Paula y Andrea, dos universitarias en tercero de carrera, estaban este domingo en el salón de su piso en Montero Ríos, en Santiago, cuando el techo se les vino encima. Un ruido las alertó y pudieron salvarse por cuestión de segundos. "Podíamos ter morto", aseguran.
La respuesta de la inmobiliaria con la que llevan alquilando el piso desde tres años fue que, en caso de que el techo se les hubiese caído encima, el resultado hubiera sido "como moito un chichón pequeniño na cabeza".
"Limitáronse a quitar os escombros pero nin se ofreceron a limpar o piso, a devolvernos os cartos ou a facilitarnos un sitio para dormir mentres non saben se é seguro: din que non lles corresponde a eles revisar o piso", explica Paula en una entrevista concedida a Quincemil.
Las jóvenes tuvieron que pasar la noche del domingo en otro piso porque "non se podía respirar" y ahora han vuelto sin que desde la inmobiliaria se les ofrezca seguridad. "A miña habitación está ó lado do salón e dáme medo, non sabemos o que pode pasar", advierte Paula.
Los hechos
Las grietas están presentes en varias paredes del piso desde que Paula y Andrea lo alquilaron por primera vez hace tres años, por lo que no habían advertido nada raro en el techo del salón.
La situación cambió este fin de semana, cuando Paula se fue a su pueblo y Andrea se quedó en el piso. Mientras estudiaba en el salón escuchaba "ruídos raros", pero los atribuyó a algún movimiento en la planta superior.
Sin embargo, cuando Paula volvió el domingo notó nada más entrar por la puerta que el techo estaba ligeramente cedido y que la grieta que tenía era aún más grande.
"Fixémoslle unha foto á grieta para enviarlla á inmobiliaria e quitamos os ordenadores e as cousas de valor de debaixo do teito, pero non pensabamos que podía pasar nada", prosigue Andrea.
Ambas se sentaron en el sofá tranquilamente. "Paula viu que ía pasar, berrou ‘corre’ e mentres corríamos o teito derrubouse detrás de nós e estoupou a bombilla", añade.
Ante este panorama –con las placas y el aislante térmico tirados por el suelo y el piso lleno de polvo-, Paula y Andrea decidieron irse a pasar la noche en casa de la hermana de la primera.
El día después
A la mañana siguiente se dirigieron a la inmobiliaria para informar de la situación y, lejos de encontrar comprensión, les dijeron que lo peor que les podría haber pasado era "como moito un chichón pequeniño na cabeza".
"Dixéronnos que podíamos deixar o piso se non estabamos contentas e que, se tiñamos medo, non miráramos moito para o teito pola noite", explica Paula, quien afea que, mientras que ellas depositan una fianza de 1.040 euros, "non recibimos a mesma confianza por parte da inmobiliaria".
Más tarde enviaron a inspeccionar el piso "ós mesmos operarios que nos arranxan un caixón ou unha persiana, non uns peritos", quienes igualmente "fliparon coa situación e botaron as mans á cabeza".
"A pesar diso, dende a inmobiliaria dixeron que o piso estaba perfectamente, retiraron os escombros e dixéronnos que se nos molestaba o pó -as dúas temos asma- colléramos un trapo e unha fregona", continúan.
Las dos jóvenes, que este año comparten el piso con otras dos compañeras, están muy descontentas con la gestión de la inmobiliaria: cuando llegaron hace tres años el alquiler era de 500 euros, pero compraron colchones y escritorios y adecentaron el inmueble, plagado de grietas.
"O piso estaba fatal non, o seguinte; nós arranxámolo e, cando viñeron este verán e viron como estaba, decidiron subirnos o alugueiro ata os 555 euros", lamentan.
Paula, Andrea y sus compañeras se han decidido a denunciar esta situación "para que se saiba como traballan as inmobiliarias en Santiago e cal é calidade dos pisos" y para que "alguén que saiba de verdade nos diga se podemos seguir facendo vida normal neste piso".