Coreógrafo, investigador y bailarín, el coruñés Javier Martín está considerado como una de las figuras más importantes de la danza española. A lo largo de las casi dos décadas de trayectoria ha presentado más de 30 piezas en países como Francia, Rusia, Ucrania, México, Colombia o España.

Este viernes, 3 de mayo, regresa a Santiago de Compostela, ciudad en la que empezó a aproximarse a la danza. Y lo hace para presentar su último trabajo, "El punto impropio", un ejercicio artístico en el que cuestiona el yo percibido y la identidad construida en base a proyecciones asumidas. Después de estrenarlo el pasado 2023 en México, esta noche llega al Teatro Principal a partir de las 20:30 horas.

Este viernes presentas en Santiago de Compostela "El punto impropio". ¿Qué se va encontrar el público?   

Se va a encontrar la entrada a un laboratorio en el que la percepción se distorsiona y se afina a la vez, empleando distintas tecnologías en la escena que ayudan a capturar, ampliar y fragmentar la danza, a compartir memorias físicas. Movimiento, sonido e imagen son puestos en relación en el directo, aproximándonos a las herramientas del live cinema y la composición sonora en tiempo real. Es importante preguntarse qué imagen del mundo está construyendo el devenir tecnológico actual, preguntarse cómo elabora el animal que somos. Y plantear un horizonte diverso de expresiones tecnológicas en las que el arte, y en concreto la danza, ayude a componer el plural en nuestros comportamientos tecnológicos.

Comentabas que emplearás varias tecnologías…

Sobre la escena habrá dos pantallas enormes situadas en ángulo. A lo largo del espectáculo distintos artefactos van abriendo escenas para la acción. Por ejemplo, un fonendoscopio digital para rescatar sonidos del interior del cuerpo, un microscopio desde el que se proyectan imágenes ampliadas de muestras orgánicas; o el trabajo con la cámara, que ofrece la imagen en directo de la escena, multiplicando el cuerpo danzante que se observa a sí mismo…

En tus anteriores trabajos la improvisación tenía un papel importante. ¿La tendrá en "El punto impropio"?

La improvisación es un modo de elaborar la atención. Mi labor está situada en distintos procesos de alteración de la conciencia, me interesa destilar cómo se acumula la inercia en nuestros cuerpos. La improvisación en mi trabajo coreográfico es un procedimiento habitual y lenguaje escénico.

"Pensé que sería escultor en lugar de bailarín, pero el cuerpo y su performatividad se convirtieron en mi laboratorio"

Javier Martín

Estudiaste Química, ¿cómo llega la danza a tu vida? 

En la universidad nunca pensé que me dedicaría a la danza, estudié Química y me interesaba la filosofía. De repente apareció el psicoanálisis y a partir de ahí empecé a atisbar el arte en mi vida, porque en algunos seminarios de la Facultad de Filosofía me conecté con grupos de trabajo en los que tenían protagonismo las políticas del afecto, la escucha del cuerpo o la expresión corporal.

Hice algunos talleres, comencé a navegar en el panorama artístico y a conocer algunas personalidades con trayectoria en la danza. Decidí estudiar Bellas Artes y ahí pensé que sería escultor en lugar de bailarín, pero el cuerpo y su performatividad se convirtieron en mi laboratorio. Así que compaginé ambas carreras: Química y Bellas Artes. Y propuse algunas dinámicas que las relacionaban.

¿Mantienes esa parte científica en tus creaciones artísticas? 

De un tiempo a esta parte estoy involucrado en la creación de una suerte de somateca. Un archivo corporal de movimientos y planteamientos cinéticos diversos, que analice el devenir animal en relación con la tecnología, los procesos de subjetivación que organizan el estar de los cuerpos y los actos que la inercia configura en su proceder. Empleo tecnologías, planteamientos y distintas metáforas que se emplean en ámbitos de la ciencia y la filosofía: la neurociencia y sus imágenes, la psicología y su paradigma topológico, la anatomía y la fisiología … Y, por supuesto, las artes en su potencia para profanar el paradigma de realidad que compartimos. 

"Cada coreografía es un laberinto particular y una disonancia en el relato de mi propia vida"

Javier Martín

¿Cómo ves con retrospectiva la evolución de tu obra?

Pregunta difícil. El arte me ha cambiado, es una tecnología muy eficaz. He creado más de 30 proyectos, cada coreografía es un laberinto particular y una disonancia en el relato de mi propia vida, que transforman y espabilan a toda velocidad. Mi melancolía se sitúa en que como sociedades no somos conscientes de la potencia que el arte tiene para abrir el juego, animar a la vida. 

Empezaste tu carrera artística en Santiago, ¿qué supone volver a actuar aquí?

Compostela es lugar de trabajo y afecto. He tenido ocasión de bailar en casi todos sus teatros, algunos ya cerrados. Compostela es casa. Y aunque está en un momento clave en el que debe cuidarse, para mí sigue siendo origen.

Esta semana celebramos el Día Internacional de la Danza. ¿Consideras que está en buen momento?

España es uno de los países europeos en los que las personas sitúan más horas de su tiempo en plataformas digitales y redes sociales. Tenemos que trabajárnoslo, pues llega a ser una toxicomanía como otra cualquiera. Para mí es evidente cómo los cuerpos están siendo producidos en atención a una serie de imágenes técnicas, que retroalimentan una corporalidad cerrada o como mínimo obturada, patrones estadísticos. También me resulta evidente cómo la sociedad no es consciente de las ausencias que, en asuntos culturales, nos conforman. Digamos que se tiene hambre y no se sabe de qué.