Sostiene Paolo Flores d’Arcais que la democracia responde al principio de “una cabeza, un voto”. De lo cual se entiende que todo aquello que dificulte este principio de igualdad “es letal para ella”, en palabras oportunas de Josep Ramoneda. Gracias a las técnicas sociodemográficas, la ciencia política ha desarrollado modelos para intentar, entre otras cosas, discernir por qué votamos y cómo votamos, además de por quién votamos. Este reportaje periodístico toma como referencia un buen puñado de trabajos demoscópicos preelectorales y postelectorales realizados a instancias de los grandes medios de comunicación, así como distintas encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), referencia obligada al tratar la materia aludida.
Por supuesto, existe una amplia bibliografía sobre estos temas, a los que cualquiera pueda acceder de forma rápida vía Internet. Pero si se trata de citar un libro de auxilio, este podría ser el titulado Aragón es nuestro Ohio, del que es autor el colectivo de politólogos Piedras de papel. De él forman parte nombres cuyos comentarios pueden ser leídos o escuchados diariamente en los principales medios del país: Jesús Fernández-Albertos, Amparo González Ferrer, Ignacio Jurado, Víctor Lapuente Giné, Sebastián Lavazzolo, Sandra León, Ferrán Martínez i Coma, Lluis Orriols, Alberto Penadés, Marta Romero e Ignacio Urquizu.
¿En qué momento decidimos nuestro voto?
El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), tras diversos estudios demoscópicos, ha llegado a la conclusión de que, sea por las campañas electorales sea por la influencias de familiares, amigos, etcétera, la mayoría de los personas decide su voto poco antes de depositarlo en la urna. Esta respuesta nos sugiere otras preguntas como las que a continuación planteamos.
¿Para qué sirven las campañas electorales?
Tirando de las mismas fuentes y de numerosos trabajos sociodemográficos, se establece que las campañas electorales sirven para publicitar promesas y programas electorales y controlar al elector mediante la persuasión. Con lo cual estamos hablando de dos efectos: uno de refuerzo y otro de persuasión. El primer objetivo de los partidos para usar la persuasión es fidelizar a aquellos votantes que ya tienen decidido su voto antes de haberse iniciado la campaña electoral, pero al mismo tiempo tratan de conseguir mermar ese colectivo en los partidos adversarios, es decir, que cambien de idea. Cuando se consigue que un elector vote a un partido distinto al que inicialmente tenía pensado votar, la ganancia es doble, pues se suma uno y al adversario se le resta uno, con lo que el refuerzo es evidente. En similar sentido, otro de los objetivos puede ser provocar que el elector que iba a votar por el partido rival se abstenga. Consecuentemente, los partidos tratan de que la participación y la no participación electoral les beneficie a ellos y perjudique a los otros partidos.
¿Votamos por un partido o por un candidato?
En los sistemas políticos presidencialistas el candidato importa mucho. Es el caso de los Estados Unidos de América, donde en los comicios presidenciales se vota directamente al candidato. Es un sufragio directo, y el poder ejecutivo se concentra en la persona elegida. También está científicamente comprobado que en aquellos países con una corta historia electoral y una democracia no institucionalizada importan más los candidatos que los partidos.
En España, el sistema es parlamentario. Los ciudadanos votan por las listas de los candidatos de partidos institucionalizados, y es el Congreso de los diputados el que elige en sesión plenaria al candidato propuesto por el Rey, una vez vez que este ha analizado los resultados y consultado con los portavoces de cada formación política por la persona que consideran con mayores apoyos para obtener la designación en la Cámara. De los estudios sociodemográficos consultados se desprende que en el caso español la referencia del candidato es relativa, y cuando se valora a un candidato se valora también a un partido. Sin embargo, en las elecciones generales de 2011 se puso de relieve (sondeos del CIS) que la simpatía del partido ganador (PP) impactaba más que la del propio candidato (Mariano Rajoy). Con este ejemplo no parece muy arriesgado significar que en España la cercanía al partido es fundamental para quien aspire a gobernar.
¿Qué votantes están más influenciados por los candidatos?
Tras cotejar los datos de múltiples encuestas, los politólogos entienden que la conclusión mayoritaria es que el candidato es un factor importante para las personas que están indecisas sobre a qué opción votar o para aquellas que dudan entre participar o abstenerse.
