A mediados de la década de 1970, un joven aspirante a director comenzaría a estudiar cine en la única institución que en la que consiguió que le aceptaran, la Universidad Estatal de California, en Long Beach, pero abandonó antes de finalizarlos los estudios. 33 años después decidió regresar y terminar su carrera.
A pesar de que ya era una leyenda del cine, la Universidad de California no iba a regalarle el título así que, para finalizarla, tuvo que presentar un Proyecto Fin de Carrera, al igual que el resto de sus compañeros.
Todos los alumnos presentaron un corto como proyecto, pero este director pidió presentar una de sus películas en desarrollo, uno de los mejores trabajos que ningún profesor universitario haya tenido que corregir jamás. Steven Spielberg presentó La Lista de Schindler, una desgarradora obra que cuenta la historia de Oskar Schindler, un alemán que salvó a más de mil prisioneros judíos polacos del Holocausto, ganadora de siete premios Oscar, considerada una obra maestra y una de las mejores películas de todos los tiempos.
La Segunda Guerra Mundial tuvo muchos héroes y en España también tuvimos a nuestro propio Oskar Schindler, un diplomático zaragozano que, pese a haber salvado de una muerte segura a más de 5.000 judíos, es un gran desconocido en su propio país y que merece que su historia también sea contada: el Ángel de Budapest, Ángel Sanz Briz.
Ángel nació el 28 de septiembre de 1910, en el seno de una familia de comerciantes con una arraigada tradición militar. Tras estudiar Derecho ingresaría en la Escuela Diplomática y, durante la guerra civil española, participó como conductor de camiones en el bando sublevado. Acabada la guerra, es enviado a su primer destino diplomático como Responsable de Negocios en El Cairo. En 1942 es destinado a la legación española en Budapest, en Hungría, como secretario, donde se convertiría en leyenda y héroe.
En marzo de 1944, Alemania ya sabía que iba a perder la guerra. Los soviéticos avanzaban por el Este, mientras que, por el Oeste, todo parecía indicar que una gran invasión cruzaría el Canal de la Mancha. Hitler, temeroso de perder su influencia por el Este, decide ocupar militarmente Hungría, hasta entonces aliado del Eje.
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En junio, las embajadas comienzan a abandonar Hungría, a excepción de un puñado de países, entre ellos España, declarada oficialmente neutral, con la excusa de defender los intereses de los ciudadanos españoles en el país. Pero, realmente, había otro motivo detrás.
La solución final
Tras la ocupación de Hungría, las deportaciones de judíos a campos de concentración no tardaron en llegar. Eran perseguidos, obligados a registrarse y a coserse una estrella de David en la ropa antes de ser enviados en tren a infiernos de los que ya nunca saldrían, algo de lo que Ángel Sanz fue testigo de primera mano. Así que, desde la legación española en Budapest se pidió ayuda a Madrid para frenar las crueldades de los nazis, pero jamás se recibió respuesta.
Había que hacer algo y el primero en actuar fue el jefe de la legación, Miguel Ángel Muguiro, que rescata un viejo real decreto promulgado durante la dictadura de Primo de Rivera en 1924 y que daba la posibilidad de conceder la nacionalidad española a los descendientes de los sefardíes expulsados de España en 1492 por los Reyes Católicos.
Lo que los alemanes no sospechaban era que aquella ley había sido derogada en 1931, así que se pusieron manos a la obra hasta conseguir 500 visados de niños que estaban destinados a las cámaras de gas, y que fueron enviados a Tánger. Pero la acción de Muguiro levantó sospechas entre los nazis, que pidieron su cese a Madrid, provocando que Ángel Sanz se pusiera al frente de la legación.
A medida que crecían los informes sobre el creciente Holocausto en Auschwitz y otros campos, Ángel siguió informando al gobierno de Franco en España sobre la terrible verdad. Sin embargo, no recibió instrucciones claras de un régimen que inicialmente había respaldado a Hitler en la guerra.
200 salvoconductos para 5.200 vidas
Y decidió actuar. Para ello, envió al gobernador alemán una donación económica para garantizar el respeto a los españoles por parte de las SS y, amparándose en el decreto de 1924, solicitó salvoconductos solo para sefardíes. Su petición fue atendida, pero lo que no se imaginaban los nazis era que, arriesgando su propia vida, y con una genialidad absoluta, lograría convertir aquellos 200 visados en la salvación de 5.200 judíos.
