Bea Lema (A Coruña, 1985) recibió la pasada semana el Premio Nacional de Cómic con su obra El cuerpo de Cristo (Astiberri). La obra aborda un tema complejo como es el de las enfermedades mentales graves en el marco de la relación entre una madre y una hija. Se trata de una autoficción con la que la autora quería explorar este y otros temas importantes en su trayectoria, como los cuidados, el trauma o los ritos religiosos y populares.
Aún se encuentra digiriendo la noticia pero asegura sentirse "muy contenta" tras recibir este Premio Nacional, un "aval" para su carrera, y el último reconocimiento para una obra que ya fue galardonada con el Premio del Jurado del Festival BD 2023 en Pèrigord, el Premio del Público del Festival de Angoulême, el Premio Bédélys del Festival de Cómic de Montréal a la mejor obra extranjera y Gran Premio de la Heroína Madame Figaro en 2024.
Con este libro Lema quería poner "bajo el foco" algunas de las temáticas que han vertebrado su vida. El relato se realiza desde los ojos de una niña que asiste a la enfermedad mental de su madre y, partiendo de ese imaginario, teje una historia cruda pero llena de ternura y simbolismo. El jurado destacó de ella la "gran belleza visual y profunda emoción que ofrece una mirada sorprendente en la relación madre e hija".
La obra también sorprendió al jurado en lo formal, mezclando texturas y colores e incluyendo el bordado, una elección que comenzó de manera "inconsciente" pero que acabó formando parte de la historia que la coruñesa quería narrar, reivindicando un arte asociado a lo femenino y al hogar, al que "nunca se le ha dado el mismo valor que puede ser la pintura o la escultura", pero que puede ser una vía para "contar las historias que nos afectan y que nos importan".
Lema se encuentra actualmente trabajando en la adaptación de este libro a cortometraje de animación. Un proyecto que se podrá ver el año próximo y que incluirá animaciones en 2D simulando el bordado tradicional.
Tu obra ha sido galardonada con distintos premios y ahora también con el Premio Nacional de Cómic, ¿cómo te sientes? ¿Ya has digerido la noticia?
Todavía lo estoy digiriendo porque ha habido muy buena acogida por los medios, se ha agotado la edición... Pero estoy muy contenta por varias cosas, por un lado, porque es como una segunda vida para el libro, ahora que iba a hacer casi un año que se editó y, por otro, porque para mí siempre es importante poner las temáticas que se tratan en el libro bajo el foco, es decir, hablar de los cuidados o de las patologías mentales graves.
Además, a nivel profesional es un reconocimiento y un aval que ya queda de por vida y que me va a garantizar o a facilitar las cosas en una profesión que es muy inestable e intermitente. Por último, también tiene una dotación económica importante que suma esa tranquilidad de saber que voy a poder seguir creando.
Está abordado desde mi punto de vista, de haber sido una niña que crece en un entorno familiar donde la madre tiene una patología mental grave y eso es un tabú en casa
El libro aborda el tema de la salud mental, en el contexto además familiar, de la relación de una madre y una hija pequeña. ¿Por qué este tema y por qué ese punto de vista concreto?
El punto de vista es ese porque la historia tiene mucho de mí, de mi propia historia de vida, es una autoficción. Digamos que está abordado desde mi punto de vista, de haber sido una niña que crece en un entorno familiar donde la madre tiene una patología mental grave y eso es un tabú en casa.
Vemos cómo vive la madre lo que le está pasando, ella tiene una sensación de que hay una presencia que la persigue y le hace daño, y cómo reaccionan cada uno de los miembros de la familia. Quién cuida cuando pasa algo así, quién se ve sobrepasado y acaba pasando menos tiempo en casa...
La obra está narrada desde los ojos de esa niña pequeña que no comprende del todo lo que está ocurriendo, pero que asiste a su madre en el proceso. ¿Cómo es el mundo de esa niña?
Pues esta niña va conociendo lo que pasa poco a poco, porque lo que pasa en casa está rodeado de silencio, nunca nadie le explica explícitamente qué está sucediendo. Sin embargo, sí ve que su madre pasa muchas horas en cama, o que un día se olvida de ir a buscarla a una actividad, o que su madre dice cosas que suenan extrañas y, digamos que al mismo tiempo lo va naturalizando, porque cuando somos niños tampoco tenemos capacidad crítica, ni nada con qué compararlo.
Y, por otro lado, cuando somos niños, por el amor de nuestros padres, que nos va la supervivencia en ello, somos capaces de hacer lo que haga falta. Por eso, esta niña, ante la situación de que el resto de adultos no asuma el papel de cuidados, es ella misma la que acaba encargándose incluso de darle la medicación, o quien desarrolla más sensibilidad para escucharla, para acompañarla en todo lo que ella vive... Y hay una inversión de papeles.
