Considerados como los antecesores de la escritura tal y como la conocemos hoy en día, los petroglifos son una de las muestras más representativas de la importancia que la simbología tenía para las sociedades prehistóricas, habiendo constancia de su existencia ya desde el período Neolítico. El origen etimológico de la palabra procede del griego y viene a significar algo así como "grabado sobre roca".
Y es que los petroglifos son precisamente representaciones gráficas o símbolos escupildos sobre las piedras al aire libre. Cabe destacar que a ojos de los investigadores, el arte rupestre gallego presenta una idiosincrasia muy particular frente a otros focos del occidente europeo. De hecho, en el caso particular de la región es muy habitual encontrar diversas representaciones de animales (como ciervos, caballos o serpientes) y hasta armas.
Si bien la provincia de Pontevedra es una de las zonas de Europa ―y por ende de Galicia― con la mayor concentración de petroglifos, dentro de los límites provinciales de A Coruña también podemos encontrar casos tan singulares como el de Laxe das Rodas, una estación de arte rupestre ubicada al pie del Outeiro de Eiroa, en un espacio natural protegido de Muros que se enmarca dentro de la Red Natura 2000 Monte y Laguna de Louro.
Lo más curioso es que existe un conjunto de petroglifos que los expertos han interpretado como una especie de calendario; un altar de ofrendas para promover las buenas cosechas o la caza; así como un conjunto de signos solares que también podrían indicar algún tipo de culto al sol o incluso la luna relacionados con la muerte o la fertilidad.
Así es el tesoro patrimonial de Laxe das Rodas
Los grabados rupestres de Laxe das Rodas hunden sus raíces en la época calcolítica, concretamente en la Edad de Bronce, y constituyen un misterioso conjunto de representaciones talladas sobre rocas graníticas. Esta estación rupestre enclavada en la parroquia de Louro consta de nueve figuras distintas que incluyen dos espirales y hasta siete de carácter circuliforme que muestran grandes copas o cazuelas en el centro.
La figura principal de este gran conjunto conforma una espiral que gira hacia la derecha junto a otra más pequeña que rueda en el sentido contrario. Ambas presentan un surco radial y se encuentran rodeadas de 65 pequeñas cazoletas, más conocidas en Galicia como coviñas.
El segundo grupo más destacado nos permite observar tres círculos concéntricos alrededor de una cazoleta, rodeada a su vez por otras 40 coviñas mucho más pequeñas y unas seis más por fuera. Desde el eje central, una línea atraviesa los tres círculos y alcanza la parte exterior del grabado.
En la parte inferior izquierda de las espirales también aparece tallado un caballo en cuya cabeza parece haber un sol o una luna, una representación propia de los pueblos indoeuropeos. También existe, como decíamos, otro gran círculo que fue bautizado como el Altar de las Ofrendas, pues este podría haber servido como calendario lunar.
En cualquier caso, para muchos expertos los petroglifos de Laxe das Rodas constituyen una serie muy particular de grabados simbólicos ligados a algún ritual que trataba de explicar el movimiento de los astros. De hecho, la división en dos espirales ha sido interpretada incluso como una representación de dos épocas del año: una de crecimiento del sol y otra de debilitamiento del astro rey.
En este misterioso grabado la espiral más grande se correspondería con la citada época de crecimiento, coincidiendo con el solsticio de invierno y prolongándose hasta el actual mes de junio. Por su parte, la espiral de menores dimensiones abarcaría el período que avanza desde julio y que vendría a plasmar ese debilitamiento solar. Los huecos perimetrales serían también parte de esa especie de almanaques.