Escribe Sara Donoso que hay que crear cultura desde la escucha y la confianza en quienes están tras la creación, así como también es importante tejer redes.

Las ayudas REGA para el desarrollo de residencias artísticas en el Gaiás es la oportunidad de varias creadoras y creadores, con proyectos vinculados a las artes visuales, escénicas, musicales o de diseño, de tejer esa red de alianzas, además del acceso a un espacio, recursos y los equipos técnicos que necesitan para llevar a cabo sus ideas.

Sara Donoso, creadora de contenidos, crítica de arte y gestora cultural, ha sido una de las candidatas becadas con la propuesta ¿Está usted aquí? Vulnerabilidad y emociones en el ámbito artístico contemporáneo con la cuál explora las dinámicas de quienes crean y consumen cultura en esta sociedad acelerada e inundada de imágenes e información invasivas.

Hola, Sara, ¿cómo estás?

¡Hola! En estos casos se suele responder que bien, ¿verdad? Jeje. Ahora mismo a tope con los últimos retoques del proyecto que presento el 24 de noviembre, y preparándome también para una pequeña escapada a la montaña para desconectar. ¡Muchas gracias por acercaros a mi trabajo!

¡Gracias a ti por tu tiempo! Me alegra que hayas encontrado tiempo para desconectar del trabajo. Sara, tengo entendido que en tu investigación exploras la relación entre el arte y el espectador o espectadora…

Me interesa profundizar en el poder de cualquier creación artística para abrir nuevos horizontes o espacios de reflexión: para sorprendernos, emocionarnos… para ampliar la perspectiva de aquello que nos rodea.

¿Está usted aquí? Vulnerabilidad y emociones en el ámbito artístico contemporáneo es el proyecto que has presentado y trabajado en el Programa de Residencias Artísticas del Gaiás ¿En qué consiste?

Es una investigación en la que pongo el foco en el propio engranaje de la creación y en la salud emocional de las personas que conforman el sistema artístico. Hablamos de la obras y de su poder para emocionarnos e impulsar diferentes sensaciones pero, ¿qué sucede al otro lado? En muchas ocasiones, los artistas tienen una relación muy estrecha con aquello que nos cuentan, ya sea porque hablan de su propia autobiografía o porque materializan intereses o preocupaciones personales desde el lenguaje visual. Desde hace un tiempo estoy investigando todas estas relaciones, que ahora he podido condensar en el proyecto ¿Está usted aquí? Vulnerabilidad y emociones en el ámbito artístico contemporáneo. La propuesta, que toma la forma de una publicación digital, reflexiona sobre cuestiones como la autoexigencia, la hiperproducción o la inestabilidad en el sistema artístico, así como su impacto en nuestra salud emocional.

Concebida como un diálogo entre dos partes interconectadas, la publicación se inicia con un texto crítico donde analizo todas estas cuestiones intercalando mi experiencia personal como gestora cultural con perspectivas recogidas desde el arte y la filosofía. Completan el recorrido las imágenes de Leila Amat, Abel Azcona, Costa Badía, Rosendo Cid, Eva Díez, Olalla Gómez Valdericeda, Omar Janaan y Santiago Talavera, quienes han colaborado incorporando su propia mirada a través de una obra seleccionada, un texto breve y las respuestas a un cuestionario común, que nos permiten revisar preguntas que resuenan intermitentes entre todas las profesiones creativas: ¿Es posible la conciliación? ¿La inestabilidad nos hace vulnerables? ¿Qué sucede si nos bajamos de la rueda? ¿En qué punto se cruzan el arte y la vida?

El día 24 de noviembre a las 18.30 h presentaré la publicación en el Espacio REGA 1 de la Ciudad de la Cultura, junto a una mesa redonda en la que participarán Semíramis González, comisaria y gestora cultural, junto a los artistas Eva Díez, Rosendo Cid, Santiago Talavera.

Hablamos de la obras y de su poder para emocionarnos e impulsar diferentes sensaciones pero, ¿qué sucede al otro lado? En muchas ocasiones, los artistas tienen una relación muy estrecha con aquello que nos cuentan, ya sea porque hablan de su propia autobiografía o porque materializan intereses o preocupaciones personales desde el lenguaje visual.

Es evidente que cada vez consumimos más contenido cultural. Es un poco como la comida rápida, ¿no? Cuanto más rápido y accesible es algo, y cuanto más cortos son los tiempos de elaboración, menos valoramos lo que tenemos ante nuestros ojos. ¿Cómo perjudica todo esto a quienes os dedicáis a la creación artística? ¿Y al público?… ¿cómo perjudica al público?