Es algo habitual que las niñas que viven esas situaciones acaben asumiendo un rol de adultas que no les tocaría en ese momento...
Sí, esa situación conlleva que tienes que ser más responsable, e incluso creo que te lleva a desarrollar una especie de estado de alerta, porque sabes que a veces en casa las situaciones se descontrolan y estás un poco atenta a cuándo va a ser la siguiente vez que esto se descontrole. A veces, para poder compensar, también te vuelves una persona muy ordenada, muy buena estudiante... porque lo último que tú quieres es generar un problema más.
Cuando alguien en casa empieza a hablar de cosas que nos parecen extrañas la reacción más inmediata es negárselo, cuando lo más sano sería acompañar a la persona.
En la obra también se ve el abordaje de ese problema que padece la madre, que es atajado con una pastilla, y cómo ella necesita buscarle otra explicación a lo que le ocurre. Ahora parece que se habla mucho de salud mental, pero ¿estamos sabiendo tratar el tema en toda su complejidad y dar las respuestas necesarias?
Yo haría una diferenciación ahí, porque sí que es verdad que la salud mental está de actualidad, y que se habla cada vez más de ansiedad, de depresión, de ir a terapia... eso está genial, pero cuando hablamos de patologías que van un poco más allá, me refiero a psicosis o a delirios, ahí todavía queda mucho por hacer, todavía hay mucha vergüenza. Yo creo que desde las familias se vive desde la vergüenza y eso hace que cuando aparece algo así no lo compartamos ni busquemos la ayuda adecuada.
Cuando alguien en casa empieza a hablar de cosas que nos parecen extrañas la reacción más inmediata es negárselo, cuando lo más sano sería acompañar a la persona y decirle "mira, no puedo entender lo que estás sintiendo, pero estoy aquí contigo. ¿Qué necesitas?" Porque esa persona ya está viviendo algo lo suficientemente angustiante como para encima no sentirse comprendido.
Y después está la parte más médica. El sistema de salud público tiene unas limitaciones de tiempo, y un médico o un psiquiatra tiene entre 10 o 15 minutos para atenderte. Y claro, en ese tiempo no se puede abordar la situación con un poco de profundidad, porque para saber qué le pasa a una persona hay que saber en qué condiciones vive, su contexto social y cultural, cuál ha sido su pasado... Y hay que entender, por ejemplo, que los delirios que tiene la protagonista del libro son también una especie de lenguaje del inconsciente que nos está hablando de otras cosas.
En el caso de Adela, ella efectivamente se ha sentido antes perseguida y ese demonio tiene relación con ese pasado. Realmente lo que le está pasando probablemente es esto que se llama disociación, que cuando vivimos una situación tan traumática como para asumirla tal y como es, a veces nuestra mente busca crear un relato mágico sobre lo que realmente sucedió. Pues pienso que eso sería lo ideal para poder abordarlo de una manera más sana para todos.
El libro muestra esa dificultad inherente a los cuidados. Igual cuando tenemos a personas cerca que sufren un malestar así a veces no se puede dar una solución clara que lo resuelva, pero sí se puede dar presencia, un acompañamiento.
Sí, yo creo que es algo que en general nos produce mucha incomodidad. Cuando alguien habla de que está viviendo una enfermedad grave, mental o de otro tipo, pasa a menudo que la persona que escucha se siente muy incómoda y a veces intentamos darles mensajes positivos, como "esto pasará", o "no te preocupes", "seguro que no es nada". Y a veces simplemente lo que hay que hacer es escuchar y decir "oye, pues estoy aquí para lo que puedas necesitar", o "¿necesitas dar un paseo?", "¿nos tomamos un café?", "¿necesitas un tiempo para ti?".
Hasta mediados de los 60, incluso 70, ir a un psiquiatra era algo inaccesible para muchas personas, o ni siquiera se acudía por vergüenza, por no reconocer que había un problema.
En la obra la madre encuentra en la religión su respuesta particular, y recurre a imágenes que están muy arraigadas en el imaginario colectivo, y más presentes de lo que a veces pensamos. ¿Cómo es esa búsqueda de significado?
Todo ese imaginario que tiene Adela en torno a lo religioso se entiende dentro de su historia de vida, porque es una mujer que nace en el año 46, en una aldea gallega muy aislada, donde la religión era una cosa que estaba súper presente, y todas estas creencias de los males de ojos, aires y cosas así, eran parte del día a día. Eso para ella forma parte de sus creencias y las creencias que tenemos las personas nos acompañan toda la vida, es decir, no se suelen cambiar.
