracias!".
Como las luces intermitentes de un abeto navideño, llueven los retuits. Ciudadanos de aquí y de allá con epicentro de empatía tuitera en Sevilla. Pim. Pim. Pim. Cien retuits. Quinientos retuits. Y más de 2.400 al cierre de esta edición una semana larga después. José Antonio se acuesta ajeno a la maquinaria puesta en marcha desde Madrid en búsqueda de amigos invisibles que encuentren el tesoro, y al pim, pim, pim incesante de una noche de solidaridad que circula por Twitter, Facebook e Instagram. Esa misma madrugada, el programa Gente Despierta, de Radio Nacional de España, se interesa por la historia.
Martes, 14. A las 10.14 el tuitero Juanperrojo escribe un tuit directo al hijo de José Antonio: "Hola, buenos días. Te escribo en nombre de mi cuñado, que ayer se encontró un anillo como el de la descripción que has publicado. Se llama David. Él no tiene Twitter, así que te paso su teléfono: 652...". La magia.
- Muy buenos días, David. Me ha dicho tu cuñado que te has encontrado una alianza...
- Sí. Buenos días. Ayer me la encontré. Fui a venderla a un compro oro, pero había demasiada cola y me fui. Se lo comenté a mi cuñado y me dijo lo de tu tuit. Aquí la tengo, podéis venir a recogerla cuando queráis.
José Antonio todavía no sabe nada del presunto hallazgo. ¿Y si es una estafa? Los hijos acuerdan que chitón hasta tenerla en mano. El miércoles por la mañana María Ballesteros -nuera- conduce hacia el polígono industrial Los girasoles, un lugar lejano entre naves y silencio, sin tráfico, cerca de Camas. Allí la ha citado el supuesto samaritano. "La verdad es que me dio un poco de yuyu y me surgieron muchos ¿y sí? Sinceramente, desconfié de tanta generosidad... Creo que he visto mucho Netflix". Pero Dani Reinoso aparece con su uniforme de trabajo y ofrece "con una sonrisa" la alianza perdida y hallada de rebote. "Un encanto de chaval".
"Fui a venderla a un compro oro, pero había cola y me fui. Se lo comenté a mi cuñado y me dijo lo de tu tuit"
La alegría "más grande"
José Antonio sigue con su pena pidiendo un milagro y no sabe, todavía, que la primera alianza ha vuelto a la luz. Es la de Fina. La tentación es meterla en papel de plata, hacer una laparoscopia en un roscón de Reyes y darle la sorpresa el día de Navidad, pero no. Esa pena necesita un analgésico. Ese mismo mediodía se la llevan en andas:
- Papá, hemos encontrado una de las alianzas.
- ¡Qué embustero eres!
- ¡Mira!
Ojos como platos.
- ¿Es la de verdad o la habéis hecho nueva vosotros?
- Ha aparecido.
- A ver, a ver. Enciéndeme esta luz.
La contempla, se la pone, y pregunta: "Y de la otra, nada, ¿no?".
- De momento, nada.
- Qué alegría me habéis dado, de verdad.
Lee la cara oculta del anillo a cámara lenta: "Treinta del tres de mil novecientos setenta y cuatro. ¡Es la de mamá! Muchas gracias a todos. Esto, para mí, es lo más grande".
No entiende nada, pero la alianza ha vuelto a casa por Navidad. "¿Cómo? ¿Ni siquiera sabía yo dónde la había perdido? ¿Qué ha pasado?". Entonces le enseñan el tuit que lanzó su hijo al ciberespacio, esta entrevista que le hicieron en Herrera en la Onda Andalucía, y algunas noticias publicadas en medios digitales locales sobre la búsqueda abierta. La campaña tuitera ha dado un fruto inaudito. "Yo no sabía cómo funcionan las redes sociales. Me he quedado muy sorprendido al comprobar de lo que son capaces".
En la sobremesa, después de digerir la sorpresa, José Antonio llama a Dani:
- Daniel, muchas gracias. ¡Me has alegrado la vida!
- De nada, caballero. Un placer.
Cuenta Dani: "Me dio mucha alegría verlo contento. A ver si aparece la otra. Si es así, ¡decídmelo! Abrazo fuerte".
