Detrás de un simple tweet, de unos cuantos caracteres, puede haber una historia increíble, de esas que invitan a la reflexión. El pasado viernes un ferrolano lanzaba un mensaje desesperado, a través de Twitter, para conseguir sacar de Afganistán a la familia de su amigo Omid, refugiado afgano residente en A Coruña. Un mensaje claro y conciso que no terminó como Álvaro hubiese querido, pero que permite entender qué significa lo que está ocurriendo en Afganistán y cómo afecta, incluso, al vecino que nos cruzamos por la calle.
Una historia que no se convirtió en viral, pese a todo lo que hay detrás de ella y que deja a Omid, vecino de Novo Mesoiro (A Coruña) desde hace cinco años, en una situación difícil de trasladar con palabras. El hermano de Omid, de unos veinte años, conseguía atravesar las líneas talibanas y llegar al aeropuerto, epicentro de las oportunidades durante estos días convulsos en Kabul, esperando poder escapar del horror.
Omid explica, con voz entrecortada, que el hecho de no estar en posesión de un documento que acreditase que había trabajado para una empresa estadounidense agotó la vía de poder volar a los Estados Unidos. Tampoco pudo hacerlo a España, para reunirse con su hermano, porque Omid todavía no está en posesión de un pasaporte europeo y se encuentra pendiente de los trámites que le conviertan en ciudadano español y faciliten la llegada de su familia.
En ese proceso se encontraba trabajando con abogados y ONG´s cuando la situación en su país se volvió insostenible. "Muchos conocidos me piden ayuda, que les mande algún papel que acredite que resido en España", reflexiona Omid que añade: "¿Cómo voy a ayudarles si no he podido hacerlo con mi familia?".
A pesar de que su hermano tuvo que dar marcha atrás y regresar a Kabul tras el intento fallido de huída, Omid no ceja en su empeño de reencontrarse con los suyos. Una Odisea en la que nadie tiene tiempo de tejer telares aguardando el regreso de nadie. Todo se resume a miedo, incertidumbre y una estratosférica capacidad de aguante.
Inicios en A Coruña
Omid cuenta cómo llegó a España, sin saber ni un ápice de la lengua y sin tener muy claro la ubicación de este país en el globo terráqueo. "Vengo de un pueblo pequeño y solo había escuchado hablar de Europa y poco más", añade este refugiado que anticipa que la historia de cómo recaló en A Coruña "es larga de contar".
En el año 2015, la inestabilidad que vivía el país era, explica Omid, "parecida a la de ahora". Su padre fue apresado por el ISIS e instado a entregar a sus hijos varones para la lucha y a las mujeres para tareas del ámbito doméstico. "También querían dinero y él no estaba de acuerdo", relata Omid que vio como su vida cambiaba para siempre.
Después de estar tiempo sin saber nada de su paradero, Omid recibió indicaciones de su padre para que acompañase a un hombre. "Yo confié en mi padre, siempre lo he hecho". Su benefactor le compró ropa y consiguió papeles y Omid llegó a España, dejando atrás a su famila que permanecía escondida en la capital.
Tras dos años y medio su padre, el que había facilitado su salida del país, salía "irreconocible" de su captura. "Cuando ví fotos no le reconocía, estaba en los huesos y le había cambiado el color de la piel", narra Omid que explica, además, que la falta de atención médica acabaría propiciando el fallecimiento de su padre.
Omid se derrumba y confiesa su temor a perderlo todo, a no volver a ver a su madre y sus hermanos. "La situación es así y yo no puedo ayudarles", traslada con impotencia. Aunque reitera su agradecimiento a Estados Unidos o a España, su país de acogida, reconoce que le "cabreó" que su hermano no pudiese salir de allí porque "somos seres humanos".
A solas con el miedo
En A Coruña, a salvo de las bombas y del horror, a Omid le cuesta conciliar el sueño. Reconoce que desde que llegó a España le atemorizan cosas de lo más cotidiano como recibir una llamada. "Si es un número desconocido, no paro de dar vueltas a si me habrán encontrado" y añade que "duermo con la luz encendida porque tengo miedo" y hay ocasiones en las que "voy al baño y miro hacia atrás pensando que me persiguen".
Omid está en un lugar seguro pero a solas con todos sus miedos que señala "están en mi cabeza". La única terapia durante este proceso ha sido mantener la actividad y el trabajo en el que se sentía arropado por sus compañeros. "Los nervios no me dejaban trabajar, pero no quería estar en casa e iba igual para no estar solo", relata Omid en un correcto castellano y gran entereza.
Nacidos para aguantar
"Cierro los ojos pero no puedo dormir", desgrana Omid que solo puede sobrellevar la situación haciendo aquello que su abuelo le dijo que le correspondería hacer ya cuando era pequeño. "Aguantar, nuestra vida consiste en aguantar" y eso intenta este hombre llegado a Novo Mesoiro donde ha tenido que avanzar en un contexto más amable pero, al fin y al cabo, aguantando.
Todo este horror tiene, también, una parte positiva para Omid que rememora cómo conoció a Álvaro, la persona que le ha puesto en contacto con este diario y que de profesor de castellano pasó a convertirse en amigo. Omid, recién llegado a la ciudad herculina, era un asiduo de la biblioteca municipal porque en su barrio había "muy poquita gente que hablaba inglés".
Allí, en la biblioteca, solía acudir a la zona infantil porque señala "me recordaba a mi familia" y un día una trabajadora se acercó para indicarle que ese lugar no era indicado para adultos y Omid se decidió a contarle su historia.
Así le explicó que solo "quería aprender español" y ella le presentó a Álvaro que, tras un par de días de lecciones, se convirtió en un amigo para Omid. "He conocido a su familia y es muy bueno", agradece Omid que es consciente que por salud mental necesita ocupar su tiempo y su mente "con buena compañía".
Continúa la lucha
Omid intentará seguir asesorándose para lograr los permisos necesarios para traer aquí a su familia y sopesa, una vez tenga el pasaporte, "poder ir allí a por ellos". "Cuando no tienes más opciones, ¿qué haces?", cuenta este valiente que señala con pena que "me piden que vuelva" y esa será una de las alternativas que analice con los abogados que le están ayudando.
Porque Omid, aquí en España, advierte que no tiene "hambre de comida, tengo hambre de idioma". Hambre de casa, de hogar, de los suyos. Hasta ahora no ha podido ser, pero mantiene, a duras penas, comunicación con su hermano que se adapta a la nueva situación del país.
A Omid solo le queda ahora seguir aguantando con la esperanza de que algún día pueda dejar de hacerlo para empezar a vivir sin miedo. Un tweet que pone de relieve todo lo que puede encerrar un pequeño texto.