La fábrica de salazón en Corcubión (A Coruña) que albergó su historia marítima y marinera
- La histórica fábrica sirvió también como sede de la Compañía General de Carbones, astillero y, finalmente, espacio museístico antes de su cierre definitivo hace unos cuantos años
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Enmarcada en la más alta de las Rías Baixas, justo al fondo de la ría que lleva su nombre, la localidad de Corcubión ha sido testigo de innumerables historias forjadas a medio camino entre la calma chicha y la total bravura del océano Atlántico. Desde tiempos remotos, sus habitantes han desafiado los ecos de los vientos y mareas, construyendo una identidad marinera que todavía hoy se ve reflejada en cada rincón de esta pintoresca villa. De hecho, su historia se remonta a la época romana y durante la Edad Media, Corcubión ya fue un importante puerto pesquero y comercial.
A lo largo de los siglos, la villa coruñesa ha sido un faro de actividad marítima, dejando un legado profundo que perdura en la memoria de Galicia. Lo cierto es que, este valioso patrimonio se conservaba hasta hace unos pocos años en el singular Museo Marítimo Seno de Corcubión, ubicado en las entrañas de la histórica fábrica de salazón de Quenxe. En su interior, el museo albergaba más de mil piezas que narraban la fascinante historia tanto de Corcubión como de la Costa da Morte. Creado por la familia Castro-Rial, el centro llegó a convertirse en un espacio cultural de gran relevancia, pero, a pesar de todo, cerró sus puertas hace casi una década tras varios años de inactividad.
Tras el cierre, los propietarios intentaron convertir el espacio en una urbanización, pero el proyecto no prosperó. Y aunque, cada vez más, el paso del tiempo juega en su contra, las ruinas de la antigua fábrica situadas junto al arenal de Quenxe siguen siendo un símbolo de esperanza. Corcubión todavía sueña con que el edificio sea valorado como patrimonio histórico y pueda volver a brillar como testimonio vivo de la tradición marítima de la región.
Las muchas caras de la antigua fábrica coruñesa
El Museo Marítimo Seno de Corcubión cerró sus puertas definitivamente hace casi una década, pero el edificio que lo albergaba sigue siendo un testimonio fascinante de la historia industrial y marítima de Corcubión. Ubicado junto a la playa de Quenxe, este histórico inmueble encuentra sus raíces en el siglo XIX, cuando comenzó su vida como fábrica de salazón de pescado. Al igual que sucedía con otras fábricas de salazón gallega, su diseño se caracteriza por una estructura rectangular enmarcada alrededor de un amplio patio central al aire libre, donde se recibía y preparaba el pescado.
Con el cambio de siglo, a principios del XX, el edificio experimentó una transformación significativa a nivel utilitario, pues pasó a convertirse en la sede de la Compañía General de Carbones. Este nuevo uso trajo consigo la puesta en marcha de distintos organismos oficiales en la villa, entre ellos aduanas, sanidad exterior y salvamento marítimo, consolidando de esta manera importancia estratégica de Corcubión. Con el paso del tiempo y el declive en la comercialización del carbón, el espacio se reinventó una vez más, adoptando una nueva función como astillero para la construcción de barcos de madera.
Su última etapa como museo
La idea de convertir esta antigua fábrica de salazón en un museo tomó forma alrededor del año 2000, durante una reunión encabezada por uno de sus propietarios, Marcelo Castro Rial, junto a representantes de las corporaciones municipales de Corcubión, Cee, Carnota, Dumbría y Fisterra. El espacio abrió sus puertas por primera vez aquel mismo año, coincidiendo con la festividad das Mercedes, aunque su inauguración oficial no se celebró hasta octubre de 2001.
Durante el tiempo que permaneció en activo, el Museo Marítimo Seno de Corcubión albergó una impresionante colección de más de 1.000 piezas que narraban la rica historia marítima de la Costa da Morte. Entre sus tesoros se encontraban elementos de embarcaciones construidas o que navegaron el "Seno de Corcubión" durante el siglo XX, desde el Cabo Fisterra hasta Punta Insua, ya en los límites de Carnota. La exposición permanente incluía todo tipo de plantillas de madera (gálibos), planos de construcción naval y cartas náuticas, ofreciendo un recorrido detallado por la tradición marinera de la región.
El museo, hoy desaparecido en su función más divulgativa, se organizaba en espacios temáticos que enriquecían la experiencia del visitante: una sala de salvamento marítimo, otra de instrumentos de navegación y electrónica, una de maquinaria de cubierta y carpintería de ribera, de motores diésel y eléctricos, la sala de planos e instrumentos náuticos, el patio y también un espacio dedicado a las exposiciones temporales. Cada rincón ofrecía al visitante un vistazo único a la conexión profunda entre Corcubión y el mar.