Al margen de la popular celebración de Halloween, la noche de los difuntos en Galicia también tiene nombre propio y es más bien conocida como el Samaín. Esta tradición de origen celta proviene del vocablo Samhain, que en su traducción más literal viene a significar algo así como "fin de verano". El caso es que esta festividad de las antiguas poblaciones célticas marcaba el fin de las cosechas y la transición hacia el nuevo año. De hecho, fueron los romanos, y más tarde los cristianos, quienes absorbieron esta costumbre para adaptarla a su cultura, dando lugar al día de Todos los Santos, la noche de difuntos y la propia fiesta de Halloween en los países anglosajones.
Sin embargo, es importante señalar que en muchos rincones de Galicia las tradiciones paganas vinculadas al Samhain han logrado conservarse a lo largo de los siglos. Para los celtas, la noche del decimotercer ciclo lunar del año señalaba de forma simbólica la entrada en la estación oscura, la cual en el calendario moderno coincide con la velada del 31 de octubre al 1 de noviembre. Es por ello que desde tiempos inmemoriales, estas poblaciones de la antigüedad recordaban a sus ancestros y se disfrazaban con el fin de espantar a los malos espíritus y no ser reconocidos como humanos. Hoy en día, uno de los rituales más extendidos en todo el mundo relacionado con la noche más terrorífica del año consiste en el tallado de calabazas. Pero, ¿es realmente esta una tradición de origen celta? Lo cierto es que sí, pues según parece esta práctica ancestral servía para guiar a las almas de los seres queridos fallecidos y protegerlas al mismo tiempo de los seres tenebrosos.
Un amuleto contra los espíritus malignos
Con el paso del tiempo, muchas costumbres del Samaín originario se han ido perdiendo o evolucionado por toda Europa. Prácticas como las de iluminar nabos o vestir a las mujeres y niños con collares hechos de castañas son sólo algunas de las más antiguas que se conocen. De hecho, podría decirse que en Galicia existe una relación muy estrecha entre esta festividad y otras como el magosto o la noite meiga, celebradas también en fechas similares. No obstante, una de las tradiciones más extendidas tanto dentro como fuera de nuestro territorio es la del tallado de calabazas, aunque no siempre ha sido así. Su recuperación en el territorio gallego se hizo especialmente evidente a partir de la década de los noventa y bajo una clara influencia de la versión estadounidense.
A día de hoy, son muchas las personas en Galicia que están redescubriendo y afianzando la celebración del Samaín como una parte inherente a nuestra herencia cultural y popular. Y dentro de todas estas antiguas tradiciones celtas, el tallado de calabazas durante constituye una de las más enraizadas y emblemáticas que existen. Según las convicciones celtas, durante la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre se abre una puerta entre dos mundos que permite la entrada de las almas de los difuntos y otra multitud de seres, muchos de ellos demoníacos. Es por ello que, tal y como citamos unas líneas más arriba, estas poblaciones ancestrales tenían por costumbre cortar e iluminar estos frutos del otoño para tratar de guiar las almas de sus familiares y allegados fallecidos, alejando de ellas a todo tipo de espíritus malignos. Lo más curioso de esta práctica es que en Galicia, al menos en el pasado, las esculturas a tallar eran nabos, ya que dicha planta resultaba ser entonces mucho más habitual en el territorio gallego y, al fin y al cabo, su cometido era el mismo.
Otras curiosidades sobre el Samaín celta
Las costumbres heredadas del Samhain van más allá de prácticas como las del tallado de calabazas y nabos. Lo cierto es que el popular "truco o trato", tan extendido en la cultura estadounidense, podría decirse que es también una antigua tradición celta. Es importante destacar que entre las poblaciones celtas y galas existía una figura conocida como "el druida" que hacía referencia a una persona con autoridad que podía ejercer funciones como las de los sacerdotes, profesores e incluso jueces. En épocas pasadas eran precisamente estos druidas los que iban de hogar en hogar pidiendo enseres para las divinidades y ofreciendo a cambio bendiciones de buena suerte para el resto del año.
Otra de las costumbres más típicas del antiguo Samaín celta consistía en el encendido de hogueras, al igual que sucede hoy en día en la noche de San Juan. Durante el viejo Samhain, los druidas prendían fuego a las ramas de los árboles sagrados con el fin de dirigir también a los difuntos y alejar a los malos espíritus de ellos. Además, los familiares de los fallecidos tenían por hábito colocar junto a estas hogueras comida para asegurar que sus seres queridos no pasasen hambre en su regreso al mundo de los vivos durante la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre. Del mismo modo, los antiguos pobladores asistían a estos rituales ataviados con máscaras y pieles de animales que les permitían pasar desapercibidos ante los seres maléficos.