Ángel, por su cuenta y riesgo, convirtió los 200 documentos que le habían concedido en visados familiares, además de descomponerlos en muchísimas series añadiendo letras a cada número de pasaporte, por ejemplo, 198-A, 198-B… De esta manera 200 salvoconductos se convirtieron en miles, tan solo había que tener la precaución de no expedir ningún documento que incluyese un número superior a 200.
De esta manera, 5.200 judíos se beneficiaron de su estratagema, muchos de los cuales no tenían nada que ver con los sefardíes.
Pero mientras los salvoconductos se tramitaban, necesitaba esconder a sus protegidos (llegó a acoger en su propia casa a 60 judíos), así que adquirió y alquiló edificios para cobijarlos e hizo instalar en sus fachadas carteles que los identificaban como “edificio extraterritorial bajo la protección de la legación de España”, mientras buscaba medios de transporte para evacuarlos de aquel infierno.
Además, se ocupó de que tuvieran comida, combustible para la calefacción y asistencia médica y, en algunos casos, fue a buscar a algunos de ellos, apresados a pesar de disponer del salvoconducto español, hasta las mismas marchas de la muerte, columnas de miles de personas que iban a pie hasta su destino final.
A finales de 1944, con Budapest a punto de caer en manos del Ejército Rojo, Ángel recibió la orden de abandonar la capital y trasladarse a Suiza. Pero previamente había dejado toda su infraestructura en manos de sus colaboradores, manteniendo a salvo a los judíos hasta el 16 de enero de 1945, fecha en la que los soviéticos liberaban Budapest.
A su regreso a España, el zaragozano no recibió ninguna felicitación ni amonestación, algo que tampoco le preocupaba especialmente. Solía decirle a su familia: “Lo que tuve el privilegio de hacer en Budapest es lo más importante que he hecho en mi vida”.
Y continuó con ella.
Justo entre las Naciones
En 1966, mientras ejercía de embajador en Ámsterdam, el gobierno israelí contactó con él tras descubrir que muchos de aquellos judíos que habían salvado su vida lo habían hecho gracias a los salvoconductos españoles expedidos por él salvándoles de una muerte segura.
Israel quería concederle el título de Justo entre las Naciones. Ángel recibió el mensaje, lo comunicó a Madrid como era su obligación, y obtuvo una respuesta negativa, ya que Franco no tenía relaciones diplomáticas con Israel. En España el asunto judío era un tema tabú y las alianzas con los países árabes eran de gran importancia para la política exterior franquista de la época.
En 1976 fue destinado a Roma como embajador ante la Santa Sede, pero no pudo disfrutar mucho tiempo de su nueva responsabilidad, ya que falleció el 11 de junio de 1980. Tras su muerte, la comunidad sefardí le puso el sobrenombre de Ángel de Budapest y su historia comenzó a ser conocida por el gran público.
En agosto de 1989, en la embajada de Israel en España, tuvo lugar un homenaje donde se hizo entrega a su viuda de la Medalla de los Justos entre las Naciones, aquella que no pudo recoger personalmente en 1966. Era el primer diplomático español en conseguir el mayor reconocimiento que otorga el estado de Israel a los ciudadanos extranjeros. También se autorizó la plantación de un árbol en el Monte del Recuerdo de Jerusalén. En 1991, el Museo del Holocausto Yad Vashem de Israel distinguió su acción y reconoció a sus herederos, inscribiendo su nombre en el memorial de honor junto a otros héroes como Oskar Schindler.
En 1994, Hungría concedió a Ángel, a título póstumo, la Cruz de la Orden del Mérito de la República y tan sólo un año después se colocó una placa en uno de los edificios que albergaron a los judíos durante sus valerosas acciones. Fue también reconocido con la Gran cruz de Bélgica, la Gran Cruz del orden pro mérito melitensi de Malta, fue nombrado Comendador de la corona de Italia y Oficial de la Orden de la legión de honor de Francia.
En España, Ángel fue el primer diplomático en aparecer en un sello de Correos y el Ayuntamiento de Madrid colocó una placa en su honor el portal de su casa en la calle Velázquez. Fue distinguido con la Gran cruz de la orden de mérito civil, nombrado Comendador y caballero de la Orden de Isabel la Católica y se le concedió la Gran cruz de Carlos III. Además, en el año 2010 se estrenó la película El Ángel de Budapest, donde se retrató su epopeya.
Pero a pesar de todos los méritos que Ángel acumulo a lo largo de su existencia y de haberse jugado la vida por los demás, pocos conocen su historia. Todos sabemos quién fue y qué hizo Oskar Schindler, pero pocos están al corriente de lo conseguido por Ángel. Al menos, hasta hoy.