En Galicia, el grueso territorial se encuentra dividido entre sus numerosas aldeas, pueblos y grandes ciudades. En las cuatro provincias se distribuyen hasta 313 concellos y 53 comarcas diferentes. Sin embargo, de los alrededor de 2,7 millones de habitantes existentes en la comunidad autónoma, la mayoría se concentra en torno a siete núcleos urbanos principales, cada uno de ellos de más de 60.000 habitantes, aunque no es lo habitual. De más a menos, estos son: Vigo, A Coruña, Ourense, Lugo, Santiago de Compostela, Pontevedra y Ferrol.
Por el contrario, en la parte inversa de esta tabla podemos distinguir ―según datos del Instituto Nacional de Estadística de 2020― hasta 10 municipios gallegos (todos de interior) por debajo de los 600 residentes. Parada de Sil, Vilariño de Conso, Ribeira de Piquín, Río, Pontedeva, Chandrexa de Queixa, Larouco, Beade, A Teixeira y Negueira de Muñiz conforman esta lista. Además, cabe destacar que Galicia es la región de España con más núcleos de población sin habitantes, unos 3.954 que aglutinan cerca del 37% del total del país. Unas cifras que se agravan día tras día, provocando un desierto demográfico que evidencia los grandes problemas (económicos, patrimoniales o de calidad de vida, entre otros) a los que se enfrenta el medio rural gallego.
Una radiografía general a los municipios menos poblados
Aunque hemos destacado 10 localidades cuya población no alcanza la cifra de 600 vecinos en el censo, la realidad es que el número de municipios gallegos por debajo de los 10.000 habitantes alcanza los 257, frente a los 56 que se encuentran por encima de este umbral referencial. Queda de manifiesto por tanto cual es la tónica general ―de dispersión y despoblación― fuera de los núcleos urbanos y periurbanos en Galicia.
De hecho, entre los municipios menos poblados de Galicia, resulta curioso que ninguno pertenezca a las provincias atlánticas de Pontevedra y A Coruña. Para encontrar los casos más cercanos en la parte baja de esta tabla habría que escalar hasta los puestos 300 y 271 de este ranking por municipios, que ocupan Mondariz-Balneario (Pontevedra) con 637 habitantes y Somozas (A Coruña) con 1083 residentes. El primero tiene "truco", ya que tan solo tiene 2,31 kilómetros cuadrados, siendo el ayuntamiento más pequeño de Galicia.
En la comarca de A Fonsagrada, Negueira de Muñiz cierra esta tabla demográfica de Galicia, el municipio lucense contaba en el año 2020 con tan sólo 215 habitantes, si bien durante el año viven poco más de un centenar de personas. Una cifra además que no ha dejado de descender desde hace décadas: en 1930, en el primer censo elaborado, se cuantificaron cerca de 1.534 vecinos. La siguiente localidad más pequeña de Galicia nos traslada hasta Ourense, concretamente al municipio de A Teixeira ―también con el récord de ser la localidad con mayor envejecimiento poblacional de la provincia―, que cuenta con 315 personas en su censo. En este rincón de la Ribeira Sacra, sus habitantes viven principalmente del turismo y del vino.
Otros cinco municipios ourensanos continúan está lista por población de Galicia: Beade (384), Larouco (417), Chandrexa de Queixa (472), Pontedeva (494) y Río (506). En la comarca de Ribeira, miles de hectáreas de viñedos se esparcen por todo Beade, uno de los municipios más pequeños en extensión. Allí la cercanía del núcleo con Ribadavia y el enlace con la A-52 han hecho más fácil la vida cotidiana de sus habitantes, aunque no tampoco haya servido para frenar el éxodo rural. En la comarca de Valdeorras, rodeado por el Sil, el Bibei y el Xares, la despoblación en Larouco ha provocado, como en tantos otros lugares, la sobredimensión de los servicios en el municipio. Y Chandrexa de Queixa por su parte ha perdido ya el 80% de su población desde la década de los 60 y muchas de sus parroquias no superan la veintena de vecinos.
El podio negativo ―ya por encima de los 500 habitantes― lo componen Ribeira de Piquín (513) en Lugo; y Vilariño de Conso (524) y Parada de Sil (546) en Ourense. El municipio lucense, que perteneció a Asturias hasta el siglo XIX, se encuentra situado a unos 50 kilómetros de la capital de provincia. En abril de este año, Ribeira de Piquín estrenó el primer cajero automático de su historia, en el marco de las iniciativas (dotación de servicios financieros) de la Administración para frenar la despoblación en el medio rural.
En lo que respecta a las regiones ourensanas, en Vilariño de Conso, el descenso poblacional cayó más de un 37% en tan sólo dos décadas, a pesar de encontrarse entre los concellos con mayor presupuesto per cápita de la provincia. En Parada de Sil la economía local se sustenta sobre el turismo y la actividad vitivinícola. Además, en el año 2020, fue una de las tres localidades reconocidas en los Premios a la Dinamización Demográfica por sus planes a la hora de frenar el éxodo rural y dar a conocer el territorio, convirtiendo sus ruinas en oportunidades para visitantes y locales.
La despoblación en Galicia y sus consecuencias
La conciencia colectiva del problema es bastante baja, pero los datos demográficos de Galicia son contundentes: en términos generales, la región no deja de perder población y el envejecimiento social resulta cada vez más evidente. La mayor pérdida en el número de habitantes, en las cuatro provincias gallegas, se vivió entre 1950 y 2000, según el estudio Despoblamiento y desertificación demográfica en Galicia, publicado por Pazo Labrado y Moragón Arias.
En la década siguiente, esta situación se fue consolidando y la frase más repetida: "la gente se fue y no volvió", escenificó a la perfección el panorama general de estos territorios hasta el año 2011. A partir del 2016, Galicia sumaba ya 30 localidades con menos de 1.000 habitantes en sus censos, límite en el que se sitúa el riesgo de extinción según la Federación Española de Municipios y Provincias. Hoy ese número se ha elevado a 34, con más de una veintena de concellos muy próximos a esta cifra.
Este fenómeno de despoblación no es exclusivo de Galicia, si bien la comunidad conforma uno de los principales territorios de España con este problema, como ya señalamos unas líneas más arriba. Las consecuencias económicas y sociales de estos éxodos no son pocas: disminución demográfica en áreas rurales, envejecimiento, pérdida del dinamismo económico, falta de oportunidades y servicios, pérdida del patrimonio cultural, tradicional e incluso dialéctico, son sólo algunos de los factores que más afectan. Una de las pocas partes positivas de esta recesión poblacional cae en manos de la naturaleza, que ve favorecida su recuperación en estos núcleos deshabitados.