Galicia está llena de historia y esta está oculta en los lugares más insospechados. Un montículo en medio de una finca llana, un lugar que se llama Medorra o las leyendas de una zona determinada pueden llevar a los ciudadanos a encontrar vestigios de como fue la vida en la comunidad hace más de 6.000 años, cuando la historia todavía no se escribía.
Las mámoas son túmulos artificiales de tierra de forma circular u ovalada que también pueden contener piedras y que señalan el lugar de uno o varios enterramientos. También conocidos como medoñas, su tamaño oscila entre los 10 y los 30 metros de diámetro y los 1 o 2 de altura, aunque existen algunos que casi alcanzan los 60 metros de diámetro y los 6 de altura.
"No seu interior pódense atopar estruturas pétreas, o dolmen ou anta, construción de pedra formada por varios chantos verticais cubertos por unha ou varias pedras horizontais a modo de tampa", explica el historiador Xabier Moure. Estos enterramientos aparecieron en el Neolítico, un período de la Prehistoria caracterizado por la agricultura, el sedentarismo y la gerarquización de la sociedad que se desarrolló entre el 5000 y el 3000 a.C.
Entre 10.000 y 20.000 mámoas solo en Galicia
Las mámoas suelen estar localizadas en lugares altos y planos. No abundan en las zonas de alta montaña, aunque sí es posible encontrar algunas: es el caso de la medorra de Sistil Branco y el Alto das Malladas, en Chandrexa de Queixa, o la de A Campa do Cimbro, en Cervantes, situadas a casi 1.800 metros de altitud.
La distribución de las mámoas en la comunidad gallega es desigual y se desconoce con exactitud cuántas hay: Moure recoge en su blog O noso patrimonio la existencia de unas 10.000, aunque estima que podría haber hasta 20.000. "Hai pouco máis de 30 anos, na comarca dos Ancares, no oriente montañoso da provincia de Lugo, só estaba documentada unha mámoa: na actualidade van máis de 100. Seguindo coa provincia de Lugo, só dous concellos dos 67 existentes non contan con este tipo de construcións", indica el historiador sobre el paulatino descubrimiento de estos túmulos funerarios.
Precisamente, el hecho de que existan tantas ha llevado a que reciban diferentes nombres según la zona en la que se encuentren o incluso vinculados a las leyendas de los mouros. Mámoa es la más habitual, aunque también están extendidas medorra, madorra o medoña y es posible escuchar referencias a ellas como tumba, anta, arca, arquiña, arquela o anta, entre otras denominaciones.
Y si hay tantos túmulos repartidos por todo Galicia, ¿cómo es posible reconocerlos y diferenciarlos de otros montículos? Las leyendas son de gran ayuda, al igual que la toponimia o la información que proporcionan los vecinos. "Sen abandonar estas prácticas, hoxe en día cóntase con ferramentas informáticas que as localizan dun xeito case preciso, tal é o caso da tecnoloxía Lidar que mediante un sistema tridimensional sinala as elevacións do terreo", explica Moure, que aclara que para confirmar los enterramientos es necesario visitarlos y comprobar como están formados: si cuentan con coraza (piedras que recubrían el túmulo) o si tienen cámara pétrea (dolmen), entre otros aspectos.
Mala conservación
Las mámoas son unas gran desconocidas. Muchos vecinos del entorno donde se sitúan no saben dónde se ocultan y apenas hay señalización. Estos túmulos funerarios son uno de los elementos patrimoniales más vulnerables ante las acciones humanas y sufren, además, la dejadez de los responsables políticos. Moure denuncia que, a pesar de que existe una normativa para garantizar su protección, las administraciones "tapan os ollos e fan en moitos casos oídos xordos ás denuncias presentadas" tanto de forma individual como por diferentes colectivos.
Precisamente, hay diversas asociaciones que trabajan para que el daño sea lo menor posible y hacen un trabajo de documentación fundamental para lograr que Patrimonio de la Xunta de Galicia catalogue los enterramientos. Muchas veces, sin embargo, es complicado evitar que se destruyan este tipo de construcciones. El historiador pone como ejemplo la reciente agresión a una mámoa de más de 30 metros de diámetro que se vio afectada por una plantación de eucaliptos en Monfero.
Numerosas agresiones a lo largo de la historia
La alteración de los túmulos a lo largo de los años imposibilita que se sepa con exactitud cuántos llegó a haber, así como su ubicación. Moure hace referencia a la real cédula otorgada en 1609 al dueño del Couto de Recimil de Parga, Vázquez de Orxas, para excavar las medorras a cambio de entregar una parte de los supuestos tesoros que escondían a la corona. Esto provocó que los campesinos destruyeran más de 3.000 enterramientos en toda Galicia sin hallar fortuna alguna.
Muchas medorras, de hecho, tienen en su parte superior una depresión o agujero conocido como cono de violación, realizado por personas que buscaban un tesoro en su interior o que querían aprovechar las piedras enterradas bajo el túmulo. Las agresiones continúan hoy en día no tan vinculadas al espolio pero sí a la plantación de eucaliptos, a la apertura de pistas o cortafuegos y al paso de maquinaria pesada, entre otras acciones humanas.
Estas acciones destruyen parte del patrimonio de Galicia y de lo que ocurrió en la comunidad hace miles de años. La historia se borra con cada gesto de maltrato al paisaje y parte de ese pasado que siempre tiene algo que enseñar en el presente se esfuma. Y es que lo que mejor se conoce de la época megalítica es todo aquello que gira alrededor del mundo funerario y espiritual, mientras que se desconocen las costumbres o formas de vida de los constructores de las mámoas.
"Semella que os megaliteiros concedían máis importancia á morte, ao Máis Alá, que á vida. Do que non cabe dúbida é que a construción destes enterramentos vai a significar a primeira humanización da paixaxe de Galicia, asistindo a unhas transformacións non vistas ata entón co desenvolvemento da agricultura e a gandería, a sedentarización, o aumento da poboación e a especialización, adaptando o medio ao home, cando anteriormente, no Paleolítico, era o home o que se adaptaba ao seu entorno", indica Moure sobre este punto de inflexión histórico del que tantos restos quedan en la comunidad y que tanto desconocemos.