El lunes fue 25 de noviembre y gran parte de la sociedad se movilizó para visibilizar la lucha contra la violencia machista. Entidades de todos los ámbitos, empresas y ciudadanos quisieron manifestarse ante esta lacra. La asociación Mirabal, de Betanzos, también lo hizo.
Desde hace 10 años, atienden cientos de casos de violencia de género en ese Concello y otros 17, gracias a un convenio de colaboración único en Galicia. Su fundadora y directora es Ana Saavedra, que también fue víctima y encontró la fuerza para ayudar a otras mujeres a denunciar sus situaciones y salir adelante.
"Me cortaron la tiroides; me acuchillaron", cuenta Ana. Estos hechos, de los que consiguió reponerse, la ayudaron a tomar una decisión que cambiaría su vida. Con una incapacidad permanente total, Ana podría haber escogido la opción de echarse a un lado y vivir para ella y su familia. Sin embargo, decidió ayudar a otras mujeres que lo pasaban mal.
"Comencé cogiendo casos sueltos. La gente me preguntaba cómo conseguí superarlo y yo me encargaba de asesorar. Con el tiempo, me sugirieron constituirme como asociación. Así fue como surgió Mirabar", cuenta. Poco a poco, esta institución fue creciendo. Ahora, acaba de ser reconocida con el Premio Meninas del Gobierno de España. Será entregado el jueves en Santiago.
Se trata del primer reconocimiento para una asociación que en lo que va de año ha atendido a 142 mujeres. En todo el 2018 hubo 110 casos. Todo ello, gracias al trabajo constante de cinco personas y colaboraciones desde distintos ámbitos. Mirabal no cierra nunca. Sus servicios son 24 horas y se encargan de todo el proceso y el acompañamiento de las víctimas.
Gran presencia en el rural
Mirabal trabaja en todos los concellos brigantinos que conforman el partido judicial de Betanzos. En la mayoría de los casos se trata de mujeres que viven en la Galicia rural, un ambiente muy complejo para el trabajo que desarrolla la asociación.
"En el mundo rural se tiende a empoderar al hombre y estigmatizar a la mujer. ‘Algo faría’, es algo que escuchamos mucho. Muchas no denuncian por miedo al qué dirán", cuenta Ana Saavedra. Desde esta asociación se denuncia la falta de medios, sobre todo de transporte, que tienen estas mujeres. "Cada vez se recortan más líneas de bus en zonas con pocos habitantes. Si una persona quiere denunciar por violencia de género a su marido, tiene que depender de él en muchos casos para acudir a la ciudad, porque la mayoría no tiene carné de conducir", señala Ana.
En estos casos, el rango de edad suele ser más amplio que en otras circunstancias. La semana pasada, sin ir más lejos, Ana atendió a siete víctimas, de las cuales cinco eran mayores de 65 años. "A una le dieron con una pata de cabra en la cabeza y no quería denunciar. Si no llega a ser por los hijos, hubiese quedado en nada", señala.
Ana cree que la sociedad rural es más machista y más reacia a los cambios. "Cuando una mujer denuncia y la Guardia Civil se lleva a su marido, en muchas ocasiones ellas se preocupan por él, quieren saber si estará bien. Son mujeres muy dependientes", cuenta.
Trato personal
El asesoramiento a la víctima de malos tratos es la principal función de la asociación Mirabal. Cada caso es distinto y tiene sus peculiaridades. "Nadie en un juzgado explica a estas mujeres qué hay detrás, qué les va a pasar. Hay casos en los que hay que meter a alguien en una casa de acogida, por ejemplo. Tenemos muchos protocolos para poder responder a la pregunta clave: ¿Qué hago ahora?", cuenta Ana.
Uno de los principales problemas que se encuentran en su día a día es la negación del maltrato. "Muchas veces tenemos que convencer a chicas de que están siendo maltratadas. Nos cuentan sus experiencias y alucinamos con el hecho de que no hayan denunciado. No se dan cuenta", señala Ana.
Hay muchos casos de maltrato. "Por ejemplo, aumentaron las consultas de salud mental", señala Ana. También lamenta uno de los tipos menos comentados: el que hacen los hijos a sus madres. "Los niños le piden a su madre que no denuncie porque quieren ser como el resto de niños del cole o del instituto, pese a que saben que está siendo maltratada físicamente por su padre. Los hijos somos egoístas y no nos damos cuenta de lo que ocurre cuando estamos acostumbrados a ver algo", cuenta Ana.
El objetivo: la desaparición
Tras una década y el reconocimiento nacional que otorga el Premio Meninas, Ana Saavedra tiene claro cual sería el objetivo soñado para su asociación. "Ojalá dejemos de existir. Eso significaría que la sociedad estará tan concienciada que no hagamos falta", cuenta.
Sin embargo, el aumento de casos que afronta la asociación Mirabal hace más que necesaria su existencia actual. "Las nuevas generaciones idealizan los cuentos de hadas, con sus príncipes azules que velan por sus princesas. Eso puede derivar en un mayor control de la mujer y si un hombre te controla en exceso, ya es maltrato", cuenta Ana.