¿Quiénes votamos?
¿Cómo ha cambiado el electorado en los últimos años?
27 abril, 2019 08:00Gracias a las técnicas sociodemográficas, la ciencia política ha desarrollado modelos para intentar, entre otras cosas, discernir por qué votamos, cómo votamos y a quién votamos. Este reportaje periodístico toma como referencia un buen puñado de trabajos demoscópicos preelectorales y postelectorales realizados a instancias de los grandes medios de comunicación, así como distintas encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), fuente obligada para tratar la materia aludida.
¿Joven, sobradamente preparado?
Debido al envejecimiento de la población, el peso de los jóvenes se ha reducido en la sociedad española. No obstante, esta parte del electorado continúa siendo de vital importancia por dos razones: por su relevancia en las elecciones, ya que ningún partido ha sido capaz de ganar sin el voto de los jóvenes, y porque cada vez es más remarcada la existencia de dos Españas, cuya diferencia se debe a la edad. Dentro de la categoría de jóvenes se incluye a las personas menores de treinta y cinco años, teniendo en cuenta la esperanza de vida y el progresivo proceso de retraso de algunas experiencias vitales como la emancipación del hogar familiar, el primer matrimonio y la maternidad o paternidad. En los últimos veintidós años ha disminuido el peso de este grupo sobre el conjunto del censo electoral. Los jóvenes poseen una mayor cualificación formativa que sus padres, pero tienen muchas más dificultades para incorporarse al mercado de trabajo.
El voto de los jóvenes
La importancia del grupo de menores de treinta y cinco años en unas elecciones no está sólo relacionada con el peso numérico en el conjunto de electores, también es muy importante su actitud: siempre confiesan una mayor predisposición a abstenerse.
El perfil progresista de los jóvenes se ha reducido notablemente. Ese descenso se ha producido tanto en la izquierda como en la extrema izquierda. Los que más han aumentado son los de centro y conservadores. En los últimos años se están produciendo unos cambios en los valores ideológicos desde un punto de vista generacional. En España, las etiquetas preferidas son socialista, liberal y conservador, pues bien, la mayoría de los jóvenes se define hoy como liberal y alejado de las etiquetas progresistas y socialistas. En 1996, algunos sociólogos llegaron a la conclusión de que los jóvenes parecían reaccionar a los acontecimientos políticos que se producen a lo largo de una legislatura. A partir de ahí, las constantes reformas laborales situaron a este grupo dentro lo que se llaman trabajadores “outsiders”. Estaríamos ante un colectivo que sufre las peores condiciones laborales: salarios bajos, alta temporalidad y puestos de trabajo precarios. Los resultados de esa política económica puede haber influido en la evolución de la intención directa de voto de los jóvenes.
¿Son los parados votantes antigobierno?
Los gobiernos tienen claro que llegarán mejor posicionados a las siguientes elecciones si pueden hacer gala de unos buenos indicadores económicos, sobre todo el nivel de empleo. El nivel de desempleo en España ha sido siempre lo bastante alto como para que los parados sean un grupo de una magnitud nada despreciable en términos electorales. El supuesto castigo electoral de los parados varía en función de la ideología de cada partido en el poder: los parados son más antigobierno que los no parados cuando gobierna el PP. Una posibilidad es que determinadas características del individuo (edad, lugar de residencia, clase social, etc.), asociadas con la incidencia en el desempleo, estén también asociadas con la ideología de los individuos. Eso haría que los desempleados tengan una mayor predisposición a votar al PSOE y que lo disculpen cuando este partido ocupa el poder. En ese sentido, quizá no sea desdeñable el papel de los sindicatos. Está comprobado, por otro lado, que cuando los encuestados han perdido el empleo, pasan a tener opiniones más favorables a la política social.
¿La situación de desempleo eleva el activismo político?
La pérdida del empleo aumenta de forma temporal el interés por la política. El desempleo de larga duración acaba reduciendo la participación política no electoral. Los parados votan menos que el resto de la población. En conclusión, los expertos señalan que si por algo se caracteriza el comportamiento electoral de los parados en nuestra reciente etapa democrática es por su mayor predisposición a votar a la izquierda (explicable por sus características sociales y demográficas) y su menor nivel de participación en las elecciones, lo que es consistente con la idea de que la exclusión laboral genera apatía política. En la última etapa de Mariano Rajoy, los parados no se mostraron más desmoralizados que el resto de los ciudadanos y sí particularmente críticos con el gobierno del PP.
¿Cómo votan los españoles que viven en el extranjero?
La primera vez que los españoles residentes en el extranjero pudieron votar fue en las elecciones generales de 1986. CERA es la sigla que corresponde a Censo de los Electores Residentes Ausentes. A partir de la Ley de la Memoria Histórica de diciembre de 2007, el número de residentes españoles en el extranjero creció, al reconocer que las personas con padres o abuelos de nacionalidad española podían optar a ella con independencia de que hubiesen residido en España o no en algún momento. A su vez, el aumento de las emigraciones de los españoles en los años siguientes al inicio de la Gran Recesión económica (2008) también supuso un incremento de los votantes CERA.