Para mí fue una especie de reconciliación y de comprensión, porque yo he crecido teniendo una educación religiosa que en un momento de mi adolescencia rechacé totalmente. Y para mí esto ha sido una manera de entender que hasta mediados de los 60, incluso 70, ir a un psiquiatra era algo inaccesible para muchas personas, o que ni siquiera se acudía por vergüenza, por no reconocer que había un problema. El recurso a veces que había era ir, por ejemplo, al Corpiño, que históricamente se hacían allí exorcismos, y era un lugar donde una vez al año estas personas tenían una especie de catarsis colectiva y era una forma de liberarse, de poder expresar esa locura sin tener que ocultarla.
Eso a mí me ha ayudado a entender, por un lado, esa parte de nuestra historia, y por otro entender que la religión también puede ser un espacio donde la protagonista encuentra un poquito de sosiego, un poco de calma, un lugar donde se la escucha, algo que no le ha pasado en otros contextos, y que, en definitiva, le ayuda a vivir. A veces no vas a conseguir que la otra persona piense como tú, y lo único que nos queda es respetar y que haya una convivencia, que esa relación con la creencia sea sana.
Cambio de tercio ahora hacia la parte más formal de tu obra, quería preguntarte por tu relación con el cómic, ¿cómo comienzas a explorar este formato y qué potencialidades tiene para ti?
Yo llegué al cómic porque me empecé a acercar a las ferias de autoedición. En A Coruña está el Autobán. Hasta ese momento no era lectora de cómic más allá de cuatro cosas que leí de pequeña, pero la autoedición me despertó las ganas de dibujar, que era algo que hacía cuando era una niña.
Por otro lado, me pareció un medio que es muy libre, porque en la autoedición no hay editoras, no hay editoriales, simplemente los autores y las autoras preparan sus fanzines, los imprimen y los venden. Entonces hay propuestas muy, muy variadas, y ahí también vi que se podía dibujar sin tener que hacerlo de una manera realista o canónica, que había mucha más amplitud. Todo eso se me juntó con la inquietud de volcar toda esta historia, y empecé a probarla.
Lo que tiene también de bueno el cómic es que no necesitas prácticamente medios, simplemente eres tú, con papel, lápiz y tiempo, mucho tiempo. Entonces eso te da opciones a hacer miles de pruebas, de hacer prueba y error, que al final es como aprendí. Y como no dependes de nadie, tienes toda la libertad que te puedas imaginar. Eso fue un poco lo que me animó.
Los bordados suelen estar dentro de los hogares, en las servilletas, en los manteles, en los objetos de uso cotidiano... es una forma de creación catalogada dentro de la artesanía, nunca se le ha dado el mismo valor que a la pintura o la escultura.
El jurado también ha destacado la originalidad de la obra, en la que mezclas texturas, colores e incluso aparece el bordado. ¿Guarda alguna intencionalidad?
Al principio surgió de una manera muy inconsciente, pero viéndolo con el tiempo, creo que es una historia que habla de cuidado y de cuestiones que están vinculadas históricamente a lo femenino, y el bordado encaja muy bien ahí, ¿no? La costura ha sido un oficio impuesto durante mucho tiempo a las mujeres.
Los bordados suelen estar dentro de los hogares, en las servilletas, en los manteles, en los objetos de uso cotidiano... es una forma de creación catalogada dentro de la artesanía, nunca se le ha dado el mismo valor que a la pintura o a la escultura. Y me parecía una manera de poner en valor ese saber hacer que se puede utilizar para, obviamente, bordar una toalla, pero también de una manera expresiva y para contar las historias que nos afectan y que nos importan.
Para finalizar, echando la vista atrás, ¿cómo valoras todo el proceso desde el inicio? ¿Estás satisfecha? Y, ¿te encuentras trabajando en algún proyecto ahora?
Pues con el proceso estoy contenta, o sea, lo he disfrutado, y me siento privilegiada de haber tenido tiempo para haber estado trabajando tantos años en él. Además, he aprendido un montón en el proceso sobre salud mental, me ha llevado a conocer un montón de personas interesantísimas.
Y, bueno, cuando trabajo intento no pensar en el recorrido que va a tener después la obra, pero, obviamente, no ha podido ser mejor, porque se está llevando un montón de premios, con el colofón del Premio Nacional... está siendo un éxito a nivel de ventas, y me llega muchísimo cariño de las personas que lo leen. Así que, la verdad, un sueño.
Respecto a lo que estoy haciendo, ahora lo estoy adaptando a cortometraje de animación, y ahí también utilizo el bordado, va a tener fondos bordados y la animación 2D simulando el bordado tradicional. Saldrá dentro de un año.