Desde que Carlos Fernández Coto comenzó a recorrer el mundo, se dio cuenta de que había en el paisaje gallego ciertos elementos chirriantes. Este arquitecto de A Estrada decidió ir recogiendo a través de fotografías lo que dio en llamar canibalismo urbanístico y el maltrato del paisaje.
"No se sabe bien dónde empieza uno y acaba el otro, está todo conectado y en este tema influyen muchas cosas, desde el transporte hasta la forma de vida". Lo que sí tiene claro es que a través de la denuncia y de poner delante de los ojos ciertas aberraciones de la arquitectura vamos siendo cada vez más conscientes de la importancia del paisaje y de cómo las construcciones interfieren, para bien o para mal, con él.
Ya desde hace 30 años recopila ejemplos de cómo lo hacemos de mal, aunque no faltan ejemplos positivos. "Al principio me sentía un poco como si estuviera pregonando en el desierto, pero con la llegada de las redes sociales se abrió una ventana para hacer visible ese maltrato del paisaje". Desde el 28 de diciembre de 2011 existe un perfil en Facebook donde los usuarios comparten los ejemplos de ese feísmo que se van encontrando en sus recorridos por Galicia.
Carlos se dio cuenta de que en Galicia se maltrata en ocasiones el paisaje sobre todo por agravio comparativo. "En Portugal, Asturias o incluso en la Bretaña francesa, con climas parecidos, sociedades próximas a la gallega, han urbanizado y cuidado el paisaje de forma diferente", asegura.
Hórreos con uralita
En un paseo por el rural gallego, en medio de leiras y carballeiras, puede ser que topes con uno de los claros ejemplos de maltrato de todo un símbolo de nuestro campo: un hórreo tapado con uralita, o sirviendo para usos anecdóticos como ser plaza de garaje para una furgoneta.
Otros, queriendo recuperar el singular silo donde se acostumbra guardar el grano tras la cosecha, lo hacen usando ladrillo y cemento.
¿Qué nos lleva a estos descuidos, a ser poco responsables con el invaluable legado? Carlos, creador de la plataforma contra el "maltrato del paisaje" le echa gran parte de la culpa al fenómeno migratorio.
"El conjunto del territorio gallego, incluidos los conocimientos, fue heredándose de generación en generación. Pero aquí en Galicia el efecto de la inmigración fue crucial y supuso que los que sabían de oficios se marchasen a ejercerlos primero a América, y luego a Europa", explica.
Al fenómeno migratorio se le sumó la llegada de nuevos materiales, como la uralita y el cemento. Una coincidencia que muchos aprovecharon para lanzarse al mundo de la construcción sin conocimientos previos.
"En Portugal tienen incluso una palabra, "o espertilhao", el listillo que se puso a construir ayudado con las facilidades de los nuevos materiales. No tuvimos más remedio que irnos acostumbrarnos a esas ampliaciones, incluso a veces ejecutadas sin arquitecto", sostiene Carlos.
Mestizaje con estilo propio
En Galicia hemos ahondado en un particular estilo que mezcla sin ton ni son lo moderno y lo más tradicional de nuestra arquitectura. No es extraño encontrarse una ermita a la que es imposible fotografiar sin retratar también una nebulosa de cableado eléctrico. Casas que reflejan la arquitectura tradicional con puertas de aluminio, o contenedores de basura ubicadas al lado de expresiones tan gallegas como un cruceiro.
También alega que es una cuestión de preferencias de la propia gente. "En mi trabajo como arquitecto durante varios años en Cantabria nunca nadie me pidió una carpintería de aluminio", asegura Carlos.
En A Coruña, canibalismo urbanístico
¿Cómo está A Coruña en respeto del paisaje? Dentro del paisaje está el urbano, y aquí "también podemos encontrar ejemplos de esa depredación". Carlos indica que "A Coruña pudo haber perdido perfectamente el 60 o 70% de su patrimonio".
La ciudad herculina todavía es esa ciudad de casas de dos y tres plantas, con sus galerías, aunque en "los años 70 se tiraron muchas de esas casas para hacer grandes edificios".
Se salvó bastante del modernismo, aunque ahora el arquitecto ve bastante en riesgo el racionalismo. "Una arquitectura que se hizo para acoger a la inmigración del centro de Galicia que llegaba a barrios de nueva creación, que se construían de forma bastante homogénea", que ahora pueden peligrar con derribos que no respetan ese "estilo propio y singular de barrios como el Agra de Orzán".