Por lo tanto, el líder es importante, si bien los distintos y múltiples estudios realizados coinciden en apreciar que la identificación con el partido y con las ideas que defiende son un factor mucho más explicativo del voto: el candidato se beneficia más del partido que el partido se beneficia de él. Ya hemos señalado que el candidato resulta esencial para atraer a los votantes indecisos y ese influjo positivo puede significar a veces un resultado que otorga la mayoría de escaños a una formación política. A su vez, está comprobado que el perfil y la valía del candidato es muy útil cuando se lanza por primera vez un partido. Es un pilar para construir y hacer crecer el partido. Los casos de Pablo Iglesias, en Podemos. y de Albert Rivera, en Ciudadanos, son dos buenos ejemplos. Explicado en palabras más técnicas, cuando los partidos no tienen historia, los líderes son más importantes porque proyectan expectativas de cómo sería el gobierno liderado por ellos.
Dime dónde vives y te diré cómo votas
Los resultados electorales habidos desde 1977 en toda España y los trabajos demoscópicos certifican que cada comunidad autónoma es más favorable a una ideología determinada y muestra unas preferencias. El colectivo Piedras de papel ha dividido España en cuatro zonas según el color dominante de los gobiernos autonómicos sucesivos.
- La España “azul”. Constituida por aquellas comunidades autónomas en las que el PP ha gobernado más años: Castilla y León, Galicia, Madrid, Murcia y La Rioja.
- La España “sur”. Los territorios donde la izquierda ha dominado la mayor parte del tiempo: Andalucía, Extremadura y Castilla-La Mancha.
- La España “oscilante”. Comunidades gobernadas por varios partidos: Aragón, Baleares, Cantabria y Valencia.
- La España “nacionalista”. Aquellas comunidades gobernadas más tiempo por fuerzas nacionalistas: Cataluña, País Vasco y Canarias.
En la elecciones autonómicas, la ideología no lo es todo para comprender cómo votan los ciudadanos, ya que se producen planteamientos “paradójicos” que no responden a la clásica división entre izquierdas y derechas. Eso dicen.
La identidad nacional española
Los trabajos sociodemográficos demuestran que se sienten más españoles aquellos que defienden una ideología más de derechas.
¿Votamos pensando en la ideología o en la identidad?
La documentación existente desvela que hay una correlación negativa del voto ideológico y del voto nacionalista. Allí donde sea más importante la ideología a la hora de votar, la identidad nacional será menor. En otras palabras, en aquellos territorios donde ser de izquierdas o de derechas influye más en el voto, la identidad autonómica es menos importante a la hora de decidir el voto. Esto permite la formación de gobiernos de izquierdas en regiones con altos sentimientos de españolidad y al revés, sostiene Piedras de papel. Bien es cierto que esa lectura es anterior a los resultados registrados en las últimas elecciones autonómicas andaluzas. Lo que, por otra parte, sitúa el concepto de españolidad en el campo de la identidad nacionalista.
¿Importa la religión cuando votamos?
Suele decirse que la religión es uno de los factores que explica las lealtades políticas. Anteriormente, la religión fragmentaba el voto de la clase trabajadora, pero ahora es una fuerza de división política, sobre todo entre la clase media y la clase alta. La polarización religiosa es acusada entre las clases acomodadas, y disminuye con los obreros y sobre todo con los obreros no cualificados.
¿Entra el fútbol en las urnas?
Los expertos en sociodemografía lo tienen muy claro: el fútbol mezcla más que separa las identidades políticas. Por ejemplo, en Galicia puede comprobarse como votantes del PP, PSdeG, En Marea, BNG, Podemos, IU… pueden ser, indistintamente, seguidores del Deportivo, del Celta, del Lugo, del Rácing, etc. Ampliando el espectro al conjunto de España y tomando como referencia los grandes equipos que polarizan la atención de la audiencia en las competiciones que participan, caso del Real Madrid y del Barcelona, los expertos formulan las siguiente prelaciones:
- Un votante del PP será antes del Real Madrid que uno del PSOE
- Un votante del PSOE será antes del Real Madrid que uno de Podemos o de IU
- Un votante de Podemos o IU será antes del Barça que uno del PSOE
- Un votante del PSOE será antes del Barça que uno del PP.
Si bien advierten que en ningún caso se alza un muro partidista entre los aficionados y, por otro lado, cuanto mayor sea el liderazgo deportivo del equipo más atención le dispensarán los gobiernos.
¿Existe el centro político?
No hay una respuesta clara, quizá porque el centro no necesariamente es el punto equidistante entre la derecha y la izquierda. Las formaciones políticas se mueven y oscilan; no permanecen siempre en el mismo sitio. Si se toman como referencia los datos que aportan las encuestas, aproximadamente el 40 por ciento de la población española está conformada por los que se autodenominan votantes de centro y votantes sin ideología. En cualquier caso, los trabajos realizados al respecto constatan que el votante medio español está más cerca de la izquierda que de la derecha.
