Otegi escama
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Cuando Arnaldo Otegi iba a salir de la cárcel, alguien dijo en Twitter que a lo mejor había escrito un libro como Hitler, pero no titulado Mi lucha, sino Mi brasa. El de Hitler también se podría haber titulado Mi brasa. Con todos estos mentecatos delictivos es igual: su lucha es lo mismo que su brasa.
Se autolaminan el cerebro, de manera que quede solo estolidez, y luego con esa simpleza van predicando, sembrando odio, propiciando o excusando el crimen: haciendo peor el mundo, en la medida idéntica en que ellos son de lo peor del mundo. “Mala gente que camina / y va apestando la tierra”, escribió muy bien don Antonio Machado. Y por encima de su mal, la nata de su brasa: el tostonazo de su mensaje, tan bruto como tontorrón.
Es muy significativo cómo han acogido a Otegi nuestros peores, que en España son hoy (¡opino de que!) la extrema izquierda y el nacionalismo (que es la extrema derecha: nuestro lepenismo realmente existente). La operación del nacionalismo catalán en estos últimos tiempos produce perturbación. En su historial tiene sangre, pero poca comparada con la del nacionalismo vasco.
Este embadurnarse simbólicamente en la sangre del nacionalismo vasco, refregándose con Otegi, es algo a lo que no doy crédito. El vértigo antropológico es atroz. Definitivamente, el antiespañolismo produce monstruos. Es un juego siniestro, sórdido ya, que se les ha ido de las manos.
La exhibición de Otegi como “hombre de paz” (que equivaldría a exhibir a Kiko Matamoros como “hombre con clase”) contiene una autorrefutación diáfana: si se aplaude que ahora no esté por el crimen, se admite que una vez sí estuvo. Y estuvo, no lo olvidemos, no por crímenes hipotéticos o abstractos, sino por crímenes concretos, que eran contemporáneos a él y que él propiciaba por estar en ETA, o por obedecer a ETA, o por poner sus tropezones discursivos en la gran sopa de sangre de ETA. O sea, Otegi es un individuo que, en el contexto de un país democrático, no veía contradicción entre sus ideas y los crímenes. Y no está del todo claro que ya la vea: su posición actual parece más estratégica que teórica.
A todo el que considera inadmisible que se mate por ideas debería escamarle Otegi. No ya a nivel político, ni intelectual, ni mental: sino a nivel puramente estomacal. O a “nivel piel”, como dicen los pijos. Evidentemente, no todos aquellos a los que no les dé grima Otegi serán partidarios, ni siquiera cómplices, de crímenes pasados o futuros; pero escaman un poquito ellos también en sus frotaciones con la serpiente.