La expulsión de dos alumnas en el Colexio Maior de Fonseca, en Santiago de Compostela, por dormir con sus parejas en sus habitaciones ha abierto un conflicto entre la universidad compostelana y el estudiante en plena época de exámenes. Universitarios residentes en el centro han denunciado que la privación de la plaza residencial supone un hecho "bárbaro e completamente desproporcionado" por parte de la dirección del centro.
Los hechos ocurrieron la semana pasada cuando ambas alumnas recibieron una notificación por debajo de las puertas de sus habitaciones en la que las obligaban a abandonar el colegio mayor en un plazo de 24 horas. Las colegialas, en situación precaria y en las puertas de los exámenes finales, tuvieron entonces que buscarse la vida entre las amistades en la ciudad para poder encontrar dónde dormir en este mes.
Los residentes también han denunciado que en los días previos las universitarias vivieron una situación de "absoluto acoso" por parte del personal del centro. Critican particularmente la actitud del gobernante del SUR Antonio Manuel González Gómez, que "de forma recurrente e indiscriminada" llamó e intentó entrar en las habitaciones de las afectadas entre la 1 y las 7 de la mañana para realizar registros "incumprindo o horario de descanso imposto polo propio centro".
Ambas han sido sancionadas con una expulsión permanente, sin derecho a readmisión y que les obliga a devolver la fianza de 150 euros que exige el CM Fonseca. Todo ello por dormir puntualmente con sus parejas en sus habitaciones. Desde los órganos institucionales universitarios apuntaron que la situación había violado la normativa ya que suponía una cesión del uso de la habitación a otra persona que no pagaba las cuotas.
"Non hai cesión ningunha", denuncia Thomas Gallagher, residente y amigo de las afectadas. "A universidade argumenta que permitir o uso da habitación por parte de xente de fóra suporía un gasto excesivo por parte dos centro, cando antes da pandemia esto nunca se plantexara".
"A situación é un despropósito e unha salvajada completa e absoluta, facelo en época dos exames", opina Gallagher. “ Non tiveron tempo para a mudanza que a tivemos que facer entre todas nós, non tiveron nin tempo para chamar aos seus pais. As implicacións que isto ten non só non seu desenvolmento académico senón na propia saúde mental son enormes. Unha das rapazas está completamente aterrorizadas polas consecuencias que isto poida ter. É unha situación para a que non hai palabras".
La expulsión de sus compañeras despertó un efecto reacción por parte del resto de los colegiales. Este martes pasado a los residentes del Fonseca se les unieron los compañeros del Cadarso, que comenzaron una cacerolada en protesta, y, ante la dirección del centro, mostraron pancartas y leyeron un manifiesto en contra de lo ocurrido. "O director do SUR e o responsable de seguridade se estaban a rir cando estabn a ler o comunicado", apunta Gallagher.
Ante el empeoramiento de este conflicto, los estudiantes han pedido la dimisión de la Vicerreitora de Estudantes e Cultura, Pilar Murias Fernández, del gerente Javier Ferreira Fernández, del Director del colegio, Anxo Abuín González y del subdirector Manuel Álvarez, así como la del Gobernante do SUR Antonio Manuel González Gómez "pola súa xestión manifiestamente arbitraria e en perxuizo dos intereses da comunidade universitaria, ademais da comisión de certos actos que poderían ser incluso constitutivos de delito."
La normativa y la pandemia
La pandemia supuso un antes y un después en la vida de estos centros. La normativa entonces obligaba a los centros a restringir aforos en espacios comunes, así como otras restricciones sanitarias. En los últimos compases del curso 2021-2022 los universitarios ya se comenzaron a mostrar en contra de estas y pidieron una vuelta a las políticas de convivencia anteriores.
"Recolléronse firmas para reclamar o cambio da normativa, unha cuestión que foi aprobada polo xerente que nunha xuntanza comprometeuse a eliminación e a que no sen mantivesen ante novos precepto. Un acordo que se incumpliu gravemente dende o principio”.
En el reglamento de estudiantes publicado por la USC, y aprobado en el Consello de Goberno de 2015, consideran como falta muy grave, y por tanto perceptiva de expulsión inminente sin derecho a admisión “ceder total ou parcialmente o uso dos cuartos a persoas sen dereito a praza no centro”. Con todo, los alumnos insistieron que antes de la pandemia estaba permitido dormir con las parejas en el centro y que, de hecho, son conocedores de miembros del personal de los colegios que así lo hacían.
Para los alumnos la interpretación que se le ha dado a la norma en esta situación es errónea, sobre todo en términos de proporcionalidad y proceso. "Non ten ningunha clase de sentido unha expulsión permanente con 24 horas de antelación, para unhas alumnas que están pagando nunha situación precaria, pagando a cuota máis baixa. Existen sancións que non son a expulsión e son máis leves. Non estamos dacordo que se levaran a cabo, pero poderían ter máis sentido que as actuais".
La poca garantía del proceso, en el que la voz de los colegiales recae en el Consello Colexial, un órgano de carácter puramente consultivo, hace que también sea imposible en la práctica recurrir una decisión de este tipo.
"A USC é parte e xuez dos expedientes disciplinarios, exercendo de causa e acusación ao mesmo tempo, facendo imposible a discusión de calquera proposta de sanción. Queremos un método garantista. As reunións do Consello Colexial coas instructoras dos expedientes, as direccións e as acusadas mostráronse completamente inútiles e teatrais. O seu único obxectivo é vender ás estudantes a falsa impresión de que teñen un peso na toma de decisións".
Universidad y vivienda
La Universidade de Santiago de Compostela (USC) y sus colegios mayores son una de las señas de identidad de la capital gallega. El cuerpo estudiantil ha sido el epicentro de movimientos culturales, sociales y políticos desde casi la fundación de la institución. Pero hoy en día, con la reducción de plazas en residencias son muchos los campus que han perdido este carácter.
Las residencias son también el único dique de contención ante la posibilidad de aventurarse en la locura que es el mercado inmobiliario compostelano. Son archiconocidas las quejas de los universitarios que se mudan a la capital gallega: pisos insalubres, viejos y deteriorados en los que no se puede vivir, el histórico precio del alquiler residencial en la ciudad o la falta de una conectividad entre los campus.
Ante el mercado privado están los alojamientos ofrecidos por la Universidad, de carácter público, pero que no son vivienda como tal. Esta polémica ha desatado una batería de reclamaciones y preguntas sobre el funcionamiento de estos centros, en los que los alumnos no tienen privacidad.
"Actualmente négase de forma explícita que aquí vivamos baixo un réxime de vivenda. É absolutamente inadmisible que se entre sen permiso nunha habitación para realizar unha inspección, rexistro ou o que sexa. Igual que nun domicilio, o único pretexto sobre o que se pode entrar sen permiso é en caso de existir unha situación de peligro flagrante", señalan los estudiantes.