La "infamia" de Pearl Harbor empezó con un cúmulo de despropósitos. A las 3:45 de la mañana del 7 de diciembre de 1941, el destructor Ward recibió una alerta de que se había avistado un submarino en el exterior de la bocana del puerto. Pero al comprobarlo, no se detectó ninguna presencia extraña. Unas horas más tarde, otro carguero avisó sobre la presencia de una vela y un periscopio en la zona. Los proyectiles y las cargas de profundidad lanzadas por del buque de guerra sí hicieron blanco en esta ocasión. Se informó de la operación al comandante del Decimocuarto Distrito Naval a las 6:45, pero la decodificación del mensaje se demoró 23 valiosos minutos que enterraron cualquier pista sobre el ataque inminente.
Al norte de la isla de Oahu, en el archipiélago de Hawái, dos soldados de guardia en la nueva estación de radar de Opama vieron aparecer en su monitor una ingente cantidad de señales lumínicas. Aquellos puntos desvelaban la primera oleada de la ofensiva de la Kido Butai, la Fuerza Móvil japonesa, sobre la base estadounidense en el Pacífico. Sin embargo, el teniente Kermit Tyler, oficial al que se reportó la anómala incidencia —era su segunda jornada de servicio en el centro de seguimiento aéreo de Fort Shafter—, no pensó en un movimiento bélico, sino en el grupo de bombarderos que debían llegar ese mismo día de California.
"Sabía que el equipo era muy nuevo", diría un atormentado Tyler años después. "De hecho, el muchacho que estaba manejándolo, el primero que detectó a los aviones, era la primera vez que ocupaba ese puesto, así que pensé que estaba muy verde y que nunca había tenido la oportunidad de detectar la llegada de un grupo de B-17. El sentido común me dijo: 'Bien, esos son los B-17'. Así que les dije: 'No os preocupéis por eso'".
A las 7:55, y tras cruzar toda la isla al grito de "¡tora!, ¡tora!, ¡tora!" —la famosa expresión que utilizó Fuchida Mitsuo, el jefe de la Kido Butai, para confirmar que se había logrado el factor sorpresa—, los bombarderos japoneses atacaron en picado los hangares, los aviones y las rampas para hidroaviones de la base aeroval de la isla de Ford, en el corazón de Pearl Harbor. En el medio del inesperado caos, el capitán de corbeta Logan Ramsey, oficial de operaciones la 2ª Ala de Patrulla, ordenó a la sala de radio que emitiera en abierto el siguiente mensaje: "Ataque aéreo sobre Pearl Harbor. Esto no es un simulacro".
La sentencia, junto a la pronunciada al día siguiente por el presidente Franklin D. Roosevelt —"Ayer, 7 de diciembre de 1941 (una fecha que perdurará en la infamia), los Estados Unidos fueron repentina y deliberadamente atacados por las fuerzas navales y áreas del Imperio de Japón"—, es una de las más icónicas de la II Guerra Mundial. Un testimonio que refleja la imprevista (?) y brutal operación sobre la base aérea estadounidense con la que el Imperio del Sol Naciente declaró la guerra a Washington y cambió el rumbo de la contienda. Una trágica historia todavía envuelta en controversias ochenta años después.
Dos oleadas
Tras un entrenamiento específico de seis semanas, la armada japonesa, compuesta por 31 naves entre portaviones, acorazados o cruceros pesados, zarpó de la bahía de Hitokappu, en las islas Kuriles, el 26 de noviembre. El objetivo del ataque eran los buques de la Flota del Pacífico y numerosas instalaciones de la Armada, el Cuerpo de Marines y el Ejército de EEUU repartidas por Oahu. Fuchida ingenió la misión de los grupos aéreos, compuestos por cazas Mitsubishi A6M Zero, torpederos y bombarderos horizontales Nakajima B5N Kate que arrojaban proyectiles de hasta 800kg y bombarderos en picado Aichi D3A Val, en dos oleadas.
La primera de ellas, que se centró sobre la línea de ocho acorazados o Battleship Row y dejó un considerable reguero de destrucción —la explosión del Arizona provocó más de mil muertos; el Oklahoma, envuelto en llamas, volcó sobre sí mismo; el Nevada encajó un torpedo en la zona de proa; y el West Virginia también se vio devorado por el fuego y se fue a pique—, movilizó a un total de 185 aviones y se inició cuando los marineros estadounidenses estaban izando banderas y tendiendo toldos en las cubiertas de los navíos fondeados para las misas dominicales.
Los soldados reaccionaron guiados más por actos de valentía individual que a través de una respuesta organizada. Los tenientes Ken Taylor y George Welch, del 47º Escuadrón de Persecución, fueron de los pocos que lograron despegar —en Oahu había unos 400 aviones, siendo buena parte destruidos—. Habían pasado la noche bebiendo y jugando al póker, y apenas habían dormido una hora cuando el ruido de las bombas los despertó. Desde donde se encontraban, condujeron a 160 km/h hasta la base auxiliar de cazas de Haleiwa y se subieron a dos Curtis P-40 Tomahawk. Derribaron al menos seis aeronaves enemigas y otros tantos impactos. Ambos inspiraron a los personajes que interpretan Ben Affleck y Josh Hartnett en la película de Michael Bay (Pearl Harbor, 2001).
También es célebre la actuación del cocinero de tercera clase Doris Miller, que trató de evacuar del acorazado West Virginia al capitán de navío Mervyn Bennion, herido de gravedad por la metralla. Como este se negó y continuó dando órdenes hasta desangrarse, Miller se subió a una ametralladora de 12,7 mm y disparó a los aviones nipones hasta agotar la munición. Su heroico comportamiento le reportó la Cruz de la Marina, siendo el primer marinero negro en recibir la segunda mayor condecoración de la Marina estadounidense. No obstante, moriría en noviembre de 1943, a bordo del portaviones Liscome Bay, hundido por un submarino japonés en el Pacífico.
