Gustavo del Río regresó a su ciudad natal, A Coruña, y dejó atrás más de una década de aprendizaje en Madrid. Ayer impartía su primera clase en la escuela de teatro que acaba de abrir en la ciudad, ubicada en la calle Julio Rodríguez Yordi y a la que todavía le falta estrenar el rótulo que la bautice como "ON, escuela de teatro".
El año pasado dejó de dar clase en la escuela La Cuarta Pared de la capital, pero no podía aguantar sin volver a trabajar con el proceso de aprendizaje de sus alumnos. El director de obras como Castrapo o Karelu, se lanza a hacer lo que más le gusta, en el lugar al que llevaba tiempo queriendo volver. Gustavo del Río nos habla de este proyecto que arranca.
¿Por qué una escuela de teatro en A Coruña?
Me encanta dar clase, el trabajo día a día con los y las alumnas. El teatro profesional me enriquece mucho, pero el equipo siempre es el mismo. Poder ver la evolución de personas en lo relativo a la timidez, la seguridad, el trabajo en grupo… es algo genial poder sentir que puedo aportar para superar problemas del día a día de las personas.
¿Defiendes el teatro como herramienta terapéutica?
Yo no hago una terapia en el sentido estricto, porque no soy un profesional de la medicina. En el teatro se trabaja con algo delicado, no siempre estamos acostumbrados a lo físico, a las emociones. Hay veces que en una clase decimos: "vamos a mirarnos a los ojos". Y no nos damos cuenta que muchas personas a lo mejor no se han mirado nunca a los ojos. Lo que sí defiendo es que sirve como una herramienta.
¿Se notan cambios personales con el teatro?
Las clases están diseñadas para ir produciendo cambios, aunque en el tiempo que duran, la sensación es de estar jugando, pasándoselo bien. Me gusta cuando algún alumno, al cabo de un tiempo, me dice, ‘ayer hablé en público y me he notado más suelto, ¿será por el teatro?’ y es que es verdad que aunque los resultados pueden no ser inmediatos, los ejercicios se van traduciendo en cambios. Eso sí, nadie va a dejar de ser tímido por hacer teatro.
¿Todo el mundo puede hacer teatro e improvisar?
Todo el mundo vale para el teatro, y el teatro vale para todo el mundo. Además, yo nunca voy a juzgar si una interpretación o improvisación está bien o mal. El hecho de hacerlo ya es un gran reto. Para una persona puede ser muy fácil un ejercicio de interpretación, y sin embargo no sentirse capaz de hacer un ejercicio de confianza. Yo siempre respeto los momentos de las personas, que decidan cuándo están preparados para hacer algo que les cuesta. Y cuando finalmente lo hagan será un momento muy bonito para ellos.
¿Programaréis obras ante el público?
Yo el primer día de clase lo digo: no sois actores ni lo seréis con estas clases. Lo que sí aprenderéis es nociones de intepretación a través del juego dramático. No todo el mundo puede subirse a un escenario y soportar que le miren. Me gusta que todos seamos "espect-actores", se pongan en el lado de espectador, y también en el de actores.
¿Cómo serán las clases?
Ya hay un grupo con el que arrancamos de trece personas, pero me gustaría crear una clase para mayores de 55. De hecho, el tema de la memoria y los recuerdos es algo que me interesa mucho. También me gustaría poder formar un grupo de teatro para niños. Me estoy planteando que una vez al mes vengan actores profesionales para impartir talleres a los alumnos.
¿Cómo empezaste en esto del teatro?
Me metió mi madre en un grupo de Vioño cuando estaba empezando Química en la Universidad. Me dijo, "métete ahí, que eres muy tímido". En las primeras obras ni siquiera me daban papeles de hablar, tenía que llevar una bandeja, y cosas así. Me fui enganchando, dejé la carrera de Química, luego empecé Magisterio y lo dejé también, hasta que empecé Interpretación en la Cuarta pared. Me gustó mucho. He hecho más cosas, pero lo que me sigue motivando es poder usar el teatro para transformar a las personas.