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"La anciana Adrienne se adentra en el bosque y arranca los primeros frutos de café de la temporada. Cada mañana, enciende un fuego con carbón en el piso en la oscuridad de su casa. La electricidad nunca llegó a su parcela de Haití".
Este es el comienzo de la importante serie de cinco entregas iniciada hace unos días por el periódico The New York Times en la que desentierra las razones por las que Haití es el país más pobre de América y uno de los 50 menos desarrollados de la Tierra. ¿Por qué ahora?
"Cualquier periodista que pasa un tiempo en Haití se enfrenta continuamente a la misma pregunta: ¿Por qué las cosas están tan mal aquí? –dice la periodista canadiense del NYT Catherine Porter–. Descubrimos que después de la independencia de Haití en 1804, Francia regresó y exigió reparaciones por la propiedad perdida, que incluía a los humanos esclavizados. Los funcionarios franceses alentaron al gobierno haitiano a obtener un préstamo de los bancos franceses para pagar estas reclamaciones".
Esta doble deuda lastró al pequeño país caribeño y se extendió durante 125 años. Con parte de sus réditos se financió la construcción de la Torre Eiffel de París. La información ha provocado una primera reacción del CIC (Crédit Industriel et Commercial). El cuarto banco de Francia anuncia una investigación propia –"e independiente", ha dicho– para esclarecer su responsabilidad en aquel expolio.
El CIC, cuarto banco de Francia, anuncia una investigación para esclarecer su responsabilidad en el expolio
Los marines de Estados Unidos, por su parte, entraron en 1914 en el Banco Central de Haití y se llevaron 500.000 dólares en oro. Una fortuna en aquel tiempo para aquel país paupérrimo. Ningún país protestó por el latrocinio cometido a punta de rifle, como vulgares forajidos, ni nadie salió en defensa de Haití.
Occidente nunca le perdonó haber sido la primera colonia afroamericana en abolir la esclavitud y obtener su independencia. Haití quedó condenado a la pobreza. Su presidente Jean-Bertrand Aristide se atrevió a reclamar a Francia en 2003 una parte de aquel rescate pagado con la miseria de la población. Un golpe de Estado lo derribó en menos de un año. "Francia y Estados Unidos estaban detrás de aquel golpe", se afirmó.
Las raíces de la miseria de Haití, título de la serie periodística, es el resultado de la investigación que durante más de un año han realizado cuatro periodistas del Times. Cientos de informes, documentos centenarios y registros financieros han sido consultados en Haití, París y Washington.
Una historia de usura, abuso y venganza coloniales que obligó a los esclavos a pagar un impuesto millonario por su libertad. Y a sus descendientes, a contribuir a un rescate de por vida. Espeluznante resulta comprobar que inversores y banqueros de Francia y Estados Unidos aparecen como magos de la piratería financiera mundial.
El París de las Antillas
Desde hace tres siglos, el café es el centro de la economía de la isla caribeña. Lo plantaron los franceses en la parte occidental de La Española, la isla a la que había llegado Colón en la navidad de 1492.
En 1697, España cedió a Francia esa parte de la isla caribeña por el Tratado de Rijswijk. Se constituyó así el Saint-Domingue francés, aunque la ciudad más importante, del mismo nombre, quedara dentro de lo que a partir de 1844 se conocería como República Dominicana con la independencia.
En 1697, España cedió a Francia la parte occidental de la isla por el Tratado de Rijswijk
El compositor Johan Sebastian Bach (1685-1750) dedicó una cantata, la BWV 211, a la bebida estimulante. Bach y Telemann sonaban, y Molière era representando en el teatro de la Comedia de Cap-Français, la ciudad más importante, conocida como el París de las Antillas, repleta de librerías con obras de Kant, Voltaire y Rousseau.
Pero, como escribiría muchos años más tarde el literato apátrida Walter Benjamin, "no hay documento de cultura que no lo sea al mismo tiempo de barbarie".