¿Cuántos y cómo son los votantes de centro?
Son votantes de centro aquellos que cuando tienen que colocarse en una escalera ideológica escogen el punto medio (el centro). En enero de 2015 (datos del CIS), el 21,08 por ciento de los ciudadanos se declaraban votantes de centro. Desde el punto de vista sociodemográfico, el votante de centro no tiene unas características muy diferentes a los demás: la edad media es la misma que la del conjunto de votantes y la representación electoral por género (hombres y mujeres) es de similar proporción. Sin embargo, el votante de centro tiene un nivel de educación por debajo de la media del conjunto y muestra actitudes más moderadas.
¿Cuántos son y cómo son los votantes sin ideología?
Son aquellos ciudadanos que no saben o no quieren situarse en ninguna ideología política. Podría pensarse que es un tipo de votante informado sobre política que renuncia a etiquetas ideológicas y decide su voto después de evaluar a las distintas opciones con arreglo a sus logros y objetivos. Pero, a decir de cualificados politólogos, se trata de un grupo de baja educación, bajo nivel de formación política y baja participación política. No tienen ideología porque no entienden las ideologías y eso los convierte en personas desmotivadas. En conclusión, los votantes no ideológicos son menos exigentes y más conformistas con el statu-quo (con el estado de cosas en un momento dado).
¿Qué significa ser votante fiel y ser votante promiscuo?
En la política, el concepto de “identificación partidista” supone la seguridad de un voto y su presente y futura fidelidad con un partido pertinente. Por lo mismo, este factor es de especial importancia entre los politólogos y sirve para facilitar los estudios sobre comportamientos electorales. En menos palabras:
- Votante fiel: apoya siempre al mismo partido
- Votante promiscuo: vota a un partido en unas elecciones y a otro en otras elecciones. Los anglosajones lo denominan: swing voter
¿Por qué conviene distinguir entre votantes fieles e infieles?
Es de vital importancia porque permite el control de los votantes sobre los gobiernos y el comportamiento estratégico de los partidos. El voto es una herramienta que sirve para elegir a los candidatos que aspiran al gobierno y puede ser utilizado como utensilio de castigo por los votantes, pues los partidos se vuelven más sensibles a las demandas de los ciudadanos.
¿Cuántos son y cómo son los votantes fieles y los votantes promiscuos?
Varios estudios realizados a partir de distintas encuestas del CIS comparten la hipótesis de que no se aprecian demasiadas diferencias entre unos votantes y otros, aunque sí es cierto que los votantes infieles son más jóvenes que los fieles y presentan diferencias en el nivel de estudio y en la formación política.
¿Qué pasará en los próximas elecciones?
El escenario todavía está abierto. Existe coincidencia en que las elecciones del 28 de abril las ganará el PSOE y el PP perderá muchos votos; en que los socialistas llevan un camino ascendente y los populares van cuesta abajo. Ahora bien, la cuestión no reside tanto en quién ganará las elecciones como en quiénes serán capaces de reunir el número de escaños suficientes en el Congreso para conformar una mayoría parlamentaria, pues ninguna de las fuerzas que concurren está en condiciones de obtener por sí sola la mayoría absoluta (176 escaños).
Los sondeos publicitados hasta el lunes, 22 de abril, sugieren que el nivel de indecisos es todavía muy alto e impide formular una hipótesis fundamentada sobre si será posible que PP, Cs y Vox sumen entre los tres el número de diputados necesario para garantizar la formación de un gobierno de derechas; más bien al contrario, las probabilidades de que Pedro Sánchez pueda gobernar son estadísticamente mayores.
La duda es con quién podrá conformar la mayoría parlamentaria necesaria para salir elegido presidente del Ejecutivo. ¿Sólo con Podemos? ¿Con Podemos y el PNV? ¿Con Podemos, PNV y los indepentistas catalanes? ¿Sólo con Ciudadanos? Las respuestas demoscópicas a estas preguntas establecen el siguiente orden de preferencias entre el electorado: primero, con Podemos o con Podemos y PNV; después, con esas dos fuerzas y los independentistas catalanes; y por último, con el Cs. En este caso, la declaraciones continuadas de Albert Rivera en contra de un pacto con los socialistas, elevada a la categoría de promesas electoral, no favorece una entente entre Ciudadanos y PSOE y provoca un efecto rechazo en los votantes socialistas a una coalición entre las dos fuerzas. Lo dicho, el escenario permanece abierto y es posible que los resultados electorales del 28A no sean concluyentes. Se avecina un período de negociaciones a varias bandas, salvo sorpresa.