La segunda oleada del ataque tuvo lugar entre las 8:40 y las 9:30 y fue ejecutada por 167 aviones. Sus objetivos consistían en evitar un contraataque aéreo contra la flota de la Marina Imperial japonesa y, por otro lado, completar la destrucción de los portaviones —por fortuna no se encontraban en la isla el fatídico 7 de diciembre— y el hundimiento de los cruceros estadounidenses. Según explica Alan D. Zimm, oficial de la Armada estadounidense y autor de Attack on Pearl Harbor, en un artículo de la revista Desperta Ferro Contemporánea dedicada al día de la infamia, el primero se logró y el segundo fue un rotundo fracaso.
"Los bombarderos en picado fracasaron en su intento de hundir los ocho cruceros que se encontraban en el puerto, todos ellos muy valiosos pues eran imprescindibles para las agrupaciones de portaviones que formarían el corazón de la Marina estadounidense en Guadalcanal", escribe. "Desde un punto de vista político, se suponía que el ataque debía decidir la guerra hundiendo la moral de los norteamericanos, lo que llevaría a una paz negociada, pero esto nunca sucedió. (...) En un país dividido como era Estados Unidos, donde la mitad de la población se negaba a aprobar la guerra contra Alemania, el ataque tuvo un efecto aglutinador contra el Eje". El mantra a partir de entonces iba a ser: no olvidemos Pearl Harbor.
El mito del ataque
La versión oficial dice que el ataque de Pearl Harbor fue una sorpresa total para el Gobierno de Roosevelt. Sin embargo, numerosas investigaciones y documentos desclasificados que han salido a la luz en las últimas décadas apuntan hacia un escenario más pantanoso. Por ejemplo, la Oficina de Inteligencia del Distrito Naval obtuvo una radiolocalización que situaba a los buques de guerra nipones al noroeste de Hawái entre el 30 de noviembre y el 4 de diciembre de 1941, lo que derriba la idea del silencio de radio absoluto de la flota japonesa durante la operación.
Además, diplomáticos y agentes secretos brindaron una serie de informaciones que apuntaban en la línea de un hipotético ataque sobre Pearl Harbor. Joshep Grew, embajador estadounidense en Japón, ya avisó el 27 de enero de 1941 de las intenciones de los nipones. Richmond K. Turner, director de Planes de Guerra, tildó su informe como simples "rumores". El agente doble británico Dusko Popov reveló al FBI —mantuvo incluso una reunión con su director que no se dio a conocer hasta 1983— un cuestionario japonés con aspectos concretos sobre la profundidad del puerto y la presencia de una red de antitorpedos.
En ese juego de inteligencia militar, EEUU conocía y controlaba al espía nipón Morimura Tadashi, que estuvo en Honolulu desde el 27 de marzo. Se le permitió actuar de forma libre en Oahu y, sospechosamente, se marchó el día 6, unas horas antes del ataque. Por si los indicios no fuesen suficientes, también en esas horas previas se interceptó un mensaje diplomático japonés que la embajada en Washington debía mantener en secreto y que incluía un ultimátum que, de no aceptarse, provocaría el estallido de la guerra entre ambos países. Pero el aviso llegó tarde a Pearl Harbor.
En otro artículo de la citada revista, James M. D'Angelo, fundador de la International Midway Memorial Foundation, concluye que en base a todas estas pruebas "los más altos niveles de mando conocieron de antemano el ataque, por lo que tuvieron que encontrar cabezas de turco para que quienes estaban al corriente y mantuvieran el secreto quedaran libres de cualquier sospecha". Esas personas fueron el almirante Husband E. Kimmel, relegado de su cargo diez días después, y el general Walter Short, aunque después de la guerra una investigación concluyó que no había habido negligencia alguna.
Quizá al final todo se reduzca a la creencia estadounidense que se sintetiza de forma explícita en otra legendaria frase de Kimmel: "Nunca pensé que estos enanos amarillos hijos de puta pudieran ejecutar un ataque como este, tan lejos de Japón".
Pearl Harbor, en números
La flota japonesa. Para la ofensiva, ejecutada por más de 350 aviones, el Imperio del Sol Naciente movilizó una flota de 31 naves compuesta por seis portaviones, nueve destructores, tres cruceros pesados, uno ligero, nueve destructores, tres submarinos y ocho petroleros.
La flota estadounidense. Al mando del experimentado almirante Husban E. Kimmel, en Pearl Harbor había una imponente fuerza que incluía nueve acorazados —uno estaba siendo reparado en el estado Washington—, doce cruceros pesados, nueve ligeros, 53 destructores y varios submarinos y buques auxiliares. Los tres portaviones se salvaron al no estar en la isla y serían clave para la victoria en la batalla de Midway.
Bajas de Japón. En el ataque, la Kido Butai perdió 29 aviones y cinco submarinos enanos. Murieron 129 soldados y uno fue hecho prisionero, que se ganó el deshonor de sus compatriotas por no haber dado su vida por el emperador.
Bajas de EEUU. En el bando atacado se registraron 2.403 víctimas mortales, incluidos 28 civiles, y 1.178 heridos. Dos acorazados fueron destruidos —la explosión del USS Arizona se saldó con más de mil hombres mortalmente heridos—, mientras que otros dos, junto con tres cruceros, requirieron grandes reparaciones o ser reconstruidos. Las pérdidas materiales fueron de poca importancia en comparación con la aparatosidad de la ofensiva nipona.