Las cosechas del café y del azúcar bañaban en oro a una pequeña élite de colonos y situaba a la antigua isla La Española en el destino de los barcos negreros. A finales de 1780, el 40 por ciento de todo el tráfico trasatlántico de esclavos se dirigía hacia Saint-Domingue. La alta mortalidad de los presos provocaba el continuo fluir de expediciones. Los africanos eran marcados con las iniciales de sus amos.
El trabajo, el hambre y las enfermedades los diezmaban a los llegados de otro continente. Pese a ello, eran el 90 por ciento de la población. Una de las diversiones de sus propietarios era –según el NYT- ver cómo los quemaban vivos o perecían golpe a golpe sobre una rueda o estallados en el aire. Ésta era una de las prácticas más crueles conocida como un poco de pólvora en el culo, según el historiador francés Pierre de Vaissière.
El sadismo colonial
Un escrito del revolucionario haitiano Pompée Valentin ilustra el tratamiento que se daba a los esclavos en las plantaciones haitianas.
¿No han colgado hombres con la cabeza hacia abajo, los han ahogado en sacos, los han crucificado en tablas, los han enterrado vivos, los han aplastado con morteros?
¿No los han obligado a consumir las heces?
Y, después de haberlos desollado con el látigo, ¿no los han arrojado vivos para ser devorados por gusanos o sobre hormigueros, o los han atado a estacas en el pantano para ser devorados por mosquitos? ¿No los han echado en calderos de jarabe de caña hirviendo?
¿No han puesto hombres y mujeres dentro de barriles tachonados con púas y los han hecho rodar por las laderas de las montañas hasta el abismo?
¿No han consignado estos negros miserables a los perros que se comen al hombre hasta que estos últimos, saciados por la carne humana, dejaron a las víctimas destrozadas para ser rematadas con bayoneta y puñal?
Primera revuelta de esclavos
Los esclavos de Saint-Domingue se levantaron una tarde de agosto de 1791, iniciando lo que algunos historiadores llaman el mayor levantamiento de esclavos de la historia. Unos doscientos desheredados, que se habían juramentado contra sus opresores en una ceremonia iniciática, procedieron a la quema de plantaciones de azúcar y haciendas. En dos semanas, todas las plantaciones en un radio de 75 kilómetros alrededor de Cap-Français quedaron destruidas.
Uno de los líderes se hizo tristemente célebre por aplicar los mismos castigos crueles que los amos. Azotaba a los colonos hasta dejarlos en carne viva y les cortaba las manos. Entretanto, llegaban noticias desde Francia: el Borbón Luis XVI y su esposa María Antonieta habían sido decapitados en la guillotina durante el Gobierno de la Convención. La esclavitud quedó abolida en todas las colonias francesas de ultramar.
Napoleón apresó al líder de la independencia, Toussaint-Louverture, y restableció el comercio de esclavos
Pero Napoleón Bonaparte, que tomó el poder en 1799, quiso reponer la trata humana. Iniciado el siglo, envió medio centenar de barcos a Saint-Domingue y restableció el comercio de esclavos. Antes apresó a su líder, François Dominique Toussaint-Louverture, y lo encerró en Francia, donde murió. Los haitianos de la isla se levantaron de nuevo por su libertad. En la batalla de Vertières, los franceses fueron derrotados. Unos 50.000 soldados, marineros y colonos franceses perecieron. Más que en Waterloo.
La colonia proclamó su independencia el 1 de enero de 1804 y recuperó el nombre taíno de la isla: Ayití. Haití se convirtió en la primera nación afroamericana, en el primer Estado independiente de América Latina y en la segunda república más antigua del continente americano, después de los Estados Unidos. El hombre que había derrotado a Bonaparte, Jean-Jacques Dessalines, se autoproclamó emperador.
