Hace apenas unos días las mareas vivas de Galicia sacaban a la luz un impresionante yacimiento paleontológico en Nigrán. La bajamar más reducida de los últimos 20 años dejaba al descubierto un curioso ecosistema compuesto de árboles petrificados semejantes a las rocas. Pero, ¿qué es exactamente un bosque-fósil?
Esta suerte de monumentos naturales constituyen un tipo de restos fosilizados de vegetación terrestre que se ha transformado en piedra a través de un proceso de permineralización. Ahora bien, esta maravilla de la naturaleza en Nigrán no es la única que esconde el territorio gallego. Muy cerca de la ciudad de A Coruña, en lo más alto de la Serra da Capelada se esconde a simple vista el también conocido como bosque petrificado de San Andrés de Teixido.
La parroquia de San Andrés de Teixido se localiza en la zona sur de la localidad de Cedeira y es conocida por su pintoresca iglesia de estilo gótico-barroco, pero sobre todo por aquel dicho popular que asegura que a este pueblo "vai de morto quen non foi de vivo". Lo que no muchos saben es que en las zonas más elevadas de este rincón de la Costa Ártabra se encuentra un bosque-fósil que llama la atención por las curiosas formas (de seres mitológicos, animales e incluso castillos) que tienen las rocas que allí se encuentran.
Un espacio mágico que se alza como una ventana de lo más enigmática al pasado geológico de la Tierra, pues estos conjuntos pétreos se componen de peridotitas, un material muy poco frecuente en la superficie terrestre. De hecho, se trata de rocas ultrabásicas propias del manto superior, ubicado por debajo de la corteza oceánica, es decir, a más de 70 kilómetros de profundidad.
El rincón más mágico de la Costa Ártabra
Al norte de Galicia, la recóndita Serra da Capelada se extiende entre las rías de Cedeira y Ortigueira dando forma a un entorno natural extraordinario en el que se enmarcan los acantilados más altos de la Europa Continental: los precipicios de Vixía de Herbeira.
Es precisamente en este escenario de película, repleto de vegetación y laderas empinadas, donde se localiza el bosque petrificado de San Andrés de Teixido. En este enclave natural, las rocas, por sus características especiales, sufrieron una erosión muy particular que ha esculpido sobre las mismas unas siluetas caprichosas en las que se pueden adivinar todo tipo de seres y formas.
Dichos afloramientos rocosos esparcidos por el entorno más próximo al Miradoiro Chao do Monte conforman un relieve y una geomorfología muy singulares y poco frecuentes en los límites de Galicia. Lo cierto es que el elevado contenido en hierro y magnesio de estos conjuntos rocosos determinan la particular forma de un terreno tremendamente accidentado.
Este excepcional escenario se completa con la presencia de una buena cantidad de animales en libertad, los cuales completan la hermosa panorámica que se abre paso a los pies del bosque petrificado. En la lejanía se puede vislumbrar la ría de Cedeira y su villa, mientras que en las distancias más cortas podremos observar el núcleo de San Andrés de Teixido o el islote Gabeira emergiendo entre las aguas.
Un milladoiro en pleno Chao do Monte
El mirador de Chao do Monte se sitúa a unos 360 metros sobre el nivel del mar, enmarcado en un lugar de vistas privilegiadas junto a la carretera hacia San Andrés de Teixido. Más allá del bosque petrificado que habita en estas colinas, en la zona del mirador también podemos encontrar una amplia llanura en la se asienta un área recreativa provista de unas cuantas mesas de piedra y hasta un centro repetidor de televisión rodeado por una valla metálica.
Si seguimos el camino que avanza por la carretera hacia la parroquia cedeiresa, a sólo unos pocos metros del mirador se puede observar un curiosos y prominente milladoiro, es decir, cientos de piedras depositadas por los romeros y peregrinos que dirigen sus pasos hacia el emblemático santuario de San Andrés de Teixido. Estos montones de piedras colocados al pie de algunos caminos o cruces de caminos son muy habituales a lo largo del Camino de Santiago, pues es una tradición cuyo origen se pierde más allá del tiempo.