La estación de Santa Cruz de Ribadulla, en el municipio coruñés de Vedra, es una rara avis: hace tiempo que los trenes de pasajeros no se detienen en ella pero, a diferencia de otros apeaderos en el medio rural, el fin de esta actividad no supuso el fin de su vida.

Los edificios que forman parte de la estación se han ido rehabilitando desde 2005 para darle usos sociales y culturales, un proceso que todavía continúa pero cuya parte más sorprendente llegó en 2017, cuando se detuvo el último vagón de pasajeros: un Fiat Renfe 593, conocido como "El Camello".

El Camello, ya rehabilitado, en la estación de Santa Cruz de Ribadulla (Roi Alonso).

Este tren, abandonado en Monforte de Lemos durante casi una década, viajó a Vedra en 2017, donde fue rehabilitado para albergar un coworking, un proyecto que esta misma semana ha sido reconocido por el Colexio Oficial de Arquitectos de Galicia (COAG) por su sostenibilidad.

"Fue todo un reto mantener las lógicas del tren original pero adaptándolas a nuestro siglo, nunca habíamos trabajado en algo así", explica a Quincemil el arquitecto coruñés Fermín González Blanco, cuyo estudio lleva dedicándose desde 2005 a la rehabilitación de la estación de Santa Cruz de Ribadulla.

Historia

La estación de Santa Cruz de Ribadulla entró en funcionamiento en 1958, con la apertura del tramo Ourense-Santiago de Compostela en la línea desde Zamora, pero con la remodelación de la red dejó de ser utilizada para el transporte de pasajeros y pasó a tener un uso industrial, para la descarga de madera.

Mientras tanto, en 1982, con motivo del Mundial de Fútbol de España, Renfe realizó la mayor compra de trenes de su historia, centrándose tan solo en dos modelos: la serie 592, con motores alemanes, y la serie 593, con motores italianos de Fiat.

El tren, todavía abandonado en Monforte de Lemos (Cedida).

La principal característica diferencial de estas dos series era que, por primera vez, se incorporaba el aire acondicionado a través de dos conductos en sus vagones que les valieron el sobrenombre de "camellos".

Sin embargo, la serie 593 fue dada de baja en 2009. Uno de estos trenes, compuesto por tres unidades -un vagón y dos cabezas tractoras-, terminó en Monforte de Lemos, donde las sucesivas obras lo dejaron atrapado en una vía.

Rehabilitación

En los años sucesivos, el tren abandonado en Monforte, el Fiat 7-593-047, padeció todo tipo de desperfectos: había sufrido varios actos vandálicos y en 2014 llegó la gota que colmó el vaso, con un incendio en una de las cabezas tractoras que sembró el temor en los vecinos de las viviendas próximas.

Ahí es cuando surge desde el Museo do Ferrocarril de Galicia, con sede en Monforte, la iniciativa de trasladar el tren a Vedra, ya que sería "una pena" llevar a la chatarra una composición que "tiene valor" como "símbolo de la modernización de la flota de trenes en España".

La sala de trabajo del coworking El Camello (Roi Alonso).

Cuando se encontró la financiación necesaria, el vagón central emprendió su viaje por carretera entre Monforte y Vedra, transportado por la misma empresa que había trabajado con el Alvia 04155 tras el accidente de Angrois.

"La rehabilitación de la Estación de Santa Cruz de Ribadulla se rige por un plan director que no contempla la construcción de nuevos edificios, tan solo la rehabilitación, por lo que tener un volumen más permitía ampliar el proyecto", relata a Quincemil Fermín González Blanco.

De este modo se decidió que las características del vagón permitían adaptarlo a un programa europeo de ayudas para la fijación de población en el rural, con un proyecto para convertirlo en un coworking con una apuesta por la sostenibilidad medioambiental y la recuperación de componentes históricos del tren.

"Era ideal para un espacio compartido que diese visibilidad a empresas que quisiesen mostrar sus productos, con la singularidad de ser un vagón rehabilitado", prosigue González Blanco.

El auditorio del coworking El Camello (Roi Alonso).

La rehabilitación se planteó manteniendo la lógica del tren original, con una zona para paquetería -en su momento utilizada por Correos para envíos- y otros dos espacios con butacas, todos ellos de unos 20 metros cuadrados, a los que suman una cabina para el maquinista -convertida en cuadro eléctrico- y los propios aseos del tren.

"Adaptamos el aire acondicionado y la iluminación a nuestro siglo, instalando paneles solares y luminarias de bajo consumo, limpiando los paneles interiores o agrandando las puertas y retirando una fila de asientos para permitir una accesibilidad para la que estos trenes no estaban preparados", prosigue el arquitecto.

Cada una de las salas tiene su propio código de colores y está reservada para un uso: el auditorio, de color amarillo, cuenta con butacas reversibles y pantallas para presentaciones de proyectos, mientras que el naranja señala la sala de trabajo, con butacas y mesas.

Por último, la sala verde es más polivalente: cuenta con una trampilla en el centro que se puede elevar para dar paso a una mesa para una sala de reuniones y que, cuando está bajada, ofrece un espacio diáfano para todo tipo de usos.

La sala de reuniones del coworking El Camello con la trampilla bajada (Roi Alonso).

Aunque este vagón es la obra más visible de la rehabilitación global de la Estación de Santa Cruz de Ribadulla, todavía queda trabajo por hacer en este espacio multifuncional, que a día de hoy sirve de local de ensayo de bandas de música, para ofrecer cursos formativos o para acoger fiestas.

"Las estaciones como esta, por donde pasaba todo y fueron abandonadas, tienen un enorme potencial arquitectónico", concluye González Blanco, quien continúa con este proyecto tras más de 15 años de trabajo.

Sin embargo, el caso de la Estación de Santa Cruz de Ribadulla no es más que una excepción a los apeaderos que, tras haber dado vida al ámbito rural durante décadas, son totalmente abandonados.