Brenda Navarro nació en 1982 en Ciudad de México. Vive actualmente en Madrid y es conocida por sus novelas Casas vacías y Ceniza en la boca, ambas publicadas con la editorial Sexto Piso.
Nos conocimos el verano pasado cuando participaba en una residencia literaria en la que ella fue una de las escritoras invitadas, sabiendo ya por entonces que ambas estábamos nominadas al mismo premio, en diferentes categorías. "Espero que cuando volvamos a vernos sea para recoger un premio", me dijo… Y así ha sido: en febrero volvió a Galicia para asistir a la entrega del San Clemente por su novela Ceniza en la boca (2022), teniendo la fortuna de estar con ella y de nuevo poder escucharla con toda la fuerza, seguridad y serenidad que la caracteriza.
Enhorabuena por el Premio San Clemente por tu novela Ceniza en la boca. Cuéntame, ¿cuál es el germen de esta ficción?
Todo empezó cuando yo leí una noticia en un periódico digital en el que hablaban del suicidio de un chico de 14 o 15 años en un barrio del sur de Madrid, y me impactó muchísimo que fuese un chico menor de edad que decidiera terminar con su vida de una forma tan espeluznante y tan pública, porque hay muchas formas de acabar con tu vida, pero el hecho de que sea exponiendo tu cuerpo parece que encierra un enigma de estos tiempos en que los cuerpos dicen algo más allá de lo obvio, del suicidio. Y es algo que, por supuesto, no logro descubrir en la novela, pero que me sigue pareciendo que nos arroja algunos indicios de cómo es que está viviendo la adolescencia actualmente su vida haciendo uso del espacio público como una forma de protesta, aunque esa protesta sea el quitarse la vida… Y es en dónde empecé a pensar en Ceniza en la boca como una ficción que creí importante problematizar.
¿Cuándo empezaste a escribir?
Empecé a escribir profesionalmente siendo muy grande, digamos. Nunca pensé que iba a poder ser escritora o que iba a vivir de la profesión de escritora y lo estuve postergando muchísimo tiempo. Yo quería ser cineasta y luego me di cuenta de que escribir una novela, además de ser sumamente apasionante, era una inversión de tiempo, pero no una inversión de dinero… y eso soluciona muchas cosas, ¿no? Empecé a escribir porque estaba trabajando en varios espacios del mundo editorial en México y tenía amigos escritores y escritoras que me preguntaban siempre ‘Bueno, ¿y tú?, ¿y tu novela?’, hasta que un día me pregunté yo ‘¿Soy capaz de escribir una novela?’, y ahí fue cuando escribí Casas vacías… Y parece ser que las lectoras han dicho que sí soy capaz y que les gusta, y eso para mí ha sido un gran cambio de vida.
Empezaste difundiendo tu primera novela sin ninguna editorial de por medio y llegaste a la publicación sin buscarlo. ¿Crees que para ser publicada solo se necesita mucho talento y una buena historia?
Definitivamente no creo que para ser publicada solo se necesite talento y una buena historia. Depende del trabajo previo que hagas. Yo sabía que mi novela iba a ser leída por mi mejor amigo que es escritor y por mi padre y, al lanzarla online, —yo lo hice desde mi Twitter (X) en donde tenía una pequeña comunidad que podría estar interesada en leerla— me dije que la leería quien la tuviera que leer. Ahí sí soy de la onda francesa de decir ‘muerte al autor o la autora’ y dejar que el texto vaya y se abra su propio camino. Nunca pensé que iba yo a ganar premios, que iba a escribir una segunda novela; lo único que pensé fue ‘Voy a escribir’, y el mundo ha decidido lo que ha decidido, pero sé que soy una especie de anomalía en el sistema. Para escribir tienes que tener tiempo, tienes que tener el refrigerador lleno por lo menos para una semana, tienes que tener acompañamiento de personas que te quieran para que puedas hacerlo sin interrupciones. Para nada se necesita solo talento; se necesita un poco de suerte, estar en el momento adecuado, seguir picando piedra y no creer que escribir tiene relación con el mercado editorial.
¿Cuándo empezaste a escribir tu segunda novela Ceniza en la boca?
Empecé a escribir Ceniza en la boca justamente cuando iba a empezar a promocionar Casas vacías en México, ya con la novela impresa con la editorial Sexto Piso de España y de México, y fue por esa noticia que te dije. Además, fue como una especie de señal que en ese tiempo Vampire Weekend sacó su álbum Father of the Bride, y en ese álbum había una canción que me parecía que no era del todo el estilo del grupo y, por lo tanto, me llamó más la atención y me hizo darme cuenta de lo sumamente política que era y me hizo una especie de eureka. Mi personaje se llama Diego García y es una metáfora de una isla; una metáfora de cómo las decisiones geopolíticas siempre terminan afectando a lo privado, y así fue como empezó.
En Ceniza en la boca el hermano de la protagonista se quita la vida. El suicidio y las enfermedades mentales han tenido en los últimos años más protagonismo en los medios de comunicación, pero parece que algo falla… ¿Crees que se hace realmente ‘lo que se puede’ en beneficio de todas las personas?