Diría que nos perjudica a todos. Año a año, disminuye nuestra capacidad de atención debido al acelerado consumo de imágenes que nos invade. No saboreamos las acciones, realizamos varias cosas a la vez: comemos mientras vemos el móvil, la televisión, trabajamos conectados a varias pantallas… El acceso directo a la información es una gran ventaja, por supuesto, el problema es el uso que hacemos del mismo para mantener cierta velocidad productiva. La cultura requiere una atención profunda, centrada, no dispersa, y cada vez es menor el tiempo que dedicamos a observa una obra de arte, leer o ver una película. Yo me incluyo, por eso he realizado este trabajo, porque me doy cuenta de cuánto afecta, a mi trabajo y a mi vida personal, esta inercia de la rapidez y el deseo de tenerlo todo de forma inmediata. Al final matamos la concentración. Como decía, todas las formas de consumo de arte son válidas, porque hemos decido situarnos frente a una propuesta artística para dedicarle unos instantes. Pero nuestra relación con la pieza será más o menos intensa en función de cuánto extendamos ese tiempo. Como espectadores, admito que es complicado desviarse de las rutinas de lo inmediato pero, al final, favorece nuestra salud mental y emocional. Desde el punto de vista de la creación, pienso que es esencial respetar la pausa, el silencio, el espacio vacío; que es el lleno necesario para pensar y confrontarse con uno mismo y con el trabajo. Cuando esto sucede, los proyectos resultan más profundos y sinceros y, de alguna manera, eso lo percibe el público.

Sí que es complicado desviarse de la rutina y poner el foco en otros lugares. Ahora, vamos a hablar un poco de ti… ¿Cuándo empiezas a dedicarte al arte? Y, ¿de dónde viene el deseo de hacerlo?

Desde pequeña me ha encantado leer, dibujar, hacer manualidades… Es algo que me han inculcado mis padres, quienes siempre han insistido en realizar tareas creativas conmigo. Recuerdo que, en tercero de primaria, nos enseñaron a construir pequeñas redacciones y, desde entonces, le cogí el gusto a escribir; a componer con palabras. La profesora me recomendó que asistiera a clases de pintura y así lo hice, hasta que empecé Bellas Artes. Antes comentaba la importancia de la educación y, si por un lado mis padres son los grandes responsables de la deriva que ha tomado mi profesión, tengo que admitir que hubiera estudiado filología de no haber sido por una profesora bastante… inepta. Como no me veía con los conocimientos necesarios para estudiar esa carrera y las artes me entusiasmaban, decidí escoger esa vía. Pero nunca dejé de escribir y comencé también a sentirme atraída por cuestiones propias de la gestión cultural. Hacia el final de la carrera descubrí que lo mío no era ser artista, sino acompañar sus procesos, escribir sobre ellos y tratar de impulsarlos. Por eso me decanté por estudios de especialización en comisariado e historia del arte. Creo que esta formación cruzada ha sido muy interesante para empatizar de una manera más práctica con la creación.

Esto que nos cuentas me recuerda a la experiencia de otros artistas o escritores como Samuel Merino que, en una entrevista muy reciente, contaba que su relación de amor con las palabras se inició en la infancia… ¿Qué relación tienes actualmente con tus proyectos?, ¿disfrutas siempre del tiempo que dedicas a pensarlos, hacerlos y presentarlos? ¿Hay algún paso del proceso que preferirías saltarte?

Mi trabajo me encanta, pero tampoco quiero romantizarlo. Con algunos proyectos disfruto más que con otros y siempre hay partes del proceso que me interesan menos. Lo que más me atrae es cuando su concepción depende completamente de mí, porque se vuelve más creativo y me permite ir definiendo, probando e investigado. En mi caso, me dedico tanto a proyectos de comisariado e investigación como a propuestas didácticas, por lo que la forma de abordar cada trabajo es muy diferente. Cuando hago visitas guiadas, disfruto mucho del contacto con la gente y de poder transmitir el arte de una forma más cercana y dinámica. Sucede algo similar cuando realizo talleres, donde me esfuerzo por proponer actividades que vayan más allá de los materiales o prácticas comunes, que impliquen un uso diferente del cuerpo y de todo aquello que nos rodea. Planificar talleres infantiles es un ejercicio de creatividad constante, que nos viene muy bien a los adultos. Nunca dejo de sorprenderme con las soluciones creativas que se proponen y con cómo, a medida que crecemos, vamos perdiendo capacidad de imaginación. En cuanto al ámbito del comisariado y la investigación, destacaría la versatilidad que ofrece el propio proceso de construcción de un concepto o línea curatorial, así como el contacto con los artistas. También el momento de escribir me parece muy potente, cuando tienes que poner orden a las ideas y, a la vez, van apareciendo nuevos enfoques y desvíos. Escribir me permite pensar de forma más profunda, acercarme de otro modo a las imágenes. En cuanto a lo que menos me interesa del proceso diría que, en casi todos los casos, se trata de las correcciones o matices finales, cuando ya tienes todo un proyecto armado y solo falta revisarlo. De alguna manera, centro mi interés en el desarrollo anterior y llego con menos energías a esa parte más mecánica.