¿Ricos y pobres votan lo mismo?
Una amplia encuesta realizada en toda la Unión Europea señala que los ricos votan a los partidos de derechas y los más pobres, a los de izquierdas. A partir de ahí hay muchos matices. En España está comprobado que el nivel de ingresos de los ciudadanos no determina la explicación del voto de una manera precisa, matemática. Lo que sí determinan los ingresos son las clases sociales, y el nivel de participación electoral guarda relación con aquellas. Asimismo está reiteradamente comprobado que los más pobres tienden a abstenerse más.
Con la crisis económica iniciada en 2008, la desigualdad socioeconómica aumentó considerablemente, lo que dio lugar a una pòlarización de las preferencias de los ricos y de los pobres, haciendo más difícil la convergencia de votantes. En las encuestas realizadas a partir de las elecciones generales de 2015, donde irrumpieron Podemos y Ciudadanos como dos nuevas opciones que ponían coto al bipartidismo del PSOE y PP, los datos demoscópicos revelaron que los votantes más ricos insatisfechos con el PP se trasladaron al Cs y los votantes pobres críticos con el PSOE se dirigieron a Podemos. Ahora ha irrumpido en ese escenario un nuevo partido, Vox, el más escorado a la derecha, por lo que en el supuesto de que las tres fuerzas -PP, Cs y Vox- sumasen los escaños necesarios, podría repetirse un pacto de gobierno a la andaluza.
¿Qué electores prefieren ocultar su voto?
Aquellos que están indecisos, se abstienen o votan en blanco son denominados huérfanos políticos. Con la crisis económica, el porcentaje de este grupo ha ido en aumento, y eso dificulta mucho el trabajo de campo de los sondeos.
¿Qué sabemos del voto oculto?
Los expertos opinan que el voto oculto se produce si un partido tiene mala reputación y al votante le da vergüenza admitir que lo votará. Sobre todo por miedo al rechazo social o a que pueda ser castigado. Este fenómeno es universal. Noelle Neuman (1984) lo describe como una espiral del silencio: cuando una opinión domina el espacio público del tal forma que los discrepantes son minoría, esta minoría puede ser rechazada o castigada socialmente, por lo que no expresará públicamente sus verdaderas opiniones.
El voto oculto sesga los datos de los sondeos y devalúa el vaticinio electoral. La crisis provocó desafección hacia los partidos tradicionales, como el PP y el PSOE, al asociarlos con la mala situación. Este rechazo generó dos tipos de comportamiento: o bien aumento del apoyo hacia otras fuerzas políticas o bien aumento de la orfandad política. Todas las formaciones políticas ha sufrido voto oculto, pero en el caso del PP el voto oculto no es fácil de detectar ni de interpretar, aun cuando se use el método del recuento de voto.
¿Quiénes son y por qué no votan los abstencionistas?
Para empezar, digamos que la abstención no está bien vista ni política ni socialmente. Los que no van a votar lo hacen porque no se sienten identificados con ninguna ideología, y normalmente son gente joven, aunque no siempre los mismos jóvenes. Hay varios factores que influyen en la no participación electoral. En España, votar se considera una acción de buen ciudadano. Su motivación se relacionan con lo que juzgan que está en juego en cada consulta electoral. Las elecciones generales están consideradas como las más importantes; las consideradas menos importantes son las elecciones al Parlamento Europeo. Otro factor decisivo en la participación es si las elecciones son de cambio o de continuidad: irán más a votar si son de cambio.
Perfil del abstencionista
En España es normal admitir que los que no se consideran de ninguna ideología o que son de centro-izquierda son los más abstencionistas. Sobre todo jóvenes entre 18 y 24 años. A mayor edad, mayor participación electoral. Son muy pocos los encuestados que reconocen su abstención electoral. Esta opinión, como ya hemos dicho, está mal vista socialmente. Las razones esgrimidas para no votar son:
- Para mostrar el propio descontento
- Porque ningún partido inspira confianza
- Por no saber a quién votar
- Porque votar no sirve para nada
- Por estar harto de la política y de las elecciones
- Porque ninguna alternativa le satisface
Los abstencionistas de derechas lo hacen más por falta de interés político y los abstencionistas de izquierdas por descontento político.
¿En qué sentido la abstención puede ser tomada como una señal de alarma?
De alguna manera, niveles elevados de abstención pueden ser interpretados como una exigencia de una mayor calidad del sistema democrático para lograr que todos los grupos sociales se sientan implicados en la participación en sí y no únicamente a través del voto. Un porcentaje alto de participación suele asociarse a una buena salud del sistema democrático.