Yo creo que hay una anomalía del sistema político actual, una anomalía de la configuración del estado-nación que está siempre al servicio de quienes ostentan el poder, de quienes tienen capacidad de decisión, pero no tengo ningún recuerdo del siglo XX en que estuviera tan descaradamente el estado-nacional al favor de los corporativos, del mercado, de la no regulación. Eso, por supuesto, afecta a toda decisión geopolítica, afecta a los espacios privados, afecta a las personas en su totalidad y no creo que siquiera se haga algo en general. El sistema de salud español, por ejemplo, —si bien tienes ese acceso a él cuando eres una persona española— está sobresaturado, no hay inversión y la forma en que la salud mental se ha individualizado como si fuéramos personas anormales no íntegras a la sociedad por tener problemas mentales hace que se despolitice lo importante que es que puedas llegar a fin de mes, que tengas derechos laborales, que tengas acceso a la salud, a la educación pública de calidad: que tengas acceso a una vida digna. Yo no puedo pensar en que la ciudadanía tenga salud mental si no tiene sus derechos básicos cubiertos.
¿Qué diferencia la escritura de quien vive situaciones de vulnerabilidad de la escritura que nace del privilegio?
Tener el tiempo para escribir, tener el tiempo para pensar y hacer uso de nuestra imaginación es un verdadero privilegio… No todas las personas tienen acceso a ejercer su derecho a la cultura, porque no todas las personas tienen el derecho de estar en espacios que por sus precariedades le son totalmente negados. Entonces, en este sentido, siempre reivindico que hay que dejar de priorizar la literatura escrita por las elites y que hay que generar un ejercicio pleno de la cultura en donde las personas de clases trabajadoras tengan la oportunidad de ejercer la imaginación, porque ahí es en dónde está el germen de la peligrosidad de lo que significa el poder usar el lenguaje y tener las herramientas para utilizarlo. Mientras el mercado editorial, la literatura, el lenguaje y todas al artes estén en las manos de la elite, va a ser muy difícil que se pueda hacer un ejercicio de pleno y libre del derecho a la cultura en general.
En tu discurso del San Clemente dijiste que los libros son peligrosos. ¿Qué papel o poder crees que tiene la literatura en la sociedad?
Yo dije en mi discurso que los libros eran peligrosos porque fue una cosa que dijo Nell Leyshon, y son peligrosos en el sentido de que el libro siempre te mueve del lugar, ¿no? Te guste o no te guste lo que has leído siempre entras siendo una persona y sales siendo otra, y en este sentido, sí hay una especie de tutela por parte del mercado y del estado frente a las personas que usamos el lenguaje para expresarnos de una forma que aspira a ser estética y, es justamente porque saben que las palabras, que la construcción de las narrativas y de las ficciones, cambian los mundos, los configuran, los performan… Y por eso tutelan el lenguaje, tutelan la creación de otras posibilidades, de otras formas de narrar el mundo, y por eso mismo, cuando escribes de una forma pulsional, para problematizar y cuestionar las cosas, es un peligro para lo establecido… Así que soy una gran defensora de las preguntas y una gran defensora de quiénes encuentran las preguntas cuando están leyendo.
Con motivo del Premio San Clemente has podido dialogar con estudiantes sobre estos temas y otros que se tratan en la novela. ¿Qué impresión tienes de las nuevas generaciones? ¿Crees que podrán mejorar el mundo que les dejamos?
Yo no sé si se tengo una impresión específica de las nuevas generaciones, pero lo que sí sé es que la vida siempre se abre camino y que las personas que ahora tienen 10 o 20 años, están viviendo el mundo de una forma distinta a la nuestra, y eso no es mejor ni peor… Lo que nos han dicho es que toda nueva generación viene a cuestionar lo establecido, y cuestionar para mí es super importante. No sé si lo van a hacer mejor en términos de pensar en una prosperidad, lo que sí creo es que lo van a hacer mejor porque mi generación se ha equivocado, es una generación bastante compasiva de sí misma, bastante floja, bastante llena de ganas de decir ‘me merezco algo’ cuando realmente lo hemos tenido todo… Es decir, quienes podemos quejarnos públicamente, lo hemos tenido todo al menos en términos de que ya hemos estado en lugares en los que hemos podido decir que nos faltan cosas. Generalmente, creo que somos una generación que piensa que nos lo merecemos todo y que el mundo debe ser nuestro y la vida no es así; ni nos merecemos todo ni el mundo es nuestro, y creo que las nuevas generaciones lo entienden mucho mejor, y por eso creo que van a vivir el mundo de forma distinta, y me congratulo por ello.
En el proceso de creación de una novela, ¿piensas en las personas a las que te gustaría que llegase la obra y en quién quieres que te lea?
Nunca pienso en las personas a las que me gustaría que llegara la obra. Eso estorba a la hora del proceso creativo y nunca tienes ese control. Siempre que me preguntan sobre consejos para escritores y escritoras les digo que, si tienen ganas de contar una historia que la cuenten y que entiendan que lo que pase con el libro o el texto mismo no está en las manos de quien escribe sino en otras circunstancias que quedan fuera de sus decisiones. La única verdadera acción que tienen las personas que escriben es la de escribir y todo lo demás es aleatorio, a veces muy injusto, a veces muy lento; pero no escribimos para tener reconocimiento y prestigio, sino que escribimos porque nos gusta escribir.
¿Cuáles son tus referentes y en dónde encuentras inspiración?
No estoy muy segura de decir que tengo referentes. Creo que mi referente es la vida misma. Me gusta leer mucho, me gusta ver muchas películas, me gusta ver series, ir a exposiciones de fotografía, me gusta mucho la música, la moda, las redes sociales… Me alimento de la construcción humana que tenemos actualmente. Creo que hay temas infinitos y que se puede escribir de cualquier cosa.
¿Tienes un deseo para el futuro?… Uno que puedas contar, claro.
Tengo un montón de deseos, pero ya estoy en un momento de mi vida en que sé que los deseos no necesariamente se cumplen, así que me los quedo para mí… Perdón… (risas).
¡Gracias, Brenda! Ha sido un auténtico placer conocerte.
Un beso muy grande, Sica.