"Un día volverán"
Dessalines sabía que los franceses un día volverían. Durante 14 años, miles de haitianos construyeron 30 fuertes en el país. La Citadelle, con sus muros de cuatro metros de grosor y 44 de alto, es la mayor fortaleza de todo el Caribe.
Y, en efecto, los franceses volvieron. Ocurrió el 3 de julio de 1825, veintiún años después de la independencia. Este fue el inicio de la doble deuda. Tres barcos de guerra franceses amarraron en Port-au-Prince (Puerto Príncipe), la nueva capital. El barón de Mackau descendió de uno de ellos y, en nombre del rey de Francia, Carlos X, ofreció a los haitianos reconocer su independencia a cambio de 150 millones de francos. Si no aceptaban el pago, vendría el bloqueo naval y la guerra.
Después de tres días de reflexión, el presidente haitiano Boyer aceptó. Francia sabía que Haití no disponía de efectivo en el monedero, pero sus diplomáticos franceses lo tenían todo previsto. Hicieron firmar a la nación caribeña la petición de un préstamo por valor de 30 millones de francos para el primer plazo de la deuda. Y cobraron 6 millones en comisiones. "Así que después de que el grupo de banqueros, que incluía a los Rothschild, cobrara sus comisiones, Haití sólo obtuvo 24 millones de francos. En lugar de 150 millones, de pronto debía 156 millones, más los intereses", explica el NYT.
La tasación de los esclavos
Las averiguaciones periodísticas alcanzan a evaluar el monto de estas reclamaciones. Durante veinte años, los colonos supervivientes de la guerra o sus sucesores habían hecho llegar al gobierno de París sus pérdidas por la independencia. Valoraron tres o cuatro veces por encima de su precio real haciendas, cosechas y esclavos. De pronto, la vida de un hombre negro oscilaba entre 2.500 y 3.500 francos, cuando unos años antes habría perecido en una olla hirviente sólo por unas risas, sin reparar en la minucia en que estaba valorado el kilo de esclavo.
Por generaciones, los haitianos se vieron obligados a pagar indemnizaciones a sus antiguos amos o sus descendientes
Durante varias generaciones, los haitianos se vieron obligados a pagar indemnizaciones a sus antiguos amos esclavistas o a sus descendientes. Entre ellos, a la emperatriz de Brasil, un yerno del zar ruso Nicolás I o el káiser alemán Guillermo II. Hubo años en que los pagos a Francia sumaban más del 40 por ciento de los ingresos totales del Estado.
Financiación de la Torre Eiffel
En 1874, Haití había pagado su doble deuda principal. Faltaban sólo 12 millones de francos procedentes de los impuestos que Francia le hacía pagar por comprarle café. Haití volvió a pedir dos préstamos más. Las comisiones doblaron a las iniciales. El Crédit Industriel et Commercial, que pronto ayudaría a la financiación de la Torre Eiffel, llegó a cobrar un 40 por ciento de intereses y comisiones, según el periódico de Nueva York. Con esta hipoteca, el CIC –en la actualidad, cuarto banco francés– creó el Banco Nacional de Haití, que de haitiano sólo tenía el nombre.
En 1894, los inversores franceses "ganaron más que todo el Presupuesto para la Agricultura del país", se afirma.
Ocho veces el PIB
El verdadero éxito de la investigación del NYT es haber calculado tanto lo que realmente pagó Haití a Francia en 125 años como, quizá más importante, qué nivel de desarrollo habría alcanzado el país en caso de no haber tenido que abonar este canon por su independencia.
El Times ha calculado que los haitianos han pagado por esta deuda unos 560 millones de dólares en valor actualizado.
"Pero eso no refleja ni de lejos las verdaderas pérdidas", dice el informe periodístico. "Si ese dinero hubiera permanecido en la economía haitiana y hubiera crecido al ritmo real de la nación durante los últimos dos siglos –en lugar de ser enviado a Francia, sin que se proveyera ningún bien o servicio a cambio–, habría añadido la asombrosa cifra de 21.000 millones de dólares a Haití a lo largo del tiempo, incluso teniendo en cuenta su notoria corrupción y despilfarro". "En perspectiva, esa cifra es mucho más grande que toda la economía de Haití en 2020".