Sara Donoso / ANDREA RODRÍGUEZ

En una entrevista, has dicho "Eu mesma sentín nun punto que me estaba a esixir moitísimo, que non estaba a cumprir o obxectivo da miña reflexión, de buscar o estado de pausa necesario para que xurdan cousas interesantes. Isto é unha contradición en relación ao traballo que presentei, pero non está mal dicilo, porque o relevante é ser consciente disto". ¿Cuál es ese estado de pausa del que hablas?

Como decía, vivimos en un mundo controlado por la prisa. Tratamos de estar en todas partes, de abarcar muchas cosas, hacemos rodar continuamente las exigencias productivas. Cuando no hay tiempo, la obligación de sintetizar estanca tanto la concentración que el resultado es un cúmulo de misiones por cumplir y trabajos estandarizados. El arte, tanto la creación como su posterior recepción, requiere de un tiempo lento, de espacios para la concentración, para respirar y entender lo que sucede. Pero no solo el arte, pienso que a la sociedad en general nos hace falta volver a darle importancia a las pequeñas cosas, saborear la vida, y las tareas, en lugar de engullirlas. Sobre ello, la filosofía oriental nos invita a valorar el presente para situarnos en el aquí y ahora, tratando de calmar la mente mientras ésta habitúa a discurrir por diferentes derroteros. Dentro del taoísmo encontramos el concepto de Wu wei, término que se traduce habitualmente como “no acción” e indica la necesidad de fluir. La idea del Wu wei no implica pasividad, sino una acción no forzada y libre de resistencia. Algo así como permitir que las cosas vayan tomando su curso, aprendiendo a observar desde la atención plena para acoplarnos al flujo de los acontecimientos.

Y… ¿cómo se puede llegar a esos espacios de concentración y tranquilidad?

Ojalá lo supiera. La teoría la conozco, he estado leyendo sobre ello los últimos meses. Por ejemplo, es bueno meditar, concentrarnos en respirar, tratar de no alimentar los pensamientos rumiantes, no involucrarnos con los miedos y la ansiedad, aunque aceptemos su presencia. Dejar espacio para que sucedan las cosas sin tratar de abordarlo todo, no estimularnos todo el rato, disfrutar de los tiempos tranquilos… Pero es muy complicado llevarlo a la práctica cuando estás sumergida en un sistema que busca el consumo rápido y el cuanto más mejor, sobre todo en una profesión en la que la responsabilidad parece ser individual y si decides marcar límites corres el riesgo de que no cuenten contigo.

¿Consideras que es importante abrir nuevos diálogos sobre la autoexigencia y sus causas y efectos?

Es imprescindible hablar de ello. La autoexigencia tiene que ver con la sociedad del rendimiento en la que vivimos, como decía Byung Chul Han. En el caso del sector artístico, un contexto a menudo precarizado y donde el trabajo se junta con la vocación, tenemos que atender a diferentes frentes para tratar de cubrir las expectativas, lo que se espera de nosotros, sin dejar de construir una imagen de marca personal que hay que alimentar con visibilidad y proyectos para no quedarnos obsoletos. Pero no se suele hablar de lo que ello conlleva: enfrentarse al no, al rechazo cuando no somos seleccionados, trabajar sin horarios y, en el caso de los autónomos, sin demasiadas garantías sociales. Crees que todo ello se puede suplir con más y más esfuerzo. Eso te hace crecer pero, a la vez, se puede producir una desatención hacia la propia vida que tendrá su contrapartida. Hay que saber tomar distancia y, sobre todo, situar estos temas encima de la mesa de debate.

Esta autoexigencia de la que tanto se habla puede ser muy tóxica, pero tiene también su parte positiva, ¿o no?

Es complicado. La autoexigencia es positiva porque nos lleva a mejorar, nos enfrenta a diferentes retos y nos impulsa al esfuerzo. Pero, si no la frenamos a tiempo, acaba derivando en agotamiento y afectando a nuestro rendimiento. Yo misma, con este proyecto, buscaba ser respetuosa con los tiempos, dejar fluir las dinámicas, y al final he sentido la ansiedad de querer tenerlo todo controlado y abordar muchos temas de la mejor manera posible.

