Era principios del año 1981 cuando un intento de Golpe de Estado hizo tambalear la recién instaurada democracia en España. Corrían las 18:23 horas de un 23 de febrero en el momento que dio comienzo un secuestro que mantuvo a un país entero en vilo durante más de 17 horas y media. En mitad de un panorama general de profunda crisis política y económica, un grupo de militares armados, dirigidos por el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero, irrumpieron en el Congreso de los Diputados durante la votación de investidura del gallego José Calvo Sotelo y retuvieron contra su voluntad a los 350 parlamentarios allí presentes. El fracaso del golpe terminó por agilizar la culminación de la Transición y la consolidación de un sistema de libertades que por aquel entonces todavía se encontraba en pleno proceso de construcción.
Hoy en día, en la memoria colectiva de los españoles todavía sigue muy presente el relato detrás de uno de los acontecimientos más importantes de la historia reciente de España. Sin embargo, siempre hay detalles que pasan desapercibidos en la cronología exacta de este fallido Golpe de Estado, como es el caso de uno de los rostros fundamentales en el transcurso de estos hechos al convertirse en el primer mando militar que frenó la salida de los tanques de la División Acorazada, más conocida "la Brunete", en la tarde del 23-F: el teniente general Guillermo Quintana Lacaci (Ferrol, 1916 – Madrid, 1984).
Nacido en Ferrol, pero muy vinculado con A Coruña y Cee, con tan sólo veinte años Quintana Lacaci se incorporó como cadete al bando nacional en la Guerra Civil española y desde entonces desempeñó una carrera militar que llegó a su cumbre en 1979, cuando fue nombrado capitán general de la I Región Militar, con sede en Madrid. Este era el cargo que ocupaba durante el 23-F, cuando se posicionó del lado de la legalidad constitucional y supuso una pieza clave en el fracaso del golpe. Apenas tres años más tarde de aquella histórica fecha, Quintana Lacaci moriría asesinado por pistoleros de ETA un 29 de enero de 1984 cuando se dirigía a su domicilio tras asistir, como cada domingo y acompañado de su mujer, a la misa del mediodía de la parroquia de Cristo Rey.
¿Por qué Quintana Lacaci fue clave en el 23-F?
Un simbólico forcejeo a través del teléfono impidió que la tarde del 23-F la División Acorazada (DAC) "Brunete" (la principal unidad del Ejército español) sacase sus tanques a la calle y tomase la capital madrileña. El protagonista de aquella hazaña clave en la contención del golpe militar fue el ferrolano Guillermo Quintana Lacaci, quien ese 23 de febrero se encontraba al mando de la Capitanía General de Madrid. Un puesto, sin duda, que podría haber hecho inclinar la balanza hacia cualquiera de los bandos y en el cual Quintana Lacaci eligió mantenerse firme a la Corona, la Constitución, las leyes y la democracia. "El Caudillo me ordenó obedecer a su sucesor", decía este destacado teniente general gallego que formó parte de la escolta de Franco durante cerca de tres décadas, para explicar su lealtad a la Constitución.
En el momento del asalto al Congreso de los Diputados de Tejero y su sequito de guardias civiles, la DAC se encontraba totalmente comprometida con el Golpe de Estado y sus miembros ya habían ocupado RTVE y varias emisoras de radio. Cuando Quintana Lacaci es informado, el militar se salta la cadena de mando y empieza a hacer llamadas a todas las unidades para valorar la gravedad de la situación, hasta 40 minutos antes de haber logrado hablar con el rey Juan Carlos. Sus órdenes resultaron ser decisivas después para la contención del golpe y evitar la ocupación militar de Madrid.
De hecho, hasta once tanques de combate se encontraban ya enfilando la marcha desde el cuartel de El Goloso por orden del general Milans del Bosch cuando Quintana Lacaci remite una contraorden al general de división José Juste y exige al mismo tiempo al general Luis Torres Rojas (anterior mando de la División Acorazada) que abandone el Cuartel General de la DAC ―al que había acudido dispuesto a ponerse al frente― y regrese inmediatamente a su destino en Galicia. "Nunca sabrá España lo que te debe, Guillermo", fueron las palabras del rey Juan Carlos I para la posteridad tras la contención del golpe.
La cronología de un asesinato
La jornada del 29 de enero de 1984 terminaba en España con la noticia de la trágica muerte del militar gallego Quintana Lacaci, una más de las víctimas que en aquella época perecieron bajo el yugo terrorista de ETA. "Dos desconocidos asesinan en pleno centro de Madrid al teniente general Guillermo Quintana, ex capitán general de la I Región Militar", titulaba ya en la medianoche del 30 enero el periodista de El País, Fernando Orgambides. El cronista del diario avanzaba entre aquellas líneas, con cierto sigilo y moderación, lo que poco después terminaría por confirmarse: "En medios policiales se tiene la impresión de que el atentado ha sido perpetrado por un comando de ETA Militar, organización que, a la hora de cerrar esta edición, aún no había reivindicada la autoría del mismo". Sin embargo, apenas dos días más tarde, la banda terrorista se responsabilizaba de los hechos mediante una llamada telefónica al diario vasco Egin.
Aquella mañana de domingo, Quintana Lacaci se dirigía hacia su hogar (a pie y sin escolta) en compañía de su mujer, María Elena Ramos, la cual resultó herida leve en una pierna y fue trasladada minutos después para ser atendida en el Hospital Militar Generalísimo Franco. En el curso del tiroteo también resultó herido un coronel retirado llamado Ángel Francisco Gil Pachón, que en ese preciso momento paseaba por el lugar de los hechos, muy cerca del número 20 de la calle Romero Robledo.
Según la versión policial, los autores del atentado (identificados a posteriori como Henri Parot y Juan Lorenzo Lasa Mitxelena Tkikierdi) dispararon a quemarropa hasta en 13 ocasiones contra el militar, que en ese momento no tenía mando sobre tropas, y seguidamente huyeron de la escena del crimen en un Renault 18 de color blanco en el que les esperaban otras dos persona. Quintana Lacaci cayó fulminado al suelo al instante, sobre las 12:45 horas de esa mañana, con varios disparos en su cabeza, las manos en los bolsillos (donde guardaba una pistola que no tuvo tiempo a utilizar) y sin que nada pudieran hacer por él ni su esposa ni los vecinos que trataron de prestar los primeros auxilios.