En efecto, el PIB de Haití rondó en 2020 los 17.000 millones de euros.
El cálculo del NYT es moderado. "Otros análisis sostienen que, sin la carga de la doble deuda, Haití podría haber crecido al mismo ritmo que sus vecinos de toda América Latina, como República Dominicana o Costa Rica. En ese caso, las pérdidas para Haití son sorprendentes: unos 115.000 millones de dólares a lo largo del tiempo, u ocho veces el tamaño de su economía en 2020".
Unos y otros califican la carga impuesta a Haití como "la deuda soberana más odiosa de la historia".
Unos y otros califican la carga impuesta a Haití como "la deuda soberana más odiosa de la historia"
Los marines crearon el Citigroup
El 17 de diciembre de 1914, ocho marines norteamericanos entraron en la sede central del Banco Nacional de Haití y salieron cargados con cajas de oro por valor de medio millón de dólares. Algunos días después, el oro reposaba en la caja fuerte de un banco de Wall Street. Era el signo de lo que se avecinaba: una nueva rapiña. Los americanos reemplazaron a los franceses en el control financiero del país.
"Invadieron el país, instalaron un gobierno títere, disolvieron el parlamento a punta de pistola, obligaron a los haitianos a construir carreteras sin cobrar, mataron a quienes protestaban y reescribieron la constitución de la nación, permitiendo a los extranjeros tener propiedades por primera vez desde la independencia", asegura la investigación periodística.
La ocupación duró 19 años y proporcionó grandes márgenes a unos banqueros e instituciones de Wall Street que finalmente alumbrarían el actual Citigroup, la mayor empresa de servicios financieros del mundo, con sede en Nueva York. Según asegura el periódico de esta ciudad en sus pesquisas, en 1922 el National City Bank de Nueva York, predecesor del Citigroup, compró todas las acciones del Banco Nacional de Haití y, con la garantía del gobierno estadounidense, "obtuvo la posibilidad de prestar aún más dinero al país y acabó controlando casi toda su deuda externa".
Cuando los estadounidenses abandonaron el control fiscal de Haití a finales de los años 40, sus campesinos vivían con una dieta que se acercaba al nivel de la inanición, según un informe de la ONU, y sólo un 16% había ido a la escuela.
Llegan los Duvalier
Papá Doc y Baby Doc fueron, padre e hijo, los dictadores de Haití durante treinta años. El Times no obvia la corrupción que trajeron al país y por tanto el extra de retraso que provocaron con sus mandatos. François Duvalier había creado una milicia paramilitar, los Tontons Macoutes, con la que aterrorizó al país.
La organización Humans Rights Watch cifra en varios cientos de personas el número de ejecutados en las calles y prisiones. Papa Doc cambió la constitución para que le sucediera su hijo de 19 años. Jean-Claude siguió el trazo de su padre. Cuando un avión lo puso a salvo de las protestas –cómo no, rumbo a Francia–, "él y sus parientes habían robado cientos de millones de dólares y habían tratado al Estado como un "feudo real".
Factura de 21.000 millones
El anverso de los Duvalier fue Jean-Bertrand Aristide, exsacerdote salesiano, primer presidente elegido democráticamente después de las dictaduras. Con él volvió a la actualidad la deuda bicentenaria. Exigió a Francia que la devolviera. Aristide se rodeó de especialistas que hicieron sus cálculos y eligió el 7 de abril de 2003 para darlos a conocer a la antigua metrópoli.
No fue en una fecha cualquiera. Lo hizo durante la celebración de los 200 años de la muerte de Toussaint-Louverture, el hombre que había liderado la revolución de los esclavos. Aristide precisó la cantidad: "Francia nos debe 21.685.135.571,48 dólares". Parece que en El Elíseo sonaron carcajadas. Sin embargo, la cifra es considerada modesta y en consonancia con la propia valoración del periódico.