Parece que sueles embarcarte en proyectos que van creciendo y tomando otras dimensiones, como el fanzine que has publicado que, por su extensión de más de 200 páginas, más que un fanzine es un libro. ¿De dónde surge la idea y qué camino o bifurcaciones ha tomado finalmente?

Es un libro, sí. En un primer momento tenía pensado realizar una publicación digital tipo fanzine, pero la cosa se fue ampliando. Me ajusté a la propuesta realizada en cuanto al número de artistas, pero sus aportaciones y las diferentes lecturas que fui realizando hicieron que mi texto tomara mayor envergadura. En este sentido, una de las cosas sobre las que reflexioné fue la dificultad de detenerme o dar un poco más de espacio al proceso cuando ya estás inmerso en una dinámica de hiperproducción. Esto me hizo autoexigirme y no cumplir uno de los retos de este proyecto: explorar e integrar la pausa y la calma como parte del proceso creador. Sin embargo, pienso que esto también es una buena reflexión y no hay que ocultarla, pues es un síntoma más de este mundo acelerado. Por otro lado, estoy muy satisfecha con los resultados del proyecto, ha generado mucho interés y creo que puede tener una mayor repercusión a largo plazo.

Imagino que es habitual, en trabajos que dependen tanto de la creatividad y de factores que son externos a una misma, que los proyectos tomen direcciones inesperadas pero, como ya has dicho, con tantas prisas no dejamos tiempo y espacio a la libertad. Además, la economía de muchas personas que trabajan en este sector es directamente proporcional al número de proyectos que consiguen llevar a buen puerto. Tú, que te mueves en muchos ámbitos, estarás acostumbrada a manejar varios trabajos a un tiempo…

Siempre. Es rara la época en la que puedo implicarme en un único proyecto. Por un lado, tiene que ver con esa imposibilidad de la que hablaba de no poder rechazar otros proyectos por si no te vuelven a llamar. Esto es así, lo hablaba con una compañera de residencia a la que, justo coincidiendo con las REGA, le ofrecieron otro trabajo y le dijeron que si lo rechazaba ya no contarían con ella. También sucede cuando tienes tu propio negocio, por ejemplo, y no puedes desatenderlo. Al final, la precariedad lleva a la multitarea como en un círculo vicioso. Por otra parte, a mí me encanta realizar diferentes proyectos porque no me siento nada cómoda con la monotonía. Me gusta implicarme en cosas nuevas, ir cambiando… Simplemente hay que tratar de buscar un equilibrio, aunque no siempre depende de una misma.

¿Cómo ha sido la experiencia en la residencia? ¿Has podido hablar y compartir tiempo e ideas con otras creadoras?

Relacionarme con otras disciplinas como la artesanía, el diseño o las artes escénicas y conocer más a fondo las formas de hacer de los compañeros fue una experiencia muy enriquecedora. Durante el período de estancia en la Ciudad de la Cultura compartimos cafés, comidas, hablamos de nuestros proyectos e inquietudes, resolvimos dudas… El trabajo en el campo del arte y la gestión cultural habitualmente se realiza en solitario y es muy individualista, por lo que se agradece la oportunidad de conocer a gente del sector con la que poder hablar y compartir espacio durante un tiempo. Un tiempo que no es el de las inauguraciones o encuentros rápidos, sino que permite conocer de cerca los proyectos de los demás, ampliar nuestras perspectivas y nutrirnos de otras formas de hacer. Incluso aprovechamos el propio tema de mi proyecto para reflexionar y compartir nuestros procesos en relación con algunas de las cuestiones abordadas. Además, en mi caso siempre trato de establecer relaciones que puedan dar lugar a posibles colaboraciones futuras, por lo que este tipo de encuentros pueden servir como base para otros proyectos a largo plazo.

Es común, cuando una artista presenta su nuevo trabajo, querer saber de aquello que está por venir. Yo misma, en mis entrevistas, suelo terminar preguntando por “lo siguiente” (hoy no voy a hacerlo). Ahora me cuestiono hasta qué punto nos dejamos llevar por la necesidad de acelerarlo todo para no dejar espacio a la incertidumbre, y me pregunto hasta qué punto tiene sentido pensar en lo siguiente cuando aún no ha habido tiempo para disfrutar el presente.

Eso es lo que siempre nos pasa. La ansiedad productiva, no solo a nivel laboral, el querer dominar un futuro siempre incierto, porque es algo que se puede prever pero no controlar, nos lleva a subestimar el ahora.

Nos vemos, entonces, en la presentación de ¿Está usted aquí? Por mi parte, prometo ese día centrarme en ti y en disfrutar tu proyecto.