La búsqueda de la segunda alianza sigue su curso, aunque pasan los días y se oscurecen las esperanzas. Solo el "milagro" de haber encontrado la primera ya ha satisfecho el clímax de la historia. Mientras, escriben ciudadanos preguntando si hay algún giro de guion y se ofrecen joyeros, como Julia Rus: "Me llegó un mensaje de Facebook contándome que tu padre había perdido las alianzas. Si no aparecen, me ofrezco gratuitamente a hacer unas exactamente igual que las suyas y les grabo lo que tenía. Un poco de corazón es importante y unos gramos de oro no nos van a dar la vida, pero seguro que a tu padre le puede devolver un poco de alegría".
Menudo revuelo en la capital hispalense en medio del tsunami enfurecido de la sexta ola de la pandemia. Sus hijos son conscientes de que "con todos los dramas que tenemos encima de la mesa, esto es una anécdota superficial, una tontería, aunque sea importante para mi familia. Nos ha llamado la atención las ganas que tiene la gente de volcarse con los demás, porque de esta cara solidaria de las redes se habla poco".
Pregunto: José Antonio, ¿qué significa la alianza para ti?
Responde: Significa compromiso de fidelidad para la persona que uno ama. Es como el núcleo de nuestros dos yoes. Por ello, necesito encontrar también la otra.
Localizar una alianza en el pajar de una ciudad es una conquista imposible, aunque a veces suena la magia gracias a las redes sociales. En este portal de objetos perdidos hay decenas de historias de anillos extraviados por todo el mapa de España y casi todas ellas reflejan una historia sentimental amputada para siempre.
Los hijos de José Antonio han dado un humilde paso adelante: "Hemos puesto en marcha un perfil de Twitter para facilitar la búsqueda de alianzas perdidas. Es de bien nacidos ser agradecidos con hechos. Ojalá sirva para que muchas personas tengan la misma suerte que nosotros: @alianza_perdida".
El segundo anillo
En Sevilla hay ambiente de que esta historia no ha terminado. Amigos, vecinos y desconocidos siguen empeñados en coronar el relato con broche de oro por WhatsApp, Facebook, Twitter e Instagram. José Antonio ya ha mandado al taller la alianza encontrada para ajustarle la cintura a su anular postpandemia. "Una vecina me ha ofrecido una alianza que se encontró hace tiempo, por si la quiero. ¡Qué cantidad de gente buena hay por el mundo!".
Ambiente de Navidad alrededor del sofá de un padre de familia que deambula con buen porte hacia la meta volante de sus ochenta. Serena alegría. Incómodo asalto a la discreción de un hombre con alergia a los protagonismos.
Este 23, en el cementerio como cada mes, José Antonio susurrará "Fina, no te vas a creer la que han liado los niños..."
Por el retrovisor de los anales de su casa: belenes de corcho, niñas vestidas de pastora, regalos de reyes magos que amanecen, bajo sábana blanca, en la mesa del salón. Villancicos, guitarras y panderetas. Hijos que crecen y vuelan. Nietos que piden un coche. Nietas que le dibujan corazones rojos alrededor de un "Abuelo, ¡feliz Navidad!". Navidades sin Fina en la tierra.
Muchas blancas navidades, también, de hospital. Guardias sin turrón. Bata impregnada de tristes historias entre la vida y la muerte. Y de muchas personas cuidadas. Era por estas fechas cuando los pacientes enviaban al domicilio del doctor jamones, cañas de lomo, polvorones de Estepa y botellas de Chivas. Eran estos días de Navidad cuando llegaban las tarjetas de felicitaciones de familias enteras que salieron del túnel de un cáncer y daban las gracias con trazos de alegría y agradecimiento.
Muy a su pesar, José Antonio está hoy en primer plano. Es el sevillano de los anillos y el foco de la magia navideña de Twitter. Entre El Gordo y la Nochebuena. Entre un amigo invisible y los reyes magos. Su historia fugaz atraviesa con algo de luz del tiempo el cielo de Sevilla.
Este párrafo final lo escribo en voz baja: Julia Rus prepara, en secreto, una réplica de la alianza que falta para la mañana del 6 de enero. Por si no aparece la de verdad. El segundo anillo perdido llegará de Oriente, también gracias al encanto de las redes. No será la misma que unió a un tándem que no ha separado la muerte, "pero será una alianza con nosotros, sus hijos".
Hoy, como todos los 23 de cada mes, habrá encuentro con charla entre las tumbas del cementerio. Toallita. Perfume. Navidad. "Fina, no te vas a creer la que han liado los niños...".
*El periodista Álvaro Sánchez León es el hijo del protagonista del reportaje.
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