En 2003, Aristide reclamó: "Francia nos debe 21.685.135.571,48 dólares". Al año, lo depusieron en un golpe de Estado
Los estadounidenses llegaron a las puertas de la casa de Aristide en el amanecer del 29 de febrero de 2004. Flanqueado por agentes de seguridad, un diplomático estadounidense subió los escalones de la mansión para ver al presidente y pedirle la dimisión antes de llevarlo al exilio.
Junto a su esposa, Mildred, subió a un avión que estuvo dando vueltas en el aire hasta que la República Centroafricana aceptó la acogida. En declaraciones posteriores, Aristide, desde su exilio, afirmó que había sido secuestrado. El secretario de Estado, Colin Powell, lo negó. El Times mantiene que el golpe contra Aristide fue una acción conjunta de los gobiernos de Francia y Estados Unidos "como un acercamiento tras sus roces por la guerra de Irak".
Un año después, el presidente francés, el socialista François Hollande, inauguraba un Memorial sobre los esclavos en la isla de Guadalupe, antigua colonia. "Cuando vaya a Haití –dijo–, pagaré la deuda que tenemos". Los líderes centroamericanos que lo rodeaban, entre ellos, el nuevo presidente haitiano, creían no haber oído bien, pero por si acaso estallaron en un emocionado aplauso. "Horas más tarde los colaboradores de Hollande precisaron que el presidente sólo hablaba de la deuda moral".
Esta es la situación de Haití en 2022: "Incluso si eres rico, tienes que traer tu propia agua y necesitas un generador para la electricidad. No hay un sistema de transporte real; básicamente está privatizado. No hay un sistema de alcantarillado real, por lo que la gente usa letrinas o lo hace al aire libre".
"No hay una recolección de basura real, por lo que la basura se acumula. Hay poca educación pública, en su mayoría está privatizada, por lo que la gente pobre no recibe mucha educación formal, si es que tiene alguna. El cuidado de la salud es pésimo". Lo dice Catherine Porter, una de las cuatro firmas del informe periodístico junto a Constant Méheut, Matt Apuzzo –premio Pulitzer– y Selam Gebrekidan.
Cultura y guilloitina
Una de las novelas imprescindibles de los últimos cien años –El siglo de las luces, de Alejo Carpentier–, comienza con la descripción que uno de sus protagonistas hace de la guillotina a bordo de un navío francés rumbo al Caribe para ser estrenada: "Esta noche he visto alzarse la Máquina nuevamente. Era, en la proa, como una puerta abierta sobre el vasto cielo… Ahí estaba la armazón, desnuda y escueta, nuevamente plantada sobre el sueño de los hombres, como una presencia –una advertencia– que nos concernía a todos por igual".
La cuchilla justiciera era la embajadora de la Revolución Francesa, el instrumento para cambiar el orden antiguo tras la Ilustración, la Enciclopedia y el siglo más luminoso. Otra vez las palabras de Walter Benjamin: "No hay documento de cultura que no lo sea al mismo tiempo de barbarie".
La guillotina sería aplicada en las tierras bajo dominio francés. Sólo en la isla Guadalupe, hubo mil ejecuciones en su estreno. Después viajó de isla en isla tiñendo su filo de sangre. En Francia el número de decapitados oscila entre 10.000 y 40.000. Sus cabezas están a la vista de quien visita las famosas catacumbas de París.
"Es necesario que todo cambie para que todo siga igual". La paradoja cínica que Giuseppe de Lampedusa pone en boca de un noble en su obra El gatopardo resume claramente lo que ocurrió, al menos, con las revueltas de esclavos en Haití. Pugnaron por su libertad pero, con la reacción de los poderosos, sus descendientes acabaron encadenados de por vida.