Para poder votar, los españoles residentes ausentes debían inscribirse en los consulados, registrándose por el municipio de la última residencia en la que hubieran estado empadronados; los que nunca habían residido en España y consiguieran la nacionalidad española con arreglo a la Ley de la Memoria Histórica, podían votar por alguna de las circunscripciones de las que provenían sus antepasado. Tras recibir las papeletas de votación, las enviaban por correo a los municipios en los que estaban inscritos.
Pero en el año 2011 se modifica la citada Ley mediante una reforma legal aprobada con el apoyo del PSOE, PP, CiU y BNG, conocida como “la reforma del voto rogado”. Es decir, se introduce un nuevo requisito para que los CERA puedan votar: la obligación de solicitar/rogar el voto mediante una carta enviada a la oficina de su censo electoral, ubicada en cada circunscripción. Lo que supone que las oficinas censales, tras recibir la carta, proceden a hacer las comprobaciones pertinentes, y, una vez realizadas estas, envían las papeletas a los solicitantes para que puedan votar por correo o en urna en los consulados que les correspondan. Estos nuevos trámites provocaron un derrumbe de la participación de los residentes ausentes.
El nuevo sistema del voto rogado aumentó los costes para todos. Para los interesados en votar, porque les obliga a comunicarse con las autoridades electorales antes de que se inicie la campaña electoral. En consecuencia, los plazos son muy ajustados y, en última instancia, cualquier pequeño fallo del servicio de correos del país extranjero en el que reside y/o de España puede dar al traste con el ejercicio del derecho al voto. Pero el procedimiento es también contrario para los contribuyentes por el mayor costes logístico que implica tramitar cada solicitud de voto.
¿Cuántos votantes CERA tiene Galicicia?
Galicia tiene una gran cantidad de emigrantes con derecho al voto de los ciudadanos residentes ausentes. En el año 2012, fueron 397.382 los ciudadanos gallegos residentes en el extranjero; en 2016 el CERA se elevó a 446.269, el equivalente al 16,1 por ciento de todos los gallegos llamados a votar (2.701.848). Para la elecciones del 28 de abril de 2019, el censo de emigrantes es de 458.180, lo que representa el 20,5 por ciento del censo total, 2.240.000. Se da el caso de que mientras el censo de electores residentes gallegos ausentes aumenta, el censo total decrece: 17.000 votantes menos que en 2016 y 71.700 por debajo del registrado en 2008. En realidad, el aumento de residentes ausentes no se tradujo en un mayor participación electoral, sino en todo lo contrario, a consecuencia de la puesta en marcha del voto rogado: en 2016 sólo votaron 15.500 gallegos en el exterior, el 3,5 por ciento del censo de electores residentes ausentes.
¿A quiénes votan las mujeres?
En la etapa del bipartidismo, las mujeres votaron al PSOE más que al PP y, al mismo tiempo, votaron a cualquier de estas dos fuerzas políticas más que a la mayoría de los partidos alternativos. A partir de 2015 el electorado de izquierdas ha cambiado más de partido de lo que lo ha hecho el voto femenino. En contra de lo que pareciera, los datos indican que Podemos es la opción con mayor proporción de voto masculino de la historia electoral reciente, un puesto que podría pasar a ocupar Vox si se confirma la media de las encuestas preelectorales del 28A. IU tiene un electorado por sexos más equilibrado. Las últimas encuestas elaboradas por el CIS apuntan que las mujeres consideran al PSOE como el partido que mejor gestiona las políticas sociales y al PP como el que mejor gestiona la economía. En lo referente a temas de igualdad, las políticas propuestas por el PSOE y Podemos convencen más que las propuestas por el PP y Ciudadanos.
¿Las mujeres son más indecisas en las elecciones?
En los sondeos previos a las elecciones generales del 20 de diciembre de 2015 había un promedio de 62 de cada 100 mujeres indecisas sobre a quién votarían. En el censo de esos comicios, 17,8 millones de personas eran mujeres y 16,7 millones eran hombres. Según el último barómetro del CIS, casi el 60 por ciento de las personas que declararon que no sabían a quién iban a votar eran mujeres (en torno a cuatro millones de votantes). En la cita electoral del 28A las mujeres representan el 51 por ciento del censo total.
¿Se hace lo suficiente por la paridad entre hombre y mujer?
Coincidiendo con la celebración del Día Internacional de la Mujer el 8 de marzo de 2019, el diario La Vanguardia formuló la siguiente pregunta, “¿Se hace lo suficiente por la paridad entre hombre y mujer? De las 27.717 personas que la respondieron, 4.428 (16%) dijeron “sí, estamos mejor” y 23.289 (84%) “no, falta mucho”.